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Mes: julio 2007

«Palabras» de Mario Benedetti

En cada libro que leo
siempre encuentro una palabra
que sobrevive al olvido
y me acompaña

son palabras que a menudo
me defienden de la pálida
unas parecen de cuarzo
otras de lata

yo las prefiero milongas
y hasta un poquito canallas
pues si se vuelven decentes
quién las aguanta

BENDETTI, Mario. Insomnios y duermevelas. Madrid: Visor, 2004. P. 57

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La Larga Cola (Long Tail) está llena de basura

La Larga Cola (The Long Tail) es un concepto acuñado por Chris Anderson, editor de la revista Wired, basado en las conocidas distribuciones estadísticas como, por ejemplo, la de Pareto o la ley de Zipf. En el artículo The Long Tail, publicado en Wired octubre de 2004, Anderson afirmaba, tras el análisis de datos y tendencias en los comercios digitales, que Internet y el entorno digital han cambiado las leyes de distribución y las reglas del mercado. La reducción en el coste de almacenamiento y distribución que permiten las nuevas tecnologías, hace que no sea ya necesario focalizar el negocio en unos pocos productos de éxito, en los superventas. Por lo tanto, proseguía, ahora existen dos mercados: uno centrado en el alto rendimiento de pocos productos y otro, nuevo y todavía no familiar, basado en la suma o acumulación de todas las pequeñas ventas de muchos productos, que puede igualar o superar al primero. Son el antiguo mercado de masas y el nuevo nicho de mercados, representados por la cabeza y la cola de la conocida gráfica de distribución estadística.

[…] Hace una década, la gente se quejaba de que había demasiada basura en Internet y, en efecto, una navegación al azar rápidamente lo confirmaba. Luego llegaron los motores de búsqueda para permitir que algunas señales sobresalieran del ruido, y por fin llegó Google, que utilizaba la inteligencia colectiva y ha convertido una masa incoherente en lo más parecido a un oráculo.

Esto no es exclusivo de la web, ocurre en todas partes. La ley de Sturgeon (llamada así por el autor de ciencia ficción Theodor Sturgeon) establece que "el 90 por ciento de cualquier cosa es basura". Pensemos en el arte, no desde la perspectiva de una galería sino de un mercadillo. El 90 por ciento (por lo menos) es basura. Y lo mismo se puede decir de la música, de los libros y de todo lo demás. El motivo por el cual no lo vemos así es porque la mayoría de esos bienes son filtrados por el cedazo de la distribución comercial minorista.

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Citas al libro /15

“Un libro hermoso es una victoria ganada en todos los campos de batalla del pensamiento humano”
Honoré de Balzac

“El arte de leer es, en gran parte, el arte de volver a encontrar la vida en los libros y, gracias a ellos, de comprenderla mejor”
André Maurois

“Un buen libro es un regalo precioso que hace el autor a la humanidad”
Joseph Addison

“La invención de la escritura, creando el libro, desestancó el saber de la memoria y acabó con la autoridad de los viejos”
José Ortega y Gasset

“Los libros siempre hablan de otros libros y cada historia cuenta una historia que ya se ha contado”
Umberto Eco

“El hallazgo afortunado de un buen libro puede cambiar el destino de un alma”
Marcel Proust

“Fuera del perro, un libro es probablemente el mejor amigo del hombre, y dentro del perro probablemente esta demasiado oscuro para leer”
Groucho Marx

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Si las bibliotecas públicas no existieran desde hace tiempo, ¿podría hoy alguien fundar una?

Leí hace tiempo el libro  Freakonomics y lo cierto es que no me pareció que hubiese gran cosa que reseñar de él. Es cierto que era curioso cómo las pequeñas cosas se entrelazan para derivar en otras, cómo se instauran sistemas ecológicos de distribución de riqueza y otros asuntos, pero definitivamente el libro no me convenció como tal y lamenté su compra. Siendo un poco más específico sobre su temática, en él se trataba de dar una vuelta de tuerca a asuntos mundanos para comprobar cómo habían evolucionado hacia una situación de equilibrio, a veces injusta, como por ejemplo la estructura económica del mercadeo de droga, y hoy me llega una noticia que me retrotrae a aquella lectura.

