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Etiqueta: Gestión de la Información en las Organizaciones

Barreras en la innovación (1): Todos innovamos cada día

La innovación, bien entendida, no supone un cambio radical en la tecnología, ni ingentes inversiones en equipos, ni siquiera un gran gasto en formación de personal dentro de las organizaciones. Todos los días innovamos, casi sin percatarnos. A la hora de realizar tareas, tratamos de mejorar los procesos de tal manera que consigamos o bien obtener una mejora en el costo económico o bien en el productivo (Nos cuesta menos esfuerzo realizarla). Por ejemplo, cuando decidimos realizar una ruta diferente hasta nuestra casa y descubrimos que atajamos unos minutos. Así, la innovación se define como la aplicación de nuevas ideas, conceptos, productos, servicios y prácticas, con la intención de ser útiles para el incremento de la productividad.

Tanto en la vida diaria como en el trabajo, innovamos casi sin darnos cuenta de ello. Consideremos, por ejemplo, en la forma que trabajábamos hace cinco años y caeremos en la cuenta de que, efectivamente, ha habido cierta evolución y en la mayoría de los casos positiva. Por supuesto que una de las mayores fuerzas dinamizadoras en la innovación ha sido la Web. Ya bien se trate de una forma meramente informativa, pensemos en el buscador y la sencillez con la que encontramos casi cualquier cosa en la Red (Un teléfono, un contacto), por ejemplo, o de procesos (La bien celebrada Web 2.0 y todo lo que ha supuesto), Internet y los conceptos desarrollados a partir de ella (Las Intranets, por ejemplo) ha cambiado nuestra forma de comunicarnos y compartir información con nuestros compañeros de trabajo, proveedores y clientes.

Por supuesto que la tecnología ha supuestos grandes mejoras, pero también grandes cambios a la hora de comunicarnos y los flujos de información internos de las organizaciones han sufrido cambios significativos y no siempre a mejor. Por ejemplo, ¿a que ya no suena tanto el teléfono de la oficina? Muchas personas plantean las mejoras de la comunicación y de la vida laboral, precisamente buscando la comunicación verbal mediante iniciativas como el “viernes sin correo electrónico” en la que los trabajadores de una organización deben comunicarse por cualquier medio excepto por correo electrónico a no ser que sea completamente necesario.

En cualquier caso, aunque la aplicación de nuevos procesos tecnológicos dentro de las organizaciones pueda fomentar la mejora de procesos, no todos utilizamos las herramientas de igual forma, ajustándonos a nuestros procesos mentales y de aprendizaje. Imaginemos, por ejemplo, cómo utilizamos los navegadores. Algunos de nosotros utilizaremos los marcadores (Otros ya habremos dado el salto hacia el Marcado Social), otros guardaremos las contraseñas dentro de ellos, otros borraremos las cookies todos los días… Es decir, dependiendo de nuestros conocimientos, experiencias y nuestro nivel de ansiedad utilizaremos las herramientas informáticas de una manera u otra, obedeceremos a los que nos dicen “esto no se puede hacer” o simplemente nos revelaremos frente a ellos indignados.

Pero como se suele anunciar, parafraseando el eslogan comercial, “no hay nada imposible”. A veces las barreras en la innovación aparecen donde menos cabría esperarlo.

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La información en sí no es poder, sino la administración y la coordinación razonable de la información

[…] Para comprender de inmediato lo que la Red significa basta con explicar que, hoy en día, toda la información disponible en el mundo está en ella, al alcance, en principio, de cualquier ciudadano conectado al sistema y que tenga las habilidades y capacidades necesarias para servirse de él. El viejo sueño de la biblioteca universal parece así cumplido: todo el saber coleccionado, archivado, ordenado, a disposición de los usuarios. Pero, además, se trata de un saber dinámico, interactivo, dialéctico, en continua expansión gracias a la intervención de esos mismos usuarios. Un hecho así convierte en anticuado el adagio de que quien tiene la información tiene el poder, porque la información se ha convertido casi en un bien mostrenco, o en un bien público, al servicio y disposición del común de los mortales. Esta reflexión mía, hecha al hilo de una conversación con Felipe González que dio lugar a un libro de éxito, justifica otra más seria del ex presidente del gobierno español: “No somos capaces de comprender -dice- que ya la información en sí no es poder, sino la administración y la coordinación razonable de la información, para obtener resultados operativos. El liderazgo no se demuestra por disponer de información sino por la capacidad para producirla y utilizarla”. […]

CEBRIÁN, Juan Luis. Gacetilleros, gansos y embaucadores. En Diario El País, domingo 31 de mayo de 2009.

