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Categoría: Personajes

Dorothy Porter, la bibliotecaria que cambió la catalogación para hacerla menos racista

The only rewarding thing for me is to bring to light information that no one knows. What’s the point of rehashing the same old thing?

Dorothy Porter

Dorothy B. Porter (1905 – 1995) fue una bibliotecaria afroamericana que decidió catalogar durante la década de los años 30 del siglo XX los libros de los autores de color junto a sus colegas blancos retando un sesgo racial dentro del sistema de catalogación decimal de Dewey.

Porter tuvo una carrera destacada y reconocida muy pronto. Se convirtió en la primera mujer afroamericana que completó sus estudios en la Universidad de Columbia obteniendo en 1931 el Bachelors y el Masters (1932) of Science in Library Science. Durante los años que estuvo trabajando en el Moorland-Spingarn Research Center (1933-1973) de la Howard University (EEUU), la colección pasó de 3.000 a 180.000 libros convirtiéndose en un referente durante este tiempo como centro de información y conocimiento sobre la cultura afroamericana, así como por su labor de colección, mantenimiento y preservación de documentos y objetos relacionados con la historia Africana y afroamericana.

Entre otras publicaciones, Porter es autora de las obras de referencia dedicadas a la cultura afroamericana “North American Negro Poets: A Bibliographical Checklist” (1945), “Negro Protest Pamphlets” (1969), “The Negro in the United States, A Selected Bibliography” (1970) y “Afro-Braziliana: A Working Bibliography” (1978).

Según relataba ella misma, en el sistema de Dewey, existía una sección (326) para la esclavitud y otra sección, la 325, para la colonización. Hasta ese momento, se había utilizado el 325 para clasificar a todos los autores ya se tratase un libro de poemas o de cualquier otra naturaleza debajo de estas seccion, lo que para ella era completamente estúpido.

Por ello, Porter comenzó a clasificar las obras por género y por autor para resaltar el papel fundamental de los afroamericanos en todas las áreas temáticas, que ella identificó como arte, antropología, comunicaciones, demografía, economía, educación, geografía, historia, salud, relaciones internacionales, lingüística, literatura, medicina, música, ciencias políticas, sociología, deportes y religión.

La labor de Porter para tratar de ampliar la forma de entender el mundo más allá del punto de vista occidentalizado debería ser reconocida más a menudo. Esta bibliotecaria abordó la marginación de la escritura sobre y por las personas afroamericanas a través de su revisión del sistema de clasificación bibliotecario Dewey, sin embargo su trabajo trasciende este ámbito puesto que ella contribuyó de forma decisiva en la creación de uno de los fondos documentales más relevantes dentro de Estados Unidos dedicados a esta cultura.

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Marc Andreessen, el hombre que vio el futuro

Marc AndreessenA pesar de ser considerado como una de las 100 personas más innovadoras del mundo por la publicación MIT Technology Review, Marc Andreessen prefiere mantener un perfil bajo, aunque podría situarsele a nivel de Elon Musk, Steve Jobs, Bill Gates, Mark Zuckerberg o Larry Page, por citar a algunos.

Nacido en 1971, fue fundador de Mosaic (1993), el primer navegador gráfico de la World Wide Web creada por Tim Berners-Lee. El desarrollo de Mosaic fue una apuesta de Andreseen consciente que el sistema desarrollado en el CERN era superior al Gopher u otros protocolos tempranos de Internet como el FTP que en aquel entonces eran los más populares. El éxito de Mosaic fue arrollador y sobre sus cimientos constituyó la empresa Netscape, que salió a bolsa en 1995, y que fue adquirida por AOL unos años más tardes. Pero tampoco se quedó quieto tras la venta y creó un servicio de hosting denominado LoudCloud (1999) junto a Ben Horowitz que acabarían vendiendo a HP en 2007. Posteriormente, ya con una fortuna personal de 600 millones de dólares, crearía la empresa de Venture Capital Andreessen-Horowitz que actualmente se la considera como una de las VC más importantes de Silicon Valley. Tanto es así que fueron “early investor” en empresas como Facebook, Twitter, Groupon o Airbnb.