Vía Menéame, descubrimos que en el blog de Freakonomics publican un texto interesante para los profesionales de la información: If Public Libraries Didn’t Exist, Could You Start One Today? El asunto tiene miga puesto que trata de contraponer los beneficios editoriales frente a los beneficios sociales y culturales que desarrollan las bibliotecas. Algo que en la Unión Europea, gracias a la última Ley de Lectura, Libro y Bibliotecas que estableció el canon por préstamo de las bibliotecas, tienen bastante claro:

El Canon por préstamo bibliotecario se fija en 0,20 euros por libro y se introduce en la Ley en aplicación de una sentencia del Tribunal de Justicia Europeo que obliga a España a cumplir la directiva europea correspondiente. En caso de incumplimiento, la sanción sería de 300.000 euros diarios. La regulación del canon, cuyos detalles se especificarán en un real decreto posterior, afectará a todas las bibliotecas públicas de municipios de más de cinco mil habitantes y será asumido por el Ministerio de Cultura y las Comunidades Autónomas, en un porcentaje a convenir.

Es curioso cómo los autores norteamericanos de la bitácora de Freakonomics reflexionan sobre la afección que podría tener la implantación de un impuesto en el préstamo de los libros en las bibliotecas de Estados Unidos (Que levante la mano quien odie las bibliotecas). Desarrollan su argumentación, a través del momento de firma de libros por parte de un autor en el que un lector le comenta que leyó su libro a través de una biblioteca. De este modo, el autor del libro prestado llega a la conclusión que si un ejemplar de un libro es leído por 50 personas, se tratará de 50 documentos que no son vendidos por el canal tradicional comercial, por lo que las bibliotecas son un impedimento para el comercio editorial y, por lo tanto, para su beneficio personal como creador.

Sin embargo, Stephen J. Dubner considera que esto es un pensamiento erróneo puesto que estos centros de información son beneficiosos:

  1. Las bibliotecas ayudan a los jóvenes en los hábitos de lectura, cuando esos lectores crezcan comprarán libros.

  2. Las bibliotecas son escaparates de trabajos que no podrían ser leídos de otra forma, los lectores podrían entonces comprar otros libros del mismo autor o incluso adquirir el mismo libro para incluirlo dentro de su colección.

  3. Las bibliotecas ayudan en el fomento de la cultura de la lectura, sin ellas, habría menos debate, hábitos hacia la reflexión y la crítica; y cobertura de libros en general que desembocaría en la disminución en las ventas.

La reflexión posterior es curiosa. Si no existiesen las bibliotecas públicas y alguien decidiese hoy abrir una, ¿qué es lo que sucedería? El autor imagina que, con la legislación de los derechos de autor actuales tan restrictivas, ningún autor ni editor desearía que su libro fuese prestado a cientos de extraños. Obviamente, se establecería un coste por préstamo, el autor propone a continuación que si un libro cuesta 20$, el coste por préstamo sería fijado en 2$ por copia y año  – Por supuesto que se empezaría a pagar el coste de préstamo en el año posterior a su adquisición – . Lo cual significaría una completa evolución del sistema bibliotecario tal y como hoy lo conocemos en cuanto a dinámica y economía.

En Europa, y concretamente en España, esa evolución ni va a tardar tanto ni es tan difícil de imaginar, desgraciadamente.

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De Gutenberg a Internet. Una historia social de los medios de comunicación

De Gutenberg a Internet

Según avanza la tecnología, este pequeño planeta parece estrecharse de forma acelerada, haciéndonos sentir cada vez un poco más incómodos con lo que vemos y sabemos; sintiéndonos observados y analizados de una forma continua. Y, sin embargo, qué es el ser humano sin comunicación y sin medios para ello. Desde antaño, hemos tratado de fijar el conocimiento, trasladarlo a un futuro para que pudiese ser provechoso para el desarrollo de la sociedad o para nuestros semejantes. La Historia comienza con la preservación del conocimiento, la Historia empieza con la escritura, la Historia comienza con la comunicación.

