El 11 de marzo de 2004 José María Aznar, entonces Presidente de España, mantuvo conversaciones con distintos medios de comunicación nacionales para asegurarles la autoría de los atentados terroristas que se habían sucedido en el Metro de Madrid durante aquella mañana. Entre otros responsables de medios de comunicación, el Presidente mantuvo una breve conversación telefónica con Jesús Ceberio, director del diario El País, en la que sostuvo la tesis de que fue el grupo terrorista vasco el autor material de las explosiones.
Durante aquella mañana, los principales medios de comunicación impresos nacionales se apresuraron a confeccionar y publicar una edición especial que sería distribuida para el mediodía de aquella haciaga jornada. En el número especial de El País, la portada destacaba el titular Matanza de ETA en Madrid, mientras que otros no se atrevían a atribuir aún la autoría de los atentados a ningún grupo terrorista.
Alejándonos de las razones políticas que se desencadenarían posteriormente, el diario cayó en lo que se denomina Asimetría Informativa, dando por buena y veraz la información que nos puede transmitir un experto, alguien que dispone de suficiente información sobre un tema para poder ser considerada por buena de facto. En nuestro caso, es el Presidente de un Gobierno el experto al que debemos escuchar y creer, aunque la polémica se extendió largamente entre el Gobierno de entonces y el propio Jesús Ceberio sobre las actuaciones de unos y otros.
Pero, la Asimetría Informativa existe en muchos planos de la vida diaria como bien nos ilustra el libro Freakonomics (ISBN: 8466625127). Uno de los ejemplos más ilustrativos es el de los agentes inmobiliarios en Estados Unidos, aunque también se aporta el caso de los médicos.
De una forma muy resumida siguiendo el ejemplo de este libro, imaginemos que disponemos de una vivienda que deseamos vender. Tenemos dos opciones bastante obvias, o bien tratamos de venderla por nosotros mismos, o bien buscamos a un profesional, o experto, para venderla – En este caso, un agente inmobiliario-. Como seres racionales, opinamos que debemos de dejar la gestión de compra – venta a alguien que conoce mucho mejor que nosotros la situación del mercado inmobiliario, así que nos decantamos por el agente.
Los agentes inmobiliarios trabajan a base de incentivos, un porcentaje por cada venta, por lo que se verdadero interés se centraría en el montante final de ella. Sin embargo, sus beneficios finales son reducidos, la parte principal se la queda la agencia inmobiliaria para la que trabaja, así que el agente inmobiliario expondrá la casa y nos trasladará las ofertas que reciba por ella que se ajusten más o menos a nuestras aspiraciones, aunque no necesariamente las mejores que pudiésemos llegar a obtener.
Esto se debe, principalmente, a la relación esfuerzo – beneficio. Por ejemplo, si nosotros queremos vender una casa por 300.000 € y recibimos una oferta por 280.000 € es probable que la lleguemos a aceptar. Pero si la oferta llegase a 290.000 € es probable que cambiásemos de parecer. 10.000 € es una cantidad importante para nosotros, pero si si el agente se llevase, por ejemplo, un 2% de la comisión sobre el precio, su beneficio se vería aumentado 200 € netos. Una cantidad que quizás él considere escasa ante su esfuerzo total. Cambiando las tornas, si el vendedor de la propiedad fuese el propio agente, es decir si quisiera vender su propia casa, su interés por ajustar el precio sería mayor, por lo que la propiedad permanecería una media de tres meses más en venta que la nuestra hasta encontrar una oferta más razonable a sus aspiraciones.
Por lo tanto, el agente nos haría llegar una oferta ajustada que nosotros podríamos aceptar o deshechar, claro, aunque aquí entra el factor Hágame caso, soy un experto. Por ejemplo, el mismo agente podría cerrar una transacción con dos frases sencillas.
- Al comprador: Compre ahora que el mercado se va a disparar.
- Al vendedor: Venda ahora que el mercado se va a detener.
Antes de Internet, sólo las corazonadas o nuestras necesidades monetarias podrían haber hecho decantarse la balanza, sin embargo con las múltiples fuentes de información disponibles, y su accesibilidad, podemos estudiar nuestras posibilidades antes de tomar decisiones. Es decir, reducir nuestra asimetría informativa respecto al experto se vería reducida. Algo que finalmente también se pudo comprobar en los hechos de Madrid.
De donde se deduce que toda información es parcial y que hay que consultar más de una fuente para acercarse lo más posible a la realidad/verdad
dimos veracidad al Jefe de Estado puesto que estaba respaldado por un importante equipo, pero creo que no fue hasta la noche de ese mismo 11 de marzo cuando los medios extranjeros (BBC) apuntaron hacia otros culpables y donde comenzó la busqueda de nuevas fuentes
Como dije en el texto, me importa poco los hechos políticos y qué dijo qué y cuando. El hecho es que Aznar llamó a distintos medios de comunicación afirmando que fue ETA la que puso las bombas y posteriormente El País se disculpó a sus lectores porque la información que recibió provenía de una fuente fiable y que merecía toda confianza.
Ésa es la esencia, después vienen las interpretaciones. Si la fuente estaba equivocada o no en aquel momento, ésa es otra cuestión que no puedo abarcar.
Pero el ejemplo es ilustrativo de la idea que quiero transmitir. Creo.
[…] Leí hace tiempo el libro Freakonomics y lo cierto es que no me pareció que hubiese gran cosa que reseñar de él. Es cierto que era curioso cómo las pequeñas cosas se entrelazan para derivar en otras, cómo se instauran sistemas ecológicos de distribución de riqueza y otros asuntos, pero definitivamente el libro no me convenció como tal y lamenté su compra. Siendo un poco más específico, en él se trataba de dar una vuelta de tuerca a asuntos mundanos, como por ejemplo la estructura económica del mercadeo de droga, aunque hoy me llega una noticia que me retrotrae a aquella lectura. […]