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Mes: septiembre 2015

La gamificación no os hará libres

Gamificación

“Technology is neither good nor bad; nor is it neutral.”

Melvin Kranzberg

La revolución que se aproxima respecto a la optimización continua de máquinas mediante la sensorización y la explotación de esos datos mediante el Big Data, no se limita tan sólo, y muy a nuestro pesar, a los artefactos inertes destinados a realizar tareas repetitivas; sino que también se extiende a otros ámbitos como las propias personas. El artículo del New York Times Inside Amazon: Wrestling Big Ideas in a Bruising Workplace publicado el pasado mes de agosto denunciaba la política empresarial desarrollada por Amazon respecto a la productividad de sus trabajadores. El artículo era tan crítico con la empresa que el CEO de Amazon, Jeff Bezos, no tardó en asegurar que no reconocía a su empresa en el texto del Times. Sin embargo, ha servido para iniciar una reflexión sobre la profundidad de los cambios que se nos avecinan y que puede llevarnos a una especie de nuevo taylorismo.

De hecho, Bezos se mostró horrorizado respecto a la descripción de las condiciones laborales descritas en el medio de comunicación de los “amazonians” que es como se define a los trabajadores del gigante americano de la distribución y llegó a asegurar que nadie querría trabajar en una empresa de esas características. En el texto de Jodi Kantor y David Streitfeld se afirma que el nivel de experimentación bajo el que están sujetos los trabajadores llega hasta límites insospechados. Según los periodistas, desde la empresa se incentivaba a que los compañeros fuesen muy críticos y destrozasen las ideas de sus compañeros durante las reuniones, se empujaba a que se trabajasen horas extras, se animaba a enviar correos relacionados con el trabajo por la noche teniendo la certeza de que sería respondido inmediatamente e incluso boicotear el trabajo de los compañeros. La presión dentro de Amazon era tan grande que según el relato de Bo Olson, que trabajó en el departamento de Marketing y libros, no era infrecuente ver a gente llorando por los pasillos o sobre su mesa.

Y es que la gestión de Amazon está totalmente gobernada por los datos y se dedica a recopilarlos constantemente. No sólo de sus clientes, donde se detallan los usos y costumbres de los mismos, sino también sobre sus propios empleados. Así, en los almacenes, los trabajadores son monitorizados constantemente para asegurarse de que realizan suficientes pedidos a la hora, mientras que en las oficinas la empresa está desarrollando un algoritmo propio de mejora del desempeño. De hecho, también se invita a enviar feedbacks secretos al jefe de un compañero de otra división a través de la herramienta “Anytime feedback tool.” De este modo, los equipos son ordenados y clasificados. Aquellos miembros que obtienen los peores resultados son despedidos cada año, mientras que los más eficientes puede llegar a ser considerados como promocionales. Lo normal es que todo el mundo compita con todo el mundo para tratar de mantener su puesto de trabajo.

Desde luego que los intentos para cuantificar el trabajo no son nuevos. Las empresas trataron de seguir y cuantificar el trabajo de los sastres a principios del siglo pasado, mientras que actualmente los call-centers siguen el trabajo de sus empleados teniendo en cuenta el uso de la web y del correo electrónico. Pero no ha sido hasta ahora cuando ha llegado la monitorización de los oficinistas y es una tendencia que se ha ido extendiendo los últimos cinco años.

El nuevo taylorismo digital descrito por el New York Times y que también se ha aplicado y abandonado en Microsoft, General Electric o Accenture puede llegar a ser tan contraproducente como el antiguo que inspiró las obras “Un mundo feliz” de Aldous Huxley (1932) y “Tiempos modernos” de Charles Chaplin (1936). Sin embargo, esta práctica del “rank and yank” puede limitar la creatividad en el puesto del trabajo y el rendimiento a largo plazo debido a la falta de compañerismo en los equipos y acabar laminando y quemando a equipos y trabajadores.

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¿Es la Gig Economy realmente una revolución?

Gig Economy

ACLARACIÓN: El término anglosajón Gig corresponde al castellano a concierto o actuación y proviene de la música Jazz. Posiblemente, la palabra más adecuada en España sería bolo que tiene una connotación de una actuación breve y única, que seguramente no tendrá una continuidad larga.

Por lo tanto, el término Gig Economy se refiere, en contraposición a la Sharing Economy, a algo que se hace o se presta con el objetivo de obtener un rédito evaluando a los trabajadores dependiendo de lo que saben, han hecho previamente o poseen.

