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Categoría: Buscadores Web

La IA no tendrá quien le escriba

Google ha comenzado a activar el Modo IA en su app «Google» en los sistemas operativos Android e iOS. De manera que ante una búsqueda los resultados se devolverán a través de su IA Gemini de forma preferente. Los medios de comunicación llevan un tiempo comenzando a acusar el descenso de acceso a sus noticias (30-35% de caídas en la búsqueda orgánica) tanto por la IA como el cambio de los algoritmos de Google (1 y 2).

Se está produciendo un terremoto brutal en el ecosistema de la información. El viejo dogma «si publicas, acabarán viniendo» se deshace mientras la IA se integra cada vez más en las aplicaciones móviles y en la manera en que la información se consume. ¿Tiene sentido la inversión en la publicación de información cuando el retorno económico previsto lo acapara las respuestas generadas por inteligencia artificial? En los medios de comunicación, empiezan a asaltar las dudas.

ChatGPT, Perplexity, CoPilot (Microsoft), Anthropic (Amazon) y Gemini (de Google) son las principales apuestas para transformar la forma en la que buscamos información y cubrimos nuestras necesidades. Sin embargo, estos textos generados de forma estadística bloquean el acceso al segundo nivel (los enlaces a las fuentes originales) lo que restringe el tráfico. Si los usuarios de buscadores tendían a quedarse con los primeros 10 resultados de búsqueda del buscador y no pasar de ellos, ahora con unas respuestas estructuradas y que parecen bastante verosímiles (aunque alucinen si no tienenrespuestas) es previsible que no salgan de las interfaces que les ofrecen las IAs.

Mientras las IAs explotan todo el contenido disponible en la Web desde hace décadas para construir su propuesta de valor, el debate sobre el uso justo de este contenido que muchas veces es accesible de forma gratuita impulsa el debate. Incluso la necesidad de agregar contenido para entrenar sus modelos no se limita al espacio digital, sino la voracidad también pasa por el formato impreso. De hecho, Anthropic compró libros en formato impreso para alimentar sus modelos lo que generó una polémica sobre los límites de este uso justo. Finalmente, llegó a un acuerdo con entidades de derechos de autor para tratar de zanjar la polémica (bajo pago de 1500 millones de dólares) aunque no admite ninguna irregularidad.

Ante el apocalipsis de las noticias ante un escenario de Zero-Click donde el acceso a sus contenidos mediante enlaces tienda a cero, los medios de comunicación tradicionales y las publicaciones puramente on-line deben adaptar sus estrategias. The New York Times alcanzó un acuerdo con Amazon por 20-25 millones de euros anuales para que la multinacional pueda utilizar sus artículos para sus servicios de IA, mientras que otros grupos como Financial Times, Axel Springer o the Guardian; pero es probable que las cabeceras que alcancen este tipo de acuerdos sean pocas. Los medios europeos tratan de unir sus fuerzas para tratar de llegar a acuerdos con estas plataformas, sin embargo las negociaciones necesitan tiempo, algo que tal vez las estructuras económicas de los medios no puedan soportar.

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Que los filtros de la IA te dejen ver el bosque

Un texto de la Defensora del Lector del diario El País trataba de explicar la razón, y por ende disculparse, de que una de las newsletter que enviaba el diario a sus lectores parecía incluir frases o expresiones que parecían sacadas de contexto o simplemente no tener ningún sentido. Los lectores se quejaban de algunas “erratas groseras” que creían no dignas de un medio de comunicación como El País, pero que se habían repetido durante algunas semanas.

A modo ilustrativo, en una de ellas, por ejemplo y entre otras, se recogía el titular “Uruguay desprecia a Mujica” (haciendo referencia al presidente recientemente fallecido) cuando en realidad desde el diario se había enviado el titular “Uruguay despide a Mujica.” Tras realizar las revisiones pertinentes, se llegó a la conclusión que desde el diario no se había cometido errores de redacción, pero ¿cuál era la razón de que esa newsletter contuviese textos erróneos?

Fueron los propios lectores los que aclararon el misterio cuando advirtieron que una opción de Gmail cambiaba algunos términos al traducirlos desde el inglés (aunque el texto esté redactado en castellano desde un inicio).

Tras la resolución del enigma, el texto periodístico concluía:

Este caso expone cómo la personalización de los servicios de las plataformas de Internet, pensada para ayudar a sus clientes, se automatiza ya tanto y sin control que cuando toma decisiones inadecuadas acaba por perjudicarlos sin que estos sean conscientes. El peligro está en no ser prudente con los permisos que se les dan o en desconocer qué tipo de servicios vienen por defecto. Porque a veces la inteligencia artificial se pasa de lista.

