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Categoría: Visto/Leído

Citas al libro /38

“La radio marca los minutos de la vida; es diario, las horas; el libro, los días”
Jacques H. De La Lacreitelle

“Los libros tienen su orgullo: cuando se prestan, no regresan nunca”
Theodor Fontane

“Ni un libro ni un filme pueden transformar la sociedad. Es suficiente con que abran sus ojos”
Yves Montand

“Hay peores cosas que quemar libros, una de ellas es no leerlos”
Ray Bradbury

“Cuanto menos se lee, más daño hace lo que se lee”
Miguel de Unamuno

“Estiman algunos los libros por la corpulencia, como si se escribieran para ejercitar antes los brazos que los ingenios”
Baltasar Gracián

“La literatura es libertad”
Susan Sontag

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Citas al libro /37

“El mundo está lleno de libros preciosos que nadie lee”
Umberto Eco

“Entre un hombre culto y un erudito hay la misma diferencia que entre un libro y un índice de materias”
Thomas Say

“Hay cuatro cosas viejas que son buenas: viejos amigos para conversar, leña vieja para calentarse, viejos vinos para beber y viejos libros para leer”
Émile A. Faguet

“Hay que tener cuidado con los libros de salud; podemos morir por culpa de una errata”
Mark Twain

“La historia verdadera está en los periódicos y no en los libros”
Enrique Jardiel Poncela

“La mayoría de los lectores meten sus libros en la biblioteca; la mayor parte de los escritores meten su biblioteca en sus libros”
Nicolas Chamfort

“La pasión por la literatura, como todos los buenos vicios, se acrecienta con los años, y con el tiempo se descubre que lo importante no son los libros que se escriben, sino el hecho de escribirlos, el tránsito hacia el libro”
Mario Vargas Llosa

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Modos de leer en el Metro

Una de las cosas que más echo de menos desde que dejé la vida como estudiante son los viajes en Metro. No porque me haya convertido en uno de esos personajes que usan el coche para ir a la farmacia de la esquina, sino porque mis trayectos ahora son demasiado cortos, de escasas estaciones. Fue Daniel Pennac el que definió al Metro parisino la mayor biblioteca ambulante del mundo y aunque el de Valencia no se le acerca, esta ciudad, como otras, sufren también la transformación de los hábitos de lectura de sus viajeros.

Si os fijáis un poco, aún es posible ver a personas que forran sus libros con papeles de periódicos para que no sepamos cuál es el objeto de su lectura, otros que retuercen las tapas de los libros convirtiendo al libro en una simple cuartilla y otros que lucen orgullosos los tejuelos de las bibliotecas de donde tomaron prestados sus ejemplares. Yo ya dejé de leer, me he apartado de esos hábitos, algo que lamento porque, junto a verse deslizarse el paisaje mientras escuchaba música, era una de las formas que más me gustaba a la hora de perder el tiempo al mismo tiempo que viajaba. Realmente, no tengo forma de saber cuando volveré a ser uno de ellos. A la vez que tampoco sé cómo leeré, ni bajo qué soporte.

Hace unas semanas, me percaté que en un radio de cinco metros tres lectores se aprestaban a sus lecturas de formas muy distintas pero muy evidentes. Por un lado, el lector tradicional que tenía recostada su cabeza en una de las barras agarraderas de las que siempre echamos mano aquellos que no tenemos la fortuna de viajar sentados. Lo cierto es que parecía que su libro fuese bastante plúmbeo por la posición de su lectura, aunque hay lectores para todos los gustos. Por otro, el lector apresurado que utilizando su móvil deslizaba el texto, muy intrigado y con la cara cercana al terminal, incitándome a tratar de dilucidar si se trataba de SMS o de un texto muchísimo más largo. Mientras que un poco más allá, se encontraba el lector avanzado, que orgulloso mostraba su eBook, no era un Kindle, no; sin el menor reparo apoyando sus codos sobre los muslos.

Fue fascinante, tres lectores, tres modos de leer tan distintos en el reducido espacio de un vagón. Para aquellos que no nos dimos cuenta antes, los tiempos ya han cambiado.