Andreessen tiene un pensamiento que podría considerarse como particular, pero muy apegado a la mentalidad del valle. Así considera que los productos y los servicios tecnológicos eliminarán ciertos comportamientos que considera primitivos como pagar en efectivo, ingerir comida cocinada o que la realidad aumentada mejorará nuestra experiencia con el mundo que nos rodea. Sin embargo, este pensamiento que nos podría parecer un tanto excéntrico, le ha conducido a anticiparse a distintas evoluciones en cómo interactuamos dentro de la Red.

Las principales ideas de Andreesen han sido:

  1. Todo el mundo accederá a la Web (estará conectado). Esta idea proviene de 1992, cuando se encontraba desarrollando Mosaic y promocionaba las conexiones a través de dial-up. Su visión crítica de entonces partía de las asunciones por parte de las empresas de telecomunicaciones a la hora de ofrecer el producto. Estas eran en primer lugar que creían que no funcionaría, que la conexión era demasiado lenta, resultaba demasiado cara y que la gente no sería lo suficientemente inteligente para usarla (los consumidores no sabrían qué hacer con ella). El éxito de Mosaic favoreció un aumento de la demanda de este tipo de servicios que consecuentemente mejoraron la oferta. No sólo eso, las personas no sólo se convirtieron en consumidores si no que también en productores.
  2. El navegador será el sistema operativo. Hoy en día con Chrome OS comercializado nos podría sorprender que se cuestionase esa afirmación, pero en 1999 podría resultar chocante. Muchas de las aplicaciones que usamos en la actualidad se encuentran en la Red y sus operaciones son ejecutadas en servidores. Es posible que la gente considere que la Web es un lugar donde buscar información o comprar/vender cosas, sin embargo es un lugar donde se accede a aplicaciones.
  3. Las empresas basadas en la Web se encontrarán en el Cloud (Nube). Andreessen contemplaba el software en una utility, es decir, se transformaba en un servicio barato y accesible como es la distribución eléctrica.
  4. Todo será social. En 2004, lanza Ning que se trataba de un servicio que permitía a grupos de gente crear sus propias apps y redes sociales. Aunque no fue un éxito, el término social se convirtió en ubicuo. Posteriormente, Andreessen invertiría en Facebook, Groupon o Instagram.
  5. El software se está comiendo al mundo. Aunque creamos que Amazon es una tienda, en realidad, es una empresa de software. En 2001, el gigante de Internet llegó a un acuerdo con la empresa editora Borders para la distribución de libros electrónicos. En aquel momento, Borders consideraba a ese formato como irrelevante o no estratégico. Por otro lado, siguiendo la afirmación de Andreessen innumerables sectores se están viendo convertidos en plataformas.

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¿Desarrolló J. Edgar Hoover el sistema de catalogación de la Library of Congress?

Hoover y la Library of CongressJohn Edgar Hoover (1895-1972) fue el primer director del FBI (Federal Bureau of Investigation) y se mantuvo en el cargo hasta el día de su muerte. En un principio, sería designado director de la Bureau of Investigation (Precursora del FBI) en 1924 y posteriormente nombrado director del FBI cuando se creó como tal en 1935. Hoover desempeñó un papel decisivo a la hora de construir y diseñar la oficina de investigación tal y como la conocemos hoy en día y, por ello, el director y actor Clint Eastwood dirigió la película J. Edgar (2011) donde el personaje de Hoover lo interpreta Leonardo di Caprio.

Uno de las actuaciones más relevantes que desarrolló Hoover para la mejora de la investigación policial fue la introducción de la ciencia y de las huellas dactilares para la recopilación de pruebas para de esta manera poder inculpar a sospechosos. Además, también consideró el diseño de clasificación de los expedientes del FBI para la mejora de su recuperación y agrupación de la información.

En la película de Eastwood, se asevera que Hoover trabajó previamente en la Library of Congress y que durante la época en la que estuvo trabajando en la biblioteca nacional americana, cooperó a la hora de diseñar el sistema de clasificación de la misma. Obviamente, esta afirmación llama poderosamente la atención. En la película, di Caprio posee una escena recuperando un libro mediante el catálogo de fichas de la misma biblioteca afirmando que el sistema lo diseñó él. Sin embargo, el hito conseguido por el ex-director del FBI simplemente es falso.

