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El Documentalista Enredado Entradas

Citas al libro /15

“Un libro hermoso es una victoria ganada en todos los campos de batalla del pensamiento humano”
Honoré de Balzac

“El arte de leer es, en gran parte, el arte de volver a encontrar la vida en los libros y, gracias a ellos, de comprenderla mejor”
André Maurois

“Un buen libro es un regalo precioso que hace el autor a la humanidad”
Joseph Addison

“La invención de la escritura, creando el libro, desestancó el saber de la memoria y acabó con la autoridad de los viejos”
José Ortega y Gasset

“Los libros siempre hablan de otros libros y cada historia cuenta una historia que ya se ha contado”
Umberto Eco

“El hallazgo afortunado de un buen libro puede cambiar el destino de un alma”
Marcel Proust

“Fuera del perro, un libro es probablemente el mejor amigo del hombre, y dentro del perro probablemente esta demasiado oscuro para leer”
Groucho Marx

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Si las bibliotecas públicas no existieran desde hace tiempo, ¿podría hoy alguien fundar una?

Leí hace tiempo el libro  Freakonomics y lo cierto es que no me pareció que hubiese gran cosa que reseñar de él. Es cierto que era curioso cómo las pequeñas cosas se entrelazan para derivar en otras, cómo se instauran sistemas ecológicos de distribución de riqueza y otros asuntos, pero definitivamente el libro no me convenció como tal y lamenté su compra. Siendo un poco más específico sobre su temática, en él se trataba de dar una vuelta de tuerca a asuntos mundanos para comprobar cómo habían evolucionado hacia una situación de equilibrio, a veces injusta, como por ejemplo la estructura económica del mercadeo de droga, y hoy me llega una noticia que me retrotrae a aquella lectura.

Vía Menéame, descubrimos que en el blog de Freakonomics publican un texto interesante para los profesionales de la información: If Public Libraries Didn’t Exist, Could You Start One Today? El asunto tiene miga puesto que trata de contraponer los beneficios editoriales frente a los beneficios sociales y culturales que desarrollan las bibliotecas. Algo que en la Unión Europea, gracias a la última Ley de Lectura, Libro y Bibliotecas que estableció el canon por préstamo de las bibliotecas, tienen bastante claro:

El Canon por préstamo bibliotecario se fija en 0,20 euros por libro y se introduce en la Ley en aplicación de una sentencia del Tribunal de Justicia Europeo que obliga a España a cumplir la directiva europea correspondiente. En caso de incumplimiento, la sanción sería de 300.000 euros diarios. La regulación del canon, cuyos detalles se especificarán en un real decreto posterior, afectará a todas las bibliotecas públicas de municipios de más de cinco mil habitantes y será asumido por el Ministerio de Cultura y las Comunidades Autónomas, en un porcentaje a convenir.

Es curioso cómo los autores norteamericanos de la bitácora de Freakonomics reflexionan sobre la afección que podría tener la implantación de un impuesto en el préstamo de los libros en las bibliotecas de Estados Unidos (Que levante la mano quien odie las bibliotecas). Desarrollan su argumentación, a través del momento de firma de libros por parte de un autor en el que un lector le comenta que leyó su libro a través de una biblioteca. De este modo, el autor del libro prestado llega a la conclusión que si un ejemplar de un libro es leído por 50 personas, se tratará de 50 documentos que no son vendidos por el canal tradicional comercial, por lo que las bibliotecas son un impedimento para el comercio editorial y, por lo tanto, para su beneficio personal como creador.

Sin embargo, Stephen J. Dubner considera que esto es un pensamiento erróneo puesto que estos centros de información son beneficiosos:

  1. Las bibliotecas ayudan a los jóvenes en los hábitos de lectura, cuando esos lectores crezcan comprarán libros.

  2. Las bibliotecas son escaparates de trabajos que no podrían ser leídos de otra forma, los lectores podrían entonces comprar otros libros del mismo autor o incluso adquirir el mismo libro para incluirlo dentro de su colección.

