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Mes: mayo 2008

«Library 2.0 – A guide to participatory library service» de Michael Casey y Laura Savastinuk

“Es pasado el tiempo en que la biblioteca se parecía a un museo, en que el bibliotecario era una suerte de ratón entre húmedos libros y en que los visitantes miraban con ojos curiosos los antiguos tomos y los manuscritos. Es presente el tiempo en que la biblioteca es una escuela, en que el bibliotecario es en el más alto sentido un maestro y en que el visitante tiene la misma relación con los libros que el trabajador manual tiene con sus herramientas.”

Melvil Dewey (1851-1931)

Aunque la teoría dentro de la Biblioteconomía moderna que los usuarios de un centro de información deben ser considerados como clientes y los servicios que una biblioteca debe desarrollar tienen que estar enfocados siempre hacia ellos, además de tener presente sus necesidades, parece que los bibliotecarios han vivido dentro de una especie de burbuja donde se consideraban nada más ni nada menos que intocables donde lo que siempre se ha hecho es lo que funciona y lo nuevo ya se comprobará a lo largo del tiempo si es útil. La innovación y la apertura de las bibliotecas a la sociedad que sirven es algo que ha tardado mucho en calar dentro del colectivo bibliotecario en general y parece que esto no sólo es patrimonio español, sino que en los países anglosajones el cerrajón de las bibliotecas respecto a la sociedad a la que sirven siempre ha sido legendario.

Por ejemplo, en este mismo sitio recogimos la figura de Daniel Boorstin, un escritor que cuando llegó a la dirección de la Biblioteca del Congreso estadounidense decidió abrirla a la sociedad, y de forma paralela contemplamos a la polémica Rosa Regás como nuestra Daniel Boorstin particular, desarrollando iniciativas para acercar la institución que dirigía hacia la sociedad que la sostiene. Sin embargo, los bibliotecarios han descubierto de repente que aquello que consideraron exclusivamente de su competencia, la difusión de la cultura de una forma libre y gratuita, ha encontrado un competidor imbatible que se muestra de una forma completamente ubicua, pero terriblemente barata: Internet.

No vamos a entrar en el debate sobre la calidad de la información que se pueda ofrecer dentro de esta inmensa fuente de información, el hecho es que está presente, se usa de forma sencilla e intuitiva y la sociedad la va a usar cada vez más pese a quien pese. Así que los bibliotecarios, hasta ahora un tanto remolones respecto a la innovación y que se sentían cómodos con los libros de toda la vida, comienzan a descubrir de forma desagradable que la competencia amenaza sus trabajos. De hecho, hay quien ya ha situado la fecha de la defunción de las bibliotecas en la cercana fecha de 2019. Casey y Savastinuk son conscientes de ello y no dudan en abrir su libro describiendo con toda su crudeza lo que actualmente la bibliotecas están sufriendo:

  • Estamos perdiendo el interés de los usuarios.
  • No estamos ofreciendo los servicios que los usuarios demandan
  • Nos resistimos a cambiar los servicios que consideramos tradicionales o fundamentales para un servicio bibliotecario
  • Ya no nos encontramos en el primer lugar al cual acuden los usuarios cuando buscan información.

De una forma dura y simple, Casey nos advierte que estamos perdiendo clientes a un ritmo acelerado. Repentinamente, nos hallamos en la tesitura de comenzar a escuchar, a acercarnos a los ordenadores (Algo de lo que algunos bibliotecarios no gustan), a comenzar a descubrir buenas prácticas desarrolladas en otros centros de información, a acercarnos a conceptos como el benchmarking y, de una vez por todas, ser abiertos, hablar y escuchar. Entre nosotros, sí, pero también a establecer puentes comunicativos con los usuarios y tratar de atraer su atención para que se muestren dispuestos a desplazarse hasta una biblioteca y usarla. En el libro, tal y como indicábamos hace unos días, blogs, wikis o sindicación de contenidos son aspectos de la Web que se tratan de forma necesaria, porque es donde los internautas están actualmente trabajando ante las campañas de marketing desplegadas, aunque este aspecto se trata de forma tangencial puesto que la esencia de la Biblioteca 2.0 no es la traslación de servicios desarrollados en Internet bajo el sufijo 2.0 y convertirlos en servicios bibliotecarios, sino el cambio continuo.

