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Y si el spam se convierte en emocional

Ayer recibí un correo electrónico de Elena desde Rusia. No conozco a nadie que viva en Rusia y no sé qué me impulsó a abrir un email con el asunto «Mensaje de Rusia», pero su contenido me conmovió y mucho. El mensaje – el típico spam para aquellos que consideren que detrás de esta historia hay algo más – te advierte al final del mismo que Elena no sabe español, que ha utilizado Google Translate para hacerte llegar la misiva de forma comprensible, pero que la comunicación, en el caso de querer contestar, se puede realizar en inglés.

Elena me asegura que se encuentra en mi franja de edad y que trabaja en una biblioteca, lo que ya capta irremediablemente mi atención y me obliga a leer todo el texto, a pesar de no contemplar ni acentos ni eñes. El primer párrafo es dice así (respeto las faltas ortográficas):

Mi nombre es Elena, tengo 33 an~os y te escribo desde la provincia rusa. Yo trabajo en la biblioteca y despue’s de mi trabajo me permite el uso del ordenador siempre que sea posible. Me parece mu’ltiples lugares en Internet, y me decidi’ a escribirte esta carta.

Su vida se plantea como un verdadero drama y conmovedor. Elena vive con su madre, tiene un hijo, el padre del mismo lo abandonó, pasa contar la situación dramática del lugar donde vive a 200 kilómetros de Moscú. Sin embargo, todo dispone de un tufo a spam de citas que no se aguanta, además debemos tener presentes las direcciones de correo desde la que se envía y una que se ha colgado en el campo ‘Para’.

Tengo muy presente que las personas, los usuarios somos la parte más débil de los sistemas de seguridad informática. Se han realizado estudios que aseguran que rifaríamos nuestras contraseñas por una chocolatina, aunque personalmente no creo que la inmensa mayoría de los internautas se arriesgasen si les pidiesen la contraseña del Facebook.

Este mensaje de spam, casi personalizado hacia mí puede que por puro azar, podría intercambiar su profesión «bibliotecaria», «profesora», «médica»… dependiendo del destinatario perfilado por una cuenta de correo electrónico. En un mundo en el que se captan cada vez más nuestros datos personales, en el que nuestra información «trackeada» (sic) se vende al mejor postor mientras inconscientemente desarrollamos nuestras actividades en la nube de la Web; es bastante previsible que los mensajes de spam se personalicen cada vez más, como si fuésemos clientes de una tienda on-line. Porque, al fin y al cabo, se trata de un negocio en el que sólo debemos picar.

Publicado en Homo Digitalis

4 comentarios

  1. Hola Marcos:

    No sé si tiene que ver con el spam, lo emocional o ambos pero antes de leer tu reseña he leido en otro blog (no bibliotecario pero sí del mundillo) una entrada que me interesaba; en el lateral estaba la típica ventana de facebook con las personas a las que les gustaba ese blog; casualidad o no todas eran del gremio y todas «amigas» mías. El mensaje que indirectamente te transmite es «todo lo que aparece por aquí le gusta a gente que conoces y son tus amigos»; mientras tanto en la parte superior del banner de facebook y en el resto de espacio disponible la publicidad se mantenía al acecho…

  2. jjejeje

    Sí, me he dado cuenta que si estás logueado en Facebook aparecen tus amigos en las páginas web que tienen insertada esa ventanilla a la red social. Tus amigos leen lo que tú lees y «les gusta».

    Facebook intenta salir de su coto vallado, tratando de asaltar el resto de la web abierta. Una especie de Google (No olvidemos que Google Analytics se encuentra insertado en muchísimos sitios web) pero completamente descarado.

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