Este pequeño caos generado a partir de un hecho anecdótico debido a una opción que puede ser muy útil a priori, pero que puede llevar a la confusión si los usuarios del servicio no son conscientes de que está activada por defecto, puede ir escalando y haciéndose mayor a lo largo del tiempo. Por ejemplo, Gmail desde hace poco puede resumir los correos gracias a su servicio de Gemini.

Por supuesto que ya éramos conscientes de que Google revisaba nuestros correos para colocar anuncios dependiendo del contenido, pero ahora reelaborará completamente la información y mostrará un resumen justo arriba del texto original. Lo que nos puede llevar a una pregunta cuándo comenzarán estas grandes plataformas u omitir temas que generen polarización social y ha construir un relato propio.

Esta premisa no debería sorprendernos. Es conocido que DeepSeek, una IA china, evita los temas más polémicos de la historia reciente del país asiático. Al otro lado del Pacífico, la propia Apple también se ha visto envuelta en una polémica puesto que su IA inventaba o reeinterpretaba noticias. Descubrimos que si Internet ya es un lugar donde el lector debe poseer cierto espíritu crítico para entender el contexto donde se publica una información, cuando una IA autogenera contenido (contenido que se genera una vez y no tiene porqué ser similar al anterior aunque se pregunte le mismo), qué margen de credibilidad nos puede llegar a quedar como lectores.

La publicación JotDown (un magazine cultural) publicaba una nota donde trasladaba una realidad que está transformando – una vez más – a los medios de comunicación. Qué hacer cuando nadie nos busca recogía el descenso pronunciado de visitantes de las principales fuentes que habían tenido hasta la fecha (Google, X, Facebook). Aseguran en su texto que han tratado de seguir las líneas maestras definidas por las plataformas, que han diversificado las fuentes, que han adecuado los mensajes y su sitio web para que los bots y los algoritmos traten de posicionarlos en el lugar donde deberían estar. Sin embargo, los algoritmos los penalizan, puede por que la IA genera las respuestas automáticamente y los usuarios no tienen necesidad de visitar la fuente original, o puede porque sus textos sean demasiado largos.

Para cualquiera que publica en Internet ya sea un medio de comunicación o un blog, ya es que ni siquiera es necesario leer una fuente original, los navegadores incorporan herramientas IA para hacerte un resumen de la página en la que estás interesado (un ejemplo de ello es ARC Browser). De este modo, un modelo de lenguaje es capaz de extraer las ideas y representarlas en un texto mucho más corto, más digerible y por supuesto desbrozado por un algoritmo.

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En el mundo IA, el acceso a la información podría ser a dos velocidades

En la pasada Google I/O (su conferencia de desarrolladores), entre muchas cosas, la compañía de la gran G desveló Google AI Ultra, un nuevo servicio de suscripción que da acceso a los modelos más potentes y funciones premium de la compañía. La compañía afirmaba que era un pase VIP a lo mejor de Google IA junto a otros servicios (como YouTube Premium y 30 TB de almacenamiento) por 250 dólares mensuales.

En sí mismo, el anuncio no debería sorprender a nadie. Los modelos de suscripción por un servicio premium o el acceso a contenidos es un modo de monetización que a mediados de la década de 2020 es muy habitual en muchos sectores (y en ocasiones cayendo en el ridículo). Estamos acostumbrados a pagar una cuota mensual por entrega de paquetes (Amazon), a ver la televisión bajo demanda (Netflix) o tener una suscripción por toda la música (Spotify). Sin embargo, no debemos olvidar que hace veinte años este modelo de pago por acceso era algo no era tan frecuente.

Tras un período de popularización del pago de cuotas y tener un público cautivo, se ha pasado a un modo de búsqueda de la eficiencia a la hora de explotación de esos contenidos. Por ejemplo, casi todas las empresas de vídeo bajo demanda están incluyendo tarifas más baratas con anuncios (que incluso son más rentables que las tarifas normales sin anuncios) y se ha impulsado la restricción de compartir contraseñas entre usuarios que tanto afectaba a los resultados de las Juntas de Accionistas.

