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Mes: noviembre 2018

Dorothy Porter, la bibliotecaria que cambió la catalogación para hacerla menos racista

The only rewarding thing for me is to bring to light information that no one knows. What’s the point of rehashing the same old thing?

Dorothy Porter

Dorothy B. Porter (1905 – 1995) fue una bibliotecaria afroamericana que decidió catalogar durante la década de los años 30 del siglo XX los libros de los autores de color junto a sus colegas blancos retando un sesgo racial dentro del sistema de catalogación decimal de Dewey.

Porter tuvo una carrera destacada y reconocida muy pronto. Se convirtió en la primera mujer afroamericana que completó sus estudios en la Universidad de Columbia obteniendo en 1931 el Bachelors y el Masters (1932) of Science in Library Science. Durante los años que estuvo trabajando en el Moorland-Spingarn Research Center (1933-1973) de la Howard University (EEUU), la colección pasó de 3.000 a 180.000 libros convirtiéndose en un referente durante este tiempo como centro de información y conocimiento sobre la cultura afroamericana, así como por su labor de colección, mantenimiento y preservación de documentos y objetos relacionados con la historia Africana y afroamericana.

Entre otras publicaciones, Porter es autora de las obras de referencia dedicadas a la cultura afroamericana “North American Negro Poets: A Bibliographical Checklist” (1945), “Negro Protest Pamphlets” (1969), “The Negro in the United States, A Selected Bibliography” (1970) y “Afro-Braziliana: A Working Bibliography” (1978).

Según relataba ella misma, en el sistema de Dewey, existía una sección (326) para la esclavitud y otra sección, la 325, para la colonización. Hasta ese momento, se había utilizado el 325 para clasificar a todos los autores ya se tratase un libro de poemas o de cualquier otra naturaleza debajo de estas seccion, lo que para ella era completamente estúpido.

Por ello, Porter comenzó a clasificar las obras por género y por autor para resaltar el papel fundamental de los afroamericanos en todas las áreas temáticas, que ella identificó como arte, antropología, comunicaciones, demografía, economía, educación, geografía, historia, salud, relaciones internacionales, lingüística, literatura, medicina, música, ciencias políticas, sociología, deportes y religión.

La labor de Porter para tratar de ampliar la forma de entender el mundo más allá del punto de vista occidentalizado debería ser reconocida más a menudo. Esta bibliotecaria abordó la marginación de la escritura sobre y por las personas afroamericanas a través de su revisión del sistema de clasificación bibliotecario Dewey, sin embargo su trabajo trasciende este ámbito puesto que ella contribuyó de forma decisiva en la creación de uno de los fondos documentales más relevantes dentro de Estados Unidos dedicados a esta cultura.

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Abro hilo

Hace un tiempo que Twitter dejó de ser el lugar de los 144 caracteres y pasó a ser algo más basto y probablemente más interesante. No cabe duda que fueron sus propios usuarios los que fueron marcando el camino a sus desarrolladores. Los RT fueron retuits, los FAV fueron likes y los enlaces pasaron a no contar dentro de esos 144 carácteres cuando fueron considerados como información necesaria (para drama de las plataformas desarrolladas para acortar las URLs de esos enlaces). Un tiempo después, esos 144 caracteres se duplicaron con la intención de permitir poner más contenido; aunque también es posible que simplemente sirviese para añadir más palabras de las necesarias.

Pero, Twitter es un ente que se debe ir ajustando a sus usuarios y estos comenzaron a marcar sus tuits indicando cuándo comenzaba y acababa un mensaje que sobrepasaba esos 144 caracteres iniciales. Por ejemplo, si un tuit pertenecía a un grupo de tres, y era el segundo de ellos, se marcaba claramente (2/3). Y de ahí surgieron los hilos y Twitter decidió implementarlo como otra opción más.

Me parece fascinante las aplicaciones complementarias de estos hilos tuiteros. En algunos casos, se trata de hilos periodísticos de resumen de una semana. En otras ocasiones, se trata de hilos literarios donde el autor prosigue su relato, intercalándose los comentarios de los lectores. Otras veces, es una historia de ficción, personificada en el tuitero donde transmite sus vivencias jugando con la realidad y la ficción. En otras ocasiones, son artículos más o menos elaborados de un tema, que añaden información relativamente novedosa y podrían ser considerados bastante bien una pieza periodística.

