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Etiqueta: Lectura

Paul Auster: «El arte es inútil»

Puede parecer que el discurso del escritor Paul Auster en el acto de entrega del Premio Príncipe de Asturias de las Letras de 2006 se encuentra fuera de la temática de esta bitácora. Sin embargo, no es así. Primero porque hace una reflexión sobre el ser humano y su necesidad de la creatividad, del uso del lenguaje como medio comunicativo; y segundo, porque a pesar de la aparente inutilidad de la escritura y del resto de las artes, es precisamente su futilidad lo que hace al ser humano lo que es.

Podría decirse que nuestro trabajo, el día a día de los que mantenemos este blog, caerá en saco roto. Qué duda nos cabe a nosotros. Lo hemos oído muchas veces, ¿una bitácora para qué? Es bastante probable que tengan razón, pero de momento no podríamos hacer otra cosa que semanalmente publicar, al menos, un texto. Así que como bloguers que no buscan más gloria que la aventura de mantener este pequeño espacio dentro de Internet, suscribimos el texto de Auster, aunque sea desde un punto de vista completamente pequeño comparado a su figura y al de resto de las artes.

No sé por qué me dedico a esto. Si lo supiera, probablemente no tendría necesidad de hacerlo. Lo único que puedo decir, y de eso estoy completamente seguro, es que he sentido tal necesidad desde los primeros tiempos de mi adolescencia. Me refiero a escribir, y en especial a la escritura como medio para narrar historias, relatos imaginarios que nunca han sucedido en eso que denominamos mundo real. Sin duda es una extraña manera de pasarse la vida: encerrado en una habitación con la pluma en la mano, hora tras hora, día tras día, año tras año, esforzándose por llenar unas cuartillas de palabras con objeto de dar vida a lo que no existe?, salvo en la propia imaginación. ¿Y por qué se empeñaría alguien en hacer una cosa así? La única respuesta que se me ha ocurrido alguna vez es la siguiente: porque no tiene más remedio, porque no puede hacer otra cosa.

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«Pasión lectora» de Clara Sánchez

La escritora Clara Sánchez obtuvo el pasado mes de octubre el Premio de Periodismo sobre Lectura que otorga la Fundación Germán Sánchez Ruipérez por un artículo aparecido en el diario El País el mes de agosto con el título Pasión Lectora. El texto es el siguiente:

La chica que va leyendo frente a mí en el metro sólo despega la vista de las páginas para comprobar por qué parada vamos, o para retener mejor alguna imagen, o darle vueltas a una frase que le ha impresionado. Tendrá unos 28 años y, seguramente, regrese del trabajo. Lleva el arreglo algo marchito de quienes salieron de casa hace 10 horas. Ha forrado el libro porque tal vez se lo han prestado y no quiere estropearlo, o puede que para ella sea un acto tan íntimo que prefiera proteger la identidad de la obra y el autor y, de paso, sus propios gustos. Precisamente, de gustos se trata. Hasta que una obra entra en los manuales de literatura primero tiene que pasar por el proceso del simple gustar, de atrapar a alguien que la va leyendo con el traqueteo del autobús o en un bar lleno de ruidos. Incluso andando por la calle, como hace con total naturalidad la protagonista de Una mujer soñadora, de Thomas Hardy, cuya versión real he visto, perpleja, más de una vez por aceras y pasos peatonales. Y es que a quien le gusta leer de verdad, lee por cuatro y encuentra la forma de hacerlo aun a riesgo de pegarse un buen tropezón.

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Diccionario de las ideas recibidas

Cuando Flaubert murió en 1880, dejó inacabada Bouvard et Pécuchet; obra considerada por él mismo como su testamento y que refleja desde un punto de vista cómico y trágico al mismo tiempo la estupidez humana.

Los dos protagonistas, Bouvard y Pécuchet, llevados por su ingenuidad y su fe en las teorías que encierran los libros, deciden dedicar su vida a llevarlas a la práctica y, gracias a su nutrida y creciente biblioteca, estudian los diferentes temas que a lo largo de los años despiertan su interés: la agricultura, la química, la arqueología, la literatura, la religión, la educación…; pero acaban perdiéndose en el sin fin de contradicciones que reflejan estos libros y terminan cada experimento en el más rotundo fracaso.

Al igual que El Documentalista Enredado ha ido seleccionando algunas definiciones oficiales de la terminología específica de la profesión, la documentación, la biblioteconomía y la archivística; Bouvard y Pécuchet, ya desengañados de todo, también hicieron acopio de todos los conocimientos que habían asimilado en su “Diccionario de ideas recibidas” (doc. en PDF). De estos términos, transcribimos aquí sólo los más “bibliodocumentales” o relacionadas con la lectura y la escritura; para que sus axiomas nos ofrezcan una perspectiva distinta y, desde luego, mucho menos ortodoxa que la oficial.

Autor. Hay que “conocer autores”, pero no hace falta saber sus nombres.
Biblia. El libro más antiguo del mundo.
Biblioteca. Siempre hay que tener una en casa, sobre todo si se vive en el campo.
Clásicos (los). Se supone que hay que conocerlos.

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¿No se lee en este país porque no se escribe, o no se escribe porque no se lee?

