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Categoría: Prensa

Page One: Inside “The New York Times»

La vida de David Carr, periodista de medios de comunicación en la Dama Gris, podría resumir la intencionalidad de este documental. Carr detalla en la cinta su descenso particular a los infiernos. Aprovechando un paseo nocturno por una calle, señala a un indigente totalmente borracho sobre un banco de piedra y lo declara “ése era yo”. Carr describe sin rencor que desde su veintena hasta la treintena fue un adicto a la cocaína hasta el momento que le detienen, momento en el que debe de ascender en la espiral en la que se ha situado. El documental consciente o inconscientemente nos muestra a un periodista, capaz de levantarse asimismo; que considera que su entrada en el Times se le presenta como un renacimiento, una forma de resarcirse de su pasado. El paralelismo es evidente, el periodismo tradicional debe de rehacerse a partir de sus errores y ha de reconducir la situación. Una situación que se antoja harto difícil.

Sorprende comprobar cómo los periodistas aporrean las teclas de sus ordenadores portátiles como si máquinas de escribir desengrasadas se tratasen. Puede que se trate de una herencia de la que les cuesta deshacerse o puede que simplemente traten de establecer esa autoridad maltratando sus ordenadores, conscientes o inconscientes de que aquellos tiempos pasaron a mejor vida. The Times como institución, así como el periodismo de prensa, pasa una de sus mayores crisis condenada a la reconversión industrial. Esa realidad aquí se nos muestra cuando algunos periodistas son despedidos y recogen sus cosas con la mayor resignación y dignidad de la que son capaces. Por supuesto que otros deciden marcharse voluntariamente antes de descubrir cuál va a ser el verdadero futuro de uno de los referentes periodísticos mundiales.

The New York Times se enfrenta al cambio de forma consciente, sabedor que no puede permanecer impasible, tanteando las otros modos de financiación, pero sabiendo que el compromiso de calidad y rigurosidad todavía se encuentra presente en su forma de trabajar. Sin embargo, se demuestra dolido ante dos pecados, dos periodistas que publicaron informaciones falsas de forma consciente uno, de forma semiinconsciente la otra, pero que muestra un flanco desde que el periódico es atacado como falto de rigor.

El repaso del pasado, el presente y el futuro del Times no se ahorra lamentos, muestran el pasado glorioso de la institución y el desconcierto ante un modo de hacer noticias que no saben cómo podrán sostenerlo económicamente en el futuro. Pero Carr defiende al periodismo tradicional, ese que se nos muestra denostado, por distintos foros y en todos los lances sale vencedor, a la vez que sus oponentes callan con miradas circunspectas. Todos los representantes de estas nuevas formas de promover el consumo masivo de informaciones, de producir noticias, tratan de definirse como periodistas, y es curioso que el único que trate de referirse asimismo como tal, sea considerado como “fuente” en vez de periodista por los trabajadores del Times.

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El canto del cisne de la Prensa

Me suele suceder que acudo a sitios donde no debería estar. Debates que podrían considerarse lejanos a mi rumbo profesional actual, pero que no puedo evitar como ciudadano ni como observador y partícipe de nuestra sociedad. Una Sociedad que parece rechazarse así misma, negándose a aceptarse tal como es cuando se mira en el espejo, pero que cae una y otra vez sobre sus propios errores y miseras. Casi se trata de una sociedad ciega y sorda, incapaz de sincerarse y empezar a construirse de nuevo. Imagino que muchas cosas se quedaron en el camino y se perdieron, sin saber ni el porqué ni el cuándo, aunque no faltaron algunas señales.

Lluis Bassets realiza un ejercicio de reflexión hacia el Periodismo, hacia su producto impreso y acepta su final de forma sorpresiva para sus compañeros, con pesadumbre, pero con una mirada hacia el futuro. La presentación de el libro “El último que apague la luz” en la librería Tipos Infames de Madrid juntó a varias caras conocidas del periódico El País. Sindo Lafuente, Soledad Gallego-Díaz que hizo de anfitriona o Juan Cruz se dejaron ver para poner el broche a una tarde de debate y reflexiones en las que el público también estuvo bastante participativo.

El libro de Bassets es toda una declaración de principios para el director adjunto de El País. Parte de la aceptación de que al producto impreso le restan cinco años de existencia y que, en esa coyuntura, los periodistas y la Sociedad deberían prepararse ante esto.

