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Mes: marzo 2014

La nomofobia, el síndrome que ya padeces sin que seas consciente

Nexus con la pantalla rotaEn un cierto concurso televisivo, a unas chicas jóvenes se les devolvía su teléfono móvil del cual se les había desprovisto durante semanas con el efecto inmediato de que no podían contener las lágrimas entre gritos de “¡mi móvil!”. En aquel momento, contemplé la escena con cierta incredulidad e incluso con cierto desdén, considerándola simplemente ridícula. No podía creer que un dispositivo de unos 100 gramos pudiese producir tal efecto en las personas, aunque es posible que al haber crecido sin móvil (eran inaccesibles para la gente corriente) me provocase cierto sesgo. Puede que hoy en día el mayor castigo al que se le pueda someter a un adolescente es arrebatarle el teléfono móvil. Castigo actualizado de aquel “encerrado en tu cuarto” en una suerte de rechazo y aislamiento social ante actitudes punitivas. Sin embargo, no era consciente de que el desconsuelo de las adolescentes del concurso era un síndrome que todos sufrimos aunque no nos hayamos percatado de él.

Nomofobia (no-mobile-phone-phobia) es el término con el que se han preocupado para designar un síndrome de estos días: el miedo irracional sin salir de casa sin teléfono móvil. Sin embargo, yo trataría de extenderlo, como miedo irracional a no tener teléfono móvil, aunque las razones vayan más allá del no tener al usar.

Hace unos días sufrí un accidente mediante el cual perdí mi teléfono móvil. No lo perdí, realmente, simplemente quedó completamente inhábil. Estaba encendido, pero por el golpe no podía interactuar con él, la pantalla táctil estaba rota. No podía apagarlo, no podía responder llamadas, no podía extraer la información que se hallaba en él. Era un objeto completamente inane. Lo dejé en casa siendo consciente que no habría manera de repararlo en un breve período de tiempo y la tarde del día siguiente compré otro.

El día siguiente sucedió con normalidad, habiendo abandonado aquel teléfono completamente inútil en casa. No, no sufrí ni sudores ni espasmos fríos por esa ausencia en el bolsillo. Habiendo decidido qué tipo de teléfono quería comprar, acudí a una gran superficie y adquirí otro terminal. Lo curioso es que mientras esperaba el metro en la estación sentí la necesidad de sacarlo de la caja y guardarlo en el bolsillo. Era un sentimiento irracional ya que ese teléfono no tenía tarjeta SIM por lo que no podía usarlo, pero aún así lo guardé en el bolsillo donde solía colocar el estropeado. Durante todo el trayecto lo llevé apagado hasta llegar a mi casa donde ya allí pude colocarle la tarjeta SIM y usarlo. En aquel momento, consideré mi comportamiento completamente ridículo, pero simplemente no pude evitarlo.

Mi extrañeza me llevó a comentárselo a una de mis hermanas. Me quedé sorprendido por lo que me ella me contó. Mi hermana se había cambiado de compañía telefónica recientemente, pero con cierta torpeza de manera que estuvo hasta cinco días sin poder usar el teléfono móvil. Sin embargo, me confesó que durante ese período de tiempo había sentido la necesidad irracional de llevarse el teléfono, completamente inhábil, con ella en el bolsillo.

Cuáles son las razones últimas de llevar un dispositivo apagado en el bolsillo, sin poder utilizarlo es algo que no llego a entender. Dentro de la irracionalidad consciente del acto en sí, no supimos refrenarnos. Podría ser por sentirnos de alguna manera conectados a nuestros conocidos, aunque fuese literalmente imposible hacerlo. La nomofobia está en nuestras vidas y nunca llegamos a saberlo.

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La innovación se hace en los pasillos

Siendo sinceros, el biopic cinematográfico de Steve Jobs protagonizada por Ashton Kutcher, jOBS (2013), no es un producto excesivamente entretenido . A mediados de la película, la narración se va haciendo cada vez más soporífera y aburrida, lo que me lleva a compararla a la otra «gran» película sobre Jobs en la que lo encarnaba Noah Wyle, Piratas de Silicon Valley (1999), donde se narra el nacimiento de las dos grandes empresas de la informática de consumo del siglo XX (Apple y Microsoft). Sin embargo, el Jobs de Kutcher posee destellos del carácter del Jobs auténtico, pequeños guiños que nos permiten comprobar cómo era y cómo pensaba el otro genio de la manzana.

Uno de ellos es el grito de socorro que lanza a Steve Wozniak mientras está trabajando en Atari para que finalice un juego. En Atari, acaba trabajando por las noches porque sus compañeros se quejaban de su olor corporal y Jobs aseguraba que deseaba un proyecto para él solo. Wozniak acabaría el juego planteado por Jobs y marcaría el inicio del tándem inicial de Apple. La película también muestra el instinto empresarial y negociador de Jobs, junto a esa capacidad de distorsionar la realidad que tan buenos réditos daría a Apple en el futuro.

Pero, posiblemente una de las mejores secuencias de la película es cuando se muestra el retorno de Jobs a Apple. En aquel momento, Apple es una empresa en apuros y hundida. Aparentemente ha perdido su magia y su capacidad de diseñar buenos productos. Al reincorporarse a Apple, más bien durante las negociaciones para su reincorporación, Jobs se apresta pasearse por los pasillos y visitar algunos de sus departamentos. Es en ese momento cuando conoce a Jonathan Ive que se convertiría en el segundo abordo a la hora de diseñar los nuevos productos de Apple (algunos fuertemente inspirados en la compañía alemana Braun y su diseñador Dieter Rams). Es en esa escena donde Jobs descubre elementos de resistencia hacia la la deriva de la empresa y de innovación que aparentemente Apple había abandonado junto a un compromiso hacia la marca.

“El sistema es que no hay sistema. Esto no significa que no tengamos un proceso. Apple es una empresa muy disciplinada y tenemos grandes procesos. Pero esto no es de lo que se trata. Los procesos te hacen más eficiente. Pero la innovación viene de la gente que se reúne en los pasillos y que se llama a las 22:30 para contarse una nueva idea.”

Steve Jobs sobre la innovación.

Steve Jobs se mezcló con los trabajadores y les preguntó qué estaban haciendo y cómo podían mejorar la empresa. Esto nos debe llevar a considerar que la información necesaria para innovar dentro de una organización, de ser más competitiva se encuentra ya dentro de ella. Sólo hay que saber establecer una red de conocimiento despojada o libre de algunas cargas procedimentales y fomentar el intercambio de ideas que sirva para la toma la generación de ideas y de la toma de decisiones efectiva.

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