Como autor en un blog, y desde luego que amante de los textos largos puesto que considero que siempre es necesario un poco de contexto, nunca llegué a comprender muy bien las bondades de Twitter. Aunque tengo que afirmar que Twitter es una herramienta ideal dentro de esta sociedad hiperconectada, enganchada a las notificaciones, que consume contenidos en pantallas pequeñas y que agotan la vista. Twitter pertenece y es un paradigma de esta sociedad líquida. Sin embargo, los hilos también agotan a sus consumidores. El esfuerzo cognitivo y de recuperación de la información que debe realizarse para consumir contenidos en Twitter y más si se trata de un hilo es superior a otros contenidos puesto que hay que hacer una tarea de recuperación e investigación superior. En ocasiones, es imposible recuperar toda la información y obviamente se pierde.

Personalmente, opino que el drama de los hilos es que pueden quedarse en un saco roto. Nadie podrá recuperarlos dentro de un breve tiempo (unos meses) y sus autores también les perderán la pista una vez publiquen 20 tuits o incluso otro hilo. Este es el destino de los hilos, de sus contenidos, que nadie se acordará de ellos cuando sobre pasen los diez primeros tuits de las cuentas que los originaron.

Aunque también es posible que sus autores perseguían precisamente eso con sus hilos, contenidos breves y efímeros sin mayor ambición que ser consumidos en el ámbito temporal en el que fueron concebidos. Sociedad líquida en estado puro tal y como lo es también Twitter.

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Ya no puedes creer todo lo que puedas llegar a ver

Aún recuerdo la estupefacción que me provocó ver el falso documental (Mockumentary) Dark Side of the Moon donde se ponía en tela de juicio que el hombre hubiese llegado a la Luna mediante la sonda Apollo XI. La presencia de altos mandatorios estadounidenses participando de forma activa y consciente en ese falso documental, bien servía para cimentar aquella broma, que sólo mostraba su intencionalidad al final de la cinta. Era en ese momento cuando los dignatarios, científicos y demás participantes se relajaban y comenzaban a reírse de los comentarios que se habían editado como ciertos en los minutos precedentes. Pero el objetivo final de la cinta se conseguía y de qué manera mientras contemplabas cómo el director había estado jugando contigo de principio o final.

La fotografía y el cine han sido un soporte para el ser humano para dar veracidad a un discurso y evento. Esa huella como prueba documental se está debilitando cada vez más gracias a la capacidad computacional que tienen los ordenadores actuales y su capacidad de transformar esas pruebas. Recordemos que durante los Juicios de Nuremberg, cuando se juzgó a los jerarcas nazis sobre los abusos y crímenes que había relizado el régimen alemán sobre la población de los lugares que habían ocupado, se presentaron como pruebas las fotografías que había conseguido sacar del campo de concentración de Mauthausen el fotógrafo español Francisco Boix. La defensa de los nazis adujo que las fotografías estaban manipuladas, que la técnica en ese momento permitía el tratamiento de las imágenes hasta niveles insospechados. Sin embargo, ese argumento se derrumbó puesto que Boix había extraído negativos y no copias fotográficas.

Pero actualmente el negativo físico apenas se utiliza y su uso ha relegado a una utilización anecdótica. Actualmente, la imagen son ficheros informáticos y en muchas ocasiones ese documento «bruto», no difiere en exceso con la copia. Además, como señalábamos previamente, la capacidad actual de los ordenadores e incluso de nuestros teléfonos móviles es capaz de reinterpretar una fotografía o incluso un vídeo. Como ejemplo, tan sólo hay que probar la aplicación Muglife, que permite a través de una sola fotografía preparar una pequeña pieza con el sujeto retratado negando o afirmando con la cabeza en sólo pocos clics. A pesar de que su finalidad está enfocada al ocio, nos permite echar un pequeño vistazo como usuarios a las capacidades que actualmente están desarrolladas sobre el retoque de la imagen.

Como señalábamos, esta aplicación para dispositivos móviles es totalmente anecdótica en comparación con lo que puede ser obtenido hoy en día con unos pocos medios más. Podemos recordar el vídeo de Barack Obama falso y creado mediante Inteligencia Artificial capaz de engañarnos respecto a las afirmaciones del dignatario, puesto que generaba discursos falsos del ex-presidente de los Estados Unidos. O el uso que está haciendo la BBC de un software para que un presentador de sus informativos hable distintos idiomas o el presentador falso chino generado mediante Inteligencia Artificial. Otra aplicación que se está desarrollando para esta tecnología es su uso para el doblaje de películas. De este modo, la cara de los actores se ajustará mejor a los idiomas sobre los que se expresan. Desde luego, la publicación de un vídeo como prueba documental podrá ser puesta en tela de juicio cada vez más frecuentemente según estas herramientas se implementen en más lugares comunes dentro de la sociedad.