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Citas al libro /36

“No subestimes el analfabetismo científico del público”
Martin Gardner

“El texto vive únicamente si está en contacto con otro texto (contexto)”
Mijail Bajtin

“Está bien que cada texto sea un Proteo, que pueda tomar diversas formas, ya que la lectura puede ser un acto creador, no menos que la escritura”
Jorge Luis Borges

“La lectura es como la ejecución de una partitura musical: marca la efectuación, la actualización de las posibilidades semánticas del texto” Paul Ricoeur

“A veces leo un libro con placer y detesto al autor”
Jonathan Swift

“Dejaría en este libro toda mi alma”
Federico García Lorca

“El libro que no soporta dos lecturas no merece ninguna”
José Luis Martín Descalzo

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Lecturas compartidas con Fantin-Latour

Al empezar este año 2009 me propuse combinar dos de mis aficiones favoritas, la lectura y el arte, y compartirlo con vosotros en este blog.

Como la mayoría de los propósitos de Año Nuevo, éste no corrió mejor suerte, y tan solo las lectoras de Hopper visitaron vuestras pantallas con sus figuras reposadas, concentradas en la lectura, leyendo en espacios públicos pero al mismo tiempo aisladas por una soledad palpable y, a pesar de ello, impactantes y vivas en cuanto a su color y textura.

En esta ocasión retrocedemos un siglo y nos vamos a la Francia del XIX, para visitar los salones de las clases acomodadas tal como nos los muestra el pintor francés Fantin-Latour.

Henri Fantin-Latour (Grenoble, 14 de enero de 1836 – Buré, 25 de agosto de 1904) vivió en la Francia de los pintores impresionistas pero, aunque fue amigo de alguno de ellos, se mantuvo al margen de esta corriente pictórica. En cambio, se vio influenciado por los simbolistas -relacionándose con los poetas Verlaine y Rimbaud, a los que retrató con otros artistas de su época en “Un rincón de mesa” (1872)-, y siguió a lo largo de toda su vida esta corriente de inspiración imaginaria. Pero paralelamente, fue un pintor realista e intimista como puede verse en sus exquisitos bodegones -con los que alcanzó un gran éxito comercial-, así como en los retratos que hizo a familiares y amigos íntimos, o por encargo.

Uno de sus temas más característicos en el retrato es el de las figuras femeninas que leen y escuchan la lectura. En estos cuadros de Fantin-Latour descubrimos a jóvenes ociosas que seguramente, sin más ocupación que la de lograr una buena boda, pasan su tiempo pintando, bordando y leyendo.

Al contrario que Hopper, aquí la lectura se desarrolla en la privacidad y la intimidad del hogar, frente a la lectura en lugares públicos; deja de ser una acción solitaria y se comparte lo leído, una mujer lee mientras la otra pinta, borda o simplemente escucha; y sus trajes sobrios las arropan, llamando nuestra atención sobre sus rostros iluminados y los libros que sostienen entre sus manos, despertando nuestro interés sobre las lecturas que comparten.

Es muy probable que a muchos se les haya pasado por alto la estupenda exposición que el Museo Thyssen-Bornemisza está realizando hasta el próximo 10 de enero sobre este poco conocido pintor francés del XIX. Por ello, no puedo dejar de recomendaros esta amplia muestra, con más de setenta pinturas que recogen la variedad de su temática: sus trabajos como copista de obras clásicas del Louvre, sus alegorías musicales y poéticas de corriente simbolista, sus bodegones de flores y frutas que muestran su evolución como pintor, sus autorretratos, sus retratos y, sobre todo, las seis piezas que dedica a esa pasión que muchos de nosotros compartimos, la lectura.

Las dos hermanas o Las bordadoras (1859)
Las dos hermanas o Las bordadoras (1859)
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Forges, libros y tecnología

Poco a poco, hemos ido relajando las buenas costumbres como nuestra tira mensual de Bibliohumor. En esta ocasión, cuando se espera que uno de los regalos estrella estas Navidades sean los libros electrónicos (y los debates sobre la conveniencia de estos aparatos y sus formatos se prolonguen), os dejamos una tira publicada por Forges en abril de 2006, esperando que sea de vuestro agrado.

