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Etiqueta: Vida Digital

La Web 2.0 acabará con la ortografía

Desde siempre, se ha considerado que uno de los (supuestos) grandes garantes del buen uso del lenguaje escrito han sido los medios de comunicación. Sin embargo, el uso de las nuevas tecnologías y sus consecuencias les está alcanzando y, a pesar de disponer de libros de estilo que concretan cómo los redactores deben de redactar sus textos, Internet y su inmediatez está amenazando lo que se consideró como formalidad en el lenguaje. La Red permite escribir de una forma más directa y desaliñada a nuestro público, mientras que, al mismo tiempo, es más licenciosa en el uso de la ortografía. Por supuesto que esto no es extensible a todos los medios de comunicación y existen aquellos que se felicitan cuando se avala su buen hacer a la hora de cuidar la lengua, aunque no se puede negar que la influencia de los blogs y de la denominada Web 2.0 van a echar al traste todo posible esfuerzo para mejorar los usos de la lengua castellana.

No me voy a erigir en este punto como nuevo garante del castellano, puesto que los blogs ya se han quejado profundamente de las faltas de ortografía de sus visitantes. Como podréis imaginar, una de las mayores lacras es la extensión del lenguaje comprimido del teléfono móvil debido a la falta de espacio de los mensajes SMS (Nunca transmitir 160 bytes había sido tan caro) a Internet. Tanto es así que se creó el Comité Contra las Faltas Voluntarias y el Lenguaje SMS, cuyo objetivo es hacer ver a los jóvenes, y a los no tan jóvenes, la importancia que tiene escribir correctamente fuera de la pantalla del móvil. La gente tiende a equivocarse voluntariamente utilizando un lenguaje para ahorrar caracteres en sitios donde el límite de carácteres no existe. Esto, obviamente, no es correcto, además de que a muchísimas personas les cuesta entender ese vocabulario. Un esfuerzo loable por ser enteramente voluntario, pero poco tienen que hacer frente a la nueva manera de erratas que constituyen los Hoygan u Hoigan, que se trató de definirlos de la siguiente manera:

HOYGAN u HOIGAN es un neologismo nacido en Internet con el que algunos describen de forma paródica a los usuarios que, por descuido o por presumible bajo nivel cultural, escriben en los foros con multitud de faltas de ortografía. Además de los errores ortográficos y gramaticales, escriben a menudo para pedir cosas imposibles, para solicitar regalos que nadie les va a enviar o para que les presten algún tipo de ayuda.

Aunque naturalmente hay usuarios del tipo HOYGAN en todas partes, el nombre “hoygan” en vez de “hoye” se debe a que son a los hispanoamericanos a los que más se les atribuye este adjetivo, pues usan ustedes en vez de vosotros.

Aunque todos los esfuerzos quedarán en nada cuando la Web 2.0 ya lo inunda todo, incluso las chuletas de los exámenes, a pesar de que para algunos esta nueva forma de escribir la lengua castellana es completamente ininteligible.

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Hay, entre todas tus memorias, una que se ha perdido irreparablemente

Recuerdo perfectamente que, cuando era niño, a mis hermanas y a mí nos encantaba grabar nuestras voces a modo de juego para inmediatamente después oírnos y echar unas risas. Como sabéis, los juegos de niños no están planificados, son espontáneos y caóticos por lo que aquella cinta, curiosamente sólo jugábamos con una y sólo con esa, disponía de distintos cortes apilados uno tras otro que nunca llegaban a estar completos, pero que escuchados ahora los consideraría maravillosos.

Aquellas vocecitas, que no reconoceríamos como propias, se han perdido irreparablemente; primero porque no sé dónde se halla la cinta y segundo porque no sabría cómo volcar aquella información a un formato más manejable en el siglo XXI. Es obvio que la digitalización del audio sería una de las principales opciones, aunque debo de aclararos que primero debería hallar el documento original, la cinta de cassette.

Es cierto, es una torpeza mía, sí, pero a veces los documentos antiguos se dejan en un cajón a esperar mejores tiempos y de tanto esperar se acaban extraviando. Me sucedió a mí, un documentalista despistado, y le sucedió de una forma más pecaminosa a la NASA cuando admitió que las cintas del primer alunizaje se habían perdido, aunque ante tal revuelo finalmente algunas se encontraron. En cualquier caso, tampoco deberían sorprendernos estos desaguisados de la NASA, si son capaces de enviar a sus astronautas al espacio con tecnología de los años 80, mientras se vuelven locos para localizar esa tecnología obsoleta para poder seguir haciéndolo.

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«Pecado de Gutenberg» de Juan Cueto

El escritor Juan Cueto publicaba el pasado 24 de diciembre en el suplemento dominical EPS, un artículo de opinión con el título Pecado de Gutenberg en el que realiza una reflexión personal sobre la evolución del libro y la lectura hasta nuestros días.

Esto que usted está haciendo ahora mismo, leer en solitario y en silencio, es algo muy moderno y que apenas tiene dos siglos de tradición. No lo olvidemos a la hora de acusar a las hiperindividualistas máquinas digitales de ser los nuevos ángeles exterminadores del humanismo. Y es que la verdadera revolución del libro no ocurrió con el nacimiento de la nueva tecnología llamada imprenta, como es tópico mid-cult; sucedió dos siglos y pico más tarde, cuando la lectura dejó de practicarse en voz alta y en público y se transformó en algo muy individual y silencioso.

