El anteproyecto de la ley del libro se presentó hace dos semanas y las reacciones en la Blogosfera no se hicieron esperar. Así, por ejemplo, tenemos la visión de Juan Varela en Precio fijo y pago por lectura, o Anteproyecto Ley Libro y Lectura con un resumen de cómo ha acogido la prensa el nuevo texto o una visión mucho más tecnológica del asunto Seguiremos sin Amazon.es. Todos ellos bastante interesantes y os recomendamos su lectura, aunque nosotros seguimos con dos nuevos puntos de vista, antiguos eso sí, sobre la conveniencia del precio fijo de los libros.
El primero de ellos, es la viñeta de Romeu que se publicó en el diario El País, mientras que la segunda es un texto de Juan José Millás que dispone de un punto de vista similar.
“Libros” de Juan José Millás
Es preciso estar muy embotado por la cantidad y corto plazo para no advertir que hay libros necesarios de los que sin embargo tan sólo se vende 700 u 800 ejemplares. Aunque no son negocio para nadie, el mundo sería peor sin ellos. Hay editores raros que, sabedores del daño que la desaparición de estos libros produciría en el pensamiento universal, correr el riesgo y el placer de publicarlos. Hay distribuidores heroicos que los llevan a tiendas en cuyas estanterías ocuparán un lugar clandestino (y eso con suerte: no es raro que sean devueltos a las editoriales sin haberlos sacado de sus cajas). Hay libreros conscientes de que esos títulos que apenas reportan beneficio económico son los neurotransmisores del sistema, los encargados de llevar mensajes esenciales a los libros de gran tirada, que constituyen el núcleo del negocio. Hay lectores intrépidos que no dudan en enfrentarse a estos volúmenes en cuyo interior de nada sirven los recursos estéticos o morales convencionales, y cuyo contenido propagan luego en cátedras, tertulias, artículos o reuniones familiares. Hay escritores que viven modestamente de abrir estas puertas ideológicas o formales que con el tiempo, aún sin saberlo, atravesamos todos.
Mal que bien, este frágil entramado sobrevive gracias a la ley del precio fijo. Su desaparición significaría la condena a muerte del librero vocacional, del editor raro, del lector insobornable, del distribuidor heroico y de géneros minoritarios como la poesía o el ensayo. Y esto es así porque ninguna librería pequeña podría competir en precios con las grandes superficies que, sin embargo, jamás llevarán a sus mesas de novedades esos libros que, aún vendiéndose tan poco, son, como las hormonas, los reguladores del sistema.
Dicen que está sobre la mesa del ministro, y pendiente tan sólo de su firma, la orden de fusilamiento del librero, del autor, del editor, del lector… Quizá nadie le haya explicado bien un problema que se entiende por la cuenta de la vieja. La ministra de Cultura tiene una oportunidad de oro para demostrar que ese ministerio sirve para algo. Basta con que le haga comprender a [Rodrigo] Rato [Ministro de Economía en la anterior legislatura] que el libro, como la tortuga de tierra, debe ser una especie protegida.
Publicado en el Diario El País, 6 de junio de 2000
Yo también quiero que me los venda un librero, pero dónde están?. No siempre los encontramos en las librerías. Está claro que entre las lechugas nunca, pero….primero hay que demostrar que se es para después poder reivindicar
Pues sí, sí que es un punto de vista antiguo. El día en que el autor y su obra se liberen de todos los intermedarios que sólo entorpecen su acceso al lector (editores, distribuidores y libreros «à l’ancienne»), no hará falta precio fijo ni mandangas: las obras se defenderán por sí mismas en plataformas que las pongan, en igualdad de condiciones, al alcance del lector. Lo que es una vergüenza no es que no se apliquen medidas proteccionistas al sector del libro: la vergüenza es que se apliquen indebidamente, se pongan trabas a iniciativas privadas de digitalización y venta en Internet de las obras creadas y que no se desarrollen tecnologías que permitan a un autor autoeditar gratuitamente sus obras y negociar su inclusión en Google Book Search, y su impresión a pedido y venta en Amazon, a cambio de un porcentaje del precio de venta sin duda muy inferior al 90 % que suelen llevarse editor, distribuidor (sobre todo) y librero. Si eso ocurre algún día (y apuesto a que así será), el editor sólo podrá justificar su existencia y exigir protección a sus productos sobre la base de un oficio que ya muchos no tienen y de una calidad que ya muchos no ofrecen.
Recomiendo este informe sobre el precio fijo de los libros (http://www.globalcompetitionforum.org/regions/europe/Spain/libro.pdf), realizado para (¿y por?) el Tribunal de Defensa de la Competencia. En él podemos encontrar contra-argumentos que desmontan aquellos que intentan justificar el precio fijo.
Extraigo:
«En conclusión, la regulación sobre precio fijo de los libros en general, y la prohibición de la práctica de
descuentos en particular:
a. No protege la creación literaria.
b. No favorece la lectura y la difusión de la cultura y el conocimiento.
c. Restringe las ventas de libros.
d. No protege a los títulos de venta lenta y, por tanto, no ayuda ni a los editores ni a los
libreros que se especializan en dichos títulos.
e. No incrementa los servicios al cliente ofrecidos por el librero en el punto de venta.
f. No protege a la pequeña librería de su desaparición, ni tampoco de la amenaza de las
grandes establecimientos de distribución al detall.
g. Restringe la modernización del tejido comercial librero.
h. Perjudica al comprador habitual de libros pero también al comprador ocasional limitando
la difusión de la cultura entre aquellos ciudadanos con menores hábitos de lectura.
i. Constituye una medida desproporcionada para dar solución al problema de la doble
imposición de márgenes.
j. Favorece la estabilidad del reparto de las rentas derivadas de la no competencia entre los
distintos operadores, lo que se materializa, de hecho, en la consolidación de una estructura
de mercado similar a un cártel, en perjuicio de los consumidores.
k. Disminuye la renta de los ciudadanos.
l. Pero, sobre todo, encarece lo que podría ser más barato.»
Y digo yo, ¿no tendrá el Sr. Juan José Millás, que se dedica a la noble profesión de escribir, cierto interés en que el precio de los libros se mantenga artificalmente alto? Me inclino antes por la opinión de economistas académicos, el tribunal de la competencia Español, y la evidencia empírica del mercado Americano y el Inglés. Desde un punto de vista técnico, este es ya un tema cerrado. Ahora solo falta que la sociedad Española y su clase política entre en el siglo XXI, dejando atrás leyes ineficientes del pasado que benefician a unos pocos y perjudican a muchos lectores.