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Modos de leer en el Metro

Una de las cosas que más echo de menos desde que dejé la vida como estudiante son los viajes en Metro. No porque me haya convertido en uno de esos personajes que usan el coche para ir a la farmacia de la esquina, sino porque mis trayectos ahora son demasiado cortos, de escasas estaciones. Fue Daniel Pennac el que definió al Metro parisino la mayor biblioteca ambulante del mundo y aunque el de Valencia no se le acerca, esta ciudad, como otras, sufren también la transformación de los hábitos de lectura de sus viajeros.

Si os fijáis un poco, aún es posible ver a personas que forran sus libros con papeles de periódicos para que no sepamos cuál es el objeto de su lectura, otros que retuercen las tapas de los libros convirtiendo al libro en una simple cuartilla y otros que lucen orgullosos los tejuelos de las bibliotecas de donde tomaron prestados sus ejemplares. Yo ya dejé de leer, me he apartado de esos hábitos, algo que lamento porque, junto a verse deslizarse el paisaje mientras escuchaba música, era una de las formas que más me gustaba a la hora de perder el tiempo al mismo tiempo que viajaba. Realmente, no tengo forma de saber cuando volveré a ser uno de ellos. A la vez que tampoco sé cómo leeré, ni bajo qué soporte.

Hace unas semanas, me percaté que en un radio de cinco metros tres lectores se aprestaban a sus lecturas de formas muy distintas pero muy evidentes. Por un lado, el lector tradicional que tenía recostada su cabeza en una de las barras agarraderas de las que siempre echamos mano aquellos que no tenemos la fortuna de viajar sentados. Lo cierto es que parecía que su libro fuese bastante plúmbeo por la posición de su lectura, aunque hay lectores para todos los gustos. Por otro, el lector apresurado que utilizando su móvil deslizaba el texto, muy intrigado y con la cara cercana al terminal, incitándome a tratar de dilucidar si se trataba de SMS o de un texto muchísimo más largo. Mientras que un poco más allá, se encontraba el lector avanzado, que orgulloso mostraba su eBook, no era un Kindle, no; sin el menor reparo apoyando sus codos sobre los muslos.

Fue fascinante, tres lectores, tres modos de leer tan distintos en el reducido espacio de un vagón. Para aquellos que no nos dimos cuenta antes, los tiempos ya han cambiado.

Publicado en Visto/Leído

5 comentarios

  1. JesusC JesusC

    Hola:

    me gustan mucho las reflexiones que nos cuentas de vez en cuando en tu blog. No sólo en el contenido sino en la forma, realmente sabes expresar y comunicar muy bien tus ideas.

    Me quedo con la idea de como muchas veces tenemos que abandonar el habito lector por cuestiones ajenas: yo tambien tengo pocas paradas de metro, me da apenas para 2 o 3 paginas, y asi no es cuestion de leer un libro. Yo soy de los que le gustan sumergirse durante horas en la lectura, y si no poseo ese tiempo, prefiero no leer, pues no disfruto de la lectura.

    Por otra parte, yo creo que los que colocan un forro para los libros no lo hacen para ocultar, sino por proteger las portadas, no? por lo menos yo lo haria para eso 😉

    Un saludo

    • Sí, a mi también me gusta de vez en cuando pararme y reflexionar un poco sobre lo que voy viendo, en cualquier sitio, y me sorprende. Porque todavía me sorprendo de muchas cosas.

      Y sí, mi hábito lector está hecho unos zorros últimamente, debería tratar de corregirme, aunque otras cosas llaman mi atención y nunca parece que esté dispuesto a ello.

      Puede ser que los forros de los libros sea para proteger el libro, pero es mucho más romántica la idea de la lectura prohibida, ¿no?

      Gracias Jesús!

  2. Este post me ha encantado.
    Lo que me fascina es la gente que se empeña en leer el periódico a pesar de que no hay espacio de ningún tipo.
    Hace falta mucha educación.

  3. Oli UNAM!! Oli UNAM!!

    Creo que el metro es el mejor medio de transporte!, llegas a cualquier sitio, es barato y puedes leer!! (es que a mi leer en un autobus me marea bastante :s) Y no solo leer, algo que me entretiene cuando olvido mis libros es observar a las personas, es increible lo variado del paisaje, están aquellos que corren a sus destinos sin dirigir mirada a alguien, otros, van tan lento que miran todo y a todos y, a veces, se detienen frente a los mapas del metro unos segundos -quizá están perdidos o tal vez viajan sin rumbo fijo-para después reanudar su viaje. Aquellos que viajamos muchas estaciones tenemos la fortuna de divertirnos observando a los diversos personajes-digo personajes por que algunos en verdad parecen salidos de caricaturas-que viajan en metro; en lo personal, uno de mis pasatiempos favoritos es inventar historias en torno a ellos, empiezo, por ejemplo, con el sujeto A un delgaducho joven que tiene la mirada perdida-y, pienso-quizá se imagina a su musa, la que seguro no tiene idea de su nombre, pero a la que adora ciegamente-quizá no ciegamente, seguro es de esas chicas lindas…como aquella!-si, B debe ser de esas mujeres que tienen a todos bajo sus pies….

    jaja, en fin….a mi me entretiene, no solo leer en el metro es entretenido, podemos crear nuestras propias historias con la infinidad de gente que viaja a nuestro lado.

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