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Año: 2010

Navegando con un dispositivo móvil, mi experiencia con Opera Mobile 10 Beta

El futuro de la Web será la ubicuidad y la posibilidad de conectarnos en cualquier momento a la Red, pero ¿qué será de los internautas? ¿Podrán navegar? Armado de mucha paciencia me he dispuesto a comprobarlo durante estas últimas semanas y mi conclusión particular como usuario se acerca más a la decepción que a la satisfacción. Particularmente, he recordado el documental Welcome to Macintosh donde un ex-ingeniero de Apple se ríe de los esfuerzos que actualmente las compañías multimedia y de telefonía están realizando para miniaturalizarlo todo. Él se preguntaba, ¿para qué quiero ver una película en un dispositivo móvil si puedo verlo en un equipo de alta definición? (Recordemos que desde iTunes se pueden comprar series de TV para ver en el iPhone, por ejemplo) Lo mismo debería estar preguntándome yo, en algún momento de insomnio, mientras mis ojos protestaban y mis dedos se agarrotaban por el esfuerzo de tratar de interaccionar con el teléfono móvil conectado a la Web mediante WiFi. ¿De verdad tengo que estar pasando por esto?

Es cierto, la navegación con un dispositivo móvil es una tarea difícil y en el que hay que reaprender un poco, así que absténgase los nerviosos e impacientes. Los navegadores para móviles también disponen de sus trampas y la experiencia anterior de poco nos puede servir. El terminal que he estado usando es el táctil de Nokia 5530 y casi descarté el navegador que viene incorporado de serie, muy sencillo y funcional, adentrándome en otros desarrollos.

A la espera de que la Fundación Mozilla dé las últimas puntadas a su navegador para móviles Fennec, todavía en fase beta, decidí instalar otras compañías que llevaban más tiempo en el mercado y me decanté por Opera Mobile 10 Beta. Ya había probado anteriormente el Opera Mini por lo que mi decisión partía de cierta experiencia. Esta empresa lleva cierto tiempo ofreciendo software para dispositivos móviles y cuando lo probé no me desencantó en exceso, pero el nuevo navegador móvil ofrecía algunos aspectos que se alejaban del Mini. Considero que a mejor.

Aunque podéis comprobar la experiencia de navegar con Opera Mobile a través de una demo en la Web, os recomiendo que lo hagáis a través de un teléfono y no a través del ordenador para poder “disfrutar” completamente. Lo primero que nos encontramos cuando ejecutamos la aplicación es con una sencilla cuadrícula de 9 casillas donde podemos colocar nuestros sitios web favoritos, además de una barra de direcciones y la posibilidad de lanzar una consulta a Google. Una de las primeras cosas como navegadores expertos es configurar nuestras direcciones favoritas, en mi caso, este blog, Twitter y, en su caso, Facebook.

Pues bien, la tarea de personalización no fue precisamente sencilla. Hay que tener en cuenta que comenzamos a usar el navegador sin saber muy bien cómo funciona ni cuales son sus posibilidades. Por ejemplo, para poder extraer el menú contextual hay que dejar presionado el dedo o el puntero, para posteriormente elegir una de las opciones que el navegador nos dé. A pesar de lo que pueda parecer en un principio, hay que levantar el puntero, no arrastrarlo porque si no interpretará que estamos haciendo clic, lo que provoca uno de los primeros problemas de interacción.

Uno de los aspectos más interesantes de este navegador, y contrasta con el anterior navegador Mini, es que integra un teclado dentro de su propia interfaz lo que evita ir saltando desde el teclado nativo (virtual) del teléfono y realizando demasiados clics página tras página. Éste es para mí uno de sus mayores logros, aunque eso sí, necesitaremos del puntero y/o de mucha destreza con nuestros dedos porque de lo contrario acertar en las teclas minimalistas se antoja una tarea harto imposible. Y, finalmente, otra de sus cualidades es la presencia de Tabs o Pestañas que favorecen la navegación a través de distintas páginas web, aunque como podéis imaginar la interacción en la navegación en un teléfono móvil es bastante limitada, por lo que la apertura de una se nos antojará suficiente.

Durante la navegación, uno de los inconvenientes que encontrará el internauta es que la información no puede, de ninguna manera, mostrarse de la misma forma que se ve en la Web. Aunque existen sitios web preparados para los navegadores móviles, no todos los detectan, como sucede en Twitter por ejemplo, por lo que debe ser el internauta el que escriba la dirección específica del sitio web preparado para su utilización en este tipo de navegadores, porque de lo contrario la interacción se hará tremendamente complicada. En el caso de mis sitios web preferidos en el móvil, podemos acceder a través de http://m.twitter.com/ o http://m.facebook.com, aunque no todos los nuevos navegantes móviles tienen porqué saberlo a priori.

