A nadie debería sorprenderle que la nueva acepción del vocablo bitácora, trasladado desde la palabra anglófona web log o en su forma contraída blog, no aparezca en el Diccionario de la Real Academia Española. Desde luego que la RAE no destaca precisamente por su celeridad a la hora de admitir nuevos términos o incorporar nuevos significados a un término ya incluido en su diccionario. Como ejemplo, tan sólo habría que buscar la palabra chatear.
Lo que sí es realmente sorprendente es que desde un Diccionario sobre Documentación de reciente publicación (2004), que incluye términos aún no admitidos por la RAE, que define incluso vocablos en otras lenguas y cuyo editor, José López Yepes, no es ajeno a la profesión (Primer catedrático en Documentación de España), ni a las nuevas tecnologías; no se haya sabido reflejar la nueva definición del término bitácora. Y no es que sea censurable el desconocimiento de la blogosfera, es que son las bitácoras las que están adoptando una fuerte posición dentro el mundo de la Biblioteconomía y la Documentación, es que es precisamente el periodismo, las formas de comunicación de las personas y de las empresas los que están evolucionando gracias a los blogs.