Hoy en día, la típica frase de “está en Internet” está supliendo lentamente a aquello de “lo dice este libro o aquella revista”, como si una cosa o la otra fuesen verdades absolutas e irrefutables. En cuanto al grado de fiabilidad, desde luego que aquello que se edita en papel podemos confiar en que sea más ajustado a la realidad, por aquello que debe de pasar por numerosos filtros hasta su publicación final. Pero no podemos ni debemos olvidar que esto no quiere decir que lo que se encuentra impreso sea completamente correcto ni que sea una verdad absoluta.
Podemos considerar que en el caso de aquello que se encuentra publicado en Internet es un caso a parte, puesto que cualquiera puede volcar cualquier texto a la Red sin que nadie necesariamente le ponga cortapisas. Sin embargo, el hecho de que la Red se convierta en la fuente de información universal parece darnos licencia a permitirnos creer que lo que allí, o aquí, se dice es sin lugar a ninguna duda completamente cierto. Lo cual no quiere decir que no sea ni verdad ni sea falso, sino que tal vez sea completamente circunstancial.
Hace apenas unos días, una de esas personas que realizan sus prácticas en mi lugar de trabajo, mal llamadas prácticos o becarios, acudió al servicio de documentación para solicitar una foto de Fulanito. Desgraciadamente no disponíamos de ninguna foto, por lo que tratamos de localizarlo por el cargo que, según el becario, ostentaba en ese momento. El práctico creía que Fulanito era ni más ni menos que el Presidente de una Institución española, por lo que me sorprendió que no dispusiéramos de ninguna foto de él. La(s) búsqueda(s) resultaron infructuosas puesto que aquel señor no aparecía por ningún lado, aunque, por supuesto, Menganito aparecía tanto como Presidente como ex-presidente de la institución, lo cual nos llevaba a deducir correctamente que había sido relevado.
Un tanto desconcertados, pero convencidos de que Fulanito era el nuevo presidente, con resignación, el becario se marchó a tratar de solucionar el desaguisado provocado por la falta de la imagen para ilustrar la noticia. Al poco tiempo, el jefe me llama preguntándome si realmente no disponemos de fotos del nuevo Presidente del organismo. «¿De Fulanito?» le dije, «Digo yo», me contestó, «Pues va a ser que no», sentencié. Su reacción fue un tanto acalorada ante aquella incidencia, así que decididamente me propuse averiguar quién era actualmente el Presidente de la institución.
Como podréis imaginar, hay distintas fuentes de información que me podrían haber señalado quién ostentaba tal cargo, pero decidí que no había mejor lugar para saberlo que la propia institución a través de su propia página web.
Finalmente, resultó que Fulanito no era el Presidente de la institución, ni posee relación aparente con ella y que el Presidente no era Presidente, sino Presidenta, la primera mujer que tiene ese cargo, de nombre Fulanita. Alarmado por la tremenda confusión existente y que se podría materializar al día siguiente, llamé al jefe advirtiéndole que el práctico no sabía realmente quién era el presidente del organismo. Lo que recibí fue: «¿Y dónde demonios ha sacado éste que Fulanito es el Presidente?»
La respuesta la obtuve al día siguiente, cuando en tono jocoso me comentó que lo había sacado de Google. Le dije «¿Y tú te crees todo lo que lees en Google?», a lo que me respondió, «Ayer fue un día liado» y que no estaba para buscar el nombre del presidente de aquella institución.
Así que puede que a Google lo cargue el Diablo, puesto que la búsqueda Fulanito no aporta ningún resultado relevante relacionado con la institución, y que el práctico, no sé realmente cómo, realmente obtuviese aquella respuesta realizando una búsqueda. O puede que se trate de cultura de recuperación de información en web, puesto que yo también acudí a la Red para resolver mi necesidad informativa, aunque uno de los dos tuvo más éxito que otro. Aunque los tres pecamos en una cosa, ninguno supo que una mujer era la Presidenta de aquella institución española tan importante.
Hace poco alguien me contaba que mientras leía una novela («así aprendo cosas mientras me entretengo»), buscaba información en Google, y así ampliaba sus conocimientos. La novela era El código Da Vinci y la información que buscaba estaba relacionada con el tema. En si, esto no representa ningún problema: nosotros estamos acostumbrados a filtrar lo que encontramos en la red. Pero que puede estar aprendiendo alguien que no distingue una página personal de la de una institución?
Supongo que esto se soluciona con formación, pero quién, cómo y dónde? Y cómo hacer entender a la gente que no todo el monte es orégano?
«En internet hay de todo, pero no está todo»
«Lee todo lo que puedas, pero no te creas todo lo que leas»
También puede ocurrir que en el sitio wenb de la institución no esté actualizada la información que necesitamos. Pero en este caso, no es culpa del documentalista…por eso, si en la web del PP no dicen que Fraga fue ministro con Franco, pues tendrán razón no?
Hombre, una cosa es la omisión, otra muy distinta es la mentira.
[…] La cuestión es que, a pesar de que al parecer el internauta español ha alcanzado la “madurez” en la utilización de éste medio de comunicación y fuente de información inigualable, estoy convencida de que el ciudadano medio está mucho mejor capacitado para buscar y descargar la música o película que le guste, localizar las ofertas de ocio y viajes, contratar dichos servicios y comprar todo tipo de productos a través de la Red, que para saber cómo y dónde buscar información relativa a organismos públicos de una manera eficiente y fiable, como ya nos ilustró Marcos en una ocasión. Todos usamos Google, y yo la primera, para buscar todo tipo de información, pero tenemos que llegar más allá si queremos que esa información sea la adecuada. […]