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“Más allá de Google” de Jorge Juan Fernández García

Aunque menos conocido de lo que debería dentro del gremio de los profesionales de la información en España, siempre me ha atraído la figura de Alfons Cornella como introductor de las teorías de la gestión de la información en el ámbito hispanohablante. No hace falta señalar que el concepto de Infoxicación ya era conocido en ámbitos anglosajones como Information Overload, aunque tal vez lo que necesitase esta disciplina para ser aplicada de forma práctica en nuestro ámbito fuese, además de la oportunidad, nuevas maneras de aproximarse a ella.

Cornella lo consiguió mediante, además del mentado término, introduciendo la Infonomía y la contemplación de la empresa como un ecosistema de la información que debía ser estudiado y convenientemente administrado para ser más competitivos. Sin embargo, ser innovador también dispone de cierto riesgo y es posible que en ocasiones el medio diluya el mensaje. Puede ser que esto me sucediera con las pequeñas píldoras que Cornella publicaba en su revista If, a la que dediqué un texto bajo el título ¿Ley de la termodinámica informacional?, no muy convencido de lo que el autor quería transmitir en su momento. Es probable que el autor descubriese que el mensaje se diluía cuando publicó su libro kNewton: buscando un orden en la información donde recogía un buen número de estas píldoras o leyes informacionales y, como bien nos cuenta en el prólogo del libro que nos ocupa, se lamente de que los lectores lo encontrasen “divertido”.

Confío que el autor, Jorge Juan Fernández García, no se moleste si algún compañero infonomista decide confesarle que ha encontrado divertido este libro, ya que enfocar un libro como si te tratase de una suerte de Ley de Murphy no puede dar un margen para su lectura desde un punto de vista que no sea otro que el de reírse sin llegar a creérselo.

No vamos a caer en el error de considerar “Más allá de Google” (Descargable en PDF y de forma gratuita) una bagatela destinada a gestores de la información, ya que la estudio de la economía de la información y de las características de la información como un bien económico son especialidades muy respetables. Sin embargo, la exposición del argumentario en algunos pasajes del libro invita a no tomar demasiado en serio lo que se afirma en él, a pesar de las intenciones manifiestas en la contraportada:

En el texto están recogidas y ordenadas casi 300 “leyes” relativas a cómo utilizamos o nos afectan a nivel individual u organizacional la información y las tecnologías. Estas leyes “todavía no científicas” son los primeros pasos hacia la definición de una nueva disciplina académica, la Infonomía, cuyo impacto en las vidas de las personas y en la eficiencia de nuestras empresas será crítico en el siglo XXI.

Como muestra sólo recogeros la Ley sobre la propiedad del futuro (P. 184) para que nuestros lectores juzguen por sí mismos, en la que se recoge “El futuro pertenece a los geeks. Nadie más lo quiere”.

Por otro lado, como el lector habrá notado ya, el título puede conducir a la confusión. No se trata de un libro para la gestión de la información en Internet dando un rodeo por Google, no es una historia de Internet, ni de un compendio de herramientas a utilizar tanto on-line como off-line. No, no lo es, aunque trate de acercarse a las tesis de la Web 2.0 o de la Larga Cola, no dispone como finalidad acercarse a ellas, por lo que aquellos lectores que se aproximen a él esperando hallar esto, se sentirán un tanto decepcionados.

En cualquier caso, considero que este libro es necesario. En primer lugar, porque el análisis y el desarrollo de la Gestión de la Información es un campo por explotar, aún un tanto desconocido y completamente indispensable para mejorar la competitividad de las empresas y organizaciones de todo tipo y, en segundo lugar, porque aunque podamos disfrazar este texto como un anecdotario, considero que, a veces para iniciar la reflexión, el cambio, para innovar hay que ser arriesgado y creo que es previsible que este libro sea uno de los ejemplos.

