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Mes: marzo 2010

Los documentalistas y la censura de Internet en España

Tremendamente sorprendido me quedé leyendo la sección El Acento del diario El País del pasado 13 de marzo. En ella, se realizaba una reflexión sobre la última polémica relacionada con Google sobre el encuadre que hacía el buscador de la Administración española y su tratamiento de la Web situando a nuestro país al mismo nivel que China o Irán en cuanto a censura de la Red.

Después del impresionante revuelo generado en España, con desmentidos desde la Administración estadounidense y Google España, dentro de esta sección de opinión del diario, que en general dispone de un tono informal, se reprochaba en el artículo Algo interesante para leer a la vicepresidenta de Google, Nicole Wong, sus dos faltas al situar a España como enemiga de la libertad de expresión en la que se señala sus carencias a la hora de documentarse. En concreto, dentro del texto se puede leer:

Ahora ha sido la vicepresidenta de Google, Nicole Wong, quien ha demostrado un reincidente analfabetismo. En apenas una semana y en dos ocasiones ha incluido a España en una lista negra de Gobiernos que acechan Internet. Y lo hizo sin improvisar, porque lo llevaba escrito. Si la primera vez pudo ser un error de sus documentalistas, la segunda ya entra en el terreno de la mala fe o, lo más probable, de una persistente ignorancia. Permaneció impasible en el error.

¡Ay, los documentalistas! Esa figura que sólo es recordada o cuando la información no aparece o se trata de un error. Qué le vamos a hacer.

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No le digas a tu lector cómo debe visualizar tus páginas web

Hace ya un tiempo, un webmaster tuvo el valor de considerar que aquellos que bloqueaban la publicidad no eran dignos de leer sus contenidos. De hecho, concluyó que aquellos que utilizaban el navegador Firefox no podrían ver sus páginas porque éste apoyaba y soportaba el desarrollo de addons que impedían ver la publicidad de la que su sitio web se nutría. Su acción fue audaz y redireccionó a todos sus visitantes que utilizasen Firefox hacia un sitio web creado exprofesso con el fin de tratar de educarlos de una forma ejemplerizante. La polémica fue enorme y precisamente, nacida de ello, escribimos un texto donde recogíamos aquellos hechos.

Tiempo después no fue un editor web el que decidió intervenir en el bloqueo de la publicidad web, sino el desarrollador de uno de los complementos más populares de Firefox. En este caso, cuando se instalase su addon, NoScript, el programa buscaría la instalación Adblock Plus y añadiría una excepción en la lista de elementos bloqueables del complemento que incluían todas las páginas que el desarrollador mantenía. También en esta ocasión el debate fue muy intenso y, finalmente, la extensión de Adblock Plus añadió la funcionalidad que fuese el usuario el que decidiese en qué sitios web quería visualizar la publicidad de una forma sencilla y directa.

Pero parece ser que a esta historia se le van añadiendo capítulos sin remedio. La semana pasada, el sitio web Ars Tecnicha realizaba un experimento del que, según admitían sus administradores, salieron trasquilados. Esta vez, el sitio detectaba aquellos internautas que bloqueaban la publicidad que en Ars Tecnicha servían y simplemente no les mostraban sus contenidos. Según Ars Tecnicha la utilización de bloqueadores de publicidad “puede ser devastador para los sitios que te gustan. No estoy haciendo un argumento de que bloquear anuncios es una forma de robo, o es inmoral o no ético, o que te hace el hijo del diablo. Puede dar lugar a que personas pierdan sus puestos de trabajo, puede resultar en menos contenido en un sitio determinado, y sin duda puede afectar a la calidad del contenido. También puede hacer que los sitios en un verdadero giro de publicidad de la muerte. Al bajar los ingresos por publicidad, muchos sitios empiezan a ejecutar publicidad de una naturaleza verdaderamente cuestionable.”

El experimento, por supuesto, tuvo reacciones dispares. Algunos lectores añadieron a Ars Tecnicha en sus white-lists, mientras que otros protestaron amargamente, mientras que algunos señalaron que deberían haber avisado. Finalmente, en Ars se percataron de su error y tomaron la resolución de entonar el mea culpa. “Cometimos el error de suponer que todo el que está bloqueando los anuncios de Ars lo hace con malicia. Según parece, sólo son unas pocas personas las que actúan así, y muchos (¿la mayoría?) nos indicaron que están dispuestos a ayudarnos.”

Así pues, el difícil equilibrio que han de adoptar los webmasters parece pasar por el respeto por el lector. De hecho, de estas experiencias podemos extraer una serie de conclusiones sencillas en la forma pero que pueden antojarse difíciles dependiendo de qué casos:

  1. Tenéis razón. Queréis rentabilizar vuestro esfuerzo y, actualmente, en la Web sólo existe la vía de la publicidad.
  2. Debéis respetar a vuestros lectores. Realizar acciones unilaterales, sin consultar pueden tener justo el efecto contrario. Vuestros lectores fieles, aquellos que os dan volumen y fidelidad, pueden desaparecer sin dejar rastro.
  3. La conversación siempre puede ser mucho más edificante que las acciones unilaterales. Además, crea y refuerza la marca.
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Se abre la veda contra Google

Escribíamos hace unos días sobre los distintos frentes que a la compañía de Mountain View tenía abiertos en sus diversas áreas de su negocio. La semana pasada, el diario El País en su suplemento dominical Negocios dedicaba una serie de reportajes a estos mismos problemas que nosotros citábamos. Por su mayor profundidad, os recomiendo que les echéis un vistazo, aunque no citan la famosa Tasa Google que quiere implementar Francia y que, en España, parece despejarse hacia la neutralidad red.