Según el autor, la Prensa ha sido hasta hace poco el mejor artefacto de información jamás concebido hasta el momento, generando tres negocios en uno (Porque en el fondo todo se trata de generar dinero): La venta de espacios publicitarios, la venta de información y la capacidad de dar influencia. De hecho, este modelo ha traído el mejor periodismo en los últimos cuarenta años ya que ha sido capaz de financiarlo. El gran periodismo se realiza gracias a los recursos que aseguran ciertos estándares de calidad, sin embargo la coyuntura económica y la reconversión industrial del sector de la Prensa de recortes generalizados en los medios de comunicación está provocando el cierre de corresponsalías, el despido de periodistas y clausura de secciones enteras. Las expectativas no son halagüeñas, puesto que no parece posible recrear un tipo de negocio como el periódico, ya que el mundo digital fragmenta las audiencias.

El mundo digital plantea distintos escenarios ciertamente complicados para el modelo de negocio tradicional de la Prensa. La progresiva desaparición de productos nacionales perdiéndose la centralidad y fragmentando los intereses, junto a la presión por publicar el primero estrecha la distinción de lo que son rumores de lo que es realmente la información. El periodismo de prensa pensado como un producto cerrado de interés general y reposado sufre una crisis de identidad, una bipolaridad entre lo impreso y lo digital en la que el papel tiene pocas oportunidades de salir victorioso. Además, lo que está sucediendo ahora mismo en el sector de la Información es que la demanda la que reconstituye el mercado y no la oferta como sucedía hasta ahora. Y para cerrar el círculo del complejo entorno de la prensa, no existe un modelo de negocio establecido y viable en el mundo digital.

El periodista también sufre los envites de la Web, las redes sociales también están reconfigurando la figura tradicional del periodista. Si bien el periodista ha firmado tradicionalmente sus informaciones, el producto cerrado del periódico y su cadena de edición aseguraban cierta integridad al producto final. Hoy en día, es el periodista el que debe crearse su propia marca, su propia identidad digital a través de su espacio digital personal ya se trate en las Redes Sociales o en los blogs. De hecho, los medios de comunicación del futuro se cimentarán sobre una marca y distintas marcas agregadas que aportarán los propios periodistas.

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La dicotomía del grupo PRISA: «El Huffington Post» y «El País», dos productos diferenciados para los nuevos tiempos

No son buenos tiempos para los medios de comunicación. En España, la llegada de la crisis económica los ha situado en serios aprietos económicos debido a que durante los años de bonanza muchos de ellos habían apostado por aventuras multimedia de las que algunos han tenido que desinvertir para sobrevivir. Las noticias de Expedientes de Regulación de Empleo (EREs) en los medios y agencias de comunicación de todo color político y soporte de difusión se suceden mes a mes. Mientras, las perspectivas no mejoran en ningún sentido, indicando las previsiones que se producirá un empeoramiento de la situación de los balances de situación de las empresas editoras al menos hasta que pase el verano.

Sin embargo, a pesar de tratarse de un sector en una reconversión industrial brutal, existen apuestas por la experimentación y los nuevos formatos. Tanto de periodistas muy activos en la Internet española como medios de comunicación que surgen de o bien periodistas afectados por estos EREs o bien de nuevos periodistas recién salidos de las facultades de información tratan de establecerse de forma independiente y con bajas inversiones. Pero también las grandes empresas editoras arriesgan con nuevos formatos, eso sí, extienden cheques y adquieren know-how y marcas. Éste es el caso del grupo PRISA y su El Huffington Post (HuffPo).

El grupo PRISA adquiere a Arianna Huffington no sólo la marca y la plantilla, además del 50% de la sociedad creada para albergar el proyecto empresarial del HuffPo español, si no también su know-how de forma que los periodistas de su versión americana enseñan a sus homólogos españoles cuáles han sido sus casos de éxito.

Desgraciadamente el nacimiento del HuffPo no podría traer sino polémica. Su versión americana nació de la agenda de Arianna Huffington y las redes de contactos que ya tenía establecidos previamente. De esta manera, invitó a personajes populares a abrir su blog dentro de su sitio web, el HuffPo, para posteriormente incorporar a profesionales. El HuffPo americano dispone de una plantilla de 200 personas a los que habría que añadir los miles de colaboradores que no cobran por su trabajo pero que publican sus textos e informaciones dentro del HuffPo y que se sintieron profundamente molestos cuando Arianna vendió su nuevo medio de comunicación a AOL por lo que cobró una buena suma, mientras que sus colaboradores no vieron un dólar.

