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El Documentalista Enredado Entradas

Del género de la fan fiction a los Wikilibros: Los internautas se lanzan a escribir sus propios libros

Recientemente, recogía la Asociación de Compositores y Autores de Música (ACAM) en su página web un artículo muy crítico con las licencias Creative Commons que ha levantado cierto revuelo en la blogosfera con múltiples réplicas. Concretamente, un párrafo que os adjunto era determinante:

Las Creative Commons (CC) son un nuevo tipo de licencias, originarias de Estados Unidos, que ahora están expandiendo su uso a escala internacional. Se supone que la licencia ofrece un concepto alternativo de derechos de autor al permitir a los creadores fomentar la difusión y reutilización de sus obras protegidas, sean éstas películas, imágenes, música, textos literarios o científicos. Pero, de hecho, las CC ofrecen considerables beneficios para los usuarios de Internet que desean utilizar las obras de los creadores sin la obligación de obtener un permiso y aportan muy pocas ventajas a la comunidad creativa

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Pero, ¿cuánto vale un bit?

En un artículo anterior, hablábamos de la transición que forzosamente deberían adoptar las distintas empresas de la industria del entretenimiento con el nuevo mundo digital. Sin embargo, podría considerarse que en aquel texto olvidásemos apuntar un tema crucial, que consistía la valoración de la información y, por ende, de los bits ante esta nueva situación en la que lo digital lo inundaba todo.

En realidad, este punto merecía ser abordado separadamente puesto que, como bien sabemos los documentalistas, la respuesta a la pregunta «cuánto vale un bit» no es sencilla ni rotunda y pasa completamente por la ambigüedad. De hecho, el valor de la información constituye el tema de debate preferido para los infonomistas y los gestores de la información, pero os adelantaré que la respuesta estándar consiste en que el valor de los bits no puede ser mesurado convenientemente por sí mismo, o lo que es lo mismo: Depende.

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La muerte del libro, los derechos de autor, el poder de la información… y otras historias de terror

Aprovechando el poco tiempo libre de que dispongo, he tomado la firme determinación de ponerme al día en mis lecturas “documentaloides”. Y como es normal en mí, en vez de atacar los temas candentes que se discuten en la actualidad (folksonomías, gestión del conocimiento, usabilidad, búsquedas en Internet, Google…), he decidido empezar por el principio, por una obra clásica de la cibercultura: “El futuro del libro: ¿esto matará eso?” (compilado por Geoffrey Nunberg).

La introducción de las nuevas tecnologías en el mundo del libro, como ocurre siempre con todo lo nuevo, ha desatado un sin número de predicciones fatalistas sobre la desaparición de los libros impresos, de las bibliotecas y las librerías tradicionales y, por supuesto, del mundo de la edición tal y como lo conocemos, como vaticinaba McLuhan en su obra “La Galaxia Gutenberg” (otro libro que tengo pendiente). Siguiendo esa corriente fatalista, el subtítulo de la obra compilada por Nunberg utiliza la vieja máxima “esto matará eso”, o dicho de otra forma, “el ordenador matará al libro”. Pero, en contra de lo que pudiera parecer, cuando leemos los diversos ensayos que componen esta obra descubrimos una visión mucho más positiva de la simbiosis que se está produciendo entre las tecnologías y el mundo del libro. Esta incursión tecnológica se presenta como un paso más (al que ya no podemos escapar) en el proceso evolutivo del mundo librario en particular, y de la cultura y la sociedad en general.

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La Biblioteca Nacional de España en 1924

Podríamos decir que se trata de una ley de Murphy informacional que ya recogimos la semana pasada, siempre se encuentra lo que no se busca, o podríamos considerar que se trata de la Serendipia que ya nos estuvo definiendo David hace unos meses. El caso es que, una cosa u otra, estaba buscando otro texto entre los añejos microfilms del Diario Levante, cuando me topé con un artículo de opinión sobre la Biblioteca Nacional de hace más de 80 años.

Obviamente, como blogger, no podía dejarlo pasar por alto y, tal como se publicó, os lo transcribo. Disfrutadlo que no tiene pérdida.

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Jorge: Bibliohumor para los más pequeños

Las tiras cómicas que hemos ido añadiendo, y las muchas que tenemos en reserva para ir publicando de forma irregular, en esta pequeña sección de humor gráfico relacionado con el mundo del libro y las bibliotecas; están enfocadas en su mayor parte hacia un público adulto. Sin embargo, Celia me envía una tira cómica publicada el domingo 27 de marzo de 2005 en la sección del diario El País denominada Pequeño País cuyo público objetivo son los más pequeños.

Ver la tira completa.

Los autores de Jorge son Jordi Sierra i Fabra / Rovira

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El valor de la información que aportan los usuarios

En las I Jornadas sobre Gestión del Conocimiento en los Centros de Documentación, recientemente celebradas en Valencia, tuve ocasión de asistir a la ponencia de Eduardo Manchón titulada «El usuario como generador de Arquitecturas de Información».