Mariano José de Larra (1809-1837) es uno de los escritores en español más importantes del siglo XIX tanto por su visión de la vida como por la calidad literaria de sus escritos, de hecho la Generación del 98 utilizó la figura de Larra como precursora de sus escritos. Como periodista, realizó unos brillantes retratos críticos de la sociedad en la que vivía describiendo la complacencia, la hipocresía, la vacuidad y la corrupción de la sociedad española. De estos Artículos de costumbres o escenas de la vida española, recogemos la Carta a Andrés en la que el escritor realiza una reflexión sobre el mundo cultural y del libro de la época. Como se podrá comprobar, unos cuantos años después, algunas cosas no han cambiado en exceso.

Carta a Andrés escrita desde las Batuecas por «El Pobrecito Hablador»

(Artículo enteramente nuestro)

«Rómpanse las cadenas que embarazan los progresos; repruébense los estorbos, quítense los grillos que se han fabricado de los yertos de los siglos…»

M. A. GÁNDARA. Apuntes sobre el bien y el mal de este país.

De las Batuecas este año que corre.

Andrés mío:

Yo pobrecito de mí, yo Bachiller, yo batueco, y natural por consiguiente de este inculto país, cuya rusticidad pasa por proverbio de boca en boca, de región en región, yo hablador, y careciendo de toda persona dotada de chispa de razón con quien poder dilucidar y ventilar las cuestiones que a mi embotado entendimiento se le ofrecen y le embarazan, y tú cortesano y discreto! ¡Qué de motivos, querido Andrés, para escribirte!

Ahí van, pues, esas mis incultas ideas, tales cuales son, mal o bien compaginadas, y derramándose a borbotones, como agua de cántaro mal tapado.

Esa breve dudilla se me ofrece por hoy, y nada más.

«¿No se lee en este país porque no se escribe, o no se escribe porque no se lee?»

Terrible y triste cosa me parece escribir lo que no ha de ser leído; empero más ardua empresa se me figura a mí, inocente que soy, leer lo que no se ha escrito.

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Un mundo feliz: Ni libros, ni rosas

Una de las tradiciones relacionadas con los libros que más me gusta es la que se celebra en Cataluña con motivo de la festividad de Sant Jordi. Esta celebración, que coincide con el Día Internacional del Libro (23 de abril), consiste en regalar una rosa y un libro a las personas queridas. Al principio, se trataba de una fiesta de enamorados, en la que estos regalaban a su amada una rosa; y con el tiempo, ellas correspondieron regalándole a ellos un libro. Yo me quedo con la versión moderna, en la que las mujeres además de rosas recibimos libros.

Seguramente para algunos, regalar y recibir libros por Sant Jordi tiene sólo el valor de la tradición. Estos libros simplemente pasarán a ampliar una librería formada exclusivamente por los regalados en esta festividad y otros compromisos, y jamás serán leídos.

Desde luego, no a todo el mundo le gusta leer o siempre encuentra buenas excusas para no hacerlo, pero dudo mucho que el rechazo a los libros y a la lectura les haya sido condicionado desde la infancia, como a los personajes que Aldous Huxley describe en Un mundo feliz.

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Inventario de obstáculos y otras excusas para no leer

Vivimos en una sociedad en la que el tiempo es un bien muy preciado: vamos deprisa al trabajo, a los estudios, a la compra, al dentista… Ajetreados todo el día y con poco margen para dedicar al ocio. Por eso, es frecuente que muchas personas justifiquen su falta de aprecio por los libros amparándose en la conocida excusa: “Yo querría leer, pero… ¡No tengo tiempo!”.

Ahora bien, reflexionemos un poco sobre la cuestión y planteémonos algunas preguntas. ¿Cuánto tiempo es necesario para leer? ¿Hablamos de horas, minutos, páginas? ¿Cuáles son los mejores momentos del día para dedicar a la lectura? ¿Dónde podemos sacar mejor provecho de un libro? ¿Podemos ir cada semana a leer a la biblioteca? De hecho, de tiempo sí que disponemos, pero debemos decidir a qué actividades se lo queremos dedicar. Leer relaja, nos permite estar con nosotros mismos, es un buen tema de conversación con los amigos o los hijos y, además, es una actividad de entretenimiento y una forma barata de conocer a otras personas, lugares y experiencias.

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Recogida de firmas por la lectura

Aunque es un tema muy recurrente, muchos humoristas gráficos acuden al chiste, que no deberíamos considerar en ningún caso fácil, de que en España no se lee o se lee poco, por lo que no veo porqué no deberíamos incluir este chiste aparecido en la revista Magazine del 12 de febrero de este año del Mago Asín. Aunque dispone de cierto transfondo político sobre la recogida de firmas que está realizando el Partido Popular contra la aprobación de la Reforma del Estatuto de Cataluña,  el personaje de Ortifus, del que ya recogimos otro chiste, acude en auxilio de aquellos que necesitan de su presencia con una mirada sarcástica.

En España, donde todo parece ser opinable, que nos agrada que nos ofrezcan todo bien masticado e incluso digerido, a veces olvidamos que debemos acudir a la fuente principal – al texto puro, aunque de vez en cuando un tanto duro para la mayoría de nosotros – para poder formarnos una opinión correcta de lo que se está tratando. La mirada de Ortifus es por lo tanto mordaz.

 

Mago Asín

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