Como recientemente se pudo comprobar en la última edición de premios Bitácoras, en la que dos blogs bibliotecarios o biblioblogs eran finalistas en la categoría de mejor bitácora temática, la Biblioblogosfera se está convirtiendo un fenómeno a tener en cuenta.
Quizá la explicación sea que, sin incluir a los informáticos, las nuevas generaciones de bibliotecarios y documentalistas somos de los pocos profesionales que cuentan con una formación tecnológica suficiente y, por esto, los bibliobloggers formamos ya un colectivo muy amplio. Pero no nos engañemos: los biblioblogs están hechos en su mayoría por estudiantes o profesionales con grandes inquietudes por el tema, pero no por instituciones bibliotecarias que utilicen éstos como un servicio más para sus usuarios. Yo al menos no conozco ningún blog “de biblioteca” en España.
Teniendo en cuenta que España no es precisamente el país más tecnológicamente avanzado del mundo, y que aquí las bibliotecas arrastran una tradición humanística que en ocasiones parece ir en contra de todo avance tecnológico; no es de extrañar que un fenómeno tan recientemente introducido en nuestro país como es el de los blogs, no haya calado suficientemente en el mundo bibliotecario.
Pero en esta ocasión, la carencia de blogs “de bibliotecas” no es algo exclusivo de España. En el mundo anglosajón, que siempre por delante de nosotros se ha convertido en nuestro único referente (¡a saber que ocurre en la biblioblogosfera francófona! y ya no digo en otros idiomas), también se produce el hecho de que los biblioblogs estén ligados mayoritariamente a personas, y no a instituciones. Ésta es al menos una de las conclusiones que pueden extraerse de la lectura del libro Weblogs and libraries, de Laurel A. Clyde.