En definitiva, una experiencia agotadora y en la que todavía se tienen que limar muchas asperezas. La Web actual tiende a crecer hacia resoluciones de monitor cada vez mayores, mientras se accede a sus contenidos por dispositivos con pantallas de 2’5 o 3 pulgadas, por lo que los administradores de los sitios web lo tendrán que tener cada vez más presente. En mi caso, suficiente para consultar actualizaciones de correo y de estados en la Web Social de forma puntual, pero de ningún modo hacerlo de forma intensiva.

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Números 2009

Un año más, os ofrecemos algunos datos de lo acontecido en este blog durante el año 2009 para aquellos que tengáis curiosidad – También podéis consultar los datos de 2005, 2006, 2007 y 2008 -. Como hecho más remarcable de este año, podemos señalar nuestra integración dentro de la Red de Blogs del diario Levante-EMV en el mes de enero de 2009.

Los datos recogidos en las gráficas corresponden a la herramienta Google Analytics para el tráfico en la web, mientras que para la sindicación de contenidos hemos utilizado Feedburner.

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Obama no usaba Twitter, ¿y?

El último Premio Nobel de la Paz, que sorprendentemente fue capaz de defender la guerra cuando acudió a Oslo para recoger su medalla, no se amilanó cuando le preguntaron por su frecuencia de uso de Twitter el pasado mes de noviembre en una visita oficial a China. “Nunca he usado Twitter” confesó Barack Obama a un estudiante que le preguntaba sobre su punto de vista sobre el “Gran Firewall chino”. Sin embargo, los reproches al líder que supo aprovechar casi al 100% las oportunidades que las nuevas herramientas de comunicación social de la Web durante su periodo como candidato a la Casa Blanca fueron muy discretos. Los cimientos de la Red no se echaron a temblar a pesar de que la propia empresa había verificado la veracidad de la identidad que se escondía tras la dirección http://twitter.com/barackobama. Twitter salió rápidamente al paso de aquella confesión, puesto que afirmó que no se preocupa de si quien actualiza la cuenta es una persona o un grupo dedicado a ello. En cualquier caso, ¿quién podría considerar que el 44º Presidente de los Estados Unidos tiene tiempo para actualizar su perfil o su página de Facebook?

Pero por muy descabellado que pudiese parecer, distinta suerte han dispuesto otros políticos que si bien abrazaron las Redes Sociales para intentar tender puentes de comunicación con sus electores, lo cierto es que un gabinete de prensa o un Community Manager se dedicaba a estos menesteres. Lo que a ojos de la comunidad internauta es un acción muy grave, ante su falta de sinceridad y transparencia que este tipo de herramientas tratan de imbuir dentro de la actividad política en la Web.

Aún ando tratando de explicarme el porqué, pero Rosa Díez fue descubierta en esa falta el pasado mes de marzo y fue literalmente achicharrada por su comunidad twittera, provocando que la política española cerrase su cuenta lo que fue como tratar de apagar un fuego con gasolina, aumentando aún más si cabía la indignación por parte de los internautas. Y es que está comprobado es que lo peor que se puede hacer si te pillan es poner pies en polvorosa, porque obviamente un colectivo que está pidiendo explicaciones desconfía de alguien que no admite sus errores, si es que realmente llego cometer alguno.

Porque si Obama alcanzó la Presidencia de los Estados Unidos gracias a la fuerza movilizadora de la Web, el efecto Halo de esa conquista se trasladó hacia otros ámbitos geográficos y a otros sistemas políticos alejados de la mecánica norteamericana pero que persiguen las mismas acciones. Es frecuente que los medios y la blogosfera lamenten que los políticos abran un blog y en cuanto la tensión electora de una próxima votación se diluye, esos espacios digitales caigan en el olvido. Sin embargo, son ellos mismos los que exigen que sean esos representantes políticos los que se sienten delante de un ordenador y se dediquen a presionar teclas como si la presión de su trabajo no les apartase de ello o como si todos tuviesen que disfrutar de cierta destreza narrativa o tecnológica.

Es probable que la reacción de Rosa Díez (o de los responsables de su imagen en la Web) fuese sobredimensionada, cerrar la cuenta, y es posible que la comunidad internauta fuese demasiado estricta cuando es un hecho razonable que sean otras personas las que actualicen los perfiles de figuras mediáticas. Puede ser que sea una falta hacia la confianza de sus seguidores políticos el no haber sido excesivamente sincera con ellos, aunque lo que no podemos caer en el cerrajón más absoluto cuando descubrimos un error de los políticos. Al fin y al cabo, las reglas de la comunicación en la Red todavía no están escritas, pero no deberíamos alejarnos de aquello que podríamos considerar como razonable.

