Poco a poco, hemos ido relajando las buenas costumbres como nuestra tira mensual de Bibliohumor. En esta ocasión, cuando se espera que uno de los regalos estrella estas Navidades sean los libros electrónicos (y los debates sobre la conveniencia de estos aparatos y sus formatos se prolonguen), os dejamos una tira publicada por Forges en abril de 2006, esperando que sea de vuestro agrado.
Un comentarioMes: octubre 2009
Pese a quien pese, lentamente, la Web se está convirtiendo en una extensión de nuestra cultura, nuestras relaciones sociales, necesidades y anhelos personales. Por supuesto que todavía nos encontramos con personas que tratan de realizar una distinción entre vida real y vida virtual, sin embargo esto se da de forma mayoritaria en las generaciones que crecieron o, al menos, vivieron en un mundo desconectado, sin Internet; mientras que los jóvenes de hoy en día (y que tienen acceso a la red de redes no lo olvidemos) esculpen su día a día con una herramienta que consideran una extensión más de su vida propia.
Recientemente, Internet cumplió 40 años y uno de sus creadores aseguraba que la Red se encuentra en su adolescencia, con las hormonas a flor de piel, mientras trata de crearse una identidad. Sin embargo, 40 años es una generación en términos vitales de un ser humano, por lo que mientras Internet da sus pasos cada vez más aceleradamente, joven y brillante, aquellos que fueron poniendo piedra sobre piedra en su construcción para convertirla en lo que es (Ya se trate en términos de tecnología o de contenidos) envejecen y desgraciadamente mueren.
La muerte es la última barrera del ser humano, un elemento que nos cuesta de entender e incluso creer, pero como parte de nuestra vida, dependiendo de la cultura que hayamos recibido y donde hayamos crecido, la celebramos o la odiamos aunque sea una parte inseparable de nuestro ser. No hace falta que me vaya muy lejos ni en el tiempo ni en el ámbito de esta página web para recordar el debate que propuso Tomàs Baiget en la lista de distribución Iwetel sobre el directorio Exit. Este directorio era una iniciativa propia de Baiget en el que quería recoger a la mayor parte de los expertos en el tratamiento de información. Cargado de paciencia y una cámara digital, fue retratando y agregando a los profesionales que conoció en cursos, jornadas y congresos. Sin embargo, llegado a cierto punto, algunos de estos profesionales fallecieron y la duda que surgió fue: “Ante esto, ¿qué hacer?”
La muerte parece que se está convirtiendo dentro de esta sociedad de consumo en una de las partes más feas, algo a evitar y obviar en la medida de lo posible. En el mundo real, su gestión está completamente protocolarizada, llevamos miles de años tratando de aceptar y tratar la muerte en nuestras vidas y nuestro entorno social, sin embargo ¿qué hacer en el mundo digital?
No es una decisión sencilla, a pesar de que cada vez más se trata con total normalidad (De hecho, desde la aparición de la Web también lo hicieron los denominados Cementerios Virtuales). Los blogs, esos elementos tan participativos, fueron los primeros que abrieron una brecha para contemplar el fallecimiento de una persona con normalidad. Incluso el suicidio, una de las decisiones vitales más censuradas por nuestra sociedad, ha sido descrito y retratado en algunos blogs. Pero a los administradores de sitios web, la duda sobre el respeto hacia las personas les asalta. ¿Qué hacer con los perfiles de las personas ya fallecidas? ¿Los retiramos por respeto? ¿Los mantenemos como homenaje?
Llegado el momento, la red social Facebook también ha tenido que tomar una posición y ha considerado que lo mejor que se podía realizar es mantener el perfil del difunto como un memorial, un lugar donde sus conocidos pudiesen dejar sus condolencias a su amigo sin que nadie pudiese violentar su memoria. En algunos foros, esta decisión se ha contemplado con cierta guasa como algo ridículo o innecesario, pero no hay nada más lejos de la realidad. Al igual que debemos gestionar lo que publicamos como parte de nuestra vida en la Web, también deberemos acostumbrarnos a aceptar y enfrentarnos a la muerte dentro de ella, siempre que dispongamos distintas opciones sobre cómo queremos tratar ese hecho de una forma personal e íntima, por supuesto.
Un comentarioYa había leído en algún otro lugar que la Web que conocerán nuestros hijos no será como la conocimos nosotros, que Facebook es el futuro de la Red porque ya no navegaremos buscando información, sino que, fundamentalmente, nos comunicaremos mucho más a través de ella. Sinceramente, no me puedo imaginar que el fracaso de AOL (Un proveedor de acceso a Internet con el coto cerrado) se olvide en el tiempo. La Web creció del caos y de su autoorganización, no puedo llegar a considerar que, de repente, nos conformemos con una única plataforma y nos olvidemos del increíble ecosistema de la información y de servicios que nos pone al alcance de nuestros dedos, con una simple ecuación de búsqueda, Google. Simplemente, me parece inconcedible.