Lo que en este libro se nos propone es, primero, convencernos de que la sociedad está cambiando de una forma completamente acelerada y que los profesionales de la información no hemos sido capaces de movernos con ella y, segundo, ante esto nos ofrece una metodología para adentrarnos en el cambio continuo, en la formación continua y en la conversación abierta mediante la implantación de equipos que tratarían de proponer, desarrollar, evaluar y mantener nuevos servicios y nuevos productos dentro de una sociedad cambiante.

Library 2.0 nos ofrece el panorama que hasta ahora no habíamos contemplado, donde súbitamente, los procesos tan cacareados para sobrevivir dentro de la globalización dentro del ámbito empresarial que ser aplicados obligatoriamente dentro de las bilbiotecas. Conceptos que, desde los años 80, se están desarrollando dentro de este marco y que los bibliotecarios deben comenzar a aprehenderlos más que obcecarse en la catalogación o la clasificación. El fin y al cabo es cuestión de simple supervivencia.

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El blog y su discontinuidad

A aquellos que hemos estudiado la lengua inglesa, los profesores nos suelen advertir de la existencia de determinadas palabras que pueden ser consideradas false friends (falsos amigos) o cognates (cognados) y son términos que por escribirse de la misma forma (o parecida) en español son confundidas, pero que en realidad en inglés significan otra cosa, y que nos pueden llevar a disgusto cuando realizamos un examen.

To discontinue es una de ellas y últimamente me la encuentro sobre todo cuando los blogs hacen referencia a servicios o programas que las empresas desarrolladoras abandonan. Según la Real Academia de la Lengua Española, discontinuo significa “interrumpido, intermitente o no continuo”, dejando la puerta abierta al restablecimiento de aquello que ha perdido su continuidad. Sin embargo, To discontinue significa "Interrumpir o suspender" de forma literal lo que no priva a los bloguers a trasladar el término a sus textos sin tener en cuenta el cognado.

Así, por ejemplo, una persona que haya leído las últimas noticias sobre Microsoft le habrá parecido que últimamente se encuentra en un estado completamente discontinuo, ya que además de abandonar su servicio de digitalización y consulta de libros, Live Search Books, también interrumpe el servicio de distribución de música digital, MSN Music, dejando a más de uno con cara de pardillo porque las canciones que compró a Redmond, tienen fecha de caducidad.

Hecha esta aclaración, anunciaros que los blogs también disponen de períodos de discontinuidad, en ocasiones por la propia incomparecencia de sus autores o simplemente por la dejadez de los alojamientos donde se hallan. Qué decir cuando un bloguer trata de publicar un texto intentando acceder a su bitácora pero ésta se encuentra caída aumentando su frustración. Dependiendo del hosting, esto puede ser usual o muy extraño, pero a todos se nos pasa por la cabeza la desazón sobre cuál habrá sido la suerte de la bitácora o, peor y posible, de la empresa que lo aloja (Que de todo hay).

En la mayoría de las ocasiones, no se suele pasar a mayores y el servicio se reestablece tras unas horas, sin embargo no hay mayor frustración para un bloguer que un post interruptus, cuando lo tienes todo listo para publicar pero por una razón u otra, no puedes hacerlo o pierdes todo tu texto. En nuestro caso, a veces, aunque cada vez menos, nuestro blog ha llegado a estar inaccesible durante horas, o incluso durante fines de semana completos, lo cual nos molesta soberanamente puesto que pagamos por que se nos ofrezca un servicio, aunque las comodidades sean muchas y las incomodidades discontinuas.

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¿Documentalistas científicos o científicos documentalistas?

Cómo la eterna discusión sobre qué fue antes si la gallina o el huevo, desde mi iniciación en la Biblioteconomía y Documentación he oído o leído más de una vez la eterna discusión sobre si es más eficaz un documentalista científico o un científico documentalista.

