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Etiqueta: Biblioclastia

Trazando el mapa de los libros prohibidos en EEUU

Los libros como elemento transmisor del conocimiento y de ideas han sido perseguidos desde sus inicios. Cabe recordar aquí el infame Index Librorum Prohibitorum Et Expurgatorum compendio de libros reunidos laboriosamente por la Iglesia Católica desde el que se prohibía leer ciertos textos de una forma implícita a sus fieles. Desgraciadamente, y aunque consideremos que la existencia de estos catálogos de libros como algo anacrónico o irreal en las sociedades avanzadas occidentales, la ALA (American Library Association) nos recuerda todos los años a través de la semana de los libros prohibidos que hay ciertos autores, escritos, ideas en definitiva; que son perseguidos desde distintos sectores de la sociedad americana.

En un intento de profundizar las razones y detectar los patrones mediante los cuales se establece que un libro debe ser prohibido, desde el MIT Media Lab se ha tratado de establecer un mapa que muestre las zonas de EEUU donde los libros son perseguidos y poder así poder llegar a algunas conclusiones para profundizar en el estudio de las razones últimas de porqué un libro es considerado peligroso por ciertos sectores de la sociedad moderna actual.

Mapping banned books es un proyecto desarrollado por Chris Peterson utilizando los datos del proyecto Kid’s Right to Read. Sin embargo, una vez trazado el mapa los resultados son para el investigador inconcluyentes y un poco frustrantes. Según su razonamiento, cabe destacar, en primer lugar, que en Estados Unidos existen libros prohibidos en todos los estados; por lo que necesariamente se deben descartar las tendencias políticas o culturales predominantes de cada uno de ellos como un factor determinante. En segundo lugar, existen libros que se encuentran prohibidos pero los datos correspondientes a las razones últimas son desconocidos o no se han detallado convenientemente. Por lo tanto, nos encontramos ante una zona gris que impide poder seguir avanzando en el estudio de porqué un libro es tachado de inmoral o incorrecto.

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No nos extraña que el Infierno sea una biblioteca

Parafraseando una vez más a Véase Además, descubro un artículo publicado hoy en el diario El País que refleja la situación cercana al caos y la guerra civil que sufre Irak hoy día. Ya contaba Fernando Báez en su libro Historia universal de la destrucción de libros el saqueo que había sufrido la Biblioteca Nacional de Bagdad, el texto que sigue es sólo una triste continuación de aquello sin visos de mejora.

Bibliotecario: oficio de alto riesgo en Bagdad

Por fin Saad Eskander, director de la Biblioteca y el Archivo Nacionales de Irak, en Bagdad, sacó tiempo para poner al día su ciberdiario tras un par de semanas muy ajetreadas. Cuando escribía la última entrada, tuvo problemas para reparar la conexión a la Red: el Laboratorio de Restauración "fue alcanzado por cinco balas"; y "otro bibliotecario, que trabajaba en la hemeroteca, fue amenazado de muerte. Tiene que abandonar su casa y buscar otra cuanto antes; si no, le asesinarán".

Hace ahora un mes que las entradas de Eskander en el diario aparecen en la ciberpágina de la Biblioteca Británica Diary of Saad Eskander y en ellas se detallan los obstáculos a los que se enfrenta para mantener abierta la biblioteca central de Irak, conservar los archivos y libros supervivientes y, cómo no, para seguir con vida.

"Pensamos que era una buena oportunidad para poner de relieve las condiciones a las que Eskander y su plantilla se enfrentan y el hecho de que arriesgan su vida por ello", explica Catriona Finlayson, portavoz de la Biblioteca Británica.

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Bibliofagia, comiendo libros

Antes de comenzar, tal vez deberíamos hacer una diferenciación clara para que no nos equivoquemos. Vaya por delante que bibliófagos hay muchos y de distintas categorías, no importa mucho si devoran a Eric Hobsbawm o a Orson Scott Card por poner dos extremos, son personas que simplemente tienen un libro entre manos y lo devoran sin miramientos. Son insaciables, uno detrás de otro, sin importar la cantidad ni cuántos han consumido anteriormente, sin considerar si deberían darse un respiro para tratar de asimilar todo lo anterior o simplemente descansar la mente.

Pero la bibliofagia bien entendida, esa que significa literalmente comer papel en forma de libro, es bastante infrecuente, incluso en la literatura. Seguramente, todo puede deberse a que el papel, compuesto de celulosa, no puede ser digerido por los seres humanos, como entra sale, además de secar la lengua y dejar un sabor un tanto peculiar que hasta el momento el papel tiene.