Por ello, no puedo negar que me ha producido una sonrisa la consideración de que el Imperio Google se acerca a su fin. De hecho, en la Web 2.0 Summit parecen bastante convencidos de que el futuro de la Web va a pasar por Facebook. Así lo aseguran tanto Sean Parker, directivo de la empresa Founder’s Fund, como Sheryl Sandberg, jefa de operaciones de Facebook (cómo no), que creen que estamos superando la primera fase de Internet, que ha estado dominada por lo que denominan “servicios de información” en la que Yahoo! y posteriormente Google fueron los principales actores y nos encaminamos hacia una nueva fase enfocada “servicios de red” como Facebook y Twitter como baluartes del futuro que se nos avecina. De esta manera, consideran que el dominio de la compañía de Mountain View en Internet decrecerá ya que recolectar datos será menos importante que conectar a la gente, así como que la información que provean los amigos será más interesante para los usuarios que la que Google u otro buscador pueda ofrecernos.
Parece que el argumentario es similar a aquel “Hemos pasado de las páginas estáticas en HTML a otras en las que el usuario puede construir los contenidos, mejorar en su concreción y trabajar en comunidad”. De repente, parece ser que Google y el poder de sus centros de datos se encuentran condenados a la obsolescencia por un futuro marcado por el coto cerrado del azul y blanco de la red social Facebook. Al final parece que la Web semántica, aquello que marcaron como Web 3.0, sigue siendo una quimera y nos conformaremos con buscar a personas y a grupos de interés, tendremos suficiente con pastillas informativas de 140 caracteres y los medios de comunicación con sus largos y aburridos textos acabarán extintos porque no podrán atraer el suficiente público que siempre preferirán Facebook.
En realidad, las palabras de los responsables de Facebook parece más un mensaje hacia los anunciantes que un futuro palpable, aunque es cierto que Facebook es una empresa muy poderosa en cuanto al tráfico en Web. Recientemente, se ha publicado un estudio sobre el tráfico en Internet realizado por Arbor Networks en el que analizaban 256 exabytes de información y en el que se concluía que, en primera posición, del 6% del tráfico mundial lo poseía Google. Sin embargo, también es muy interesante los datos publicados en el texto que aseguran que han aparecido empresas de Internet «hipergigantes», que como Google y otras 30 compañías, entre las que figuran las redes sociales como Facebook o también portales como YouTube, acaparan el 30% del tráfico de la Red. Es decir, se está produciendo un proceso de concentración en el tráfico Web en el que aparecen una serie de compañías ganadoras y que, por lo tanto, se llevarán la mayoría de la inversión publicitaria en la Web.
Tampoco debemos olvidar que Google es más que un buscador, más que un “servicio de información”, y actualmente también podría incluirse en su definición “servicio de red”, por lo que en realidad no se puede denostar a Google sobre su reinado Web. Más bien al contrario, éste irá incrementando según se focalice, aún más, en proveer contenidos más allá de hacerlos accesibles y tratar de conectar sus usuarios y puede que en eso Google Wave tenga mucho que decir. Google no es una moda, habrá que seguir la evolución de Facebook para poder aseverar lo mismo.
10 comentariosYa hemos mencionado en alguna ocasión a Jeff Jarvis, el otrora defensor acérrimo de Google, anda estos días un tanto disgustado con el lanzamiento de SideWiki, una nueva implementación de la Google Toolbar que permite a los usuarios realizar comentarios sobre una página web cualquiera utilizando los recursos del gigante de Mountain View. Fundamentalmente, Jarvis considera que la gran G está apropiándose de una de las principales características de la Web Social, la Conversación, fragmentándola y rompiéndola; haciéndola suya sin respetar a los generadores de contenidos que ven cómo uno de sus alicientes, la interactuación con sus lectores, se desvanece. Por supuesto que, ante esta crítica, los comentarios que Jarvis ha recibido han pasado por la ironía hasta por la resignación. De este modo, sus lectores le han recordado que aquel que defendía los usos que hacía el buscador de los contenidos de los medios de comunicación, ve cómo sus palabras se tornan en su contra; así como los argumentos que aseveran que la Conversación, la bandera que se enarboló con la Web 2.0, se encuentra completamente fragmentada desde hace ya mucho.
Sin embargo, antes de que Jarvis se hallase en esta aparente crisis de fe, publicaba un libro, What would Google do?, que aunque por su título aparente invitar a ello, su objetivo no es repasar la historia o las bondades de Google como organización; sino más bien realizar la consideración de cómo deberían comportarse las empresas en ese nuevo mundo en el que el buscador se ha posicionado como rey. De hecho, Jarvis realiza un inventario de las bondades ya estudiadas en la Web 2.0 y la consiguiente Web Social, analizando ejemplos como lo sucedido en los medios de comunicación y en empresas que se han volcado en la Web para mejorar sus productos como Dell.