De todos es sabido que la formación de un bibliotecario/documentalista siempre ha sido multidisciplinar, aunque la titulación universitaria se enmarcara en un principio en el ámbito de las Ciencias Sociales y ahora en las Humanidades. Se nos suele considerar suficientemente formados para trabajar con eficacia en bibliotecas enfocadas al público en general, en las especializadas en disciplinas de estas dos áreas, así como en centros de documentación de los diversos medios de comunicación; pero a la hora de buscar un bibliotecario o documentalista que ejerza sus funciones en bibliotecas especializadas en Ciencias o más directamente en el ámbito científico -como apoyo a la investigación o la transferencia de tecnología-, la titulación en Biblioteconomía y Documentación no nos confiere precisamente ninguna ventaja.

Si miramos las ofertas de trabajo del ámbito científico en que podría encajar nuestro perfil documentalista -como expertos en recuperación y gestión de información-, nuestras posibilidades reales de ser seleccionados son ínfimas. La enumeración de requisitos suele incluir conocimientos sobre tareas tradicionamente documentales, a veces otras más "informáticas" como edición de páginas web o creación y gestión de bases de datos, así como la habitual exigencia de un alto nivel de inglés, que podremos superar dependiendo de la formación o experiencia de cada cual. Pero todo esto pasa a un segundo plano cuando de entrada no cumplimos el requisito primordial: poseer una licenciatura en Ciencias.

Reconozco mis limitaciones en campos como la Biología, la Química o las Ciencias de la Vida, que evidentemente coartarían el desempeño de mi trabajo como documentalista científica en estas áreas, pero ¿hasta qué punto es necesario un licenciado en estas titulaciones para realizar labores de documentalista? Y, ¿están éstos dispuestos a realizarlas?, porque entiendo que para un licenciado en Biología, por ejemplo, deben ser muy frustrantes tareas como catalogación e indización, búsquedas de información, gestión documental o cualquier otra similar, que cualquier documentalista realizaría alegremente. Pero, vistas las ofertas laborales, deduzco que sí están dispuestos.

Nadie vaya a creer que niego la importancia de una formación más que básica en el área científica concreta del centro de investigación, el conocimiento de su terminología y de los principios que la rigen; pero está claro que la precariedad laboral de nuestra profesión (como muchas otras), que nos lleva a pasar de una biblioteca médica, a una jurídica y luego a un centro de investigación especializado en Tecnología de Alimentos, por ejemplo, no nos permite especializarnos, ni se nos posibilita.

La otra cara de la moneda, en la que un licenciado en Ciencias ejerce funciones documentales, parece ser la opción más socorrida en este tipo de ofertas laborales. El no tener que formar al candidato en la disciplina científica concreta pesa sobre su mayor o menor capacidad como documentalista, que parece poder solventarse con cursos de apenas 20 horas. Además si, aplicando la economía del 2×1, a las tareas propiamente documentales se le añaden otras más científicas, como la redacción de informes científicos y técnicos, está claro que un conocimiento básico del tema no es suficiente.

Insisto. No niego la dificultad de trabajar en éstas áreas científicas y reconozco que es imprescindible adquirir unos conocimientos mínimos del tema, pero insisto igualmente en defender nuestras habilidades para desempeñar tareas para las que hemos sido especialmente formados.

No sé qué fue antes, si la gallina o el huevo, y tampoco si es más eficaz un documentalista científico o un científico documentalista; supongo que dependerá de cada puesto y cada profesional. Pero quizá la solución ideal sea, como en muchos otros casos, el trabajo en equipo entre documentalistas y científicos, en el que cada uno realice las funciones para las que mejor está preparado.

