Lo que sigue es una Carta al Director firmada por Carlos de Castro Pericacho (Leganés, Madrid) publicada en el diario El País el 29 de noviembre de 2004. Por su interés, la reproducimos aquí.
La biblioteca municipal de Los Castillos, en Alcorcón, abre sus puertas los sábados y los domingos en horario comercial. Se trata de una competencia abierta y suicida a la saturada oferta de ocio y comercio que sobradamente conocemos. Uno podría pensar que las probabilidades de éxito de esta formidable iniciativa son escasísimas. Nada más lejos.
No exagero si digo que se abarrota, sobre todo, los domingos por la mañana. Parece que a todos agrada y que todos echan de menos un lugar así. Y lo más sorprendente es lo diferente que es la gente que acude a este milagroso lugar: estudiantes retocando sus trabajos, opositores cumpliendo su calendario, padres jóvenes con niño en mano en busca de lecturas acogedoras que se dejan llevar por sus pasos perdidos entre las estanterías que sostienen los libros cuyos lomos contempla con nostalgia una mujer ya mayor, quizá jubilada, recuerdos de historias o historias por leer, otros jubilados leen el periódico junto a jóvenes tesinandos desquiciados por un esquema que no sale, mientras que un mocoso de cuatro años, sorprendido por el silencio, grita y ríe, y vuelve a gritar y a reír.
Un espacio en el que gobiernan el silencio, la voz baja o el tono reposado. Todo un órdago a este tiempo nuestro de centros comerciales, de ruidos y voceras, de precios inaccesibles, de orgullosa ignorancia y de respuestas violentas.
En los centros cívicos (o bibliotecas) aprendemos a ser ciudadanos y en los centros comerciales aprendemos a ser consumidores, construimos paulatinamente una serie de estrategias, un cierto criterio, un cierto gusto, que, básicamente, depende de la profundidad de nuestro bolsillo. En las bibliotecas municipales uno puede aprender a informarse sobre los asuntos que le afectan, puede aprender a discutir sobre ellos apoyándose en argumentos y no en puñetazos, leyes represivas o armas de destrucción masiva. Y no hay otros espacios para aprender esto, sólo centros comerciales, cada vez más. No hay duda de que la cultura política de un país es su red de bibliotecas municipales, y de que la nuestra se está muriendo.
El Gobierno decidirá si invierte en ella o si la deja agonizar. Democracia de consumidores o democracia de ciudadanos, that’s the question.
Muy interesante, me alegra saber que las iniciativas así son bien acogidas por los usuarios 😀
Desde luego que sí, sin embargo, aquí en Valencia a veces tienen que cerrar las bibliotecas porque los funcionarios han trabajado más horas de las que tocaban.
:-S
A veces no entiendo nada.
Es sencillo. No se contrata al personal suficiente y por lo tanto el personal que trabaja a «destajo» tampoco está dispuesto a sacrificar sus horas de descanso (lógico y comprensible)