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Las características de la información como un bien económico

Durante los últimos veinte años, los investigadores han desarrollado un creciente campo de investigación sobre el valor de la información y sus características únicas como un bien económico. Algunas de las características únicas de la información como una entidad económica incluyen:

  • La información es cara de producir, no así de reproducir ya que apenas dispone de costos.
  • La información puede ser un bien público, privado, o un bien híbrido.
  • Dependiendo del tipo de bien (público, privado o híbrido), el valor de la información puede aumentar o disminuir en función de su disponibilidad.
  • La información es un bien unido a la experiencia. Su valor puede revelarse sólo después de su uso.
  • El valor de la información es, en gran medida, subjetivo.
  • La información se transfiere principalmente por la copia. Por lo tanto, los derechos de propiedad no, o al menos no deberían, plantear un problema.

El valor de la información es una de las ideas más difíciles de conceptualizar. Los investigadores han analizado este concepto en una gran variedad de formas, cada uno complementando al otro, así como aumentando la complejidad del concepto. La información puede ser una mercancía, un producto, un servicio o una experiencia. Además, su valor aumenta a lo largo de este continuo. El valor a veces es asignado en la forma que la información es empaquetada y distribuida; pero, en ocasiones el valor es inherente a su contenido a pesar de la forma que es transmitida. También el valor de la información puede estar derivado del intercambio o su uso y pueden ser evaluado de forma normativa, realista o subjetiva.

[…]

AHARONY, Noa; RABAN, Daphne R. Economics of information goods: An interdisciplinary subject for Israeli LIS and MBA curricula. Library & Information Science Research, 30 (2008), p. 103

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La asimetría digital

Hace ya unos días que mi madre intentó explicarlos el "nuevo" invento de Google que era ni más ni menos su nueva enciclopedia, Knol. Como podéis imaginar mi madre no se ha acercado a un ordenador en su vida, si no fuese para limpiar la pantalla, ni creo que lo toque puesto que se ha negado en rotundo en numerosas ocasiones a pesar de que sus hermanos sí que se han lanzado a escribir correos electrónicos. Así que, como podéis imaginar, la explicación que me ofreci, tomada prestada de la radio sobre Knol, no fue lo más ajustada posible a la realidad. Obviamente, me quedé en silencio durante sus argumentaciones a pesar de sus preocupaciones sobre la conveniencia de la creación de una enciclopedia colaborativa y la autoridad que ésta podría dar respecto a los datos e informaciones que pudiese albergar. En fin, que os puedo asegurar que mi madre no lee mi blog, ni tampoco lo que voy escribiendo en papel y eso que sólo nos llevamos una generación.

Por otro lado, mi padre siempre se sintió un poco fascinado por mi destreza con los ordenadores. Vale, puede que mi nivel sea un poquito superior al de un usuario avanzado, pero soy plenamente consciente de que camino hacia la obsolescencia poco a poco. Es cierto, puedo acercarme a los nuevos fenómenos de la Red, el microblogging, las redes sociales, la promoción de noticias, etcétera; sin embargo os confesaré que siempre me queda el regusto de no estar utilizando completamente su potencial, como si fuesen más exprimibles de lo que yo realizo en ellas, aunque mi consuelo es que simplemente no dispongo del tiempo necesario y no puedo dedicarles ni todo mi esfuerzo ni mi interés. De hecho, recientemente se ha realizado el cálculo de cuánto tiempo se debería dedicar a la Web 2.0 para ser un usuario normal de estas herramientas y lo cierto es que no les puedo dedicar el mínimo de 8 horas semanales. ¡Ya me gustaría dedicárselo a mis aficiones!

Puede que se trate de una excusa de mal pagador, de alguien que camina hacia la obsolescencia gritando ¡paparruchas!, o simplemente que considere que mi blog es mi identidad digital en la Red y por ello lo potencio sobre otras cosas, sin tener la necesidad de contaminar mi presencia en ella sin nada más que lo que aquí recojo y publico, pero sin renunciar a mirar con curiosidad otros fenómenos de la Web 2.0, claro. Por supuesto que no renuncio a ser participativo, he roto lanzas en proyectos que me parecían interesantes y necesarios, pero obviamente no dispongo de todo el tiempo del mundo y para mantener algo que acabaré abandonando, es mejor no comenzarlo.

