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La Biblioteca de los líos

El robo de dos mapamundis de dos volúmenes de la Cosmografía de Ptolomeo (siglo II después de Cristo) forzaron la dimisión de la directora de la Biblioteca Nacional de España, Rosa Regàs, junto con un cruce de acusaciones de falta de sintonía con el nuevo ministro de Cultura, César Antonio Molina, que, según la primera versión de la ex-directora, le acusó de no haber hecho nada durante los tres años de gestión al frente de esta institución.

A la escritora, podíamos escucharla como tertuliana en el espacio radiofónico La Ventana, que emite la Cadena Ser, antes de su nombramiento como directora. En aquellas tertulias vespertinas, se mostraba incrédula ante los argumentos de una de sus compañera, de afiliación política del Partido Popular, de mesa frente a planteamientos políticos que consideraba que saltaban a la vista y que no eran posibles de negar. De aquellas tertulias, puedo sintetizar que Regàs no disponía de cintura política y mesura a la hora de utilizar sus palabras, algo que le ha hecho falta ante los problemas que se ha enfrentado durante los tres años que se ha hecho cargo de una de las organizaciones culturales más importantes de España.

Me resultó curioso que el diario El País, perteneciente al mismo grupo editorial que la Cadena Ser y escorado hacia las posturas políticas de la escritora y del Gobierno actual, dedicara una editorial al escándalo que había forzado la dimisión de la escritora y que las palabras duras no faltasen:

El paso de la escritora catalana por la institución no va a dejar, lamentablemente, demasiadas huellas positivas. Lo que haya podido realizar como directora en estos tres años (ella, lógicamente, tiene todo el derecho de reafirmar su gestión) se ha visto empañado por no pocas meteduras de pata (entre ellas y una de las más sonadas, su invitación a no leer periódicos) y una buena dosis de sectarismo. Sólo queda ahora desearle que disfrute de la literatura. Sus lectores, sin duda, lo agradecerán.

Desde el mundo profesional bibliotecario, al calor de esta dimisión, se ha vuelto a producir un debate sobre la reclamación de un perfil más técnico para la gestión de la Biblioteca Nacional, mientras que, por otro lado, los trabajadores de la institución consideran que su relevo lo tomará alguien de "la casa", aunque el anuncio del nuevo director/a de la biblioteca todavía no se ha producido. Pero lo que no se puede negar es que Regàs ha estado trabajando durante el tiempo en el que ha permanecido en el cargo tratando de renovar los aires que circulaban en la organización, de hecho el propio diario El País reflejaba en un reportaje en 2005 los cambios que la Biblioteca Nacional había puesto en marcha para abrirse a la sociedad y de la que guardaba su cultura y conocimiento. Rosa Regàs no ha conseguido ser el Daniel Boorstin de la Nacional, enzarzada en cambios de organigrama dentro de la institución y en su funcionamiento (Algo que deriva en que nunca llueve al gusto de todos) y escándalos varios como el traslado de la escultura del escritor Marcelino Menéndez Pelayo del vestíbulo a los exteriores para facilitar los accesos al edificio. Esto, que podría haber sido considerado como una anécdota, fue avivado a través de círculos políticos y de medios de comunicación acusando a la directora de querer vengarse del escritor debido a su carácter misógino.

Por otro lado, el último anuncio de Rosa Regàs antes de su dimisión, consistente en la creación del Depósito Legal Digital, también levantó cierto revuelo debido a que no estaba lo suficientemente estudiado y no se tenían en cuenta las dificultades técnicas para llevar a cabo un proyecto en el que todas la publicaciones de la Red que se realizasen desde España debían aportar sus contenidos al Depósito Legal del que la Biblioteca Nacional se hace cargo de gestionar.

El hecho es que Regàs se enredó en una madeja de la que no supo salir airosa. La ocultación del robo en un primer momento, su entrevista con el Ministro de Cultura en la que le obligó a hacerlo público, su dimisión posterior, el descubrimiento de la falta de nuevos documentos   y, finalmente, sus declaraciones posteriores sobre la investigación que llevaba a cabo la Guardia Civil apuntando que el ladrón provenía de Argentina salpicando al embajador español en ese país; no facilitaron las cosas para que las aguas se reposasen en un verano falto de noticias de calado. Al final de todo este episodio, César Antonio Molina consideró correcta la dimisión de Rosa Regàs, mientras que queda más que patente que las medidas de seguridad de la Biblioteca Nacional son insuficientes para controlar las idas y venidas de los investigadores que la frecuentan a diario.

Una verdadera lástima que una biblioteca se convierta en noticia por una situación tan rocambolesca y desafortunada.

Publicado en Biblioteconomía

3 comentarios

  1. M M

    Sigo este blog desde mucho tiempo, mi felicitación a Marcos Ros, magnífica crónica de los hechos,
    desde luego, el gag de Mr. Bean viene al pelo para este embrollo

    De todos modos añadir que cuando desapareció la escultura contemporánea de una nave del museo Reina Sofía no dimitió ni pío:

    http://actualidad.terra.es/articulo/html/av2691081.htm

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