Sin embargo, la bibliofagia, aunque escasa en la literatura, puede ser recogida como un elemento destructor o para la adquisición del conocimiento. En el primer extremo, nos encontraríamos con un personaje de ficción que decide destruir un libro aunque suponga su muerte inmediata. Estamos hablando del venerable hermano Jorge de Burgos que aparece en el libro El Nombre de la Rosa y en el que decide ingerir el libro supuestamente perdido, además de envenenado, “La Estética” de Aristóteles para que su conocimiento no se propague más allá de la biblioteca de la abadía.

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¡Qué vergüenza! Libros por el suelo

Aquellos que quieren imponer su razón, pero no encuentran suficientes argumentos, ni suficientes ideas para explicarse, ni para fundamentarlas, ni para rebatir las razones de otros, sean más o menos acertadas, más o menos fundadas; no dudan de utilizar la violencia para amedrentar a aquellos que se muestran disconformes con sus planteamientos y, en ocasiones, se los debaten con mayor éxito. A lo largo de la Historia, se han sucedido hechos en los que los libros eran atacados como fuente de la difusión de ideas y han tratado de ser destruidos. Por ello, es profunda mi decepción al descubrir que poco se ha avanzado y que en esta sociedad, aunque sean grupúsculos, todavía se ataca a las librerías y a los libros para “defender ideas”.

Destrozos en la librería Tres i Quatre - © José JordánLa prensa lo recogía hoy –Diario El País y Diario Levante– tres encapuchados asaltaron la librería Tres i Quatre de Valencia esparciendo libros por el suelo y lanzando varios objetos al aire, su reclamación “No mos fareu catalans” (No nos haréis catalanes) o “Catalanistes de merda”. Afortunadamente, y aunque alguno de los presentes se encaró con ellos, los hechos no llegaron a pasar a mayores, sin embargo me ensombrece la duda.

Hasta ahora, los ataques a librerías valencianas se habían producido mediante pintadas realizadas en la noche. Ni siquiera la Universitat de València se ha zafado de estas pintadas ya que en reiteradas ocasiones su librería ha sido violentada. La primera pintada se realizó incluso antes de su inauguración el 8 de diciembre de 2003 con la frase “Volem llibres en valencià, no en català” (Queremos libros en valenciano, no en catalán) impresa en sus cristaleras y paredes. Desgraciadamente, hay otra librería que ha sufrido la pintura de este tipo de frases, además de Tres i Quatre que también las ha recibido en reiteradas ocasiones, se trata de la Librería La Traca que en 2003 tuvo sobreimpresa sobre su puerta metálica “Puta Kklunya”.

¡Qué vergüenza atacar a los difusores de las ideas, a la diversidad cultural y las distintas opiniones! ¿Es esta la imagen de sociedad tolerante queremos dar? Personalmente, considero que la sociedad valenciana debería de atajar este tipo de expresiones, es la palabra y las ideas sobre las que se debe encauzar el debate, jamás este tipo de violencia.

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Libros prohibidos en el Siglo XXI

Los libros como elementos comunicativos del saber y de las ideas de los seres humanos han sido objeto de persecuciones y censuras de todo tipo, desde parciales a totales. Un ejemplo significativo es el que nos dio la Iglesia Católica, hubo un tiempo en el que esta institución dentro de su doctrina moral nos señalaba con severidad lo que no debíamos leer. De hecho, las publicaciones prohibidas eran tan numerosas que la Iglesia tuvo que empezar a componer un listado de todos ellas, recibió el nombre de índice de libros prohibidos – Index Librorum Prohibitorum – que fue mantenido desde 1559 hasta la próxima fecha de 1966 y abandonado definitivamente durante el papado de Pablo IV dentro de los preparativos del Concilio Vaticano II. Con esta recopilación se buscaba la prevención de la lectura de libros o trabajos inmorales que contuvieran errores teológicos, además de evitar la corrupción de los fieles católicos. Pero no sólo se prohibía a sus fieles que leyesen tal o cual libro, incluso, se iba un poco más allá; organizando juicios para que el autor de aquello publicado, y que a la institución considerase inmoral, defendiese sus tesis en un tribunal de justicia de la Santa Inquisición.

Este Index ejemplariza perfectamente los intentos reiterados de control al que el libro ha estado sometido a lo largo de su Historia y particularmente desde la aparición de la imprenta. En cualquier caso, no debemos olvidar que no han sido las instituciones religiosas las únicas que tratan de ajustar lo que se afirmaba en los textos, sino que coetáneamente también los distintos monarcas del Antiguo Régimen trataron de controlar la edición y publicación de libros a través de los Privilegios reales de Impresión. Así que, más o menos, todo elemento que ostentente el poder, ya se trate de dictaduras o no, u otros elementos próximos a él (organizaciones morales, poderes fácticos, agentes económicos…) han tratado de controlar y limitar la circulación de la información y el desarrollo de nuevas ideas no correspondientes a sus deseos o pareceres.