En el caso español, tras la agitación y propaganda desarrollada por PRISA, para la adquisición de la marca y su puesta en marcha en el ámbito hispano (el HuffPo tiene ediciones en Francia, Gran Bretaña y espera establecerse en breve en Canadá e Italia) del nuevo medio sólo pudo provocar recelos y desconfianzas de un proyecto que bebía de las fuentes de su hermana mayor americana. Una plantilla de ocho periodistas con un buen puñado de colaboradores que no cobrarían por sus trabajos. Algunos consideraron que el HuffPo atacaba a los periodistas y una forma de entender la profesión lo que encendió los ánimos en la Red.

PRISA, editora de uno de los diarios más importantes de España, no quería tirar piedras sobre su propio tejado. El HuffPo era una nueva forma de generar audiencias e información, pero no podía ser competencia directa de El País en cuanto calidad. De hecho, El País dispone de una muy buena red de blogs de expertos y colaboradores. Su primer día en la Red atrajo muchas miradas y también infinidad de críticas empezando por el montaje de la fotografía que abría su portada que algunos consideraron de muy baja calidad. El cineasta Alex de la Iglesia hizo llegar ese malestar que percibía a través de Twitter a Montserrat Domínguez. Muchos profesionales de la comunicación están molestos con este nuevo proyecto que venía a sumarse a un sector enfermo como puntilla. Finalmente, tengo que reseñar aquí las distintas misivas que se entrecruzaron Montserrat Domínguez y el periodista Javier Pérez de Albéniz del medio digital  Cuarto Poder con réplicas y contra réplicas:

Espadas en alto para un sector demasiado vapuleado por demasiados frentes. En cualquier caso, el HuffPo español no sólo tiene que enfrentarse a los recelos de todo un colectivo, si no que hay que tener presente que España como mercado no es Estados Unidos, que el HuffPo nació en 2005 y han pasado siete años desde entonces; y que hacerse un hueco a la sombra de El País va a ser terriblemente complicado aunque se trate de diferenciar productos. Y más teniendo presente el estado de ánimo del sector informativo español, en el que incluso para el Consejero Delegado de PRISA, Juan Luis Cebrián, los medios de comunicación están muertos ya.

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La fotografía documental sin filtros, gracias

A la Fotografía le costó hacerse un hueco entre aquellas disciplinas consideradas como Arte. En sus orígenes, que situaremos para nuestra comodidad a mediados del siglo XIX, la captura de la luz mediante ópticas y químicos no podía hacerle sombra a disciplinas como la pintura de la que heredaba muchos conceptos estéticos en cuanto a perspectivas y composición. El resumen simplista quizá podría consistir en: Cualquier puede realizar una fotografía, casi nadie podría realizar un cuadro.

Sin embargo, la fascinación de la captura de esa realidad inició un trabajo de documentación de la vida en la que se buscaban paisajes, ciudades e incluso personas. Pero ya desde un principio esa realidad capturada podía no ajustarse a los cánones estéticos y había que empujarla con el retoque a pincel de esas imágenes. De hecho, casi como sucede actualmente, el fotógrafo disponía de un artista/retocador que mejoraba las sombras y los fondos a mano alzada. Desde los orígenes de la Fotografía, la captura de la realidad necesitaba ser mejorada en mayor o menor medida.

Por supuesto que las imágenes también podían ser mejoradas en laboratorio. Jugando con los tiempos de exposición y revelado, se podrían aclarar u obscurecer zonas específicas de las imágenes, mejorando el contraste global de las imágenes e incluso dándoles otras tonalidades a las imágenes mediante lo que se denominan virado o virajes.

Mientras tanto, la Fotografía rompía sus costuras horizontalizándose y popularizándose sobre todo con la aparición de la empresa Kodak, apareciendo cámaras más pequeñas, nuevas composiciones químicas y materiales mejorando el proceso hacia su industrialización. Por supuesto que los motivos y las composiciones se hicieron más abstractos en la que los fotógrafos buscaban una forma de expresarse mediante la manipulación de los negativos, de sustancias, etc. Es decir, no era necesario mostrar la realidad tal como era, si no como quería el artista mostrarla.