¿La obsolescencia terminológica pronto se convertirá en tecnológica? Indudablemente que una parte sí. Es probable que el año que viene o el próximo, cuando amaine esta crisis económica, aparezca un nuevo concepto o se desarrolle una nueva idea y que yo ya no sea captar su utilidad o descubrir su inutilidad, lo que es más grave. Sinceramente, espero que no se me escape, si existe y que no pierda la curiosidad. Pero, esto mismo ya está sucediendo a nivel empresarial y no puede ser detenido.

Francis Pisani nos pone sobre la pista de esta nueva Asimetría Digital donde los más jóvenes adoptarían las nuevas tecnologías y sus nuevos conceptos de forma más rápida que el resto. En su artículo, La dificultad de adaptarse a los cambios, nos describe la situación dada en Unilever donde Wendy Wilkes se desesperaba por la lentitud de su organización a la hora de adoptar las nuevas tecnologías. De hecho, ella lo describe como "shock tecnológico" puesto que no se les permitía usar ni MySpace, Facebook, Twitter o Skype. Afortunadamente, Wilkes escribió un correo a su jefe quejándose y abriéndole los ojos. La reacción de su superior distó mucho de ser airada, más bien al contrario, puesto que le encomendó un puesto nuevo: buscar aplicaciones (gratuitas, preferentemente) que se podría aplicar en la empresa.

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Las enfermedades de la información: Infomanía frente a la infoxicación

El pasado mes de Agosto simplemente me desconecté como si estuviera enlazado a Matrix. Durante dos semanas, estuve, más bien traté de estarlo, completamente off-line; buscando el descanso de la Web y del trabajo continuo que requiere el mantenimiento de este blog. Tanto es así, la desconexión claro, que algunas personas se alarmaron puesto que de repente había cesado en mi actividad bloguera sin previo aviso y, mucho peor, no contestaba los correos electrónicos que me enviaban. Naturalmente, sucedió que me propuse mantenerme lo más alejado posible de un ordenador, pudiendo permanecer hasta cinco días sin realizar un solo clic.

Sí, conseguí lo que otros intentan y no pueden llegar a hacer, desconectar del trabajo y del mundo digital. Sin embargo, tengo que reconocer que la vuelta fue un poco dura, puesto que te percatas que te falta pulso a la hora de componer textos, ya que debes ponerte al día y rehacer ideas. En fin, que parece que al menos este año me he librado de la Infomanía, nuevo término en la psicología usado para un estado de ánimo: El de estar buscando estímulos informativos incansablemente.

Hace poco, en un artículo de opinión del diario El País se detenían en reflexionar sobre el modo de vida de hoy en día, tan tecnológico, tan ligado a recibir señales continuas; y proponían una suerte de Remedios para la infomanía. Así, definía a la Infomanía como la angustia «no por sentirse asediado por los mensajes electrónicos, sino por buscar, precisamente, su asedio. Sólo así se explicaría que el 53% de los internautas norteamericanos consulte su correo desde la cama, y hasta un 12% desde la iglesia. Claro que esta cifra es sólo la mitad de quienes lo consultan desde el baño: hasta un 37%.»

No voy a negar que la Infomanía me recuerda necesariamente a otro término, al que ya hemos hecho referencia anteriormente, bien conocido por los documentalistas -la Infoxicación– del que incluso hemos recogido algunas de las razones por las que podríamos vernos asediados por la recepción de información de forma indiscriminada. En concreto, la infoxicación se refiere a la sobresaturación de información, ruido-interferencia, la cual incluso puede llegar a generar angustia en el usuario por no sentirse en condiciones de encontrar la información buscada.

Obviamente, entre la Infomanía y la Infoxicación se presenta un límite conceptual. Porque una podría derivar en la otra, la Infomanía provocaría cierta Infoxicación en la búsqueda eterna de la tensión informativa, mientras que la Infoxicación no tendría que derivar necesariamente en la Infomanía, debido a que la Infoxicación provocaría un rechazo hacia la Infomanía. En cualquier caso, mientras se investiga más a fondo estas nuevas formas de presión psicológica sobre los individuos y sus posibles remedios, aunque yo me ofrezco como voluntario para demostrar que el mundo sin correo electrónico es posible, los documentalistas siempre podemos recurrir a las ideas del Just-in-case y del Just-in-time para que nadie acabe con un ataque de nervios porque el Gmail sencillamente hoy se encuentra caído.