Desde luego que la censura, el control de la información que se difunde, los comentarios críticos, el pensamiento discordante ya no se limita tan sólo al material impreso, sino que actualmente es Internet y de una forma particular los blogs, con la connivencia de algunas empresas, los que están sufriendo un nuevo tipo de censura.

Pero en la lucha contra la censura, pasada y actual, siempre podemos encontrar a algunos bibliotecarios que nos recuerdan y difunden nuestro derechos a pensar, opinar y creer libremente sin cortapisas. La American Library Association (ALA) dedica la última semana de septiembre a recordar los libros que por diversos motivos han tratado de ser censurados o simplemente prohibidos dentro de los actos que desarrolla en la Banned Books Week. Lo que se persigue es precisamente una contramedida, esta vez desde una perspectiva positiva, publicitar y defender los libros censurados mediante una lista, un índice si se quiere; a la vez que celebrar y reinvidicar la posibilidad tanto del autor como del lector de expresarse libremente. En definitiva, la denfensa de la oportunidad de leer y ser leído.

Los bibliotecarios norteamericanos entienden este acto como una forma de recordar y defender la Primera Enmienda de su Constitución apoyando la libertad de expresión y pensamiento, así como la denuncia de distintos actos para recortarla. Por supuesto que las bibliotecas y los bibliotecarios participan de una forma activa en esta denuncia destacando en sus instalaciones los libros censurados y apremiando a los usuarios a que los lean. Desde luego que se trata de una gran iniciativa que debería tener su reflejo en España como una forma de evitar la alineación del pensamiento.

Vía – Periodistas21

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La muerte de los libros ¿o la del pensamiento?

Mirando noticias sobre el mundo de las bibliotecas y la documentación, he encontrado una sobre la publicación en México del libro «Historia universal de la destrucción de los libros» de Fernando Báez, y que fue editado en España recientemente, como ya se informó en El Documentalista Enredado.

La noticia comienza con la siguiente reflexión:

De las formas diversas que puede adoptar la muerte, la destrucción de los libros es una de las más constantes en la historia universal.

Y justo hoy, he terminado de releer por enésima vez una de mis novelas favoritas, «Fahrenheit 451» de Ray Bradbury. En ella se refleja un sobrio futuro, donde los bomberos, en vez de apagar fuegos, los provocan para quemar libros, porque en ese país está prohibido leer, porque leer obliga a pensar, porque leer impide ser ingenuamente feliz…

Al ver esta noticia sobre la destrucción de libros a lo largo de la historia, como la “puntilla” para la completa aniquilación de un pueblo, de su memoria, de su pensamiento, de su cultura…, veo que, tristemente, la novela de Ray Bradbury, a pesar de ser de ciencia-ficción, tiene menos de ficción de lo que me gustaría.

En ella, Ray Bradbury refleja la importancia de los libros, su fuerza… Y yo no puedo expresar tan bien como él por qué son temidos, por qué se destruyen…, por lo que permitidme utilizar sus palabras para expresar algunas de las ideas que han pasado por mi cabeza al leer esta noticia y que Bradbury puso en boca de sus personajes:

¿Sabe por qué los libros como éste son tan importantes? Porque tienen calidad. Y, ¿qué significa la palabra calidad? Para mí significa textura. Este libro tiene poros, tiene facciones. Este libro puede colocarse bajo el microscopio. A través de la lente, encontraría vida, huellas del pasado en infinita profusión. Cuantos más poros, más detalles de la vida verídicamente registrados puede obtener de cada hoja de papel, cuanto más “literario” se sea. En todo caso, esa es mi definición. […] ¿Se da cuenta, ahora, de por qué los libros son odiados y temidos? Muestran los poros del rostro de la vida. La gente comodona sólo desea caras de luna llena, sin poros, sin pelo, inexpresivas.

Faber, profesor

A la gente de color no le gusta El pequeño Sambo. A quemarlo. La gente blanca se siente incómoda con La cabaña del tío Tom. A quemarlo. ¿Alguien escribe un libro sobre el tabaco y el cáncer de pulmón? ¿Los fabricantes de tabaco se lamentan? A quemar el libro. […] Quemémoslo todo, absolutamente todo. El fuego es brillante y limpio.

Beatty, capitán de bomberos

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