En la página web del FBI dedicada al director, se indica que entró en la Library of Congress (LoC) con 18 años como mensajero y posteriormente se ubicaría en el departamento de compras. La biblioteca, por su parte, le dedicó un texto intentando documentar su paso por la institución a raíz de la película y de los intentos de la productora de intentar documentarse.

La LoC asegura que es difícil obtener documentación de trabajadores tan antiguos y que se debe recurrir a documentos secundarios y fuentes indirectas como listados telefónicos o los propios archivos de una división. En el caso de Hoover, existe documentación (ver imagen) que demuestra que comenzó a trabajar en 1913 con un salario de $360 y que al año siguiente mantendría la misma posición viendo cómo ascendía su retribución hasta los 420.

En 1915, se le traslada hasta el departamento de compras como clerk (trabajador) donde se dedicaba a mecanografiar las órdenes de compra. No hay rastro de que trabajase como catalogador, ni por su posición pudiese haber desempeñado funciones para diseñar el sistema de clasificación bibliotecario. Sin embargo desde la LoC se cree que por la posición que desempeñaba y la situación de su departamento, que se encontraba entre la Classification Division (Donde efectivamente se desarrolló el sistema) y la Catalog Division donde a los nuevos materiales se les asignaba la signatura. Es bastante probable que Hoover quedase impresionado por la eficiencia en la clasificación de los materiales y lo trataría de trasladar al FBI. En 1917, abandonaría la biblioteca para trabajar en la administración pública americana.

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“Steve Jobs” de Walter Isaacson

Parece observarnos desde la portada, con la mirada divertida e inteligente, dedicándonos una sonrisa entretenida, casi pícara. Esta fotografía emula a un retrato que ya le harían en su primera etapa en Apple. En aquella, mucho más joven, con el flequillo característico de aquellos que no tienen nada que perder gracias a su juventud, su mirada es mucho más penetrante, más inquisitiva, más pura. En la segunda fotografía, canoso, con alopecia y con una barba cuidadosamente descuidada; su aspecto es mucho más relajado, parece que ya ha vivido suficiente para haber encontrado su camino, para haberlo cambiado todo y con intención de seguir intentándolo.

El autor, Walter Isaacson, fue invitado por Jobs a componer su biografía para tratar de explicar a sus hijos cómo había construido un imperio tecnológico y el porqué de no haber pasado bastante tiempo con ellos. Isaacson trata reconstruir una personalidad nada sencilla y con múltiples aristas que nace ya marcada desde su nacimiento por su abandono y una búsqueda interior en su juventud que no dio especial resultado, ya que él mismo abandonó a su primera hija, Lisa. Es, por tanto, una biografía oficial marcada por la decisión de Jobs de contar su propia historia, de facilitar el acceso del periodista a sus seres queridos, a sus colegas de trabajo y a sus enemigos más acérrimos. Según cuenta Isaacson, en sus últimos momentos, Jobs le confesó que esperaría a que pasase un año antes de leerla, para que no se enfadarse tanto.

De Steve Jobs nos quedará el recuerdo de sus presentaciones, sus zapatillas, sus vaqueros y su jersey negro. Esas keynotes que solía adobar con el famoso y mágico “Y una cosa más” que empezó a desvanecerse a finales de su última etapa en Apple debido a las filtraciones y descuidos. En su última etapa, Jobs no se sacaría un nuevo conejo de la chistera, pero creó una cultura de entender la tecnología y los objetos que nos rodean que seguirá evolucionando en los años venideros tanto dentro de Apple como fuera de ella. Durante el tiempo que estuvo en activo cambió varias industrias (Informática, musical y cinematográfica con Pixar) con su visión particular del desarrollo y la capacidad de la tecnología disponible barriendo a los competidores que trataban de seguir su ritmo.