De Gutenberg a Internet: Una historia social de los medios de comunicación [ISBN: 84-306-0479-0] comienza su relato justo con la aparición de la imprenta, la técnica que serviría para la difusión de conocimientos e ideas de una forma completamente industrial. Posteriormente, pasa a detallar los profundos cambios sociales que provocaría este invento, las distintas revoluciones ideológicas que se desarrollarían al calor de ésta, que provocarían guerras y movimientos culturales que derrocarían al poder establecido, etc. Sin embargo, cuando parece que la temática a abordar son los medios de comunicación y sus soportes, los dos autores, Asa Briggs y Peter Burke, reservan otro papel para otro tipo de comunicaciones como el vapor y la electricidad, la aparición del correo, el ferrocarril, el telégrafo, el teléfono, etc.

Pasado ese tramo de la revolución industrial, el siglo XX y el XXI son un suspiro, disponiendo de un papel menos destacado, como si la revolución de la comunicación se hubiese producido mucho antes, otorgando los instrumentos para lo que vendría poco después. La televisión, la radio y el surgimiento de los medios de comunicación son tratadas con suficiencia. Internet queda como una hoja en blanco, que todavía tiene que se escrita, que se escribe en el día a día, esperando una mejor oportunidad como si no mereciese un capitulo completo sólo para ello. Y qué decir de los medios de comunicación cuyo desarrollo se ha producido en el siglo XX modificando los gustos y consumos de la sociedad, que cayeron en el descrédito en tantas ocasiones para recuperarlo; sin embargo, se pasa por ello de puntillas, como si aquello no tuviese valor.

Podría considerarse que la parte más jugosa e interesante de este libro es su primera parte, dedicada a la imprenta en la que se desgaja con estilete todo lo que ésta provocó desde un punto de vista sociológico e historiodicista. Para aquellos que se vayan a lanzar a la lectura de este libro que no crean que van a encontrar un puñado de datos e historias entrelazadas, que las hay, si no más bien un análisis de ellos.

BRIGGS, Asa; BRUKE, Peter. De Gutenberg a Internet. Una historia social de los medios de comunicación. Madrid: Taurus, 2005

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«Derecho a tanteo» de Andrés Trapiello

El escritor Andrés Trapiello, del que ya recogimos otro texto, nos cuenta en distintos números de la revista Magazine, la historia de unos pergaminos que se perdieron por la dejadez del Estado. Una historia en la que el mundo del libro antiguo y la bibliofilia se unen con la picaresca y las ganas de ganar dinero (o bienes culturales) por cualquier medio.

Como curiosidad, para aquellos que les pueda resultar interesante, os señalamos que pudimos entrar en casa del escritor gracias a un reportaje del diario El Mundo.

I -17 de junio de 2007

La gente tiene de las subastas una idea confusa y novelesca, algo en lo que se mezclan la astucia, la codicia y el dinero. Precisamente una novela española, que conoció un notable éxito hace unos años, empezaba de ese modo, en una subasta de arte: al conservador de un museo estatal se le escapaba cierta carta marina que contenía no sé qué fabulosos y encriptados tesoros y mensajes que anunciaban peripecias trepidantes. En ese punto cerré el libro: el novelista o no sabía o no le convenía recurrir al derecho de tanteo, a saber: el que tiene el Estado para quedarse con cualquier lote subastado. De haberlo sabido, de haberlo querido, aquel funcionario habría retenido tal carta con sólo levantar un dedo y sin el menor esfuerzo; claro que en ese caso el novelista se habría quedado sin novela.

Para garantizar la limpieza de una puja en una subasta pública a la que puede concurrir cualquiera que se haya acreditado previamente, el Estado se mantiene al margen. Cuando ha concluido la puja y los particulares han subido hasta donde lo han creído conveniente, el Estado, agazapado hasta entonces en un oscuro rincón, sale de su observatorio y dice, para frustración de los pujantes: me lo quedo. Naturalmente hasta rematar la puja no se sabe qué lo tes podrán interesar o no al Estado que, disponiendo de fondos públicos, ha de velar por su buena administración. Dicho en otras palabras: también al Estado le gusta comprar barato, aunque, en honor a la verdad, lo cierto es que siempre acaba tirando con pólvora del rey. ¿Y quién representa al Estado? A menudo, una persona sin relieve, apática y despegada, alguien un poco zoquete y sin demasiado amor a su trabajo.

