Recuerdo perfectamente que, cuando era niño, a mis hermanas y a mí nos encantaba grabar nuestras voces a modo de juego para inmediatamente después oírnos y echar unas risas. Como sabéis, los juegos de niños no están planificados, son espontáneos y caóticos por lo que aquella cinta, curiosamente sólo jugábamos con una y sólo con esa, disponía de distintos cortes apilados uno tras otro que nunca llegaban a estar completos, pero que escuchados ahora los consideraría maravillosos.
Aquellas vocecitas, que no reconoceríamos como propias, se han perdido irreparablemente; primero porque no sé dónde se halla la cinta y segundo porque no sabría cómo volcar aquella información a un formato más manejable en el siglo XXI. Es obvio que la digitalización del audio sería una de las principales opciones, aunque debo de aclararos que primero debería hallar el documento original, la cinta de cassette.
Es cierto, es una torpeza mía, sí, pero a veces los documentos antiguos se dejan en un cajón a esperar mejores tiempos y de tanto esperar se acaban extraviando. Me sucedió a mí, un documentalista despistado, y le sucedió de una forma más pecaminosa a la NASA cuando admitió que las cintas del primer alunizaje se habían perdido, aunque ante tal revuelo finalmente algunas se encontraron. En cualquier caso, tampoco deberían sorprendernos estos desaguisados de la NASA, si son capaces de enviar a sus astronautas al espacio con tecnología de los años 80, mientras se vuelven locos para localizar esa tecnología obsoleta para poder seguir haciéndolo.
De cualquier forma, como sabéis, la digitalización no suele reportar grandes avances en cuanto a la conservación de la memoria. Todos sabemos que los formatos se convierten en obsoletos a lo largo del tiempo y no importa que sean físicos (CDs, DVDs) o informáticos (Sí, llegará el día que el formato DOC de Microsoft Word llegará el día que pase a mejor vida). Para qué hablar de los DRM (Digital Rights Management), hoy compramos una canción en iTunes, mañana ya no podremos reproducirla porque la tecnología habrá cambiado. Debemos añadir que la concentración de todos nuestros recuerdos dentro de un ordenador supone un completo riesgo si tenemos en cuenta que los discos duros pueden fallar y que los sistemas operativos están sujetos a las amenazas constantes de virus y necesidades de reinstalación constantes debido a sus propias características.
La memoria en la vida digital 2.0
Un lector avezado ya se habrá percatado que nos encontramos en la sociedad red, la Web ya ha pasado a denominarse Web 2.0, nuestros recuerdos pueden ser diseminados en otros lugares accesibles desde cualquier terminal con acceso a Internet. Así que podemos escribir nuestros documentos en Google Docs, enviar nuestras cartas en servicios de correo con capacidad de hasta 2 gigabytes que nunca llegaremos a llenar, subir nuestras fotos a Flickr, escribir nuestras experiencias en blogs, compartir nuestros vídeos mediante YouTube… Pero, como siempre, hay riesgos para nuestra memoria y en la vida digital nuestros recuerdos están sujetos a muchas turbulencias y accidentes.
Hace cinco años, antes de que Gmail decidiese ofrecer una cantidad enorme de espacio a sus usuarios, Hotmail sólo ofrecía 2 megabytes de cuota. Sí, visto actualmente, esta cantidad es irrisoria pero es lo que se ofertaba, y además la política de Microsoft consistía en que las cuentas gratuitas se convirtiesen de pago hasta alcanzar la generosa cantidad de 8 megabytes. Para forzar este paso, los chicos de Redmond decidieron borrar los correos de más de 30 días de sus usuarios, lo cual no dejó en buen lugar a la compañía y cuya política no extendió a otras divisiones de Hotmail del Globo.
Pero qué puede llegar a suceder cuando un servicio web exitoso comienza su lenta agonía hasta su posible desaparición. Si Google decide cerrar un servicio, porqué no podría suceder con otras empresas. Sucede que Bitácoras.com, hace un tiempo adalid de la blogosfera hispana, parece abandonada dejando a su suerte a muchos usuarios que apostaron por la calidad de su servicio en detrimento de Blogger. Es posible que se convierta en un ejemplo de manual de cómo morir de éxito, algo que a muchas personas no les agradará, ya que puede que se levanten un día y descubran que su hueco digital ha desaparecido sin que pueda ser recuperado si no han guardado una copia de seguridad.
En fin, podríamos dar otros ejemplos, que sin llegar a ser graves sí que son un tanto incómodos, como el caso de Google Video que va a dejar de ser un repositorio de vídeos de los internautas, o el caso de la transformación de las cuentas de Flickr a las de Yahoo tras su adquisición con las incomodidades que esto ha acarreado para muchas personas.
Podríamos concluir que la vida digital tiene estas cosas, el bit es más voluble que el papel, Internet es muy joven y todavía no se han perdido muchas cosas, o tal vez sí. Pero lo que no nos debe de quedar ninguna duda es que la gran biblioteca de Alejandría que construimos día a día pierde información, se pudre y desaparece sin poder evitarlo y que el volumen perdido aumentará porque el bit se está comiendo al papel.
Actualización [26/4/2007]
Google también pierde papeles y hojas de cálculo (22/5/2007).