Su intensa personalidad se desprende en cada una de las páginas del libro de Isaacson. Su “campo de distorsión de la realidad” impulsaba a sus colegas a llegar a límites insospechados, de hecho, según admitía el equipo desarrollador del Macintosh, “llegamos tan lejos porque no sabíamos que no podía hacerse”. Jobs les exprimía hasta las últimas consecuencias, para él todo o “era una basura o era genial”, no había términos intermedios. Esa audacia, ese comportamiento blanco o negro, lo pagó caro tras ser despedido de Apple justo después de la presentación del Macintosh, y posteriormente su obcecación su propia vida al no querer enfrentarse al cáncer y buscar otras alternativas.

 Isaacson nos presenta a un personaje sin concesiones. En un estilo periodístico, claro y directo, establece una estructura narrativa en la que prevalece el desarrollo profesional de Jobs más que el personal. Sus colaboradores y sus detractores se suceden apoyando la visión de Jobs y a pesar de la divergencia de puntos de vista, confirmando que a pesar de las agrias discusiones, todos concluyen que Jobs solía tener razón.

No acabó sus estudios, no fue un programador, fue una persona sensible y amante de la tecnología que trataba de hacer lo complejo sencillo, que un objeto no necesitase más que un momento para ser comprendido y usado. Isaacson se enfrenta al reto de condensar una vida difícil y una personalidad extraordinaria en 744 páginas y tratar de hacerlo ameno. Lo consigue. Desde luego que se trata de un retrato amable de una vida apasionante y contradictoria, de un ser iracundo y mentiroso en ocasiones, pero que en sus últimos momentos trató de dejarlo todo listo y hacer las paces consigo mismo.

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Steve Jobs, el talento hecho exquisitez

Permitidme que esta vez me desvíe de las principales temáticas que tratamos dentro de este blog y que le podamos dedicar unas líneas a uno de los principales visionarios del mundo de la informática de nuestro tiempo: Steve Jobs. Porque a pesar de todo, el que más y el que menos, se ha detenido alguna vez a probar suerte con uno de los productos de la compañía de Cupertino, ya sea en exposición, en el trabajo o gracias a un amigo.

Por mi parte, la primera vez que puse mis manos sobre un Mac fue en la Facultad de Historia de la Universitat de València, allá por 1997, dentro del aula de informática. En aquel entonces, el funcionamiento de esta aula en esta Facultad se basaba fundamentalmente en el asalto, es decir, más o menos como las puertas de El Corte Inglés el primer día de rebajas, aunque los codazos se repetían todos los días por la mañana y después de comer cuando se reabría el aula. En cualquier caso, esto no debe conducir a la sorpresa, puesto que, teniendo en cuenta que para que los alumnos dispusiésemos de correo electrónico en la Universitat nos tenía que firmar la solicitud un profesor, la penetración de las nuevas tecnologías en aquella Facultad era bastante escasa. En cualquier caso, me imagino que en la Facultad de Informática las cosas marcharían mucho más avanzadas, aunque quién sabe.

A pesar de esto, no fue hasta el año 2000 cuando realmente comencé a trabajar con Mac. Por supuesto que tras entrar a trabajar en el diario Levante-EMV como documentalista. No hace falta decir que el responsable de la sección de Documentación, Alfonso Rodero, era un entusiasta de los Macintosh y siempre sonreía cuando yo le hablaba de Directorios, que era la forma antigua de denominar las Carpetas en el viejo MS-DOS, mientras que los Maqueros ya andaban con ese concepto desde hacía diez años antes, desde 1984.

Desde luego, si hay algo que le debemos a Steve Jobs los usuarios medios es su capacidad de entendernos completamente. Sabe situarse justo en la posición de un usuario medio de la informática, es decir, aquel que tiene miedo a tocar nada del ordenador por si se “rompe”, y desarrollar todo un producto intuitivo y a la vez atractivo visualmente para el usuario. De hecho, las mayores innovaciones de Apple se han producido mientras él ha estado al mando, en la primera época desde 1976 a 1985 y, posteriormente, desde su vuelta en 1996 hasta la actualidad.