Pero el buscador de Google siempre ha sido gratis, no ha discriminado el acceso. “Hacer accesible toda la información del mundo” era el leitmotiv de la compañía americana. Es cierto que en los primeros años la compañía de Mountain View generaba dudas sobre su sostenibilidad futura puesto que no parecía encontrar una fuente de ingresos recurrente. Por supuesto que eso cambió con la publicidad contextual (promocionada en su momento como no-invasiva) que la compañía incluyó tanto en su buscador como otros servicios como Gmail y otras webs que podían incluir los scripts de la publicidad contextual de Google. Sin embargo, la filosofía permanecía como uso gratuito con las mismas características más o menos horizontales para todos.

La inteligencia artificial generativa puede socavar el uso tradicional de los buscadores y una de sus principales fuentes de ingresos de la gran G. Tanto Google como otros servicios, deberán abordar cuál es la manera más eficiente de explotar ese producto. De momento, han ido incorporando distintos modelos de suscripción que permitían una mayor cantidad de interacciones o el acceso a mejores modelos. Google en esto no difiere en exceso a sus competidores, es cierto.

La cuestión aquí será cuando los agentes IA dejarán de dar tan buenos o los mejores resultados. Por ejemplo, los agentes podrán tratar de ser honestos cuando el usuario les diga “mejores restaurantes para comer arroz en Valencia” o puede que posicionen otro tipo de resultados tras el pago de los restaurantes por su promoción (una evolución del Search Engine Marketing actual). Dándole una vuelta de tuerca adicional, cuando se popularicen los asistentes de IA que podrán buscar el mejor restaurante por nosotros y hacer una reserva por nosotros. ¿Serán imparciales o estarán influidos por algo más?

Pero más allá de estos casos de uso, y teniendo en cuenta que hoy en día las IAs se inventan algunos resultados, ¿ofrecerán IAs honestas y verídicas si pagas más? ¿Será el fin de cierta democratización al acceso a la información (con sus fallos y aciertos) como la hemos conocido? Desde luego que hay un debate interesante por delante.

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Google evoluciona su búsqueda apoyado en la IA

Cómo se han concebido las búsquedas de información en la web no han variado en exceso desde hace años. Ni siquiera Google, que destronó en su momento a Yahoo y Altavista, modificó de forma importante cómo se representaban los resultados de las búsquedas. Es cierto que, al contrario de su competidores de entonces, ofreció una página limpia a la hora de realizar las búsquedas que fue revolucionaria en su época, pero cómo se mostraban los enlaces que daban acceso a las fuentes relevantes a una búsqueda determinada no suponía un gran cambio. Al final, usase un buscador u otro, el usuario siempre se encontraba con un listado de enlaces web que seguían una prioridad determinada por un algoritmo sobre los que el usuario debería ir saltando confiando encontrar la información deseada.

Lo interesante en este punto es que el usuario tendía a conformarse con los primeros resultados que los buscadores mostraban, no tendía a profundizar en las respuesto y esto derivó en dos situaciones: Google comenzó a monetizar ese espacio prioritario (llegando en ocasiones al ridículo) y los generadores de contenido trataban de que el algoritmo les situase en los primeros puestos tratando de entender sus reglas de priorización.

Esta situación derivada desde los años 90 del siglo XX, va a cambiar con la consolidación de la tendencia de la Inteligencia Artificial (IA). Google presentó recientemente su nuevo AI Mode que viene a modificar cómo vamos a interactuar con su buscador. Pero es importante puntualizar que no lo hace por gusto, se ve empujado porque la competencia ha comenzado a robarle protagonismo a la gran G en el sector de las búsquedas de Internet.

Las implicaciones del cambio de la búsqueda hacia un listado de documentos a una conversación es un movimiento de las placas tectónicas de la web tal y como la hemos conocido. Lo primero, Google ve cómo empieza a ser desplazado en este mercado dentro de una competencia liderada por OpenAI con su ya ubicuo ChatGPT principalmente, pero emergiendo otras propuestas muy interesantes como Perplexity o Anthropic. Los modelos de IA generativa comienzan a erosionar la línea de flotación sobre la que se sustenta Google en su página principal, la publicidad contextual.

Esta percepción de cambio también comienza a involucrar a otros actores que tenían acuerdos con Google y que se comienzan a replantear cuál va a ser el futuro de la búsqueda en Internet e incluso en su integración con los dispositivos móviles. Uno de los más relevante es Apple que comienza a valorar el cambio de la opción de búsqueda por defecto de su navegador Safari preponderante en los iPhones hacia otra solución conversacional.

De momento, Google comienza a apalancarse en su liderazgo en Internet con el navegador Chrome para tratar de contener a sus competidores dentro del ámbito de las búsquedas de internet con AI, lo que puede reforzar la percepción de que es un monopolio bajo el que ya está siendo investigado.

