No estoy muy seguro, no sé exactamente qué pensarán los diseñadores gráficos o, yendo un poco más allá, los tipógrafos de la cantidad de dispositivos que utilizaremos en un futuro próximo para la lectura. Estos profesionales llevan tantos años devanándose los sesos para intentar que disfrutemos de una experiencia placentera durante el acto de leer, eligiendo tipografías, fotografías y diseñando apoyos en periódicos y revistas, y no nos engañemos en esto hay más ciencia de lo que podríamos considerar en un principio, que es posible que se sientan frustrados cuando contemplen los productos textuales o incluso gráficos tienen que encararse con pantallas de 2’5 pulgadas.
Pero, aparentemente, de momento, habrá que encogerse de hombros a la vez que aseveramos “es lo que hay”. La separación del contenido de un sitio web frente al contenido que pudiese llegar a albergar ya comenzó a producirse con la aparición de las hojas de estilo (CSS) o de una manera decisiva con la sindicación de los contenidos (RSS). La sindicación redujo el trabajo que debía realizar un usuario en la consulta a webs para mantenerse actualizado, delegando esa visita a un programa o una plataforma web. Las páginas web que disponen de esta opción separan el contenido de la presentación, sirviendo pequeñas pastillas de información o el contenido completo, viniendo a demostrar que otra manera de consultar las fuentes de información en Internet era posible sin tener que necesariamente acudir a los marcadores del navegador cada dos por tres. La maquetación, el diseño, la arquitectura de la información de una web quedaban relegadas inmediatamente a un segundo plano, confiando en que los lectores dejarían comentarios dentro de ella y que alguien acabase buscando cualquier cosa en Google y aterrizando en alguna de nuestras páginas. En este caso, la imagen, la intencionalidad de los colores se sacrificaban completamente, mientras los administradores de las webs se adaptaban a una innovación en el consumo de la información. La pregunta que nos debe asaltar es qué puede llegar a suceder cuando el cambio en el consumo se produzca de forma masiva a través de la llegada de nuevos aparatos con los que se accede a esa misma información.
Estos cambios ya se han venido produciendo paulatinamente. Los blogs fueron de primeros en adaptarse rápidamente al cambio de hábito en el acceso a la web, siendo decisiva en el mercado de masas la llegada del iPhone y la obligatoriedad de contratar una tarifa de datos que hiciese posible el consumo de la web a través de aparatos móviles. Las bitácoras más importantes y de mayor tráfico se prepararon para adaptar de nuevo sus textos a las nuevas necesidades de los usuarios, involucionado de hecho las formas de visualizar la información a dispositivos con pantalla pequeña. Se trata de ediciones preparadas para la mínima expresión gráfica, con tipografías básicas o sin definición ninguna esperando que el dispositivo dispusiese de la fuente instalada. Es decir, toda la planificación y control sobre el consumo de esa información caía inmediatamente relegada sobre la necesidad de que el mensaje llegase a su destinatario.
Lo importante ya no pasa por cómo se maqueta la información, cómo se presenta, sino lo importante es que pueda llegar a ser leída. Ya no importa tanto si la consulta se recibe a través de un ordenador, de un teléfono móvil o un e-book (Kindle ofrece que podamos añadir fuentes RSS), lo importante es prepararse para que la información sea accesible, allí donde los lectores estén en el momento que la necesiten, adaptándola en su presentación al dispositivo desde el cual se consulta.
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