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La biblioteconomía no consiste tan sólo en conservar

Desde la profesionalización de la figura de bibliotecario, los primeros planes de estudio de España datan de principios de los años noventa del siglo pasado, el colectivo de los profesionales de la información se muestra cada vez más receloso ante los nombramientos de los directores de la Biblioteca Nacional. Un cargo muy visible para la sociedad y, por ello, muy goloso para cualquiera con ciertas aspiraciones. Retrospectivamente, este puesto había sido ocupado tradicionalmente por personas ilustradas e ilustres, a saber, filósofos, pensadores y catedráticos de universidades pero también por escritores; sin embargo, la designación de personas con sólo este bagaje es algo que ya comienza a ser fuertemente cuestionado. De hecho, ante la dimisión de Rosa Regàs, los foros dedicados a la biblioteconomía echaron humo sobre la conveniencia de la designación de una persona con un perfil más técnico, acorde con los años que estamos viviendo.

Es de todos bien sabido que el rol del bibliotecario está evolucionando de una forma decisiva en los últimos tiempos, consciente de que tiene que ir un poco más allá que el simple hecho de adquirir, colocar y servir libros u otros materiales. Por lo que es necesario que el nuevo bibliotecario adopte una actitud proactiva ante la sociedad en la que vive para dotarle de un mayor servicio como un punto de acceso a la cultura y la información.

Andrés Trapiello, del que ya hemos recogido algunos textos que encontramos interesantes en esta web, dedicaba en la revista Magazine del pasado 23 de septiembre en un texto titulado Las tres erres una reflexión sobre todo lo sucedido respecto a la dimisión de la anterior directora de la Biblioteca Nacional, en mi opinión sin mucho atino. La visión de una biblioteca del siglo XIX no puede ser aplicado al XXI.

[…] Da igual quién dirija la Biblioteca Nacional, mujer o varón, de izquierdas o de derechas. Los enemigos del libros son tres erres en todo tiempo, de paz o de guerra, y en todo régimen político: robos, ratones y ruidos. La literatura se hace a menudo con ruido, con robos o plagios, con pequeños o grandes monstruos, incluso con rap, pero los libros sólo pueden conservarse con sosiego y cuidados extremos. Lo más progresista en una biblioteca, en un museo, es ser un gran conservador. Todo lo demás, si alguien es mujer, de izquierdas, o tiene diecisiete nietos, sale sobrando, son ganas de hablar y… hacer visible al político […]

Publicado en Profesión

6 comentarios

  1. Hombre, la afirmación no me parece muy acertada pero hay que reconocer que la Biblioteca Nacional merece un tratamiento especial, muy diferente al de cualquier otra biblioteca. En especial por el material que custodia que la hacen parecerse más a un archivo que a una biblioteca.
    Así, saber conjugar la conservación de materiales tan valiosos con la difusión de lo que allí se encuentra es muy complicado al menos visto desde fuera xDD).
    Evidentemente que lo ideal sería que cualquier ciudadano pudiera acceder a ella i llevarse tanta información como fuera posible, pero de momento me parece una utopía…
    saludos

  2. Conservación, difusión, planificación, promoción y nuevas tecnologías son, desde mi punto de vista, los pilares básicos que debería desarrollar la BNE. Desde luego que la gestión de la Nacional es compleja, que requiere muchos esfuerzos, pero de ahí a concluir que sólo debe dedicarse a conservar (Obviamente una de sus misiones que no vamos a discutir) es erróneo. La digitalización y la difusión de sus fondos bibliográficos también es esencial.

  3. RC RC

    La comparación de una biblioteca con un museo da una visión muy clara de la imagen de una biblioteca que tiene el autor del comentario. Desgraciada comparación, desde mi punto de vista…

  4. Obviamente, desde nuestra perspectiva, abrir las puertas de la Nacional no quiere decir que cualquiera pueda acceder a sus fondos patrimoniales y bibliográficos. Sin embargo, sí que se debe desde esta institución realizar actividades para acercar a la sociedad esos tesoros sin necesidad de que accedan a ellos directamente y sin las preceptivas medidas de seguridad.

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