Ese debate, esa dicotomía fotografía real-manipulada o forzada es una constante hasta nuestros días en la que la digitalización ha horizontalizado aún más si cabe el acceso a la misma. La fotografía digital rompe de nuevo sus costuras con su asunción dentro de los dispositivos que siempre llevamos en nuestro bolsillo (los teléfonos móviles) y los complementos que «mejoran» esas imágenes obtenidas a través de cámaras limitadas: Los famosos filtros que aportan distintos programas de edición fotográfico como, por ejemplo, Instagram.

Llegados a este punto, cabe señalar la Fotografía es una disciplina sufrida, muy dependiente de las modas. Si hasta hace poco el famoso HDR era amado y odiado a partes iguales, otro tanto podría decirse de esos filtros que tratan de enmascarar la toma con colores chillones, contrastes imposibles o saturaciones excesivas. Por supuesto que la popularización de esos filtros no tiene nada de malo hasta que saltan a la fotografía documental y al fotoperiodismo, hasta que National Geographic dijo basta.

Personalmente, me encanta el fotoperiodismo. Esa realidad cruda que nos cuesta tanto aceptar en ocasiones. Tiene un poco de momento decisivo, de compromiso social y de riesgo para la integridad del fotógrafo que pocos serían capaces de asumir. Por supuesto que el fotoperiodista tiene prohibido manipular sus imágenes, salvo para la mejora básica de luces y sombras. El uso de filtros está terminantemente prohibido e, incluso, no pueden enviar sus fotos en blanco y negro a sus medios de comunicación o agencias.

National Geographic no hace fotoperiodismo estricto pero su trabajo de documentación es innegable. Sus argumentos para denostar los filtros y las modas fotográficas (como el HDR) son sencillos pero demoledores: El mundo ya es lo suficientemente bonito para que intentes mejorarlo con el Photoshop, sólo captúralo.

Obviamente, el debate continuará.

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Google vs. Documentalistas

[…] Y, sin embargo, los periódicos y las grandes empresas de medios siguen preparando los mismos tipos de productos, de la misma forma. La única variación es que aprovechan Internet y sus fenómenos relacionados para recortar los costes de hacer lo mismo. Así, se reducen las caras corresponsalías en el extranjero para reemplazarlas por agencias de noticias y la lectura de periódicos y páginas web del país que se desea cubrir. Las suscripciones a agencias se reducen, y desciende la inversión en departamentos de documentación, reemplazados por búsquedas en Google. Los correctores son eliminados, sustituyéndolos por sistemas automáticos de ortografía; los redactores jefes y periodistas veteranos son eliminados, y su lugar es ocupado por jóvenes animosos, pero sin experiencia y mucho más baratos. El objetivo es recortar al máximo los costes de hacer el mismo producto que se ha hecho siempre: un periódico con las secciones típicas y compuesto de noticias. […]

CERVERA, Jose. Desindustrializar la prensa: una propuesta de supervivencia para los medios del próximo siglo. En: Perogrullo, 8 de junio de 2012 [On-line]

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El hashtag mató al titular

Los manuales de estilo periodísticos son muy estrictos a la hora de redactar titulares. La lectura de un artículo periodístico comienza con ellos, tienen que reducir una pieza informativa a la mínima expresión, no tienen porqué ser frases completas, no tienen que hacer referencia a títulos de películas o libros (O eso intentan los correctores de estilo), tienen que ser impactantes, originales, atractivos, no pueden superar cierta extensión, etc.

Desde luego que la Prensa e Internet nunca se han llevado demasiado bien, ni desde el punto de vista del modelo de negocio ni desde el punto de vista de la composición de los textos. Escribir para Google es una de las críticas achacables a esa transición, matando los dobles sentidos, acabando con la riqueza del lenguaje e intentando ser lo más descriptivo posible para ser localizado en el maremágnum de las páginas que pueblan la Red. El redactor parece constreñirse más en el hiperespacio que sentirse libre en un lugar donde la dictadura del espacio disponible, de las líneas o los caracteres, es prácticamente inexistente.