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Citas al libro /24

“Leer es el único acto soberano que nos queda”
Antonio Muñoz Molina

“Escribir es recordar, pero leer también es recordar”
François Mauriac

“No leas para contradecir o refutar ni para creer o dar por bueno, ni para buscar materia de conversación o de discurso, sino para considerar y ponderar lo que lees”
Francis Bacon

“Oír o leer sin reflexionar es una ocupación inútil”
Confuncio

“Vieja madera para arder, viejo vino para beber, viejos amigos en quien confiar, y viejos autores para leer”
Francis Bacon

“El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho”
Miguel de Cervantes

“Es casi imposible leer algo bello sin sentir deseos de hacer algo bello”
John Steinbeck

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Cuando perdemos un suscriptor

Seamos sinceros, lo primero que hace un bloguer cuando enciende su ordenador y abre su navegador es consultar sus estadísticas para empezar el día. Ummm. De acuerdo, puede que me equivoque, puede que lo primero sea mirar el correo, pero entonces estoy seguro que el ego lo deja en un segundo lugar. Sin embargo, las estadísticas de accesos son, en ocasiones, un tanto injustas en cuanto a los seguidores que un sitio web pueda llegar a tener. De hecho, los blogs, que tienen configurados los feeds de una forma correcta (según nuestro punto de vista), disponen de una masa latente de fieles lectores que no caen de forma accidental dentro del saco de resultados que ofrece Google, sino que decidieron en su momento seguir las evoluciones de un sitio y, tal vez, leerlo de vez en cuando.

Feedburner, a la espera de que el futuro lo alcance, nos permite seguir el comportamiento de nuestros lectores y conocer qué textos son los más sugerentes en cada momento. También podemos averiguar cuántos lectores disponemos en cada momento y, al mismo tiempo, cuántos hemos dejado de tener mediante un histórico. En ocasiones, se producen caídas bruscas del número de lectores de feeds y, claro, no podemos achacarlo a las penalizaciones de Google, por lo que encogiéndonos de hombros debemos aceptar la realidad de que hemos dejado de ser interesantes (Esto si es que la caída no se debe a que uno de los agregadores de feeds se encuentra en mantenimiento o inaccesible o ha dejado de mostrar el número de suscriptores durante unas horas). De vez en cuando, Feedburner también hace limpieza ante cifras de acumulados un poco abultados y después de esto te encuentras con que “donde dije digo, dije Diego” y no tienes a tantas personas siguiéndote, sino un número inferior, por lo que una vez más sufres una punzada en el ego al descubrir que en realidad no interesas a mucha gente.

Pero, al fin y al cabo, los bailes de suscriptores son sólo números. Un servicio agregador mediante web informa a Feedburner que dispone de tantos lectores apuntado a nuestro feed y debemos creérnoslo. Sin embargo, al disponer de la opción de la suscripción por correo electrónico, sentimos que los lectores se nos hacen un poco más cercanos, como si un suscriptor por email fuese una persona decidida que nos ofrece una oportunidad cuando publicamos contenidos y no debemos defraudarle.

La pregunta es si lo hacemos. Como das la opción de darte de alta, también debes ofrecerla para darse de baja. Y el hecho es que las bajas se producen con cierta frecuencia. Cuando descubres que un suscriptor por correo se desinscribe piensas que le has fallado a alguien, que realmente lo que escribes, lo que publicas no tiene mayor relevancia para esa persona y huye de la infoxicación como de la peste. Así que andas preguntándote qué es lo que hiciste mal para que esa persona, que te había ofrecido su voto de confianza, se marche para no volver más.

Puede ser que el suscriptor por correo haya, simplemente, descubierto el maravilloso mundo de los feeds y que se dé de baja para no recibir información redundante. Sinceramente puede que esto sea lo mejor que puedas llegar pensar. Pero también puede ser que simplemente ya no esté interesado en los vaivenes normales que sufre un blog, que tu evolución personal e inquietudes ya no le atraigan lo más mínimo, que tu prosa caiga en la reiteración más absoluta o que simplemente le aburras.

Cuando los lectores se marchan, ¿deberíamos volver sobre nuestros pasos? ¿Deberíamos ser los de antes, aunque ya no lo seamos? En definitiva, a final de cuentas, ¿escribimos para nosotros o para vosotros?

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¿Realmente hemos aprendido lo que es la Biblioteca 2.0?