En la economía, siempre han habido trabajos regulares e irregulares, entendiendo en este caso por irregulares como “esporádicos.” La necesidad de ganarse un dinero extra para compensar o completar un trabajo más extenso ha sido una constante en diversas situaciones. Sin embargo, la posibilidad de conectar la oferta (trabajadores) con la demanda (empleadores) nunca había sido tan sencilla gracias a la tecnología. Además, ya no es necesario negociar el precio a la hora de obtener un trabajo si no se desea, simplemente se ajusta la transacción económica publicándola y basándose la reputación la ponen tus anteriores clientes. Un libre mercado perfecto si se quiere. Es ahí donde se encuentran los intermediarios (empresas basadas en la web o en aplicaciones móviles) que son las grandes impulsoras de lo que se ha venido a llamar la Gig Economy.

Por supuesto que hay distintos trabajos que pueden ser más fácilmente asimilados por estas nuevas empresas nacidas en base a la movilidad. Por ejemplo, trabajos de alta cualificación (programadores, ingenieros, consultores, periodistas, diseñadores, maquetadores, etc.) que siempre se han movido en base a encargos junto a otros de menor cualificación (conductores, limpiadores, cuidadores, etc.). En el primer grupo, se ha encuadrado a los nómadas digitales, aquellos que aparentemente no desean trabajar en sólo un trabajo para una sola empresa, mientras que en el otro simplemente son personas que desean rellenar otros trabajos con ello.

En un principio, la Gig Economy podría sonar bien. Un trabajador es más libre, no está atado a un solo empleador y es el trabajo perfecto para aquellos trabajadores de mejores perfiles y mejor preparados. Mientras, el resto de trabajadores deberían decidirse por incorporarse a alguna plantilla de una empresa. Además, los riesgos para aquellos que deciden ir por su cuenta están ahí por lo que debería remunerarseles mejor.

Desde luego que ser empleado te aporta ciertas ventajas como unas vacaciones pagadas, seguridad social, protección frente al desempleo, además de que es más difícil que seas despedido. Pero, como contrapartida, aquellos que trabajan como autoempleados tienen menos seguridades, pero son más independientes y tienen la posibilidad de ganar más dinero (a pesar de que la probabilidad de que sufras un impago sea más alta). Por otro lado, en un mundo tecnificado dispones la oportunidad de ser más adaptable, de poder tratar con distinta gente y tener relaciones laborales con distintos empleadores. Por lo que al fin y al cabo es una experiencia más rica.

Las expectativas respecto a este nuevo modelo económico son muy altas. Una de las empresas más famosas de esa nueva economía es Uber que con 160.000 socios-conductores, que es como los denomina, y sin apenas infraestructura tiene una capitalización bursátil de 40 millardos de dólares. Comparativamente, en el otro extremo podríamos situar a General Motors, con una capacidad productiva de 2,5 millones de automóviles al trimestre y con 216000 trabajadores directos con una capitalización bursátil de 50 millardos de dólares.

Pero, ¿deberían ser los conductores de Uber ser considerados como autoempleados o como trabajadores? Desde luego que hay una larga tradición de empresas que han intentado hacer pasar a trabajadores regulares como contratistas o autoempleados – En España, de todos es bien conocida la figura del falso autónomo -. Sin embargo, una serie de denuncias ha puesto en la picota la definición y la consideración que tiene Uber de sus socios-conductores de si realmente son empleados suyos o no lo son. De momento, la empresa californiana ha sufrido un revés al dictar un juez que realmente lo son, por lo que Uber debería hacerse cargo de sus derechos laborales.

Sin embargo, este tipo de compañías aducen que su modelo de negocio es demasiado nuevo y que sus conductores no quieren ser tratados como trabajadores. Sin embargo, este argumento no es la primera vez que se acude a él, ya que Google declaró lo mismo cuando se le acusó de tratar información de sus usuarios para sus propios fines o cuando Napster afirmó que no podía responsabilizarse de los contenidos que subían sus usuarios. Desde luego que las leyes deberían adaptarse a estos modelos de negocios pero no a costa de dejar sin protección ni a sus trabajadores ni a los usuarios de su servicio, ni mucho menos queriendo competir en desigualdad de condiciones con otras empresas ya establecidas saltándose reglamentaciones de seguridad básicas. Esto sin entrar en la consideración si realmente la remuneración de un trabajador llega para mantener su nivel de ingresos, porque Uber ya ha sufrido sus primeras manifestaciones laborales por cambiar su política de precios sin previo aviso.

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