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Categoría: Libros

El mundo de los libros

La distopía imposible de “Farhenheit 451”

El fin del libro como objeto físico, reconocible y universal parece acelerarse. Añadiendo a la crisis profunda del modelo de negocio de la Prensa, las enciclopedias, banderas de la Ilustración, desaparecen de las imprentas, mientras que el libro electrónico va apartando lentamente al libro tradicional de las grandes centros de lectura universales como son los vagones de metro. La Enciclopaedia Britannica sobrevivió al envite de la Enciclopedia Encarta con la llegada del CD-Rom y el DVD, pero poco a tenido que hacer con el gran depósito del conocimiento que es Internet en su globalidad y la Wikipedia en particular.

Sin embargo, la Britannica, de la que se cuenta que Jorge Luis Borges fue capaz de leerla de la A a la Z y aquellos que trataron de emularlo se quedaron a medias, ha sido capaz de adaptarse a los usos del hipertexto, reconvertirse y, aunque sus grandes libros quedarán como otrora dinosaurios del mundo analógico cogiendo polvo en los anaqueles de las más variadas bibliotecas, sobrevivirá convencida de que su valor añadido no podrá ser nunca superado. Veremos.

Mientras tanto el terremoto que ha supuesto el desembarco de Amazon en el comercio electrónico en España, provoca que el sector editorial deba desperezarse asustado porque el queso se lo lleve el gigante norteamericano. Su política de convertir la adquisición de un libro electrónico en una tortura, fracasa cuando el Kindle parece funcionar bien en España. Además, el hecho que el precio del libro en este país casi se encuentre casi congelado (No se puede ofrecer un descuento mayor del 5%), no supone mayor barrera para la superación en el mercado de un producto que comienza a languidecer. El papel, ese producto que ha servido para transmitir la información durante tantos años, dispone de duros competidores transformados en tabletas, móviles y ebooks.

No me sorprendería que dentro de unos años aquellos jóvenes que se acerquen a “Farhenheit 451” , uno de mis libros distópicos favoritos, no alcancen a entender el simbolismo del libro como objeto transmisor del conocimiento. El sacrilegio que actualmente supone su quema y su desprecio. Sin embargo, no deberíamos sorprendernos de ello. Hoy en día, no es difícil encontrarnos con muy jóvenes que no entienden porqué el icono “Guardar” se representa por un Diskette (o Floppy Disk), objeto que no conocen; así como algunos se sorprendan de que sus padres lean ese objeto llamado “periódico”. Ray Bradbury no pudo imaginar un mundo sin libros físicos, es bastante probable que las futuras generaciones se sorprendan de que alguien se alarme de la quema de un objeto tan limitado y desconectado.

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Impreso en China

Impreso en ChinaTanto se ha hablado de la digitalización del libro que puede que nos olvidásemos del silencioso proceso de la internacionalización del libro. Más bien, y más allá de la difusión internacional del castellano, de la internacionalización del proceso industrial de las editoriales. La empresa tecnológica Apple muestra orgullosa en sus productos “Diseñado en California”, como si dispusiese de vergüenza al admitir su fabricación más allá del Océano Pacífico. Desde luego que todos a pesar de esa máscara con la que trata de cubrirse la empresa norteamericana, todos sabemos que la mano de obra en su ensamblaje se realiza mayoritariamente en China y en condiciones que actualmente están siendo criticadas.

Pero esas “Made in China” o “Made in Taiwan” son frases impresas en infinidad de productos comercializados en Occidente. Señalan su primera procedencia, su ensamblaje , su fabricación, pero en cuanto mis ojos se deslizaron sobre el “Impreso en China” sólo pude buscar el depósito legal (Deformación profesional) de aquel libro. El depósito legal, que debería señalar indudablemente Barcelona, no existía y sentí como aquel libro jamás pasaría a considerarse patrimonio de la memoria colectiva española. Una gota en el océano de obras que aún siendo distribuidas en España nunca llegarán a ser resguardadas en el último reducto de la cultura.

Me imaginé a un chino deslizando sus manos sobre las hojas satinadas del libro de fotografía que se sentía marcado por su origen. Puede que el asiático admirase las imágenes sin entender su origen ni poder hallar explicación alguna a través de las palabras castellanas. Aquellos libros alineados, siendo empaquetados para cruzar medio mundo en sentido literal, no sabrían cuál sería su viaje ni qué objetos les acompañarían dentro del contenedor portuario. Puede que libros, puede que juguetes, puede que iPads. ¿Cuántos libros se agruparían en aquel rincón metálico? ¿Cinco mil? ¿Diez mil? ¿Cuál es la cantidad de ellos que justifique su impresión y su transporte a más de diez mil kilómetros?

