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Mes: septiembre 2011

Léeme, tonto

No hace tanto que criticábamos, incluso por estos fueros, que la sutileza de los titulares periodísticos se estaba perdiendo en el mundo digital. La frescura a la hora de atrapar al lector con un titular de impacto, en ocasiones ingenioso u otras parafraseando cierta cita popular o título de película se diluía bajo el diktat de los buscadores que empujaba a los redactores a usar titulares descriptivos, casi anodinos, replicados en cualquier medio. El SEO obligaba, la posición en la caja de resultados era importante y los internautas parece que sólo saben hacer clic sobre los títulos que pueden satisfacer sus necesidades de información, no sobre el ingenio de un redactor.

Sin embargo, parece que esa presión es cada vez menor gracias a las redes sociales. No se acude a ellas ante una necesidad de información, sino sobre la premisa del “What’s up (Qué sucede)”. Los titulares también sufren de ese estrés, esa necesidad de emerger sobre líneas y líneas de texto. La escasez de la atención obliga, aunque lo peor de todo es cuando un titular se acerca a la mentira. Todo parece girar en torno a la audiencia, unos picos en el Google Analytics o el software de métrica de turno, pero lo que se juega el sitio web con ello es precisamente algo intangible: Su prestigio.

Como aficionado a la fotografía que soy, caí en la trampa ante este titular: El sensor de la 5D Mark IV, con factor de recorte de 1/40X, pero la información era completamente irreal. En primer lugar, porque la cámara Canon 5D Mark IV ni existe ni se la espera en breve y de hecho los propios lectores del blog hacen hincapié en la falsedad del titular y, por otro lado, esa cámara no poseerá (probablemente) factor de recorte porque su sensor es considerado como “Full Frame” o formato completo.

Por lo visto, tuve una semana tonta también caí sobre este texto: La aplicación de la Semana: Por sólo 99 centavos, “Clean Writer” es un robo. ¿Qué aplicación de la semana podría ser considerada como un robo? Había que leerlo y obviamente decepcionado me percaté que sólo cantaban loas a la aplicación y de robo nada. Una vez más, un titular más falso que un billete de dos pesetas. Con cara decepcionada, repliqué a la tuitera que lo había recomendado y nuestras percepciones coincidían. El titular era completamente impreciso sobre lo que se contaba.

Cerrando el círculo, la semana pasada también saltó la liebre de que Nicholas Cage es en realidad un vampiro, noticia que recogieron muchos medios de comunicación “serios”. Una fotografía puesta en subasta en eBay vendría a demostrar que Nicholas Cage vive desde finales de siglo XIX, ya que mostraba a un caballero con cierto semblante al actor. Posteriormente la fotografía desaparecería del sitio web de subastas, mientras que la nota se situaría como noticia más leída en los medios durante un par de días.  La batalla por la atención manda.

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Cuando Internet nos robó la privacidad

Peter Fleischer admitía recientemente en las páginas de El País que Google había cometido algunos errores en lo referente a la privacidad de sus usuarios. La entrevista resulta muy interesante puesto que Fleischer desgrana uno a uno algunos de las polémicas en las que se ha visto envuelta el gigante californiano desde Google Earth, Google Street e incluso su polémica con las sentencias judiciales que se publican en el Boletín Oficial del Estado. De repente, se acuña un nuevo término para tratar de acomodar la nueva realidad que sufren los ciudadanos y que trata de ser extendido al archivo eterno que promete ser Internet: el derecho al olvido. Este nuevo derecho salpica a los medios de comunicación que se ven asaltados por personas que desean que los errores del pasado no les encuentren a través de Google.

No debemos olvidar que la privacidad es un derecho humano, reflejado así en la Declaración Universal de los Derechos Humanos en su Artículo 12: «Nadie será objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada, su familia, su correspondencia, ni de ataques a su honra o su reputación. Toda persona tiene derecho a la protección de la ley contra tales injerencias o ataques.» Sin embargo, actualmente, somos cada vez más conscientes que una vida interconectada a través de la web nos resta precisamente este derecho de distintas formas.

Una de las primeras polémicas surgidas a través de la recopilación de datos de los usuarios se desató precisamente ante la activación del sistema operativo Windows XP. Este movimiento de Microsoft para tratar de reducir la piratería durante el lanzamiento de nuevo sistema operativo fue ampliamente contestado puesto que suponía una violación de la privacidad ya que recopilaba información de los equipos informáticos para ser usado y enviados a Redmond a través de Internet.

Los usuarios de Windows parecían olvidar que, ya desde los comienzos de la popularización de la Red, se vigilaba a los internautas a través de las Cookies. Estos pequeños ficheros de texto disponen de dos fines principalmente:

  • Llevar el control de usuarios: cuando un usuario introduce su nombre de usuario y contraseña, se almacena una cookie para que no tenga que estar introduciéndolas para cada página del servidor. Sin embargo una cookie no identifica a una persona, sino a una combinación de computador-navegador-usuario.
  • Conseguir información sobre los hábitos de navegación del usuario, e intentos de spyware, por parte de agencias de publicidad y otros. Esto puede causar problemas de privacidad y es una de las razones por la que las cookies tienen sus detractores.

El uso de las Cookies está siendo regulado por las administraciones públicas y ante ciertas deficiencias que poseen como la identificación inexacta cuando un usuario utiliza distintos navegadores en su ordenador, las compañías tecnológicas han desarrollado las supercookies que van un paso más allá y que han desatado una nueva tormenta en la Web sobre su uso “oculto” por ciertas empresas como Microsoft.

Parece que las nuevas empresas surgidas al calor de Internet parecen ansiosas porque sus usuarios desechen ese derecho a la privacidad. Nunca la sociedad fue tan eficientemente destripada para la generación de dinero a través del marketing. La polémica de la publicidad contextual en el Gmail es ya sempiterna, así como el lanzamiento de nuevos servicios como Google Buzz son observados con lupa. Por otro lado, y dejando de lado a Google, Facebook es predominantemente una de las empresas más criticadas por su laxitud a la hora de controlar la información que sus usuarios comparten. Mark Zuckerberg ha proclamado que la “era de la privacidad se ha terminado”, sin embargo sus usuarios critican cada movimiento que hace encaminado hacia ello como, por ejemplo, la identificación automática de personas que aparecen en las fotos que se suben a ella.

En cualquier caso, la utilización de cierta plataforma web o de cierto software siempre constituye una opción, la publicación de ciertos contenidos por nosotros mismos es otra. Pero, ¿y si nuestra privacidad se violenta mediante nuevas vías como la utilización de cierto software o teléfono móvil? El iPhone y el iPad registraba los movimientos de sus usuarios, algo que también ha sucedido con los teléfonos que utilizan Android el sistema operativo para teléfonos móviles de Google, mientras que Electronic Arts (EA) lo hacía casi por contrato con Origin.

La privacidad se encuentra en retroceso por la trazabilidad que ofrecen las nuevas tecnologías cuyas posibilidades son infinitas. Los poderes públicos se muestran poco ágiles y lentos a la hora de regular ese derecho y son los usuarios los que deben solicitar ese derecho. No todo vale para hacer dinero, hay información que no debería ser recopilable.

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