Escocia siempre será para mí la que R.L. Stevenson me descubrió en mi infancia, con su novela Secuestrado. La Escocia salvaje que David Balfour recorría desde la Isla de Mull hasta Queensferry, intentando volver a casa y reclamar su herencia, es la que buscaré si alguna vez voy allí.
Si emprendiese semejante viaje, no sería la primera en visitar una ciudad, un país…, buscando los paisajes y las gentes que los escritores han retratado en sus novelas. El boom literario que supuso El Código Da Vinci de Dan Brown, ha llevado a muchos a seguir los pasos de sus protagonistas de París a Londres, para identificarse con ellos y sentir la magia de la narración en primera persona.
En este aspecto, Gran Bretaña cuenta con una gran oferta de turismo literario que, nos transporta a la Inglaterra de la época Regencia de la mano de Jane Austen en Orgullo y Prejuicio, nos permite visitar Yorkshire con las hermanas Brontë, Dorset con Thomas Hardy, Londres y el sur de Inglaterra con Virginia Woolf, Gales e Inglaterra con Dylan Thomas, e incluso los escenarios reales en Londres, Oxford y Gloucester donde ruedan la versión cinematográfica de las novelas de Harry Potter .
Pero en España no somos ajenos a esta atracción por la literatura y los viajes. El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha ha arrastrado a más de uno por los parajes de Castilla, quizá con la esperanza de desfacer algún entuerto. Otros, han viajado a la Alcarria con Camilo José Cela, han recorrido Valladolid siguiendo la ruta de El Hereje de Miguel Delibes, conocido Asturias gracias a Leopoldo Alas “Clarín”, la Granada de Federico García Lorca, o se han llevado una visión más global sobre nuestra geografía literaria.
Hay muchas novelas que nos invitan a viajar, porque quienes las escriben poseen una sensibilidad extraordinaria para captar en sus historias los lugares y las gentes que los habitan, dejando una huella imperecedera en nuestro subconsciente. Así que, ahora que empiezan las vacaciones, elegid vuestra novela, elegid vuestro viaje, pero tened en cuenta las palabras de Virginia Woolf:
El territorio de un escritor es un país limitado por su propia mente, por eso corremos el riesgo de la desilusión cuando tratamos de convertir esas ciudades fantasmas en cemento y mortero palpables. Sabemos cómo caminar por ellos sin carteles indicadores, sin policías; sabemos saludar a quienes por ellos nos encontramos sin que nadie nos los presente. No hay una sola ciudad, desde luego, tan real como la que podamos hacer a nuestro antojo y llenar con las personas que queramos. Insistir en que tenga contrapartida en las ciudades de la tierra es robarle la mitad de su encanto.”
Geografía literaria, de Virginia Woolf