  3. Las bibliotecas ayudan en el fomento de la cultura de la lectura, sin ellas, habría menos debate, hábitos hacia la reflexión y la crítica; y cobertura de libros en general que desembocaría en la disminución en las ventas.

La reflexión posterior es curiosa. Si no existiesen las bibliotecas públicas y alguien decidiese hoy abrir una, ¿qué es lo que sucedería? El autor imagina que, con la legislación de los derechos de autor actuales tan restrictivas, ningún autor ni editor desearía que su libro fuese prestado a cientos de extraños. Obviamente, se establecería un coste por préstamo, el autor propone a continuación que si un libro cuesta 20$, el coste por préstamo sería fijado en 2$ por copia y año  – Por supuesto que se empezaría a pagar el coste de préstamo en el año posterior a su adquisición – . Lo cual significaría una completa evolución del sistema bibliotecario tal y como hoy lo conocemos en cuanto a dinámica y economía.

En Europa, y concretamente en España, esa evolución ni va a tardar tanto ni es tan difícil de imaginar, desgraciadamente.

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De Gutenberg a Internet. Una historia social de los medios de comunicación

De Gutenberg a Internet

Según avanza la tecnología, este pequeño planeta parece estrecharse de forma acelerada, haciéndonos sentir cada vez un poco más incómodos con lo que vemos y sabemos; sintiéndonos observados y analizados de una forma continua. Y, sin embargo, qué es el ser humano sin comunicación y sin medios para ello. Desde antaño, hemos tratado de fijar el conocimiento, trasladarlo a un futuro para que pudiese ser provechoso para el desarrollo de la sociedad o para nuestros semejantes. La Historia comienza con la preservación del conocimiento, la Historia empieza con la escritura, la Historia comienza con la comunicación.

De Gutenberg a Internet: Una historia social de los medios de comunicación [ISBN: 84-306-0479-0] comienza su relato justo con la aparición de la imprenta, la técnica que serviría para la difusión de conocimientos e ideas de una forma completamente industrial. Posteriormente, pasa a detallar los profundos cambios sociales que provocaría este invento, las distintas revoluciones ideológicas que se desarrollarían al calor de ésta, que provocarían guerras y movimientos culturales que derrocarían al poder establecido, etc. Sin embargo, cuando parece que la temática a abordar son los medios de comunicación y sus soportes, los dos autores, Asa Briggs y Peter Burke, reservan otro papel para otro tipo de comunicaciones como el vapor y la electricidad, la aparición del correo, el ferrocarril, el telégrafo, el teléfono, etc.

Pasado ese tramo de la revolución industrial, el siglo XX y el XXI son un suspiro, disponiendo de un papel menos destacado, como si la revolución de la comunicación se hubiese producido mucho antes, otorgando los instrumentos para lo que vendría poco después. La televisión, la radio y el surgimiento de los medios de comunicación son tratadas con suficiencia. Internet queda como una hoja en blanco, que todavía tiene que se escrita, que se escribe en el día a día, esperando una mejor oportunidad como si no mereciese un capitulo completo sólo para ello. Y qué decir de los medios de comunicación cuyo desarrollo se ha producido en el siglo XX modificando los gustos y consumos de la sociedad, que cayeron en el descrédito en tantas ocasiones para recuperarlo; sin embargo, se pasa por ello de puntillas, como si aquello no tuviese valor.

Podría considerarse que la parte más jugosa e interesante de este libro es su primera parte, dedicada a la imprenta en la que se desgaja con estilete todo lo que ésta provocó desde un punto de vista sociológico e historiodicista. Para aquellos que se vayan a lanzar a la lectura de este libro que no crean que van a encontrar un puñado de datos e historias entrelazadas, que las hay, si no más bien un análisis de ellos.