Manchón proclamaba que, en la actualidad, no existe un sistema de búsqueda capaz de competir con Google en cuanto a la eficacia de sus resultados ya que la estrategia de búsqueda «site«, que restringe la búsqueda al sitio web en cuestión, ofrece mejores resultados que cualquier sistema de búsqueda propio. Para ilustrar este hecho, comentaba el sistema de búsqueda PubMed (proyecto desarrollado por la National Center for Biotechnology Information (NCBI) en la National Library of Medicine (NLM) y que permite el acceso a bases de datos bibliográficas biomédicas compiladas por la NLM), que no era capaz de alcanzar la eficacia de Google en la localización de sus propios documentos.

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De bits y átomos

Cuando hace relativamente poco tiempo el líder de Jarabe de Palo, Pau Donés, afirmó que el formato MP3 estaba acabando con el CD, es bastante probable que desconociese que se encontraba corroborando las palabras que ya había transmitido Nicholas Negroponte en su libro de 1995 El Mundo Digital. Según su visión de este nuevo mundo, Negroponte aseguraba que para poder comprender las ventajas que nos aportaría el mundo digital debíamos necesariamente desgajar los átomos de los bits. Sin embargo, me temo que Pau Donés no debió de leer el libro, por lo que debe de desconocer qué quería decir Negroponte con esta separación que actualmente se está produciendo, pero es sencillo de explicar, así que me presto a ello.

Tal y como señalaba el autor, hasta este momento la mayoría de la industria de los medios de comunicación y del entretenimiento se basa en la distribución de átomos. Es decir, su modelo de negocio se fundamenta en la distribución y venta de periódicos, revistas, libros o discos compactos que sirven como soporte para la transmisión de información que consiste, al fin y al cabo, en bits. Cuando compramos un CD o un DVD lo que realmente estamos comprando son bits, puesto que la información contenida en este soporte es digital (unos y ceros), mientras que los átomos sólo nos sirven como envoltorio (El plástico del que está compuesto el CD más el papel del cuadernillo). A modo de apostilla, diré que las interpretaciones de qué es lo que realmente se adquiere cuando se acude a una tienda para comprar un CD, son diversas. Sin embargo, se tiende a afirmar que cuando compramos un CD tan sólo adquirimos el derecho de reproducción, por lo que un CD no es algo completamente nuestro aunque hayamos pagado 16 € por él. Obviamente, es éste otro debate por lo que dejaremos de lado pues no es realmente de nuestro interés en este artículo. En cualquier caso, en el nuevo mundo digital hacia el que nos encaminamos, se comercia principalmente con bits, por lo que el soporte como fuente de comercio tiende a desaparecer o pasa a ser residual como sucedió con el vinilo con la aparición del disco compacto.

Pero esta visión en la que tan sólo es importante el contenido, abandonando el continente, todavía no ha sido aceptada como un modelo de negocio viable, por lo que al nuevo entorno digital en general se lo ha considerado más como una amenaza que como una oportunidad. Así, y desde un primer momento, las discográficas han tratado de atajar las distintas herramientas que los internautas han creado para la difusión de bits entre pares o Peer to Peer (P2P) utilizando Internet como canal. Estos softwares se han convertido en una de las herramientas fundamentales de la Red y son las que poseen una mayor aceptaciónentre los internautas, sin embargo su tecnología es problemática desde la visión de los derechos de autor puesto que tiende a no respetarlos.

Es bien conocido que la primera herramienta que se creó P2P que cosechó cierto éxito fue Napster que permitía en intercambio de ficheros musicales digitales por la Red de una forma gratuita. La persecución judicial de la compañía y su cierre no significó el fin del uso de este tipo de herramientas, sino que más bien alentó el desarrollo y mejora de otras nuevas. Es significativo que previamente al cierre de Napster por las distintas demandas judiciales, los responsables de esta red P2P comenzaron a filtrar los ficheros MP3 que se intercambiaban en sus servidores y que poseían copyright, esto tan sólo provocó un trasvase de usuarios hacia otras herramientas como Audiogalaxy que utilizaban una misma filosofía. Esto venía a demostrar que el uso de las redes P2P se había establecido en la Red y los internautas no deseaban dejar de utilizar herramientas que les permitiesen descargar música de la Red de una forma muy cómoda aunque bordeando la legalidad.

Actualmente hay diversas plataformas de intercambio de bits P2P por lo que la estrategia de las compañías discográficas se centra actualmente en amedentrar a los usuarios de los distintos softwares mediante distintas denuncias. Por supuesto que esta persecución ha dado resultados un tanto dantescos como la denuncia a una persona fallecida que jamás había poseído un ordenador, o distintas denuncias a menores que descargaban la música de la Red.

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