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Citas al libro /37

“El mundo está lleno de libros preciosos que nadie lee”
Umberto Eco

“Entre un hombre culto y un erudito hay la misma diferencia que entre un libro y un índice de materias”
Thomas Say

“Hay cuatro cosas viejas que son buenas: viejos amigos para conversar, leña vieja para calentarse, viejos vinos para beber y viejos libros para leer”
Émile A. Faguet

“Hay que tener cuidado con los libros de salud; podemos morir por culpa de una errata”
Mark Twain

“La historia verdadera está en los periódicos y no en los libros”
Enrique Jardiel Poncela

“La mayoría de los lectores meten sus libros en la biblioteca; la mayor parte de los escritores meten su biblioteca en sus libros”
Nicolas Chamfort

“La pasión por la literatura, como todos los buenos vicios, se acrecienta con los años, y con el tiempo se descubre que lo importante no son los libros que se escriben, sino el hecho de escribirlos, el tránsito hacia el libro”
Mario Vargas Llosa

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Modos de leer en el Metro

Una de las cosas que más echo de menos desde que dejé la vida como estudiante son los viajes en Metro. No porque me haya convertido en uno de esos personajes que usan el coche para ir a la farmacia de la esquina, sino porque mis trayectos ahora son demasiado cortos, de escasas estaciones. Fue Daniel Pennac el que definió al Metro parisino la mayor biblioteca ambulante del mundo y aunque el de Valencia no se le acerca, esta ciudad, como otras, sufren también la transformación de los hábitos de lectura de sus viajeros.

Si os fijáis un poco, aún es posible ver a personas que forran sus libros con papeles de periódicos para que no sepamos cuál es el objeto de su lectura, otros que retuercen las tapas de los libros convirtiendo al libro en una simple cuartilla y otros que lucen orgullosos los tejuelos de las bibliotecas de donde tomaron prestados sus ejemplares. Yo ya dejé de leer, me he apartado de esos hábitos, algo que lamento porque, junto a verse deslizarse el paisaje mientras escuchaba música, era una de las formas que más me gustaba a la hora de perder el tiempo al mismo tiempo que viajaba. Realmente, no tengo forma de saber cuando volveré a ser uno de ellos. A la vez que tampoco sé cómo leeré, ni bajo qué soporte.

Hace unas semanas, me percaté que en un radio de cinco metros tres lectores se aprestaban a sus lecturas de formas muy distintas pero muy evidentes. Por un lado, el lector tradicional que tenía recostada su cabeza en una de las barras agarraderas de las que siempre echamos mano aquellos que no tenemos la fortuna de viajar sentados. Lo cierto es que parecía que su libro fuese bastante plúmbeo por la posición de su lectura, aunque hay lectores para todos los gustos. Por otro, el lector apresurado que utilizando su móvil deslizaba el texto, muy intrigado y con la cara cercana al terminal, incitándome a tratar de dilucidar si se trataba de SMS o de un texto muchísimo más largo. Mientras que un poco más allá, se encontraba el lector avanzado, que orgulloso mostraba su eBook, no era un Kindle, no; sin el menor reparo apoyando sus codos sobre los muslos.

Fue fascinante, tres lectores, tres modos de leer tan distintos en el reducido espacio de un vagón. Para aquellos que no nos dimos cuenta antes, los tiempos ya han cambiado.

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Leer es caro

Sucedió que, en una jornada de financiación de la Investigación y Desarrollo, una responsable de I+D de una empresa se quejó amargamente de que leer era caro. “La formación no sólo son cursos, también lo es la lectura. Formación también es leer, leer y leer; y leer es caro.” Esta persona parecía hallarse en una contradicción en un momento en el que acceder a la información nunca fue tan sencillo y tan barato.

Actualmente, los científicos no necesitan de desplazarse a bibliotecas lejanas para acceder a una tesis o a realizar búsquedas bibliográficas. La mayoría de las fuentes de información secundarias se encuentran accesibles a través de la web de forma gratuita (o una gran parte de ellas), mientras que las universidades realizan una gran inversión de sus presupuestos para permitir a sus investigadores que accedan al documento primario de una forma sencilla y ágil. Los investigadores universitarios reconocen que cada vez con menos frecuencia disponen de la necesidad de desplazarse hasta sus bibliotecas del campus, casi todo se encuentra en línea. Es decir, el esfuerzo de los investigadores para documentarse ha disminuido, lo que conlleva un aumento de su productividad, pero esto bien sucede en las instituciones públicas.

¿Qué sucede en los otros motores de la I+D? ¿Dónde quedan los investigadores y los innovadores de las pymes o pequeños centros de investigación? ¿Qué mecanismos les quedan a ellos para acceder al documento primario? Si cada artículo científico tiene un coste de media de 30$, ¿qué pyme se encuentra dispuesta en realizar el gasto de 300$ para artículos que, en ocasiones, se reducen a una crítica de un libro de dos páginas? ¿Cómo puede justificarlo ante sus gerentes?

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