BRIGGS, Asa; BRUKE, Peter. De Gutenberg a Internet. Una historia social de los medios de comunicación. Madrid: Taurus, 2005

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«Derecho a tanteo» de Andrés Trapiello

El escritor Andrés Trapiello, del que ya recogimos otro texto, nos cuenta en distintos números de la revista Magazine, la historia de unos pergaminos que se perdieron por la dejadez del Estado. Una historia en la que el mundo del libro antiguo y la bibliofilia se unen con la picaresca y las ganas de ganar dinero (o bienes culturales) por cualquier medio.

Como curiosidad, para aquellos que les pueda resultar interesante, os señalamos que pudimos entrar en casa del escritor gracias a un reportaje del diario El Mundo.

I -17 de junio de 2007

La gente tiene de las subastas una idea confusa y novelesca, algo en lo que se mezclan la astucia, la codicia y el dinero. Precisamente una novela española, que conoció un notable éxito hace unos años, empezaba de ese modo, en una subasta de arte: al conservador de un museo estatal se le escapaba cierta carta marina que contenía no sé qué fabulosos y encriptados tesoros y mensajes que anunciaban peripecias trepidantes. En ese punto cerré el libro: el novelista o no sabía o no le convenía recurrir al derecho de tanteo, a saber: el que tiene el Estado para quedarse con cualquier lote subastado. De haberlo sabido, de haberlo querido, aquel funcionario habría retenido tal carta con sólo levantar un dedo y sin el menor esfuerzo; claro que en ese caso el novelista se habría quedado sin novela.

Para garantizar la limpieza de una puja en una subasta pública a la que puede concurrir cualquiera que se haya acreditado previamente, el Estado se mantiene al margen. Cuando ha concluido la puja y los particulares han subido hasta donde lo han creído conveniente, el Estado, agazapado hasta entonces en un oscuro rincón, sale de su observatorio y dice, para frustración de los pujantes: me lo quedo. Naturalmente hasta rematar la puja no se sabe qué lo tes podrán interesar o no al Estado que, disponiendo de fondos públicos, ha de velar por su buena administración. Dicho en otras palabras: también al Estado le gusta comprar barato, aunque, en honor a la verdad, lo cierto es que siempre acaba tirando con pólvora del rey. ¿Y quién representa al Estado? A menudo, una persona sin relieve, apática y despegada, alguien un poco zoquete y sin demasiado amor a su trabajo.

No suele uno ir a las subastas por diversas razones: son tediosas y en ellas, embarcado en la ebriedad de las pujas, un poco delirantes casi siempre, acaba pagando más de lo que tenía pensado pagar y más de lo que muchas veces vale en el mercado eso por lo que se ha encaprichado. El deseo es una laberinto siempre misterioso. No obstante, de vez en cuando, ante la aparición de tal o cual libro, cuadro o papel viejo, se ha asomado uno a ellas. Creo que le verdadero espectáculo suele estar más en la vida de los pujistas que en las pujas. Hace unas semana estuve uno en una donde se subastaba la importante biblioteca de un musicólogo, poeta y editor argentino. Aparecía en ella un apreciable número de libros de Juan Ramón Jiménez dedicados por éste a aquél. Salieron a un precio alto y en algunos casos se remataron en cifras astronómicas. Pujaban por ellos libreros de viejo y algunos particulares que vieron segadas a cercén sus pretensiones, porque el Estado ejerció en todos los casos el implacable derecho de tanteo, como si fuese un derecho de pernada. A la enésima y extemporánea intervención del funcionario, alguien comentó sarcástico: "El Estado acaba de descubrir a Juan Ramón". ¿Es que el Estado no había tenido en los últimos cien años ocasión de comprar, y desde luego a mejor precio, tales libros? Nos consta incluso que ya los tiene. ¿Para qué los quiere, entonces? Déjenme que les cuente una historia, esta sí, entretenida y fabulosa.

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La biblioteca 2.0: Los bibliotecarios sin Gutenberg

La Revista Trama & Texturas es una publicación abierta e interactiva, que invita a cualquiera que lo desee y que tenga algo que decir a sumarse a ella; densa y enriquecedora en su lectura, que se apoya sobre profesionales que disponen de su propio espacio de publicación en Internet. Sus editores, José María Barandiarán y Manuel Ortuño, me invitaron hace ya un par de meses a redactar un texto para el número 2 que ya estaban preparando.

