Del libro más que recomendable de Francisco Mendoza-Díaz Maroto, La Pasión por los libros, ya hemos extraído algunos pasajes; hoy os traemos los 30 preceptos publicados en The Library Journal de Nueva York por Harold Klett en 1909 en un artículo denominado Don’t.
- No leer en la cama.
- No poner notas marginales, a menos que sea un Coleridge.
- No doblar las puntas de las hojas.
- No cortar con negligencia los libros nuevos. Se refiere a los libros intonsos, que se han encuadernado sin cortar las barbar a los pliegos que lo componen. Algunos autores recomiendan cortarlos con un naipe.
- No garabatear vuestro interesante y precioso autógrafo en las páginas del título. Ni en ninguna otra parte del libro, advierten los comentaristas.
- No poner en un volumen de un peso, una encuadernación de cien pesos. Para unos la encuadernación no debe superar un tercio del valor de compra del libro, otros simplemente advierte que no debe superar el valor del libro.
- No mojar la punta de los dedos para dar más fácilmente vuelta a las hojas.
- No leer comiendo. Ni comer ni beber leyendo.
- No fiar los libros preciosos a malos encuadernadores.
- No dejar caer sobre el libro las cenizas del cigarro, y aún mejor no fumar leyendo. Esto perjudica a la vista.
- No arrancar de los libros los grabados antiguos.
- No colocar vuestros libros sobre el borde exterior o canal, como se hace frecuentemente cuando se lee y se interrumpe momentaneamente la lectura, en vez de tomarse el trabajo de cerrar el libro después de haber puesto una señal.
- No hacer secar hojas de plantas dentro de los libros.
- No tener los estantes de las bibliotecas encima de los picos de gas. La recomendación a quedado obsoleta pero especialmente la luz solar y el calor de los radiadores siguen siendo terribles enemigos sobre todo de las encuadernaciones.
- No sostener los libros sujetándolos por las tapas.
- No estornudar sobre las páginas.
- No arrancar las hojas de guarda de las tapas.
- No comprar libros sin valor.
- No limpiar los libros con trapos sucios.
- No tener los libros encerrados en arquillas, escritorios, cómodas, ni armarios: tienen necesidad de aire.
- No encuadernar juntos dos libros diferentes.
- En ningún caso sacar las láminas y los mapas de los libros.
- No cortar los libros con horquillas para el cabello.
- No hacer encuadernar los libros en cuero de Rusia. Los distintos comentaristas de estos treinta preceptos no aciertan a comprender este punto.
- No emplear los libros para asegurar las sillas o mesas cojas.
- No arrojar los libros a los gatos, ni contra los niños. Otro amplian la prohibición: “a ningún niño llorón debe permitírsele que admire las miniaturas de las letras capitales, no sea que con las manos húmedas manche el pergamino, pues en seguida toca lo que ve”.
- No romper los libros abriéndolos enteramente y por la fuerza.
- No leer los libros encuadernados muy cerca del fuego o de la chimenea, ni en la hamaca, ni embarcado.
- No dejar que los libros tomen humedad.
- No olvidar estos consejos.
Pues si me pongo a sumar puntos por cada incumplimiento que hago…
Los bibliófilos han hecho suyos estas directrices, claro que se trata de libros que cuidan muy mucho, por así decirlo «especiales».
Todos habremos pecado en algún momento del camino si nos leemos estas recomendaciones.
[…] VÃa […]
Pinar me da otro consejo de lo que nunca deberíamos hacer (Mucho más moderno que los anteriores):
«No usar un libro para alzar el monitor de nuestro ordenador.»
Lo mejor, lo de los gatos y los niños. No sabía el autor de este «Don’t» de 1909 que en la antigua Tracia se practicaba la gatomaquia arrojándoles rollos de papiro expurgados de las bibliotecas, ni que los monjes medievales ahuyentaban los gatos de la cilla monacal a golpes de evangelarios volantes, o que Aldo Manucio ganó en Venecia en 1497 Il Primo Soccorso Gatuno Bibliographico por alejar una plaga de gatos hambrientos de las proximidades del Mercado de Pescado del Lido veneciano a base de dispararles con viejos caracteres tipográficos desgastados, con un tirachinas confeccionado con cuero de Rusia, ni, en fín, que los primeros litógrafos del siglo XIX alisaban las superficies con muñequillas confeccionadas con pieles de gato…
[…] de lectura y libertad es algo implÃcito, sin embargo vÃa El documentalista enrededado me llega 30 prohibiciones a la hora de usar libros. Un conjunto de recomendaciones imperdibles “publicados en The Library Journal de Nueva York por […]
[…] [Via El Documentalista Enredado] […]
Leídas esas treinta recomendaciones, me alegro de leer sólo e-books.
Por cierto, los que las redactaron debían de padecer Trastorno Obsesivo Compulsivo. Es que es para me… y no echar gota.
Bueno, imagino que tampoco hay que tomárselo al pie de la letra. Es más una curiosidad que otra cosa.
😉