Ya se cumple un año desde que se presentó en sociedad un término un tanto difuso que alguien osó en denominar como Biblioteca 2.0. Hace un año que desde el Sedic se organizó la mesa redonda dentro del congreso del Fesabid, Los blogs en la biblioteca 2.0, y desde la misma organización nos urgen, a aquellos que formamos parte de aquella mesa, para que dediquemos unas líneas a los nuevos avances que hemos hecho, o hemos detectado, en torno a este y poder de este modo hacer balance.

Como es habitual en mí, me veo incapacitado para reducir a unas pocas líneas lo que he vivido y lo que considero sobre este tema. Por lo que saltándome la invitación del Sedic, les sugiero que, si así lo consideran oportuno, que extracten aquello que merece la pena de este texto, porque es imposible que esta reflexión pueda quedarse en unas meras líneas.

Fue Paul Miller el que propuso una definición simplista, a la vez que muy gráfica, de la Biblioteca 2.0 que se reduciría a la fórmula "Web 2.0 + Biblioteca = Biblioteca 2.0". En muchos aspectos, esto es tremendamente reduccionista sobre todo lo que se ha escrito, hablado y opinado sobre este tema, como si se dejase a la Biblioteca 2.0 reposar sobre los aspectos tecnológicos, o más bien en las herramientas informáticas –Claro que esto no es siempre así-.

Los términos blogs, wikis, sindicación de contenidos, folksonomías o redes sociales parecen estar cosidas a la Biblioteca 2.0 como si ésta fuese un conglomerado de todas ellas y que no hubiese nada más detrás,. Aventurándose a definirla sobre estos soportes. Craso error.

Leyendo el libro de Michael E. Casey y Laura C. Savastinuk, Library 2.0 – A Guide to Participatory Library Service, del que realizaré una reseña en breve, tengo la sensación que algo se ha ido perdiendo lentamente en el camino. Ya lo advertía Álvaro Cabezas en su definición Qué es la biblioteca 2.0, si el usuario es el centro sobre el que la biblioteca ha de moverse, qué hemos estado haciendo durante el último siglo. Si la Biblioteconomía moderna se cimenta sobre el servicio al usuario, qué es lo que ha sucedido.

Ha pasado que a la biblioteca le ha salido un magnífico competidor, ante el cual no dispone de armas y ante el que debe considerar: "Si no puedes vencerle, únete a él". Si las Bibliotecas garantizaban el acceso a la cultura y a la información de forma gratuita o con un coste muy bajo para sus usuarios gracias a la Red y Google, dónde se colocan cuando la información es percibida de forma ubicua, cómo moverse cuando los usuarios consideran que no son necesarias para acceder a la información -Un razonamiento reduccionista, lo sé, pero quiero ir un poco más allá-.

Dídac Margaix en su artículo introductorio, Conceptos de web 2.0 y biblioteca 2.0: origen, definiciones y retos para las bibliotecas actuales, y fundamentalmente desarrollado en la explicación de servicios y conceptos de la Web 2.0, señalaba las distintas conceptualizaciones sobre la que distintos autores han incidido a lo largo del tiempo. Algunos han subrayado la tecnología, mientras que otros buscan la innovación como puente seguro en el camino 2.0 que deben adoptar las tecnologías. Margaix nos ofrece un artículo destinado a descubrir conceptos y tecnologías y apenas le queda un resquicio para el carácter no tecnológico de la Biblioteca 2.0 y sobre el que se fundamenta el libro de Casey:

¿Y los servicios no virtuales? Se podría habilitar un espacio en la biblioteca para el bookcrossing entre los usuarios o realizar alfabetización informacional en herramientas de la web 2.0.

De hecho, leyendo el monográfico del mes pasado de la revista El Profesional de la Información dedicado a la Innovación en las Bibliotecas Públicas, encuentro infinidad de elementos que bien podrían estar inspirados en la Biblioteca 2.0. Sin ir muy lejos, y abriendo fuego, el estupendo artículo de Roser Lozano-Díaz, Innovación en bibliotecas públicas: algo nuevo, algo útil, algo de calidad, donde se nos ofrece una muy interesante reflexión que todo Bibliotecario 2.0 ha de tener presente antes de lanzarse a adoptar herramientas 2.0:

La innovación exige en primer lugar tener la conciencia de que aquello que pretendemos llevar a cabo va a ser útil realmente para la biblioteca pública, y en segundo lugar significa poseer la capacidad de saber transportar las ideas del campo imaginario o ficticio al de las realizaciones e implementaciones.