El resultado de esta experiencia, que ya relaté, fue el artículo Los bibliotecarios sin Gutenberg en el que trataba de hacer una revisión general de la situación en la que se encuentra el libro ante los retos que la Red le plantea, a la vez que situaba el papel del bibliotecario frente a esas circunstancias que se plasman en lo que se ha denominado Biblioteca 2.0.

El documento completo lo podéis encontrar en el número 2 de Trama & Texturas, sin embargo permitidme que os deje aquí uno de los apartados que más os puede llegar a interesar como profesionales de la información, además de que sirva de debate, si queréis, sobre la Biblioteca 2.0.

Actualización (3/7/2007): Nuestros amigos de la Revista Trama & Texturas hacen referencia a este texto, además de ofrecer el documento completo en PDF.

[…]

Previamente a definir lo que es la biblioteca 2.0, debemos realizar un inciso para explicar lo que es realmente la Web 2.0, puesto que un concepto deriva del otro. La web 2.0 no engloba una nueva tecnología, ni nuevas conexiones a Internet, ni es una Red alternativa; se trata de una nueva forma de interactuar las personas en la Red. La idea original de la web (en este contexto, llamada Web 1.0) consistía en páginas estáticas, escritas en el lenguaje de marcado HTML, que no eran actualizadas frecuentemente. De esta manera, el éxito de las empresas puntocom dependía en gran medida de la generación de sitios web más dinámicos donde los CMS  (Sistemas de gestión de contenidos) servían páginas creadas automáticamente desde una base de datos. Frente a esto, los propulsores de la aproximación a la Web 2.0 creen que el uso de la web se está orientado a la creación e interacción de redes sociales, que pueden servir contenido de forma dinámica creando, o no, webs interactivas y visuales. Es decir, los sitios Web 2.0 actuarían más como puntos de encuentro, o webs dependientes de usuarios, que como webs tradicionales.

De esta nueva consideración de Internet como un lugar donde compartir información y experiencias en tiempo real, nace lo que se ha denominado la Biblioteca 2.0. El primer intento de definición lo realiza Michael Casey en su blog LibraryCrunch en septiembre de 2005, como podemos comprobar, en esta primera aproximación los objetivos no están claramente establecidos y por lo que queda un tanto vacía en su contenido.

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Las rutas literarias

Escocia siempre será para mí la que R.L. Stevenson me descubrió en mi infancia, con su novela Secuestrado. La Escocia salvaje que David Balfour recorría  desde la Isla de Mull hasta Queensferry, intentando volver a casa y reclamar su herencia, es la que buscaré si alguna vez voy allí.

Si emprendiese semejante viaje, no sería la primera en visitar una ciudad, un país…, buscando los paisajes y las gentes que los escritores han retratado en sus novelas. El boom literario que supuso El Código Da Vinci de Dan Brown, ha llevado a muchos a seguir los pasos de sus protagonistas de París a Londres, para identificarse con ellos y sentir la magia de la narración en primera persona.

En este aspecto, Gran Bretaña cuenta con una gran oferta de turismo literario que, nos transporta a la Inglaterra de la época Regencia de la mano de Jane Austen en Orgullo y Prejuicio, nos permite visitar Yorkshire con las hermanas Brontë, Dorset con Thomas Hardy, Londres y el sur de Inglaterra con Virginia Woolf, Gales e Inglaterra con Dylan Thomas, e incluso los escenarios reales en Londres, Oxford y Gloucester donde ruedan la versión cinematográfica de las novelas de Harry Potter .

Pero en España no somos ajenos a esta atracción por la literatura y los viajes. El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha ha arrastrado a más de uno por los parajes de Castilla, quizá con la esperanza de desfacer algún entuerto. Otros, han viajado a la Alcarria con Camilo José Cela, han recorrido Valladolid siguiendo la ruta de El Hereje de Miguel Delibes, conocido Asturias gracias a Leopoldo Alas “Clarín”, la Granada de Federico García Lorca, o se han llevado una visión más global sobre nuestra geografía literaria.

