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Etiqueta: Formatos

Enciclopedia Prospectiva

Cuando en la pasada Feria del Libro Antiguo y de Ocasión de Valencia veía los libros de estudio de nuestros padres y abuelos que, en una sola obra enciclopédica, abarcaban todo lo que los escolares de la época debían conocer, me sonreía pensando en los múltiples libros para cada asignatura que llevan los estudiantes de hoy en día. Y eso limitándonos tan sólo al conocimiento accesible a los niños…

El conocimiento humano se ha expandido hasta límites insospechados para los estudiosos de hace apenas un siglo, y ya entonces era imposible concebir una obra que abarcara dicho conocimiento con la celeridad con que se producía y modificaba. Aunque la enciclopedia siempre lo ha pretendido: es el libro de los libros, la obra que comprime lo esencial de los conocimientos de cada época, el referente definitivo de los saberes fijados.

Con dicha pretensión, a lo largo de los siglos la enciclopedia ha ido variando su forma y estructura según iba aumentando la información que contenía: primero siguiendo una estructura temática según el árbol de la sabiduría de cada momento, que también variaba; luego, tras la aparición de la imprenta y el crecimiento desmesurado del saber, el modelo temático -que además pecaba de subjetivo- se convirtió en inmanejable y surgió un nuevo modelo basado en el orden alfabético.

Pero en la Era de la Imprenta, cualquier enciclopedia, desde el momento de su gestación a su publicación, queda desfasada. Después de completar tomos y tomos de sabiduría de la A a la Z, es necesario ampliar o modificar la información que recoge con nuevos suplementos año tras año. Estos añadidos dificultan la localización de la información que queremos y la ayuda de índices -también añadidos con cada nuevo volumen- no consigue paliar ese caos informativo que se genera. Además hay que sumar el coste económico que implica la producción editorial, que requiere largos ciclos de fabricación y comercialización.

Al entrar en la Era de la Informática y de Internet nacen las enciclopedias en línea y con el nuevo formato también evoluciona su contenido, su estructura y su manejo: la información ya no sólo es textual o imágenes, sino que cada concepto puede ir acompañado de su sonido o incluso podemos ver el desarrollo de un proceso gracias a la tecnología multimedia; en las enciclopedias en línea, los conceptos se relacionan temáticamente a través de hiperenlaces, al igual que las referencias cruzadas relacionaban las voces de las enciclopedias impresas, pero éstos se localizan a través de buscadores, en vez de índices alfabéticos. Finalmente, desde el punto de vista económico, los procesos de realización, publicación e, incluso, actualización de cualquier obra se agilizan, ya que podemos obviar los tiempos de impresión publicando directamente en formato digital.

Pero a pesar de la celeridad que aporta este nuevo sistema de publicación, aún así, el tiempo se nos echa encima y la elaboración de una entrada enciclopédica sobre un descubrimiento que se realiza hoy necesita un tiempo de reflexión, de consenso, que revele su importancia y valor para pasar a la posteridad recogido en una enciclopedia. Es decir, cualquier enciclopedia nace obsoleta.

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Hay, entre todas tus memorias, una que se ha perdido irreparablemente

Recuerdo perfectamente que, cuando era niño, a mis hermanas y a mí nos encantaba grabar nuestras voces a modo de juego para inmediatamente después oírnos y echar unas risas. Como sabéis, los juegos de niños no están planificados, son espontáneos y caóticos por lo que aquella cinta, curiosamente sólo jugábamos con una y sólo con esa, disponía de distintos cortes apilados uno tras otro que nunca llegaban a estar completos, pero que escuchados ahora los consideraría maravillosos.

Aquellas vocecitas, que no reconoceríamos como propias, se han perdido irreparablemente; primero porque no sé dónde se halla la cinta y segundo porque no sabría cómo volcar aquella información a un formato más manejable en el siglo XXI. Es obvio que la digitalización del audio sería una de las principales opciones, aunque debo de aclararos que primero debería hallar el documento original, la cinta de cassette.

Es cierto, es una torpeza mía, sí, pero a veces los documentos antiguos se dejan en un cajón a esperar mejores tiempos y de tanto esperar se acaban extraviando. Me sucedió a mí, un documentalista despistado, y le sucedió de una forma más pecaminosa a la NASA cuando admitió que las cintas del primer alunizaje se habían perdido, aunque ante tal revuelo finalmente algunas se encontraron. En cualquier caso, tampoco deberían sorprendernos estos desaguisados de la NASA, si son capaces de enviar a sus astronautas al espacio con tecnología de los años 80, mientras se vuelven locos para localizar esa tecnología obsoleta para poder seguir haciéndolo.

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Sobre la obsolescencia de los formatos

Antonio y Julia grabaron las travesuras de su bebé, hace dos décadas, con una Betamax. Hace años que este tipo de vídeos no está en el mercado y el suyo acabó muriéndose. Fueron a un establecimiento especializado para que les copiasen aquellas escenas hogareñas en un DVD. En Videoinstan, en Barcelona, lo hacen, como en tantos otros lugares. Trasladar dos horas de cinta a un soporte digital vigente que los rescate de su sepultura tecnológica cuesta 18 euros. Aurora Depares, responsable del local, recuerda que en 2001 apenas había tres estanterías con DVD. Hoy, cerca del 80% de la oferta está sobre DVD. "Los cambios de formatos son un engorro para el consumidor, pero mejoran la calidad de la imagen y permiten a la industria abrir otro mercado sobre los mismos títulos".

Éste es un ejemplo doméstico de obsolescencia tecnológica. Un fenómeno maliciosamente programado por la industria, dicen unos. Una consecuencia de la marcha de los tiempos, argumentan otros.

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