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¡Dejad de comprar libros!

Esta semana me he comprado una estantería para tratar de achicar el espacio, cada vez más escaso, del que disponía en otras dos. Es bastante probable que se trate de la última que adquiera hasta que me cambie de casa, si es que algún día las condiciones económicas son más favorables que las actuales, lo que me produce cierta desazón al ser consciente de que una vez se rellenen de nuevo, y lo harán porque tiempo y empeño no les faltará, no habrá espacio para nada más… Si es que lo hay actualmente.

Por un precio de 100 euros, he adquirido una estantería de pino macizo (nada de conglomerado que después las baldas se doblan hacia abajo por el peso) de similares características y color de las que ya disponía con una altura de 1’83 metros y una anchura de 50 centímetros. Sinceramente, hubiese preferido haber comprado una de 80 centímetros de ancho, porque la que finalmente compré ya está llena sin estar montada, pero es que tampoco tendría dónde ponerla.

Ya dispongo de muchos libros en segundas filas y en algunos estantes comienzan a acumularse papeles y más libros sobre los huecos superiores que dejaban los ya colocados, pero el caso es que debería comenzar a plantearme el hecho de no comprar tanto libro aunque para mí esto suene a casi herejía. Es cierto, los libros son para mí esos inigualables compañeros que nunca te pedirán nada, salvo un pequeño espacio donde ponerse firmes claro, y que siempre estarán dispuestos a servirte cuando tengas que acudir a ellos. No importarán en exceso tus razones o consideraciones como por ejemplo si tu alma está herida o eufórica, si tu mente dispone de una duda de difícil solución o concreción, si el aburrimiento te inunda y lo que deseas es evadirte, si simplemente buscas una lectura ligera para que Morfeo te haga una visita antes de que despunte el alba… Mis libros siempre estarán ahí, aguardándome para decepcionarte, algunos, o bien para satisfacerme y sorprenderme, la mayoría. ¿Qué haría yo sin el placer de cazarlos? Sí, cazarlos puesto que algunos de los libros no se buscan, se encuentran. Hay que dedicarles un poco de tiempo, eso sí, rebuscando en los mostradores de las librerías, donde son exhibidos con sus glorias y sus penas, pero simplemente esperando su oportunidad venga de quien venga.

En fin, que debería de dejar de comprar libros porque de esta forma no tendría que regalarlos, empezaría los que esperan su turno que en ocasiones son saltados por, tal vez, una elección mejor. Es posible que debiese plantearme visitar más a menudo las bibliotecas públicas, someterme al dictado de las sanciones por las devoluciones, constreñido por la necesidad de acabarme un libro (o dos) en 15 o 30 días. También podría apuntarme al fenómeno del bookcrossing, pero ante esto último la pereza me inunda. Tener que buscar un libro a cualquier parte de la ciudad no resulta excesivamente atractivo para mí y además tendría que ser el primero en localizar el ejemplar cuando siempre llego tarde a cualquier sitio.

Otra de las posibilidades pasa por dejar de leer, buscarme una buena excusa tonta, abandonarme a la zafiedad de la televisión o bien convertirme en un cinéfago tratando de evitarla o bien visitar más los bares. Pero claro qué sería de mí sin la compañía de un libro. No podría abandonarlos, ellos tampoco lo harían por muchas estanterías que me tuviese que comprar o aunque amenazase ruina.

Publicado en Libros

10 comentarios

  1. Yo llevo seis meses en una casa nueva y los libros siguen en las cajas. He pedido presupuesto a dos carpinteros para que me hagan una estantería a medida, pero se ve que no les falta el trabajo y sigo esperando respuesta.
    Mientras tanto he hecho el hallazgo del siglo, la biblioteca del pueblo, que te presta los libros con plazo… «ya me lo devolverás». Genial. Así deberían funcionar todas las bibliotecas del mundo. Por ahora sólo me he llevado Salambó, de Flaubert, pero pienso volver.

  2. Las pequeñas bibliotecas de pueblo son las mejores puesto que el bibliotecario es más laxo, desde luego. Que se lo digan a Javi de Canals que todavía no ha devuelto un libro… y de eso ya hace unos cuantos añitos…

  3. Marcos, una solución es hacer una donación de tus novelas (mejor admitidas que los ensayos) en alguna pequeña biblioteca de barrio o de un pueblecito: las admitirán con mucho gusto y sin problemas.

    La otra solución sería montar una feria del libro en tu casa, donde por un módico precio, tus amigos y conocidos podríamos ayudar a deshacerte de unos cuantos volúmenes.

    Y por último, Álvaro, casualmente yo también estoy leyendo a Flaubert (Bouvard y Pécuchet), pero ha llegado a mis manos por el método «me lo ha dejado una amiga», que yo también estoy escasa de sitio para guardar libros (o cualquier otra cosa) y eso que yo tengo pocos porque siempre he sido lectora de biblioteca.

  4. También puedes dejar de comprar libros durante una temporada y con lo que te ahorres te cambias a una casa más grande donde quepan toneladas de libros 😉

  5. Creo que con lo que ahorrase dejando de comprar libros sólo me podría comprar 5m2 más, lo cual aunque no está mal para los tiempos que corren, no me compensa. Me gusta tener libros, me ¡gusta acariciarlos!

    Jajaja

  6. Mon Mon

    La verdad es que comparto en mucho esta opinión.
    En mi caso no he querido renunciar a comprar libros y si que el día a día me lleva a leer menos por mucho temas que me rondan; la solución para tranquilar al pequeño ahorrador que tengo libro para justificar el hecho de tener acumulados más de 70 libros pendientes de leer es cambiar mi definición de lector por coleccionista de libros. Y ahí he conseguido que mi pequeña conciencia se tranquilize y justifique.

    Saltar de lector a coleccionista es el paso que debemos dar los que al pasar por una libreria y encontrar una joya que nos gustaría leer no tenemos en cuenta que tardaremos años en realizar dicha lectura porque no tenemos mayor tiempo.

    Que gran blog el vuestro.

    Saludos.

  7. […] La tira cómica que recogemos aquí pertenece a las primeras imágenes publicadas de este personaje – que podéis seguir diariamente en la página oficial de Dilbert – en la que su mascota y él mismo llegan a la terrible conclusión que los libros son muy peligrosos. Nosotros ya habíamos llegado a una conclusión semejante, aunque era un poco más de andar por casa. […]

  8. SOLIPSISTA SOLIPSISTA

    Pues servidor hace siglos que no se compra libros… básicamente por falta de dinero y espacio, que son muchos años. Ahí respaldo el uso de bibliotecas y centros de doc (esos lugares tan bonitos)…
    Saludos desde las opos

  9. Me alegra saber que andas vivo.

    ¡Ánimo y suerte con tus proyectos!

Los comentarios están cerrados.