Un comentario

El rodillo Google /y 3

El descrédito de la prensa es un fenómeno más que estudiado dentro de lo que se denominó en Periodismo Ciudadano en aquellos inicios de la Web 2.0. Pero aquella revolución cognitiva se ha quedado en agua de borrajas, los blogs caen lentamente en el olvido, mientras las pastillas informativas narcisistas se distribuyen por doquier a través de Facebook o Twitter, han sido los medios los que han sabido adaptarse, lentamente, al nuevo ecosistema informativo y a las demandas de las audiencias. Sin embargo, más Twitter que Facebook, son terrenos casi exclusivos de usuarios hiperconectados, filtros necesarios de lo que está pasando, de lo más destacado de la Web que han apartado al enlace. De repente, Google se ha encontrado con su propia obsolescencia y debe de pagar a Twitter la indexación de sus contenidos porque la Web con sus enlaces es demasiado lenta.

He aquí el gran error de Google, confiar en su imagen buenrollista y de máximo benefactor de la Web. Los medios no han sabido o no han podido enfrentarse a la gran G. Son empresas fragmentadas en un mercado global, incapaces de toserle a pesar de sus lamentos, algunas conscientes de su localismo, que se encuentran en un mismo saco donde aparentemente no hay intervención humana (Una sutil mentira), pero Google sólo ha hincado su rodilla ante alguien que se atrevió a poner el dedo en la llaga, Rupert Murdoch.

Google News (GN) servía de pasarela hacia el universo de pago, una suerte piratería editorial accidental. Por ejemplo, si querías acceder a los contenidos de The Wall Street Journal (WSJ) – periódico económico propiedad de Murdoch – pero no disponías de una cuenta de pago, podías saltarte la página de logueo del medio copiando y pegando el titular que quisieras leer, buscándola en Google News y haciendo clic en el resultado. Tan sencillo como sorprendente. Obviamente, esto destruye el modelo de negocio de un medio, WSJ, que se fundamenta sobre el pago del contenido, sin embargo la maravilla de la pasarela de GN le permitía atraer tráfico hacia su web y además ganarse unos dólares. Pero Murdoch consciente de ello e inmerso en la peor crisis de los medios de comunicación de prensa escrita dio un puñetazo en la mesa.

Su reacción, para escándalo de los analistas de la Web, fue ofrecer todos sus contenidos al buscador rival de Microsoft, Bing. Fundamentalmente, les daba los contenidos a cambio de unos cuantos millones de dólares, Google no tendría acceso a esos contenidos de manera que Microsoft se ganaría la exclusividad y el tráfico de las empresas de Murdoch. ¿Cuál fue el resultado? En un principio, se consideró que aquello era una locura. Quién se atrevería a desdeñar el tráfico del buscador que recibe el 60% de las consultas mundiales de la Web, dónde podrían acabar los sitios web de Murdoch. Puede ser que olvidados, pero ¿por qué necesariamente deberían serlo?

¿Quién teme al lobo feroz? Google claudicó a medias ante Rupert Murdoch, aceptó restringir la cantidad de consultas que un usuario pudiese hacer desde Google News a cinco, pero esto nos debe llevar a la siguiente cuestión ¿por qué no lo bloquea por completo? Obviamente la tecnología bien podría acabar con ese parasitismo singular, pero ambos mundos son conscientes de que se necesitan para sobrevivir. De hecho, si la compañía de California realmente quisiera ayudar a los medios grandes generadores de tráfico y de contenidos que sustentan el interés de la Web, les ayudaría a desarrollar modelos de negocio viables y sostenibles para ellos. Por ejemplo, ¿por qué no les cobra la tecnología de Adsense y les deja administrar sus propios anuncios sin que sea su comisionista?

Google controla el 57% del mercado publicitario global en Internet, ha intentado dar el salto a otros soportes, papel o radio, sin embargo son medios que no conoce y no controla, por lo que tuvo que retirarse en cuanto la crisis económica comenzó a arreciar. Pero, está intentando tratar de adaptarse a otros dispositivos, más allá de los ordenadores como soportes nativos de acceso a la Web, como por ejemplo los dispositivos móviles donde ya está dispuesto a posicionarse. Pero, ya es demasiado grande, los pasos de Google ya empiezan a ser estudiados detenidamente para evitar el monopolio en distintas áreas de Internet.

Mientras tanto los editores de la Web se mueven. Los medios de comunicación ya están tratando de controlar sus anuncios, desarrollando plataformas de publicidad contextual propias, por otro lado, los pequeños editores se muestran cansados con la caja negra que es Adsense y la aparente arbitrariedad de aceptación de contenidos que deben acompañar a esos anuncios. También descubren que otro modelo publicitario es posible más allá de la comodidad que brinda el sistema publicitario de Google.

El crédito de Google ha llegado al límite y comienza a chirriar en tiempos económicos agitados como los que estamos viviendo. Mientras no se despreocupa de mostrar su músculo financiero y cuentas saneadas, el resto de empresas que tratan de sobrevivir en la Web comienzan a mirar con recelo y tratan de buscar otras alternativas. Alternativas que existen, posibles y que pueden ser perfectamente viables, sin embargo ¿retrocerá Google hacia las posiciones de buenrollismo tratando quizá de favorecer el ecosistema económico de la Web? ¿O tratará de aplicar su rodillo para sofocar las voces discordantes?

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