Jarvis como buen bloguer nos cuenta cómo su mala experiencia con el servicio de post-venta de Dell le invitaron a escribir un post en su blog, una pataleta si se quiere, de la que surgió una llamada desde la misma empresa para tratar de sofocar el incendio en su credibilidad que ese texto había provocado.
Así pues, aquellos como yo, que nos adentramos en el libro buscando algo más de la estrategia de Google, el destripamiento de su funcionamiento, sus hitos alcanzados, etcétera; nos vamos a quedar un tanto insatisfechos por el planteamiento formal del texto, puesto que, al fin y al cabo, Jarvis realiza una exposición de hechos, errores y correcciones realizados por empresas dentro de la Web, para posteriormente tratar de dilucidar qué deberían realizar otros sectores, más allá de los tecnológicos, más allá de los informativos que tanto conoce, para proponerles una salida, un savoir-faire para lo que se avecina. Sin embargo, el enfoque de Jarvis descorazona al lector ya manejado en esas lindes, sintiendo que lo expuesto ya está más que trillado y que el ir más allá, vislumbrando el futuro en distintos sectores, puede que no sea lo más indicado utilizando el gancho de Google como fuerza de ventas de su libro. Y es que el autor se atreve a analizar el enfoque que le daría la venta de papel higiénico a través de la Web. Por supuesto que él no se atrevería con el término “papel de váter”, así que realizaría un nuevo enfoque en la denominación del producto. ¿Cómo vender algo como si no lo fuera? Eso deberíamos dejarlo para los expertos de marketing, pero ejemplos los tenemos en el zumo que no es zumo o el producto lácteo que es mucho más que un yogur.
En cualquier caso, este humilde lector se ve envuelto, en breve tiempo, en disquisiciones sobre cómo se debe vender un producto nuevo reinventando su enfoque hacia el mercado, llegando a aquellas tazas automatizadas que limpian las reales posaderas de sus usuarios sin utilizar agua y jabón. A fin de cuentas, Will Smith posee una de esas tazas de 5000$. Y ante esto, sólo me queda levantar una ceja y, como diría el buen infoxicado, anunciar “todo esto se ve muy interesante, pero no tengo tiempo para leerlo”.
Comentarios cerradosVoy a confesar que mi vida como lector es caótica. Me gustaría leer mucha más novela, pero parece que mis gustos y necesidades se decantan últimamente por el ensayo. Puede que se trate de libros que sólo lea yo, de lo que me declaro culpable; pero lo cierto es que se trate de libros literarios y de otros estilos y ámbitos, los libros siguen amontonándose y almacenando polvo. Hace ya tres años que compré mi última estantería y actualmente, en otras circunstancias, consideraría que ya va siendo hora de replantearme la compra de otra; sin embargo las estanterías se perfilan como el futuro objeto obsoleto, algo que nuestros hijos, o los hijos de nuestros hijos, verán como algo completamente añejo.
Sí, consideré en comprarme un ebook, un libro electrónico o un dispositivo de lectura electrónica, puede que demasiados sinónimos para distintas cosas, para fechas relativamente cercanas, puede que Navidad. Me imaginé con mi infinidad de libros descargados de la Web y con los artículos científicos que he ido recopilando a lo largo del tiempo, localizados en un único lugar y ocupando el mismo sitio. También me pude ver comprando nuevos libros a través de esas librerías virtuales, una idea nada descabellada cuando Amazon plantea vender libros fuera de EEUU. Así que no extrañó cuando contemplé a mis estanterías estancadas en un pasado mejor y disfrutando de una mejor vida, mientras mi biblioteca se desplazaba conmigo al metro o al trabajo, en los viajes o en las esperas en un dispositivo plano y cómodo para leer.
Sin embargo, estos ingenios electrónicos todavía no se encuentran listos para todos los usuarios del libro tradicional. Amazon preparó un programa piloto de testeo de su aparato Kindle en cinco universidades americanas y los resultados no resultaron excesivamente positivos. De hecho, uno de los 300 estudiantes que realizaron sus tareas académicas con él señalaba que la herramienta “falla mucho, es lenta y es un horror interactuar con ella”. Los profesores tampoco es que hayan sido benevolentes con el Kindle DX, que todavía “es considerado inadecuado para la vida universitaria, y señalan que es complicado marcar de forma rápida párrafos o partes de los textos, y las páginas del Kindle carecen de numeración, lo que hace que los alumnos lo tengan complicado a la hora de incluir citas en sus trabajos”.
Por lo que puede que mi imaginación echó a volar, puede que demasiado alto, durante un tiempo; pero me di cuenta que el mercado todavía no se encuentra lo suficientemente maduro para que yo realice un gasto de unos 250 € en un objeto con grandes posibilidades y que disfrutará de una evolución muy rápida durante un periodo muy corto de tiempo. Es decir, creo que el ebook aún no se ajusta a mis necesidades, por lo que esperaremos a su próxima evolución. Es probable que tenga suerte y que, para entonces, todavía no haya comprado los suficientes libros para rellenar otra estantería. Espero que se den prisa.
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