El libro americano, editado en España, impreso en China sale barato allí, pero desde luego que caro aquí. No me sentí estafado, simplemente descubrí que el libro, ese objeto perenne, adusto, inamovible, también ha sido deslocalizado sin que nos hayamos dado casi cuenta.

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iPad, el futuro del libro a pilas y con pantalla a color

Ayer me acerqué a la fnac a otra cosa y me encontré con un tumulto de gente arremolinada entorno a la mesa donde esta tienda del ocio tenía anteriormente situados los ordenadores de Apple. Extrañado, me situé al lado de un joven que trataba de girar una tabla acristalada mientras deslizaba los dedos por ella y caí en la cuenta: El día del iPad.

Ayer no lo toqué, no quise hacerlo puesto que consideraba que los muy jóvenes podrían tener mayor destreza que yo a la hora de desentrañar el funcionamiento del nuevo gadget de Apple. También es que su ímpetu, y su capacidad de salivación ante una novedad, es ya mucho mayor que la mía, así que me conformé con sonreír brevemente y centrarme lo que me había conducido hasta allí. No sin antes detenerme ante un ordenador portátil de 15” y considerarlo una pasada por bonito… Vale, también me detuve en las especificaciones técnicas. Puede ser que me haga viejo o simplemente menos impresionable.

El jueves, ese objeto de deseo aparentemente dio la puntilla a que Apple desbancase a Microsoft en el Nasdaq, dándole mayor capitalización bursátil y por tanto mayor peso económico. Es impresionante que Steve Jobs haya obrado el milagro en 15 años, arrebatándole el primer puesto a Microsoft que dispone una increíble implantación en el mercado de PCs, pero que no ha sabido utilizar esa ventaja competitiva durante ese tiempo, sobre todo al perder la batalla de Internet en detrimento de Google. Apple, mientras tanto, ha realizado el camino inverso, desarrollando gadgets (MP3 y teléfonos móviles) para conseguir un efecto halo sobre sus ventas de ordenadores personales, pero a la vez creando todo un ecosistema de funcionalidades para los mismos impresionante. Convirtiendo a los escépticos en fans declarados y realizando las cosas terriblemente bien.

Del iPad se ha dicho de todo, que si era un iPhone con esteroides, que si le faltaba una cámara – Esto nunca lo llegué a comprender, aunque en realidad se referían a una WebCam -, que si estaría bien algún puerto USB, que si no es multitarea. Nos hemos dedicado tanto a señalar lo que no tiene, que nos olvidamos de lo que es. ¿Y qué es y para qué sirve? Ni siquiera Apple lo sabe a ciencia cierta. Ni los usuarios, tampoco. Sin embargo, la tableta mágica, una nueva máquina de hacer dinero, no es un libro electrónico al uso, es todo un dispositivo multimedia.

Y es que Jobs lo tuvo presente desde el principio. En su momento, preguntado sobre el lanzamiento del Kindle, Jobs fue sincero y citamos:

Sin embargo, cuando se pregunta a Jobs qué opina del dispositivo [el Kindle], deja claro su menosprecio por el sector de los libros. «No importa lo bueno o malo que sea el producto; el hecho es que la gente ya no lee», espeta. «Un 40% de los estadounidenses leyeron un libro o menos el año pasado».

Jeff Bezos, presidente de Amazon, se mostró preocupado durante los momentos previos de la presentación del iPad. Amazon no era una empresa desarrolladora de hardware y software, así que Apple desarrollase su tableta era una competencia difícil a batir. Sin embargo, Amazon es bueno en la distribución de contenidos y no ha tenido ningún reparo en desarrollar aplicaciones del Kindle tanto para el iPhone como para el MacOS, la presencia del iPad simplemente es un paso más, aunque obviamente el producto descoloca a todo el sector del hardware del libro electrónico. Se encuentran en la obsolescencia más absoluta. La atención se ha centrado tanto en la tinta electrónica, en la experiencia del libro impreso trasladada a lo digital, que no se ha atendido a las nuevas necesidades y tendencias de los usuarios nacidas gracias al iPhone. Los jóvenes no querrán un eBook, desearán un iPad al igual que sus mayores.

Cuando me preguntaron qué opinaba sobre el nuevo cacharro de lujo de Apple lo tuve bastante claro. Antes nos gastaríamos 450€ en un aparato con pantalla a color para leer, consultar el correo e Internet que 250€ en un aparato sólo para leer libros electrónicos y que además nos ofrece una experiencia de usuario bastante deficiente. El libro electrónico está realizando a marchas aceleradas una simbiosis con Internet, lo llaman el libro en la nube. El iPad es su catalizador y muy pronto todos tendremos uno en nuestras manos.