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Documentarse en tiempos de IA

Dos estudiantes de Massachussets (EEUU) fueron descubiertos utilizando una Inteligencia Artificial para la generación de textos en un trabajo escolar y sancionados. Hay que aclarar que no fueron sancionados por usar una IA per se, puesto que estaba permitido su uso para documentarse y buscar fuentes, sino por copiar y pegar textos de forma literal que, para su mala fortuna, la IA se había inventado (aunque es un caso frecuente). Esta noticia sorprende por las consecuencias que puede acarrear a los dos estudiantes, ya que es posible que no puedan acceder a estudios universitarios.

Además, con cierta perspectiva, se nos hace más difícil imaginar un uso cotidiano en el que no se pueda aplicar el uso de las Inteligencias Artificiales Generativas como ChatGPT. Las grandes empresas tecnológicas se encuentran en una carrera hacia el despliegue y la implementación de este tipo de soluciones en el día a día como el próximo The next big thingtecnológico. Microsoft, Apple, Samsung o Google se afanan en integrarlas dentro de sus dispositivos para su utilización de forma masiva, lo que las popularizará aún más. Por lo que se producirán más situaciones de uso que puede ser considerado dentro de ciertos ámbitos como no lícito o inadecuado.

No hace tanto tiempo que, para documentarse, el usuario debía realizar una tarea de filtrado exhaustiva. Saltando de ficha en ficha en formato de cartulina, almacenadas en grandes archivadores de madera y recorriendo estanterías hasta localizar el libro a consultar que debía abrir, leer (aunque fuese un capítulo específico) y determinar aquello que consideraba más interesante para hacer referencia en su trabajo de investigación. Era un trabajo de síntesis intenso y en ocasiones inabarcable, que fue haciéndose más cómodo, pero no por ello más sencillo. Como otras tareas, las referencias bibliográficas se fueron digitalizando y volcando en bases de datos para localizar de forma más rápida la información que se encontraba todavía en soporte papel. El proceso no acabó ahí, ya que la digitalización fue imparable y prácticamente todo el conocimiento se fue trasladando a bits para hacerlo en buena medida accesible en cualquier parte y a cualquier hora.

Google llegó con una misión ambiciosa, hacer todo el conocimiento accesible para todo el mundo y se convirtió en el buscador de referencia para los internautas. Ya no se salta de referencia bibliográfica a referencia bibliográfica, más bien de enlace a enlace para extraer aquello que nos parece más significativo de una página web o de un documento que se quiera consultar.

A pesar de esta nueva accesibilidad a una mayor de información, no había olvidar que en cualquier supuesto hay que tener presente qué se debe de considerar una fuente de información fiable y qué no. Lamentablemente, parece que los automatismos de las IAs nos hacen bajar la guardia como nos sucede en las redes sociales, condenados en una vida de consumo digital acelerado. Olvidamos que las IAs son solo herramientas a nuestro servicio. Su capacidad de consultar distintas fuentes, de extraer la información y estructurarla nos pueden llevar a la conclusión de que lo que nos exponen de forma tan razonada puede ser cierto, pero olvidamos que nosotros somos el último filtro. Debemos ser capaces de evaluar qué fuentes de información son mejores y en qué grado debemos confiar la información que nos exponen. Para ello, sólo deberíamos confiar en aquellas que hacen referencia a fuentes que puedan ser consultadas y que podamos comprobar.

Las IAs hacen un trabajo que antes podría llevarnos meses y tienen un potencial inmenso para ayudar al ser humano en la generación de conocimiento. Pero debe ser el ser humano el que evalúe esa información, el que la entienda y, por supuesto, que la supervise. De lo contrario, estaremos delegando y dando por bueno un sistema que está diseñado para satisfacer nuestras necesidades, olvidando que nunca admitirá “no lo sé”, “no tengo acceso” o “no lo he encontrado” (en algunos casos) y nos hará caer en la trampa de la desinformación que justo tratamos de evitar.

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Cuando Goliat (Google) se encontró con David (ChatGPT)

La rápida tasa de adopción de ChatGPT de OpenIA será digno de estudio en las escuelas de negocio en un breve espacio de tiempo. Desde que se permitió el acceso al gran público en noviembre de 2022, ha fascinado a todos los que se han aventurado a probarlo ofreciendo una calidad en las respuestas y en los resultados que no han podido poner en cuestión el producto en sí. Un producto que recordemos que se encuentra en fase de prototipo y que ya ha puesto a la defensiva a las grandes tecnológicas como Google, Meta (Facebook) y Apple.