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“What would Google do?” de Jeff Jarvis

What would Google do? Ya hemos mencionado en alguna ocasión a Jeff Jarvis, el otrora defensor acérrimo de Google, anda estos días un tanto disgustado con el lanzamiento de SideWiki, una nueva implementación de la Google Toolbar que permite a los usuarios realizar comentarios sobre una página web cualquiera utilizando los recursos del gigante de Mountain View. Fundamentalmente, Jarvis considera que la gran G está apropiándose de una de las principales características de la Web Social, la Conversación, fragmentándola y rompiéndola; haciéndola suya sin respetar a los generadores de contenidos que ven cómo uno de sus alicientes, la interactuación con sus lectores, se desvanece. Por supuesto que, ante esta crítica, los comentarios que Jarvis ha recibido han pasado por la ironía hasta por la resignación. De este modo, sus lectores le han recordado que aquel que defendía los usos que hacía el buscador de los contenidos de los medios de comunicación, ve cómo sus palabras se tornan en su contra; así como los argumentos que aseveran que la Conversación, la bandera que se enarboló con la Web 2.0, se encuentra completamente fragmentada desde hace ya mucho.

Sin embargo, antes de que Jarvis se hallase en esta aparente crisis de fe, publicaba un libro, What would Google do?, que aunque por su título aparente invitar a ello, su objetivo no es repasar la historia o las bondades de Google como organización; sino más bien realizar la consideración de cómo deberían comportarse las empresas en ese nuevo mundo en el que el buscador se ha posicionado como rey. De hecho, Jarvis realiza un inventario de las bondades ya estudiadas en la Web 2.0 y la consiguiente Web Social, analizando ejemplos como lo sucedido en los medios de comunicación y en empresas que se han volcado en la Web para mejorar sus productos como Dell.

Jarvis como buen bloguer nos cuenta cómo su mala experiencia con el servicio de post-venta de Dell le invitaron a escribir un post en su blog, una pataleta si se quiere, de la que surgió una llamada desde la misma empresa para tratar de sofocar el incendio en su credibilidad que ese texto había provocado.

Así pues, aquellos como yo, que nos adentramos en el libro buscando algo más de la estrategia de Google, el destripamiento de su funcionamiento, sus hitos alcanzados, etcétera; nos vamos a quedar un tanto insatisfechos por el planteamiento formal del texto, puesto que, al fin y al cabo, Jarvis realiza una exposición de hechos, errores y correcciones realizados por empresas dentro de la Web, para posteriormente tratar de dilucidar qué deberían realizar otros sectores, más allá de los tecnológicos, más allá de los informativos que tanto conoce, para proponerles una salida, un savoir-faire para lo que se avecina. Sin embargo, el enfoque de Jarvis descorazona al lector ya manejado en esas lindes, sintiendo que lo expuesto ya está más que trillado y que el ir más allá, vislumbrando el futuro en distintos sectores, puede que no sea lo más indicado utilizando el gancho de Google como fuerza de ventas de su libro. Y es que el autor se atreve a analizar el enfoque que le daría la venta de papel higiénico a través de la Web. Por supuesto que él no se atrevería con el término “papel de váter”, así que realizaría un nuevo enfoque en la denominación del producto. ¿Cómo vender algo como si no lo fuera? Eso deberíamos dejarlo para los expertos de marketing, pero ejemplos los tenemos en el zumo que no es zumo o el producto lácteo que es mucho más que un yogur.

En cualquier caso, este humilde lector se ve envuelto, en breve tiempo, en disquisiciones sobre cómo se debe vender un producto nuevo reinventando su enfoque hacia el mercado, llegando a aquellas tazas automatizadas que limpian las reales posaderas de sus usuarios sin utilizar agua y jabón. A fin de cuentas, Will Smith posee una de esas tazas de 5000$. Y ante esto, sólo me queda levantar una ceja y, como diría el buen infoxicado, anunciar “todo esto se ve muy interesante, pero no tengo tiempo para leerlo”.

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