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Todavía no ha llegado el ocaso de las estanterías

Caminando hacia el ebook

Voy a confesar que mi vida como lector es caótica. Me gustaría leer mucha más novela, pero parece que mis gustos y necesidades se decantan últimamente por el ensayo. Puede que se trate de libros que sólo lea yo, de lo que me declaro culpable; pero lo cierto es que se trate de libros literarios y de otros estilos y ámbitos, los libros siguen amontonándose y almacenando polvo. Hace ya tres años que compré mi última estantería y actualmente, en otras circunstancias, consideraría que ya va siendo hora de replantearme la compra de otra; sin embargo las estanterías se perfilan como el futuro objeto obsoleto, algo que nuestros hijos, o los hijos de nuestros hijos, verán como algo completamente añejo.

Sí, consideré en comprarme un ebook, un libro electrónico o un dispositivo de lectura electrónica, puede que demasiados sinónimos para distintas cosas, para fechas relativamente cercanas, puede que Navidad. Me imaginé con mi infinidad de libros descargados de la Web y con los artículos científicos que he ido recopilando a lo largo del tiempo, localizados en un único lugar y ocupando el mismo sitio. También me pude ver comprando nuevos libros a través de esas librerías virtuales, una idea nada descabellada cuando Amazon plantea vender libros fuera de EEUU. Así que no extrañó cuando contemplé a mis estanterías estancadas en un pasado mejor y disfrutando de una mejor vida, mientras mi biblioteca se desplazaba conmigo al metro o al trabajo, en los viajes o en las esperas en un dispositivo plano y cómodo para leer.

Sin embargo, estos ingenios electrónicos todavía no se encuentran listos para todos los usuarios del libro tradicional. Amazon preparó un programa piloto de testeo de su aparato Kindle en cinco universidades americanas y los resultados no resultaron excesivamente positivos. De hecho, uno de los 300 estudiantes que realizaron sus tareas académicas con él señalaba que la herramienta “falla mucho, es lenta y es un horror interactuar con ella”. Los profesores tampoco es que hayan sido benevolentes con el Kindle DX, que todavía “es considerado inadecuado para la vida universitaria, y señalan que es complicado marcar de forma rápida párrafos o partes de los textos, y las páginas del Kindle carecen de numeración, lo que hace que los alumnos lo tengan complicado a la hora de incluir citas en sus trabajos”.

Por lo que puede que mi imaginación echó a volar, puede que demasiado alto, durante un tiempo; pero me di cuenta que el mercado todavía no se encuentra lo suficientemente maduro para que yo realice un gasto de unos 250 € en un objeto con grandes posibilidades y que disfrutará de una evolución muy rápida durante un periodo muy corto de tiempo. Es decir, creo que el ebook aún no se ajusta a mis necesidades, por lo que esperaremos a su próxima evolución. Es probable que tenga suerte y que, para entonces, todavía no haya comprado los suficientes libros para rellenar otra estantería. Espero que se den prisa.

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El infierno de los libros

Ya hemos recogido aquí El Cementerio de los Libros, los libros prohibidos en el siglo XX o el Index Librorum Prohibitorum et Expurgatorum, así que en esta ocasión os invitamos a descubrir lo que se considera por los bibliotecarios como el Infierno de los Libros que se encuentra en consonacia con todo lo anterior. Hoy es el día del libro, así que nos unimos a la celebración y os invitamos a descubrir algún libro o hacer descubrir a alguien que apreciamos alguno que tenemos en estima. ¡Leed malditos!

Si J. L. Borges identificaba el Paraíso como una gran biblioteca, el infierno supone para un bibliotecario el lugar donde yacen penitentes aquellas publicaciones a las que el público no debe acceder, las ideas editadas para divulgar pensamientos y posiciones que el orden establecido considera impropias, contrarias o inmorales, es decir censurables o prohibidas, aunque preservadas, rescatadas de los hornos descritos por Ray Bradbury en Fahrenheit 451 y Orwell en 1984 o de las piras callejeras organizadas por la histeria de las hordas nazis otrora y del fanatismo talibán no hace mucho. Que la palabra escrita sea considerada un peligro público y un arma multiplicada en manos del enemigo, lo da cuenta la historia de diversas sociedades en tiempos de crisis y la imposición de unas ideas sobre otras, ya fueran estas políticas, religiosas, ideológicas, sexuales o de usos y costumbres, sirviéndose del memoricidio que supone la destrucción u ocultamiento del testimonio escrito. […]

Extraído: PARRA-DUHALDE, Christian El Infierno de los Libros. En Levante-El Mercantil Valenciano [En-línea] 16 de marzo de 2008

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El mundo digital del libro

Hace ya unos meses, el suplemento cultural del diario El País, Babelia, realizaba una reflexión sobre el futuro del libro cuya lectura os recomendamos, pues bien, parece que el debate no se agota y ante las novedades, como la aparición de Kindle, y otras evoluciones, el mismo medio de comunicación nos ofrece, de nuevo, un puñado de artículos sobre los nuevos hábitos y posibles futuros del libro.

