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Pero, ¿cuánto vale un bit?

En un artículo anterior, hablábamos de la transición que forzosamente deberían adoptar las distintas empresas de la industria del entretenimiento con el nuevo mundo digital. Sin embargo, podría considerarse que en aquel texto olvidásemos apuntar un tema crucial, que consistía la valoración de la información y, por ende, de los bits ante esta nueva situación en la que lo digital lo inundaba todo.

En realidad, este punto merecía ser abordado separadamente puesto que, como bien sabemos los documentalistas, la respuesta a la pregunta «cuánto vale un bit» no es sencilla ni rotunda y pasa completamente por la ambigüedad. De hecho, el valor de la información constituye el tema de debate preferido para los infonomistas y los gestores de la información, pero os adelantaré que la respuesta estándar consiste en que el valor de los bits no puede ser mesurado convenientemente por sí mismo, o lo que es lo mismo: Depende.

Pero empecemos por los infonomistas y la Gestión de la Información en las Organizaciones (GIO) y la aceptación de la información como recurso (y esto es importante) para las organizaciones. Esta aceptación constituye un paso decisivo para las formas de gestión en las organizaciones, ya que sitúa al mismo nivel la información que se utiliza para los procesos productivos y la hace equiparable a los recursos humanos y materiales. Esto quiere decir que la información constituye un elemento que debe ser evaluado y controlado, puesto que es un elemento vital para el funcionamiento de la organización. Sin embargo, existe un pero y es que la información posee unas características distintivas y propias que la hace completamente diferente respecto a otros bienes.

Aunque podríamos señalar alguna de estas características, quiero centrarme tan sólo en la que atañe a la producción de la información. Todos sabemos que la producción de la información tiende a ser muy costosa, por ejemplo el tiempo que dedico a la redacción de este texto que no es poco; pero no así su reproducción ya que tiene unos costes casi despreciables, siguiendo el ejemplo anterior este artículo es fácilmente accesible y gratuito. Pero debemos de tener presente que quien da información no la pierde completamente, sino que la comparte con quien la recibe y puede servir como hilo de conducción para la creación de nueva información.

Pero abandonemos ya la GIO y centrémonos en otros elementos que nos ayudarán a comprender lo difícil que es hablar de un valor objetivo de la información. Para ello podemos recurrir a dos ejemplos. En el primer ejemplo, podríamos tomar al líder de Jarabe de Palo y sus comentarios en torno a los MP3. No creo que Pau Donés pensase ni en bits ni en la Gestión de la Información en las Organizaciones cuando realizó sus aseveraciones, ni tampoco cuando publicó su segundo LP (Depende). Para entonces por supuesto que ni existía el iPod ni se le esperaba, sin embargo es obvio que para Pau el valor de un disco de estudio (un CD) es superior al de 12 MP3 y, sin duda, lo es. Pero Pau se enfrenta a una de las características de la información que antes señalábamos, así el desarrollo de un software o de un disco puede costar, digamos, 500.000 €; cuando realizamos un máster del software o del disco en un CD sigue poseyendo ese valor, pero por su reproducibilidad su valor va decayendo. Si de una copia obtengo 10, 100 ó 1000 € su valor no es el mismo que el del primer CD. Si estos bits pueden ser redistribuidos sin soporte obviamente su valor disminuye aún más, puesto que los márgenes del precio dedicados al soporte y a la distribución no existen.

En el segundo ejemplo, podríamos realizar una simplificación del problema del valor de la información, si acudimos al ejemplo de la valoración cuantitativa de los bits basándonos en los dispositivos que los albergan. Así, para que me comprendáis, podría sugeriros que valoraseis mi ordenador portátil. Probablemente, si tuvieseis la oportunidad de examinarlo, tan sólo le asignaríais un valor entre 800 y 700 €, pero ¿qué valor puede llegar a tener para mí? Si tenemos en cuenta las fotografías, los textos, los e-mails recibidos y enviados, los ficheros de audio… ¿qué tal si lo dejamos en 3000 ó 4000 €?

Pero podríamos seguir extendiendo el ejemplo anterior, así podríamos realizar otra analogía que yo considero superior y que aclarará el ejemplo anterior del ordenador portátil. Si yo me compro un iPod por 300 € y os lo vendo al año de su uso, ¿cuánto estaríais dispuestos a pagar por él? Desde luego que si siguiésemos el método de valoración antiguo, fundamentado por la valoración por átomos y el desgaste de materiales, probablemente 200 ó 150 €, pero es bastante probable que cambiaseis de punto de vista si os dijese que dispone de una capacidad de 20 Gigabytes y que se encuentra lleno al 80% (Es decir, le quedan 5 Gb libres). Teniendo presente que 15 Gb pueden ser 250 CDs comprimidos al formato MP3, las tornas en cuanto valoración podrían cambiar. ¿Me pagarías 600 € como justiprecio? Puede ser que sí, pero ¿y si esos MP3 fuesen… zarzuelas?

Es obvio que dependiendo del contexto las valoraciones serían distintas, sin embargo considero que esta situación ejemplifica el valor superior que van adquiriendo los bits sobre los átomos en el contexto actual que camina irremediablemente hacia la desaparición del soporte como transmisor de la información.

Publicado en Homo Digitalis

2 comentarios

  1. Jon Jon

    Vaya… ¿a quien no le gustan las zarzuelas?

  2. Es obvio que era un ejemplo, podría haber puesto ópera o música clásica. Pero la Zarzuela no es un género muy popular entre los jóvenes.

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