Para hacernos una idea de lo avezado de su visión, el primer ordenador destinado al consumo masivo con un sistema operativo utilizando la interfaz de usuario en base a ventanas y con un ordenador, que hoy casi no podríamos vivir, fue comercializada por Jobs en 1984 bajo la denominación Macintosh, mientras que Microsoft no lanzaría su sistema operativo más estable con una interfaz gráfica similar, el Windows 3.0, hasta seis años después en 1990 y que curiosamente la compañía de Redmond ha seguido ofreciendo licencias de uso hasta hace bien poco.

Tras la marcha de Jobs, la marca de la manzana creció durante un tiempo, aunque no pudo con el empuje de otros sistemas operativos, con Windows quedándose con la inmensa mayoría del mercado de gran consumo. Fuera de Apple, Jobs siguió trabajando, trató de lanzar una nueva computadora que se considera actualmente avanzada para su tiempo, NEXT Computer, sin embargo su idea no cuajó debido a los altos costos de la misma. En 1996, NEXT fue adquirida por Apple y Jobs volvería a la empresa que había cofundado para tratar de sacarlas de las pérdidas en las que se encontraba, no sin antes haber ayudado a la fundación de Pixar, una compañía cinematográfica que demostraría que se podía hacer buen cine por animación por ordenador.

El retorno de Jobs trajo nuevos bríos a Apple, mientras cerraba proyectos deficitarios, y habría otros nuevos. De su mano, los Mac volverían a asombrar al mundo con su nueva línea iMac, ordenadores de sobremesa compactos, que integraban la CPU junto al monitor que sacrificaban por vez primera la disquetera, y los iBook unos nuevos ordenadores portátiles pensados para el gran consumo. De su experiencia en NEXT, nacería un nuevo sistema operativo, el celebrado Mac OS X, mientras que se plantearía el asalto hacia el mercado multimedia del que nacería el iPod, que derivaría en la venta de música on-line con la iTunes Store y en los terminales para las telecomunicaciones con el iPhone.

La visión del genio ha sido diseccionada y analizada sin acabar de esclarecer nada. Pero de lo que no hay duda es que para Jobs no existen las medias tintas. Admirado y temido por igual, para Jobs sus subalternos son “genios” o “idiotas” y no hay quien pueda escapar de una montaña rusa de adjetivos. Los abusos personales de Jobs son legendarios: estaciona su Mercedes en los sitios para discapacitados, lleva periódicamente a sus empleados a las lágrimas y los despide en ataques de ira. Pero, también es justo señalar que muchos de los altos ejecutivos de Apple han trabajado con él durante años. Cómo se las arregla para que coexistan esos comportamientos opuestos, generando efectos espectaculares de éxito, es un rompecabezas.

No cabe duda de que la marca Apple se encuentra unida a su liderazgo, Jobs es la quinta esencia de la compañía de la manzana y, al mismo, tiempo su talón de Aquiles, y su delicado estado de salud, desde su primera operación por cáncer de páncreas, aparentemente sólo significan nubarrones para el futuro de la compañía. Actualmente, Jobs se encuentra retirado por baja médica de la máxima actividad al frente de Apple por, según ha informado Apple, un desequilibrio hormonal, aunque los rumores se desataban el verano pasado por su delgadez. Jobs ha delegado funciones y ha preparado un equipo directivo para afrontar su baja, pero tal vez escarmentada por la primera vez que fue operado, la SEC urge que se le informe sobre el estado de salud del CEO de Apple para que los accionistas no se vean afectados. La SEC solicita que información personal del máximo directivo para mantener una acción, una demostración más de que el binomio del talento de Jobs y los resultados Apple son indisolubles.

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¿Predijo Borges Internet? No, fue Paul Otlet

MundaneumHace ya unos meses que se publicó el libro Borges 2.0: From Text to Virtual Worlds en el que su autora Perla Sassón-Henry trataba de realizar un paralelismo entre los mundos imaginados del libro que tenía Jorge Luis Borges con la concepción actual que se tiene de la Red. De este modo, Sassón-Herny contemplaba una predicción de Internet dentro del relato El libro de arena o la Biblioteca de Babel, mientras que los blogs se encontrarían anticipados en el relato Funes el memorioso. Por supuesto que el estudio no se queda sólo en estos tres relatos y señala, además, Tlön, Uqbar, Orbis Tertius que conjuntaba las posibles visiones de un futuro digital del texto.