Un comentario

Pedía libros, es decir, horizontes

“¡Libros! ¡Libros! Hace aquí una palabra mágica que equivale a decir: ‘amor, amor’, y que debían los pueblos pedir como piden pan o como anhelan la lluvia para sus sementeras. Cuando el insigne escritor ruso Fedor Dostoyevsky, padre de la revolución rusa mucho más que Lenin, estaba prisionero en la Siberia, alejado del mundo, entre cuatro paredes y cercado por desoladas llanuras de nieve infinita; y pedía socorro en carta a su lejana familia, sólo decía: ‘¡Enviadme libros, libros, muchos libros para que mi alma no muera!’. Tenía frío y no pedía fuego, tenía terrible sed y no pedía agua: pedía libros, es decir, horizontes, es decir, escaleras para subir la cumbre del espíritu y del corazón. Porque la agonía física, biológica, natural, de un cuerpo por hambre, sed o frío, dura poco, muy poco, pero la agonía del alma insatisfecha dura toda la vida.”

Federico García Lorca (1931)

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Dark mode, ¿y si lo estamos leyendo todo mal?

Tradicionalmente, no existen muchos libros editados con las páginas negras, aunque es cierto que no es difícil encontrar alguna excepción que no sabría si definir como rareza. Por si tenéis curiosidad, uno de ellos es Ex-Libris de Sandra Andrés Belenguer, aunque tengo que confesar que no he leído la novela, por lo que más allá del color negro de las páginas no tengo una opinión creada sobre ella. Otra de las curiosidades que podeís encontrar sobre los libros negros es Farhenheit 451 de Ray Bradbury (de este libro sí que podréis encontrar infinidad de ediciones) que, en el caso que nos ocupa, es una edición especial sobre la que hay que aplicar calor o fuego directamente para poder leerla.

Pero más allá de anécdotas, tradicionalmente, las páginas de los libros han sido blancas. Tendemos a identificar la lectura bajo este color contrastado sobre el negro de las letras. Aunque no hay que olvidar que el hecho de que identifiquemos la lectura sobre el papel blanco, realmente es un cliché, puesto que las páginas de los libros pueden variar en su gama tonal dependiendo de las calidades de los materiales mediante la que está hecha la pulpa de papel.

Sobre la lectura digital, mucho se ha debatido y a buen seguro la discusión se prolongará en el tiempo. Sólo hay que recordar que el libro es el soporte que mejor ha aguantado la marea digital y la digitalización de la cultura. Pero es cierto que la larga lectura no soporta dispositivos digitales. Es cierto, el Kindle y todos los libros electrónicos han realizado una proposición de valor muy interesante respecto a la lectura. Estos aparatos han sido capaces de sustituir a muchos libros voluminosos, sin embargo la escasa versatilidad de estos dispositivos respecto a composiciones y tamaños, dan al usuario la sensación de estar leyendo el mismo libro una y otra vez lo que produce a buen seguro un poco de hartazgo.

Sin embargo, la lectura larga y reposada no se identifica con un ordenador ni mucho menos, ni siquiera con un teléfono móvil o una tablet (aunque alguna excepción también existirá para algún usuario). Pero también es posible que estemos leyendo mal. Es cierto, el fondo blanco es un buen sustento a muchas webs (incluyendo esta por supuesto) porque se debe de dar un buen contraste a los visitantes, pero ¿realmente se hace un buen uso cuando los textos son largos?

Personalmente, prefiero leer con un fondo contrastado y limpio respecto a lo que leo. Sí, prefiero huir de artificios y me gusta leer artículos en la web con el suficiente contraste… Si tienen el fondo oscuro, mejor. Personalmente, me suelo saltar la decisión de los expertos de UX de los sitios web y utilizo add-ons en mi navegador (por ejemplo, Minimal Reading Mode en Chrome, pero Firefox ya dispone de este modo de lectura de serie en su navegador) que eliminan los elementos complementarios de los textos en web y permiten al lector centrarse en sólo el texto. El fondo oscuro es, para mí, la forma más relajada de leer en dispositivos electrónicos, reduciéndose la luz que mis ojos deben de soportar a la hora de realizar una lectura continua. Y ¿si hubiésemos estado leyendo mal hasta el momento en la Web?