ChatGPT (Generative Pre-Trained Transformer) posee la interfaz de un chatbot. La interacción con el producto es lanzando preguntas a las que el sistema genera respuestas a través de toda la información con la que se ha entrenado (570 gigabytes de información textual). Su éxito se debe a que comprende bien las instrucciones y proporciona respuestas mediante el procesamiento del lenguaje natural. Cada pregunta puede tener contestaciones similares pero no iguales, puesto que se generan automáticamente y a cada interacción por lo que puede ampliar o reducir el alcance de la respuesta a cada momento. Sin embargo, y es un punto en su contra, no aporta información sobre sus fuentes de información por lo que puede generar dudas sobre las respuestas si el usuario no es un experto en la materia que se está consultando.

En definitiva, la interfaz es similar a la de Google y muy sencilla, una caja de texto (en este caso de interacción) en la que se pueden solicitar definiciones, que detalle conceptos complejos de forma sencilla, que trace planes estratégicos para las empresas, recomendaciones de lugares que visitar en vacaciones, resúmenes de textos ya sean artículos o libros o ayudar a programar en código. Una herramienta muy potente y diversa en casos de uso que puede llegar a amenazar a Google en la mayoría de las búsquedas de internet y cuyo uso ha comenzado a generalizarse tanto en el ámbito de la educación, académico y empresarial.

Google es el gigante de internet más allá de su buscador, también posee YouTube y el sistema operativo para móviles Android, además de infinitos productos pensados para ser utilizados en Cloud. En cuanto a las búsquedas, actualmente el 92.58% del mercado de las búsquedas a nivel global y el 80% de sus ingresos provienen del mercado publicitario en Internet. Posee acuerdos marco tanto con Apple (Safari) como con Mozilla (Firefox) para que su buscador sea la opción por defecto en sus respectivos navegadores. Sin embargo, el producto de la empresa OpenIA participada por Microsoft parece dispuesta a arrebatarle el trono de las búsquedas en Internet y en otros muchos ámbitos según evolucionen los casos de uso donde aplicarse la tecnología desarrollada por la empresa.

Puede parecer que a Google el desarrollo la haya cogido con el pie cambiado, pero lleva años trabajando en aplicaciones de inteligencia artificial como ChatGPT. De hecho, la tecnología que representa el corazón del producto de OpenIA fue desarrollada por ingenieros de Google. Sin embargo, Google no había decido apostar claramente por estos interfaces porque generaría un problema con su modelo de negocio. Una estrategia que se ha demostrado errónea en cuanto el mercado se ha puesto patas arriba con ChatGPT, y la gran G se ha apresurado a lanzar su propio chat denominado Bard, aunque no estaba tan depurado como el primero.

Microsoft no ha perdido el tiempo en cuanto el producto ha obtenido tracción e interés en el mercado. Ha ampliado su inversión en la empresa OpenIA a pesar de las dudas del modelo de negocio de la empresa, ha integrado ChatGPT en su buscador Bing (a mi parecer que unos resultados más pobres, aunque sí que referencia las fuentes de información) y ha comenzado su implementación en su sistema operativo Windows y en la suite Office (Microsoft Copilot) . Una apuesta absoluta a un desarrollo tecnológico que va a hacer que cambiemos no sólo cómo buscamos en internet, si no también cómo interactuamos con nuestras aplicaciones en el ordenador.

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Qué es el Google Dorking

Las técnicas de Google Dorking, también denominadas Google Hacking, consisten en utilizar comandos de búsqueda avanzados de Google para obtener información que no se obtienen mediante técnicas normales de búsqueda. Estos comandos de búsqueda van desde el conocido “site” o “title”, sin embargo pueden ser usados como técnicas de hackeo de páginas web o servidores.

El término de Google Hacking fue utilizado por primera vez en 2002 por Johnny Long. Long comenzó a recopilar comandos de búsqueda en Google que dejaban al descubierto sistemas vulnerables o información sensible (números de la seguridad social o incluso números de tarjetas de crédito) y comenzó a etiquetarlos como GoogleDorks. Finalmente, debido al interés por su iniciativa creó la Google Hacking Database donde se recopilan todas estas ecuaciones de búsqueda.

El objetivo de esta recopilación es que los responsables de los sitios web realicen las búsquedas por ellos mismos como método preventivo y que sean capaces de detectar esos errores y fugas de información.

Estas técnicas de hackeo hacia servidores y sitios web se han extendido tanto hacia otros buscadores como Bing y hacia otros dispositivos conectados en la Web como dispositivos IoT.

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