Por tanto, no se trata de tener que "inventar por inventar", elaborar teorías, ni tan sólo significa que tenga que ser proyectos asociados a un proceso de I+D o que impliquen una amplia base tecnológica. Incluso podemos hablar de innovación cuando aplicamos un nuevo método organizativo, transformamos las prácticas internas, la cultura organizacional, el sistema de trabajo, iniciamos el trabajo con calidad, etc.

En definitiva, en la biblioteca pública como en cualquier otra institución de servicios, la innovación debe ser siempre una actitud organizacional, una capacidad que debe impregnar al personal y estar presente en su cultura, en su estructura y forma de trabajar y todas las interacciones ya sean internas o externas.

Es decir, no debemos de caer en la terminología de marketing condenado a extinguirse. Durante estos años de evolución, de blogs hemos pasado a hablar de wikis, de wikis a redes sociales, de las redes sociales pasamos al microblogging, ¿cuál va a ser el próximo paso? ¿Debe una biblioteca adoptar cada una de las herramientas que surgen para, pasado un año, estar demodé?

¿Es posible la Biblioteca 2.0? Por supuesto, no me cabe la menor duda, y encontramos nuestro máximo exponente en Musquiz donde Fernando Juárez nos invita a reflexionar sobre las aplicaciones disponibles en la Web y su aplicación a una pequeña biblioteca municipal. Fernando, con el cual estamos pasando una semana tremendamente divertida en la Comunidad de Prácticas, es el máximo referente de que desde una relación de abajo-abajo, biblioteca a biblioteca, se pueden obtener grandes resultados, creando redes interrelacionadas con bibliotecas cercanas. Por supuesto que Fernando no lo suele transmitir así, él es un funcionario y según su razonamiento tiene que trabajar lo menos posible, pero esto es completamente falso puesto que siempre le está buscando aplicaciones prácticas a su centro de información en cuanto descubre un nuevo juguete 2.0. Por ejemplo, aún recuerdo cuando me envió un correo electrónico inquiriéndome sobre la utilidad de las Redes Sociales, algo que muchos documentalistas todavía no se han acercado siquiera debido al muy bajo porcentaje de ellos dados de alta. En cualquier caso, leed su artículo Tecnología, innovación y web social: el valor de la dimensión en la biblioteca pública. El caso de la biblioteca de Muskiz y descubriréis cuánto nos queda por aprender.

A modo de resumen, indicaros que la Biblioteca 2.0 no es tecnología, nunca lo fue. La tecnología ha de servirnos para innovar, pero no debemos subyugarnos a ella. Cada centro de información tiene una población a la que atender, con sus propias características que evoluciona muy rápido. Lejana queda la figura del bibliotecario sentado en su mostrador esperando despachar libros sin mayor oficio que éste. Hoy en día, el bibliotecario debe estar al día, leyendo y aprendiendo, hablando con sus colegas, tratando de construir cosas juntos. Aquel que no ha leído en el último año un libro, un artículo (¿un blog?) sobre la gestión de la información, la biblioteconomía o cualquier temática relacionada está cayendo en la obsolescencia de una forma completamente acelerada.

En definitiva, la Biblioteca 2.0 no es tener un blog, es hacer blogging, no es estar dado de alta en una Red Social, es trabajarla, no es tener una cuenta en la Wikipedia, es ser un Wikipedista… No permitáis que los árboles no os permitan ver el bosque. Sentaos al lado de un árbol, tomad aire y mirad el paisaje. Pensad qué os gustaría llevaros con vosotros para adornar vuestra casa pero no lo arranquéis. Entendedlo, plantadlo y regadlo y no os asustéis si descubrís una especie nueva que no estaba allí la última vez que paseásteis en él. Seguramente, descubriréis la mejor manera de poder llevárosla a casa.

Suerte durante este año.

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