No suele uno ir a las subastas por diversas razones: son tediosas y en ellas, embarcado en la ebriedad de las pujas, un poco delirantes casi siempre, acaba pagando más de lo que tenía pensado pagar y más de lo que muchas veces vale en el mercado eso por lo que se ha encaprichado. El deseo es una laberinto siempre misterioso. No obstante, de vez en cuando, ante la aparición de tal o cual libro, cuadro o papel viejo, se ha asomado uno a ellas. Creo que le verdadero espectáculo suele estar más en la vida de los pujistas que en las pujas. Hace unas semana estuve uno en una donde se subastaba la importante biblioteca de un musicólogo, poeta y editor argentino. Aparecía en ella un apreciable número de libros de Juan Ramón Jiménez dedicados por éste a aquél. Salieron a un precio alto y en algunos casos se remataron en cifras astronómicas. Pujaban por ellos libreros de viejo y algunos particulares que vieron segadas a cercén sus pretensiones, porque el Estado ejerció en todos los casos el implacable derecho de tanteo, como si fuese un derecho de pernada. A la enésima y extemporánea intervención del funcionario, alguien comentó sarcástico: "El Estado acaba de descubrir a Juan Ramón". ¿Es que el Estado no había tenido en los últimos cien años ocasión de comprar, y desde luego a mejor precio, tales libros? Nos consta incluso que ya los tiene. ¿Para qué los quiere, entonces? Déjenme que les cuente una historia, esta sí, entretenida y fabulosa.

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La biblioteca 2.0: Los bibliotecarios sin Gutenberg

La Revista Trama & Texturas es una publicación abierta e interactiva, que invita a cualquiera que lo desee y que tenga algo que decir a sumarse a ella; densa y enriquecedora en su lectura, que se apoya sobre profesionales que disponen de su propio espacio de publicación en Internet. Sus editores, José María Barandiarán y Manuel Ortuño, me invitaron hace ya un par de meses a redactar un texto para el número 2 que ya estaban preparando.

El resultado de esta experiencia, que ya relaté, fue el artículo Los bibliotecarios sin Gutenberg en el que trataba de hacer una revisión general de la situación en la que se encuentra el libro ante los retos que la Red le plantea, a la vez que situaba el papel del bibliotecario frente a esas circunstancias que se plasman en lo que se ha denominado Biblioteca 2.0.

El documento completo lo podéis encontrar en el número 2 de Trama & Texturas, sin embargo permitidme que os deje aquí uno de los apartados que más os puede llegar a interesar como profesionales de la información, además de que sirva de debate, si queréis, sobre la Biblioteca 2.0.

Actualización (3/7/2007): Nuestros amigos de la Revista Trama & Texturas hacen referencia a este texto, además de ofrecer el documento completo en PDF.

[…]

Previamente a definir lo que es la biblioteca 2.0, debemos realizar un inciso para explicar lo que es realmente la Web 2.0, puesto que un concepto deriva del otro. La web 2.0 no engloba una nueva tecnología, ni nuevas conexiones a Internet, ni es una Red alternativa; se trata de una nueva forma de interactuar las personas en la Red. La idea original de la web (en este contexto, llamada Web 1.0) consistía en páginas estáticas, escritas en el lenguaje de marcado HTML, que no eran actualizadas frecuentemente. De esta manera, el éxito de las empresas puntocom dependía en gran medida de la generación de sitios web más dinámicos donde los CMS  (Sistemas de gestión de contenidos) servían páginas creadas automáticamente desde una base de datos. Frente a esto, los propulsores de la aproximación a la Web 2.0 creen que el uso de la web se está orientado a la creación e interacción de redes sociales, que pueden servir contenido de forma dinámica creando, o no, webs interactivas y visuales. Es decir, los sitios Web 2.0 actuarían más como puntos de encuentro, o webs dependientes de usuarios, que como webs tradicionales.

De esta nueva consideración de Internet como un lugar donde compartir información y experiencias en tiempo real, nace lo que se ha denominado la Biblioteca 2.0. El primer intento de definición lo realiza Michael Casey en su blog LibraryCrunch en septiembre de 2005, como podemos comprobar, en esta primera aproximación los objetivos no están claramente establecidos y por lo que queda un tanto vacía en su contenido.

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