Nunca había visto a nadie cuya profesión fuese contar mentiras, a menos que incluyamos a los periodistas
George Orwell
1984 se publicó en 1949. El año próximo habremos rebasado en 75 años el aniversario de la publicación y en 40 años la fecha en la que se situaba cronológicamente la visión distópica de George Orwell. Con 1984, el autor firmó una de las novelas más influyentes para intuir hacía dónde discurriría el futuro de la Humanidad a la par y mirando de reojo a Un mundo feliz de Adolf Huxley.
La visión que Orwell nos traslada en 1984 es de una sociedad oprimida y controlada por El Ministerio de la Verdad. Su protagonista Winston Smith es parte activa de esa sumisión, ya que trabaja reescribiendo ejemplares antiguos del periódico The Times para el departamento de Archivos. Aquí cabe reseñar que aunque consideremos que esta novela parta de una visión distópica futurista, en realidad, Orwell estaba trasladando algo que se había vivido tanto en Alemania como en la Unión Soviética en la década de los 30 y de los 40 del siglo XX; y que él había analizado como periodista durante ese periodo.
El impacto y la transcendencia de 1984 en la cultura popular y en la visión política actual son más que evidentes. La empresa tecnológica Apple utilizó los hechos de la novela como símil para comparar a su competencia de entonces, IBM, como Gran Hermano, el líder controlador que todo lo ve en un anuncio para TV. A nivel más popular, incluso la televisión ha desarrollado programas de entretenimiento bajo el título de Gran Hermano en diversos países y con gran éxito hasta que la fórmula se fue agotando.
Siendo abrazada por distintas corrientes políticas, sin duda, una de las grandes herencias de la visión de 1984 es la de señalar la capacidad que poseen distintos movimientos políticos e incluso de la sociedad de concluir que los hechos no importan. En el Ministerio de la Verdad de la novela trabajan sobre esa premisa, pero teniendo en cuenta que es necesario que ciertos hechos se perciban como algo importante. Unos recuerdos borrosos y poco fiables no son comparables a la «evidencia».
Los «hechos alternativos» defendidos por el político Donald Trump desde una posición de reevaluación constante de qué es la verdad y cómo debe ser interpretada, nos recuerda a esa fase de reescribir la historia o dar lecturas distorsionadas. En una sociedad que se definió a principios de los 80 como de la información, parece que los datos no se usan para apuntalar hechos, si no para más bien reelaborar mentiras o tratar de apuntalarlas (la barrera entre información y propaganda se difumina una vez más).
Todo ello se nos recuerda en el libro El Ministerio de la Verdad. Una biografía de George Orwell donde se nos aporta una visión de conjunto enriquecedora respecto la época en la que fue escrita, una de las más convulsas de Europa, y las influencias tanto literarias como vitales que favorecieron en la maduración del libro. Más allá de la visión política y heredera de las acciones propagandísticas de la Segunda Guerra Mundial y Guerra Civil Española en la que Orwell participó como combatiente, el libro trata de incidir que 1984 bebe y es heredera directa de la literatura de su momento como las novelas de H.G. Wells o del libro Nosotros de Yevgueni Zamyatin.
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