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La Biblioteca Nacional de España en 1924

Podríamos decir que se trata de una ley de Murphy informacional que ya recogimos la semana pasada, siempre se encuentra lo que no se busca, o podríamos considerar que se trata de la Serendipia que ya nos estuvo definiendo David hace unos meses. El caso es que, una cosa u otra, estaba buscando otro texto entre los añejos microfilms del Diario Levante, cuando me topé con un artículo de opinión sobre la Biblioteca Nacional de hace más de 80 años.

Obviamente, como blogger, no podía dejarlo pasar por alto y, tal como se publicó, os lo transcribo. Disfrutadlo que no tiene pérdida.


El Mercantil Valenciano. Miércoles, 2 de julio de 1924

La Biblioteca Nacional

No es de hoy la aversión de la gente estudiosa a las bibliotecas del Estado. Repetidas veces se ha hecho campaña contra el funcionamiento de ellas, y algunos años atrás se publicaron en un periódico de Madrid varios documentados artículos pintando lo que ocurre en la Biblioteca Nacional. Para formar idea exacta del concepto que aquélla merece bastaría interrogar a cualquiera de sus habituales concurrentes. Oyéndole explicar las deficiencias del servicio comprederiase en seguida la verdad y la justicia del relato, porque no se pueden inventar tantos detalles como los que facilitaría el más moderado de los protestantes. Y bien puede asegurarse que ni uno solo de los lectores mostrariase disconforme con tales apreciaciones.

Parece natural que en una entidad de esta clase – y más si vive bajo el nombre y la dirección del Estado – todo tienda a estimular al estudio, a proporcionarle al lector la mayor suma posible de facilidades. Pero no es así. Ya el tiempo invertido en procurarse el libro solicitado inclina a la contrariedad. A veces si desea ver una obra para consultar una de esas minuciosidades precisas en ciertos trabajos, y resulta que bastando para esto diez minutos hemos de esperar media hora a que nos entreguen el tomo. Y cuando no es este el caso, si no el otro de ir decididos a leer una hora y le quitan a uno media, tampoco se sale muy arregostado que digamos. Y menos mal si a la postre se consigue el libro, que bien seguro es que como se trate de un texto poco manejado, de uso poco frecuente, dará la casualidad de que esté servido y tenga usted que quedarse sin él. En este particular parece ser que los libros que casi siempre están servidos son precisamente los que no lee nadie… porque no le dejan. Yo, personalmente he comprobado el extremo que sigue. Cansado de las casualidades estas solicité días atrás el «Diario Oficial del Ministerio de la Guerra». Me dijeron que lo estaban leyendo, y como había pocos lectores en la sala, tuve la paciencia de revisar los textos que tenían entre manos, sin encontrar el que me interesaba. Instantes después me aseguró un empleado de la casa que seguramente no me habían entregado el periódico dicho por no estar aún encuadernado. Y eso que yo pedía los números de diciembre último. De modo que en nuestra Biblioteca Nacional tardan cerca de seis meses en encuadernar los documentos oficiales; eso contando con que estuviera encuadernado al día siguiente de recibir yo la disculpa.

En cuanto las horas… ¿a quién se le ocurre cerrar una biblioteca a las cinco y media de la tarde y los domingos de una y no abrirla los días de fiesta? ¿Es que en estos días no puede haber gusto en leer o necesidad de estudiar? Justo es que los funcionarios descansen; pero aparte de que su trabajo nunca es agobiador, no estaría mal que armonizasen sus intereses con lo del público y con los fines de la Biblioteca. Es el público quien los paga y a él se deben. Y la Biblioteca, si no sirve para leer, ¿para qué sirve? Hasta ahora, al menos, hemos participado de esta creencia.

Mucho más pudiera decirse sobre el tema. Preferimos, no obstante, pasarlo por alto. Por hoy basta.

La España nueva ha de salir de las bibliotecas o no saldrá de ninguna parte. Convendría que las del Estado procurasen realizar con más acierto la misión que les corresponde.

Madrid, Abraham Polanco

Publicado en Historia Visto/Leído

4 comentarios

  1. Jon Jon

    Jajajaja Desde luego que os habéis ganado la reputación a pulso!

  2. En realidad no es un problema de «bibliotecarios» sino más bien de «funcionarios».

  3. Tanto monta, monta tanto…

    Pero ya no es así, algo habremos evolucionado, digo yo…

Los comentarios están cerrados.