Hay muchas novelas que nos invitan a viajar, porque quienes las escriben poseen una sensibilidad extraordinaria para captar en sus historias los lugares y las gentes que los habitan, dejando una huella imperecedera en nuestro subconsciente. Así que, ahora que empiezan las vacaciones, elegid vuestra novela, elegid vuestro viaje, pero tened en cuenta las palabras de Virginia Woolf:

El territorio de un escritor es un país limitado por su propia mente, por eso corremos el riesgo de la desilusión cuando tratamos de convertir esas ciudades fantasmas en cemento y mortero palpables. Sabemos cómo caminar por ellos sin carteles indicadores, sin policías; sabemos saludar a quienes por ellos nos encontramos sin que nadie nos los presente. No hay una sola ciudad, desde luego, tan real como la que podamos hacer a nuestro antojo y llenar con las personas que queramos. Insistir en que tenga contrapartida en las ciudades de la tierra es robarle la mitad de su encanto.”

Geografía literaria, de Virginia Woolf

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5 cosas de mí que no interesarán a nadie

Aprovechando que nadie nos lee, por lo que este post pasará desapercibido, he decidido recoger el testigo que me pasó Geekteca hace unos días, y responder a un meme en el que me propone "decir 8 cosas de mí que normalmente no sepan". 

Reconozco que en un principio rechacé la propuesta, ya que en este blog no somos muy dado a los memes, y le envié a David mis elucubraciones personales por correo. Pero, tras reflexionar sobre ello, y comprobar que no he sido la primera en revelar su identidad secreta, he decidido recuperar mi derecho de autoría y publicarlo yo misma.

Desde luego, contar ocho cosas sobre mí que no sepáis son demasiadas (no tengo demasiados secretos y alguno tendré que guardarme ¿no?); así que tendréis que conformaros con cinco. No paso el testigo a nadie pero, como los ramos de novia, lo lanzo al aire para que lo coja quien quiera.

  1. Mis lecturas favoritas son: las tiras cómicas o de prensa, la ciencia ficción clásica (Ray Bradbury, Philip K. Dick, Stanislav Lem…) y la literatura en general, también clásica por supuesto. No leo un best-seller como no sea que alguien de mi entera confianza, que aprecie la literatura "pura" (por decirlo de alguna manera, aunque la verdad es que así suena muy pedante), me lo recomiende efusivamente. Así que no he leído ni El Código Da Vinci, ni La sombra del viento, ni Los pilares de la Tierra, ni…

  2. Aunque con los años lo voy superando, soy bastante tímida, y eso hace que, cuando me reuno con gente que no conozco demasiado, o no abra la boca, o no pare de hablar contando anécdota, tras anécdota, sin resquicio para que haya un solo silencio incómodo.

  3. No me gusta hablar por teléfono, por lo que suelo ser muy telegráfica en mis conversaciones. Para comunicarme con algo más largo que un "hola, quedamos a tal hora, en tal sitio, ¿vale?, adios" necesito el contacto visual, la cercanía, por lo que siempre busco un hueco para quedar con los amigos en persona y sólo me conformo con llamadas de teléfono si es inevitable. Si al punto 2, se le une el punto 3, ya podéis imaginaros el resultado.

  4. Soy extremadamente puntual y no llego tarde ni cuando se me hace tarde. Si alguna vez me retraso (cosa sorprendente) y ni siquiera he avisado (más sorprendente todavía, porque aviso incluso cuando llego 5 minutos tarde), entonces mis amigos empiezan a preocuparse.

  5. Llevo 3 años proponiéndome "en serio" sacarme el carnet de conducir. Es decir, llevo 3 años apuntada a la autoescuela, pero habré ido 2 semanas el primer año, unos 2 o 3 días el segundo y hace más de uno que no he vuelto.

     

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