Por tanto, que conste que en el origen del libro moderno no fue la famosa máquina de Gutenberg, sino aquella posterior mutación de la lectura ocurrida en la Ilustración y que impuso para siempre la técnica de leer en silencio y en privado. Es cierto que desde el Siglo de las Luces hay gentes que todavía siguen empecinadas en leer en voz alta y en público, como los niños, los políticos y esos autores que castigan a sus parejas con la lectura de las galeradas, fuente de tantos divorcios entre humanistas. Pero el libro, tal y como hoy lo entendemos y defendemos, nació de un invento más tardío y radical que el de Gutenberg, la también artificial e hiperindividualista necesidad de leer en voz baja, en rigurosa intimidad y completamente aislados de los ruidos sociales y familiares, como ocurre ahora con el iPod.

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«Biblioficciones» de Andrés Trapiello

El siguiente texto se publicó en la revista Magazine en el número correspondiente al 15 de octubre de 2006. Su autor, Andrés Trapiello, reflexiona sobre el futuro del libro y del cambio tecnológico al que se va a ver sometido.

Suceden con los libros cosas extrañísimas y paradójicas. Según las estadísticas, cada día se editan y se compran más libros y cada día se lee menos, porque los jóvenes prefieren las imágenes, pero al mismo tiempo todo el mundo está fascinado con que desde nuestros ordenadores pueda accederse a las grandes bibliotecas del planeta. Para unos el libro dejará de existir tarde o temprano tal como lo conocemos, o sea, en papel, y acabaremos leyendo en las pantallas de nuestros portátiles cualquier página que se haya escrito no importa por quién ni en qué siglo o país, mientras que otros se empeñan en lo contrario, hasta que llegue ese día, editando millones de libros que nadie leerá. La síntesis de ambas posturas la han encontrado quienes sueñan en implantar en el cerebro humano microchips con todos esos libros, que llegarían así a saberse como por ciencia infusa, sin haberlo leído, decorándonos mucho.

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El debate entorno al futuro del libro

El suplemento cultural Babelia del diario El País nos ofrecía una colección de artículos sobre el futuro del libro y su salto definitivo hacia la digitalización y su distribución a través de la Red. El proyecto de Google de digitalización de los fondos antiguos y libres de derechos de autor de cinco importantes universidades norteamericanas sigue provocando el debate y la reflexión sobre el futuro del libro y la relación de sus autores (y de los lectores) con él. Muy recomendable la lectura de los tres artículos dedicados a este tema:

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Las cosas han cambiado

People are crazy and times are strange
I’m locked in tight, I’m out of range
I used to care, but things have changed

Things have changed de Bob Dylan

 Creo que tengo la constatación de que me hago viejo poco a poco. Para demostrarlo, sólo tengo que ofreceros una idea: Si el lanzamiento del nuevo Windows Vista, que se supone que se realizará a finales de año, se hubiese producido hace dos años automáticamente me hubiese puesto a salivar cual perro de Pavlov. O puede que mucho peor, tal y como cuentan en Informática para no especialistas, me hubiese bajado la versión beta, y además de instalado, hubiese estropeado el ordenador como en los mejores tiempos. Pero, hoy por hoy, ante el nuevo Windows tan sólo siento cierta indiferencia.

No voy a negar que, por supuesto, el que tuvo retuvo y no huyo de los pantallazos que se van publicando en distintos blogs y los adelantos que realizan los medios de comunicación que tratan de mostrar una idea de lo que nos deparará el nuevo sistema operativo. Sin embargo, mi interés es casi nulo y aunque podría aducir que tal vez se deba a que soy consciente de que no podría instalar ese sistema en mi ordenador sin la necesidad de tener que comprarme uno nuevo, lo curioso es que en otro tiempo, hubiese pensado: Si hay que comprarlo se compra. En fin, creo que le he cogido cariño al que tengo (A pesar de que la letra A amenaza con borrarse completamente) y no pienso abandonarlo hasta que no se caiga a trozos (Él nunca lo haría).

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¿El fin de los bibliotecarios?

Los foros de los profesionales de la información echan humo tras las declaraciones de Isabel Aguilera, directora de Google Ibérica, tras realizar la afirmación de que “nadie tendrá la necesidad de desplazarse a ellas (las bibliotecas) cuando las tenga en su ordenador”. Paso seguido sustenta esa afirmación señalando que el 10% de la información (imágenes, vídeos, libros, mapas, documentos, cuadernos de bitácoras, etc.) que se genera en el mundo se encuentra actualmente alojada en la Red y es previsible que esta cifra aumente a lo largo del tiempo.

Y no es sólo que las empresas y los particulares estén comenzando a volcar sus contenidos en la Red, es que Google está dispuesta a crear su propia biblioteca bajo el nombre de Google Books Search. Este proyecto de la empresa californiana tiene como finalidad la creación de una inmensa base de datos en la que figurarán desde incunables a libros con derechos de autor ya extinguidos. La previsión de Google pasa por escanear completamente el contenido de un total de 15 millones de títulos. Hoy en día, podemos prever lo que nos deparará el futuro cuando esta basa biblioteca esté disponible, ya que el buscador ha habilitado su pequeña biblioteca particular sobre William Shakespeare.  Aquí, además de visualiar gratuitamente las obras del dramaturgo inglés, por ejemplo The Dramatic Works of William Shakespeare, podemos adquirir las obras que nos resulten de interés en alguna de las tiendas electrónicas que Google dispone. Sin embargo, a este macroproyecto problemas no le han faltado desde que se hizo público.

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