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La información y sus automatismos

En general, los mercados financieros son unos completos desconocidos para los comunes de los mortales. Cuando salta alguna noticia a las parrillas de los telediarios, sólo se trata de informaciones sobre espectaculares subidas o, más bien, completos descalabros. Es entonces cuando nos percatamos que la economía no funciona todo lo bien que debiera y esperamos que las cosas mejoren poco a poco.

Desde luego que no hay que llevarse a engaño, aunque basados en lo que se denomina Fundamentales Empresariales, a ojos de cualquier persona poco ducha en ingeniería financiera hay, aparentemente, más de casino o de ruleta rusa dentro de ellos que de Ciencias Exactas, por lo que no suelen ser un lugar cómodo para invertir para los pequeños ahorradores. De hecho, como en los mejores casinos, uno siempre está a tiempo de retirarse, monitorizando y vigilando las cotizaciones de las acciones bursátiles, así como automatizar sus órdenes de compra o venta llegados a ciertos niveles que uno considere relevantes. Así, por ejemplo, si deseamos invertir en una empresa, podemos fijar su precio de compra a cierto nivel y esperar a que la acción lo alcance para que se realice la compra, o bien si ya tenemos esas acciones en nuestra posesión podemos señalar un nivel de desinversión de manera que cuando una cotización llegue a cierto nivel podamos desinvertir y vender las acciones que disponemos en posesión, es lo que se denomina Stops Loss.

Esto podríamos considerar que está francamente bien porque así nos guardamos las espaldas ante caídas o cuando creemos que una acción se encuentra a un nivel muy interesante para invertir. El problema llega cuando la bolsa comienza a bajar en exceso y todas las órdenes, los stops, comienzan a saltar en venta deprimiendo aún más el efecto bola de nieve de las depreciaciones bursátiles y forzando la caída mucho más.

Por supuesto que las cotizaciones de las acciones se encuentran tremendamente ligadas a rumores, desmentidos, publicaciones de resultados empresariales y económicos. Esa necesidad de obtener información privilegiada, más allá de los análisis chartistas (de los gráficos para captar tendencias o realizar previsiones), es lo que determina quién gana más o quién puede mitigar las posibles pérdidas en caso de noticias desfavorables. La obtención de esa información nos puede llegar a colocar con cierta ventaja competitiva y es una constante en los mercados financieros globales pudiendo arruinarnos, e incluso a las empresas cotizadas, si no nos movemos de forma ágil.

Afortunadamente, la tecnología pone al alcance de nuestras manos la monitorización de las noticias que se van publicando de las compañías que son de nuestro interés, a la vez que negocian de forma automática y en nuestro nombre la compra-venta de acciones. Esto puede resultar tremendamente atractivo, absolutamente genial, si la presión informativa y otros quehaceres superan nuestra vigilancia del mercado. Sin embargo, puede suceder que todo el sistema no sea perfecto y falle ante un bulo o ante una noticia de hace 6 años.

Es lo que le sucedió a la compañía aérea estadounidense United Airlines (ver gráfico) cuando de súbito perdió el 75% de su valor en bolsa en 13 minutos debido a que el robot de Google News había interpretado como nueva una noticia extraída del archivo de un pequeño periódico estadounidense, South Florida-Sun Sentinel, y el sistema automático de Google la publicó como actual. El hecho es que el agregador de noticias de Google incorporó en sus titulares de forma automatizada una noticia de 2002 -Nótese que se trata del período inmediatamente posterior al 11-S cuando muchas compañías aéreas se vieron en apuros- en la que se afirmaba que United Airlines anunciaba una suspensión de pagos. De Google News, la noticia saltó a la agencia especializada en información financiera Bloomberg y de ahí a los inversores (Aunque la liebre la destapó la empresa Income Securities Advisors) comenzando una caída del valor que provocaría un suspensión en la cotización hasta que, finalmente, se comprobaría que la noticia no tenía ningún fundamento.

Actualmente, el debate gira entorno quién es el responsable último de estos sucesos, lanzándose Sun Sentinel, Google y Blomberg las responsabilidades sobre la información errónea y la pérdida de millones de dólares de inversones.

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