A esto se añade otro elemento, con Google asegurando que el Dark Mode supone un ahorro importante en las baterías de los dispositivos. Es decir que si en vez de haber utilizado fondos claros o blancos en sus diseños, se hubiesen utilizado fondos más oscuros la vida de nuestras baterías se habría haber prolongado hasta un 60% más. El blanco se impuso de forma notable puesto que era más barato utilizar tinta negra sobre un fondo limpio, pero y ¿si ahora descubriésemos que en el entorno digital es más barato destacar las letras en blanco sobre un fondo negro? ¿Cambiaría nuestra manera de entender la lectura?

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El fin del hiperenlace

Esta semana, en el blog de Microsiervos, realizaban una interesante reflexión gracias a la publicación de un vídeo TED sobre el origen de los hiperenlaces y cómo este concepto cambió la forma en la que entendíamos Internet. Porque en los años 90 se distinguía entre la Web e Internet, ya que Internet era mucho más grande que la Web que se cimentaba en el desarrollo de Tim Berners-Lee que definió como un sistema de información (1989).

El desarrollo de Apple y de Steve Jobs cambió totalmente en 2007 la forma en que las personas podíamos acceder a la información alojada en la Web. El iPhone permitía priorizar unas fuentes sobre otras simplemente colocando un icono en la pantalla de inicio de un teléfono. En ocasiones, se trataba de fuentes de información y de comunicación basadas en pequeños textos, donde se destacaba la agilidad de los mensajes cortos como fue Twitter o Facebook en sus inicios. Aunque por supuesto también teníamos acceso a las fuentes mismas de información mediante las aplicaciones para dispositivos móviles de los propios medios de comunicación. Además, no podemos olvidar que surgieron otras aplicaciones que durante mucho tiempo sólo eran accesibles a través de dispositivos móviles y no permitían su acceso a través de navegadores web como era el caso de Instagram o incluso de aplicaciones de mensajería instantánea tipo Whatsapp o Telegram que desarrollaron sus versiones web de forma tardía.

Sobre las páginas web ya existentes previamente antes de la sacudida del iPhone, todos los sistemas de gestión de contenidos tuvieron que migrar desde una concepción basado en el navegador hacia otro concepto basado en el dispositivo móvil. Los gestores de bases de datos tuvieron que ser rediseñados para servir peticiones de acceso para un tipo de dispositivo u otro, además de tener que adaptarse a pantallas que contradecían la tendencia en el escritorio. En este caso, las pantallas de los ordenadores se hacían más grandes, sin embargo los primeros smartphones tenían pantallas de 4 pulgadas.

Aunque en los inicios del desarrollo de la Web se pudo criticar a los medios de comunicación de estar centrados en demasía consigo mismos, teniendo una tendencia a no enlazar contenidos externos, si observamos los últimas noticias políticas de los últimos meses, podremos comprobar que esta tendencia se ha revertido en parte. El reconocimiento de unos medios hacia otros ha cambiado y no es difícil encontrar referencias e incluso enlaces de un medio a otro. El objetivo en aquel momento era no perder lectores, reducir el bounce rate lo máximo posible y retener a los visitantes. Esto bien sucede en las aplicaciones para dispositivos móviles de medios de comunicación actuales que incluso les cuesta permitirte copiar los textos de un artículo aunque tengas intención de twitearlo (lo cual es fácilmente evitable entrando en el artículo del medio a través de su página web, por supuesto).

Es posible que las páginas web y las aplicaciones móviles de las empresas más importantes de Internet (ahora sí) eviten la utilización de enlaces puesto que carecen de interés a que el usuario se marche a otro lugar, reduciendo sus métricas y obviamente yendo en detrimento de sus anunciantes. De hecho, por ello, las estrategias de estas empresas pasan en los móviles en desarrollar seudo-navegadores en sus propias aplicaciones móviles cuando el usuario hace clic en un enlace. Sin embargo, la naturaleza propia de la web, compartir información, saltando de un sitio a otro, sigue estando muy presente. Puede que el enlace en su concepción inicial como elemento diferenciado y destacado de un texto haya evolucionado, mercantilizado en suma, sin embargo seguimos compartiendo información de forma masiva. El hiperenlace web simplemente fue un primer estadio, ahora sus usos y aplicaciones simplemente se han sofisticado.

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