Esta va a ser, espero, la última vez que haga referencia al estupendo libro de Francisco Mendoza Díaz-Maroto, La Pasión por los Libros, que nos sirve como una somera, pero muy interesante, introducción a la Bibliofilia. Como nos podemos imaginar, los amantes de los libros, además de tener ingentes cantidades de ellos, también gustan de tenerlos organizados, así que deben de desarrollar técnicas para catalogarlos y clasificarlos. Los bibliotecarios hemos desarrollado estas técnicas que estudiamos bajo el nombre de Biblioteconomía, pero los bibliófilos deben de tratar de solucionar sus problemas por ellos mismos y Mendoza Díaz-Maroto aporta algunas ideas. Es ahí de donde extraigo sus ideas y sus conclusiones, robándole el título de un breve apartado, que sin embargo encontraréis al menos curioso. Debo de señalar que el libro está escrito en un lenguaje ameno y divertido, alejándose de la seriedad, así que no os asustéis si os escandaliza algo de lo que vais a leer.
Como es bastante obvio que a los bibliófilos les gusta tener su colección ordenada, no dudan en aprender un poco de, al menos, latín para manejarse con los nombres antiguos y, de esta forma, poder manejar los lugares de impresión de los ejemplares. Algunos tratan de ir un poco más allá e incluso aprenden a catalogar por sí mismos. A pesar de que el autor aconseja acudir a los manuales destinados a los bibliotecarios, no dejar de observar que esas Reglas de Catalogación que nosotros debemos seguir a pies juntillas, no son del acomodo de los bibliófilos y mucho menos las normas destinadas a la catalogación de los incunables y los libros antiguos, es decir, las ISBD (A). De esta forma, el autor señala algunos de los fallos más evidentes de esta normativa como relegar a nota la secuencia de signaturas, o llamar hojas a los folios o incluso abreviar hoja en hoj.