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El futuro inimaginado del libro electrónico

Hace ya unos meses que Amazon, la librería más importante de Internet, presentó su propio libro electrónico bautizado como Kindle, que provocó mucho revuelo junto a cierto éxito y que derivó en el inevitable  debate sobre el futuro del libro. A pesar del entusiasmo de los medios de comunicación, los amantes de la tecnología no lo tienen del todo claro y las críticas sobre el nuevo aparato no han sido indulgentes, más bien crudas. Si tenemos presente que desde mediados de la década de los noventa se vienen presentando aparatos para tal fin, incluyendo a la multinacional Sony con su Reader, y su éxito y penetración han sido escasos o nulos; lo que debería debatirse no es el futuro del libro como soporte, sino más bien el futuro del libro electrónico como está concebido actualmente.

Obviamente, no voy a ser yo el que niegue que el futuro del libro pueda llegar a ser digital (que lo será), pero no parece que estemos en la antesala de su agonía, fundamentalmente porque hay un error en su concepción y en su diseño. Echemos un vistazo a Kindle lleno de botones, aparatoso, con una política DRM demasiado agresiva y caro (400 $), aunque tenga un catálogo impresionante de 90.000 títulos en sus inicios, desde luego que no parece ofrecer algo novedoso respecto a lo ya visto salvo estar respaldado por una gran empresa dedicada a la comercialización del libro.

Pero el propio lanzamiento del aparato parte de una base errónea, puesto que se nos vende este e-book como el iPod de los libros, olvidando que el iPod fue en su momento revolucionario respecto a su capacidad de almacenamiento y un diseño innovador. Una concepción nueva de algo que ya existía y que ha favorecido un efecto Halo sobre el resto de productos de Apple impulsando las ventas de sus otros productos junto al refuerzo de su tienda en línea iTunes Store. Pero establecer comparaciones es una política errónea de marketing porque se plantean expectativas que no se cumplen. Consideremos el último producto estrella de la compañía de la manzana: El iPhone. El terminal móvil no se vendió como un iPod con teléfono; no, se comercializó como un nuevo  concepto de teléfono móvil, revolucionario desde sus principios y único en su diseño. Es por esto por lo que es deseado. Tener un iPhone para un consumidor es marcar una diferencia y lo mejor de todo es que su producto derivado, el iPod Touch, es percibido como un iPhone capado en sus funcionalidades, más que como un producto de la familia iPod.

Pero es significativo que Apple no esté interesada (todavía) en el mundo del libro. Steve Jobs no teme a Kindle como competencia, supuesta, qued éste pueda ofrecer a sus productos. Según su criterio, el Kindle reproduce textos en cuatro animados tonos de gris, y lo hace bien. Sin embargo, cuando se pregunta a Jobs qué opina del dispositivo, deja claro su menosprecio por el sector de los libros. "No importa lo bueno o malo que sea el producto; el hecho es que la gente ya no lee", espeta. "Un 40% de los estadounidenses leyeron un libro o menos el año pasado".

El fondo de esta aseveración es que los geeks y los early-adopters no están interesados en los libros electrónicos, no quieren un aparato en blanco y negro que sólo sirva para leer. El libro electrónico, para ser adoptado de forma masiva, tendrá que ser un punto de acceso a Internet como lo está comenzando a ser el iPhone. No es suficiente una pantalla en blanco y negro, deberá permitir leer blogs y navegar por ellos, periódicos, wikipedias, etcétera sin tener que pagar por ello. Deberá ser un punto de acceso a la biblioteca universal que además permita leer libros, ver vídeos, contestar al correo electrónico, bloguear, chatear, etc. No podemos olvidar que las compañías tecnológicas están escaneando y poniendo a disposición de los internautas de forma masiva libros de distintas bibliotecas. ¿Quién podría en un futuro obviar esa fuente de información?

El debate subyacente es quién compraría un e-book. El mundo del libro siempre ha contado con una ventaja que compensa la carencia de unos ingresos y unos beneficios enormes: la apasionada adhesión que sienten autores, editores y clientes habituales por los propios libros. Por ello, el futuro del libro no está imaginado aún, no son los aparatos que se nos presentan, no son innovadores en su concepción. Tratan de llevar la idea de un libro analógico al digital sin considerar que tal vez ese no sea el camino correcto para crear un modelo de negocio válido que se ve lastrada por la idea misma del producto.

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