Por supuesto que esta idea se contempla desde cierto escepticismo como algo traído por los pelos o sustentado con alfileres, porque tal como se nos recuerda en Papel en blanco:

Borges sería el espíritu poético de Internet si no fuera por un detalle que Sassón-Henry parece haber pasado por alto: su pesimismo. La biblioteca universal que contiene todo el saber humano es ininteligible, y aquellos que tratan de desencriptarla acaban perdidos y dementes. El Aleph que concentra todos los puntos del universo en uno es falso, una ilusión, un juguete: a la omnisciencia no cabemos aspirar. Borges, el mismo Borges que creía tan poco en el tiempo que de joven ya se conocía de viejo, sabía perfectamente a dónde se dirigía la especie humana. Él ya vivía ahí. Pero lo que nos dejó suena a advertencia, porque es la historia de un fracaso.

Sin embargo, tal y como se nos recuerda recientemente en un artículo publicado en El País, La Red que cayó en el olvido, los historiadores están recuperando como primer visionario de la idea de una Red para la gestión de la información y el conocimiento a Paul Otlet considerado como el padre de la Documentación moderna. De este modo, Otlet en 1934 concibió la idea de un mundo interconectado en el que «cualquier persona desde su sillón será capaz de contemplar el conjunto de la creación».

En 1895, Otlet comenzó su tarea, junto a Henri La Fontaine, de intentar crear una bibliografía maestra (Mundaneum) que recogiera todo el conocimiento publicado del mundo. Los dos hombres se pusieron a coleccionar datos sobre todos los libros que se habían publicado en la historia, junto con una inmensa colección de artículos de revistas y periódicos, fotografías, carteles y todo tipo de objetos impresos coleccionables. De este modo, de una forma completamente analógica y utilizando fichas, empezaron a crear una inmensa base de datos en papel que contuvo en su momento de apogeo unos 12 millones de registros.

Sin embargo, a medida que el proyecto avanzaba, Otlet se percató de que el Mundaneum se comenzaba a ahogar debido al volumen excesivo de papel, por lo que concibió que fuesen las máquinas las que se encargasen de la sobrecarga de información proponiendo la eliminación del papel en sí. Así pues, comenzó a escribir sobre esa posibilidad de almacenamiento electrónico detallando sus ideas en su libro Monde (1934) donde explicaba su visión de un «cerebro mecánico y colectivo» que acogería toda la información del mundo, accesible rápidamente a través de una red global de telecomunicaciones.

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Y, además, fueron bibliotecarios…

En el blog La Imagen Social del Bibliotecario, que por otro lado ha comenzado su andadura con fuerza, nos ofrecen una serie de textos encuadrados bajo el epígrafe "Célebres, pero por otra cosa". Dentro de ella, nos recogen algunos personajes famosos, sean reales o de ficción, que además fueron o intentaron llegar a ser bibliotecarios.

Una lectura más que recomendable, a la par que curiosa. De momento, el texto está dividido en 8 entregas, aunque es probable que su autor las aumente con el tiempo:

  1. Arlo Guthrie, Lao-Tse, Georges Perec, Mike Tyson, Stephen King
  2. Giacomo Casanova, Papa Pío XI, Mao Tse-tung, Benjamin Franklin, Inmaculada Contreras 
  3. Jorge Luis Borges, Batgirl, Hector Berlioz, Laura Bush, Robert Burton
  4. Gloria Fuertes, August Strindberg, Bud Spencer, David Hume, John Edgar Hoover 
  5. Papa Nicolás V, Anti-Papa Anastasio el Bibliotecario, Abadesa Santa Matilde de Hackeborn, La Puta Bibliotecaria
  6. Jacob Grimm y Wilhelm Grimm, Golda Meir, Alexander Solzhenitsyn, Pío Moa
  7. Johann Wolfgang von Goethe, Bibliotecario de la Universidad Invisible, José Martínez Ruiz "Azorín", Hilda Guevara, Reinaldo Arenas
  8. Benito Arias Montano, Georges Bataille, Johann Christian Friedrich Hölderlin, Marcel Duchamp, Mateo Morral
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