Sin embargo, actualmente, la dictadura la marcan otros y son estremadamente extremadamente crueles con los usos y costumbres que hace un año nos hubiesen parecido imposibles. Google comienza a declinar en su capacidad para difundir noticias y fomentar su consumo. La Red impone su ritmo incluso a las empresas que nacieron de ella. La empresa de Mountain View parece incapaz de seguirle el ritmo a una sociedad que acelera ad infinitum el consumo de noticias e informaciones. Los periódicos se han dado cuenta y comienzan a escribir para otros.

El Hashtag no nació de Twitter, lo crearon sus usuarios intentando agrupar las informaciones sobre un mismo tema. Fue espontáneo, pero Twitter lo adoptó como un elemento más de su propio ecosistema informativo. Actualmente, el hashtag asalta el medio impreso, sus titulares. En esta ocasión, el medio busca la generación de ruido, que el titular se desplace a Twitter que genere debate, que pueda ser monitorizado y evaluado, que el ruido redunde en la lectura de su artículo, que el titular y el hashtag sean uno. El lector del medio impreso menos avezado no entenderá qué es eso, una almohadilla junto a un nombre (#nimileurista), pero esos textos están destinados hacia una generación joven copada por una crisis económica que les impide su desarrollo personal y profesional. Una generación que usa Twitter de forma intensiva y que el periódico busca que comenten el reportaje y los que le seguirán al primero.

Desde luego que el hashtag no matará al titular, simplemente se metamorfoseará en el nuevo lenguaje comunicativo de la Red y de sus usuarios más intensivos. La información buscará su salida en las nuevas formas comunicativas, perseguirá la forma más eficiente de ser difundida, como si de la Evolución se tratase. La información aún quiere ser libre.

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La asincronía de la Redacción de prensa también llega a Documentación

Periódicos en tabletasEl profundo debate sobre las redacciones integradas, separadas o mixtas en el que llevan inmersos los medios de comunicación impresos tras la irrupción de la crisis económica ya hace más de un lustro -Aunque debemos tener presente que la crisis del modelo económico de los medios ya se preveía durante la crisis del año 2000-, no ha podido dejar de salpicar a otros trabajadores auxiliares de la misma como, fundamentalmente, los documentalistas de prensa. Puede que nos contituyamos como una rara avis según los años vayan venciendo, algo prescindible según los automatismos y, ¡albricias!, los técnicos informáticos aseveran que los sistemas de gestión de información pueden recuperar la información de forma rápida y sencilla -Disculpadme la ironía-. Sin embargo, desgraciadamente, los efectos de esta transición ya van salpicándonos lentamente incluso en aquel bastión que nos quedaba y que nos diferenciaba para realizar un producto de calidad: La documentación de texto.

Porque el archivo de un medio de comunicación impreso constituía su memoria, el lugar al que acudir para repasar temas, para obtener ese dato que de otro modo sería terriblemente complicado conseguir de otra fuente documental, para comprobar si cierta pieza de información se ha publicado o simplemente para contrastar cómo se publicaron. Pero la diferenciación de las redacciones, la impresa y la digital, provoca que el producto final no sea ya un producto totalmente integrado, sino más bien un producto difuso que se quema nada más salir de la imprenta. Ya no se trata de que lo que se publicó ayer, hoy está pasado, sino que aquello que se publicó esta mañana a las 6 de la madrugada, a las 12 del mediodía ya ha sido machacado por la actualidad. Este proceso acelerado convirte al papel en un producto del siglo XX que parece deshacerse cuando es tocado, que pierde valor irreflenablemente según el segundero avanza inexorablemente.

En el plano de la documentación de prensa, ya no resulta suficiente almacenar lo impreso, hay que controlar también lo que se publica en digital. La negación de lo obvio sólo puede llevarnos a disgustos, mientras que esa parte de la plantilla crece en recursos humanos y va adquiriendo mayor importancia mientras absorbe otros. Estaremos completamente ciegos y seremos unos incautos si consideramos que la solución de todos los males digitales pasa por Google. Si convertimos a este buscador, o cualquier otro, como único medio para recuperar informaciones atrasadas sin un mínimo de tratamiento documental, caeremos en los consecuentes peligros que ello conlleva y bien conocidos por todos.

El futuro debe contemplar necesariamente la integración de los procesos de producción del producto informativo de tal manera que las informaciones se encuentren integradas y sean fácilmente trasladables de un formato a otro (Web, papel, móviles, tabletas…). En definitiva, que la presentación no prevalezca sobre el contenido. Nuestra batalla diaria.

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