Recientemente acudí al Hospital Universitario La Fe de Valencia para una revisión rutinaria. Como había cometido el grave error de no ir convenientemente pertrechada de algún libro para pasar el tiempo, mientras esperaba mi turno en la bien llamada “sala de espera” curioseaba a mi alrededor.
En un momento de la espera, aparecieron dos mujeres ataviadas con bata blanca que, teniendo en cuenta su vestuario, lo mismo podrían haber sido celadoras, auxiliares de cualquier tipo o jefas de cirugía: la bata blanca ni discrimina ni distingue de clases. Se acercaron a una consulta y, tras colgar un cartel junto a su puerta, depositaron sobre una mesa una bandeja con un montón de libros. ¡Libros!. Obviamente, no pude contener mi curiosidad y me acerqué presurosa para averiguar de qué se trataba. Estos libros eran volúmenes finos, de pocas páginas y pertenecientes a la colección Alianza Cien. El cartel rezaba
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