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Etiqueta: Libros

Definiciones relativas al «Libro»

libro.
(Del lat. liber, libri).
1. m. Conjunto de muchas hojas de papel u otro material semejante que, encuadernadas, forman un volumen.
2. m. Obra científica, literaria o de cualquier otra índole con extensión suficiente para formar volumen, que puede aparecer impresa o en otro soporte. Voy a escribir un libro. La editorial presentará el atlas en forma de libro electrónico.
3. m. Cada una de ciertas partes principales en que suelen dividirse las obras científicas o literarias, y los códigos y leyes de gran extensión.
4. m. libreto (? obra dramática).
5. m. Contribución o impuesto. No he pagado los libros. Andan cobrando los libros.
6. m. Der. Para los efectos legales, en España, todo impreso no periódico que contiene 49 páginas o más, excluidas las cubiertas.
7. m. Zool. Tercera de las cuatro cavidades en que se divide el estómago de los rumiantes.

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¿No se lee en este país porque no se escribe, o no se escribe porque no se lee?

Mariano José de Larra (1809-1837) es uno de los escritores en español más importantes del siglo XIX tanto por su visión de la vida como por la calidad literaria de sus escritos, de hecho la Generación del 98 utilizó la figura de Larra como precursora de sus escritos. Como periodista, realizó unos brillantes retratos críticos de la sociedad en la que vivía describiendo la complacencia, la hipocresía, la vacuidad y la corrupción de la sociedad española. De estos Artículos de costumbres o escenas de la vida española, recogemos la Carta a Andrés en la que el escritor realiza una reflexión sobre el mundo cultural y del libro de la época. Como se podrá comprobar, unos cuantos años después, algunas cosas no han cambiado en exceso.

Carta a Andrés escrita desde las Batuecas por «El Pobrecito Hablador»

(Artículo enteramente nuestro)

«Rómpanse las cadenas que embarazan los progresos; repruébense los estorbos, quítense los grillos que se han fabricado de los yertos de los siglos…»

M. A. GÁNDARA. Apuntes sobre el bien y el mal de este país.

De las Batuecas este año que corre.

Andrés mío:

Yo pobrecito de mí, yo Bachiller, yo batueco, y natural por consiguiente de este inculto país, cuya rusticidad pasa por proverbio de boca en boca, de región en región, yo hablador, y careciendo de toda persona dotada de chispa de razón con quien poder dilucidar y ventilar las cuestiones que a mi embotado entendimiento se le ofrecen y le embarazan, y tú cortesano y discreto! ¡Qué de motivos, querido Andrés, para escribirte!

Ahí van, pues, esas mis incultas ideas, tales cuales son, mal o bien compaginadas, y derramándose a borbotones, como agua de cántaro mal tapado.

Esa breve dudilla se me ofrece por hoy, y nada más.

«¿No se lee en este país porque no se escribe, o no se escribe porque no se lee?»

Terrible y triste cosa me parece escribir lo que no ha de ser leído; empero más ardua empresa se me figura a mí, inocente que soy, leer lo que no se ha escrito.

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¡Dejad de comprar libros!

Esta semana me he comprado una estantería para tratar de achicar el espacio, cada vez más escaso, del que disponía en otras dos. Es bastante probable que se trate de la última que adquiera hasta que me cambie de casa, si es que algún día las condiciones económicas son más favorables que las actuales, lo que me produce cierta desazón al ser consciente de que una vez se rellenen de nuevo, y lo harán porque tiempo y empeño no les faltará, no habrá espacio para nada más… Si es que lo hay actualmente.

Por un precio de 100 euros, he adquirido una estantería de pino macizo (nada de conglomerado que después las baldas se doblan hacia abajo por el peso) de similares características y color de las que ya disponía con una altura de 1’83 metros y una anchura de 50 centímetros. Sinceramente, hubiese preferido haber comprado una de 80 centímetros de ancho, porque la que finalmente compré ya está llena sin estar montada, pero es que tampoco tendría dónde ponerla.

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El autor no lo hizo para mí

El autor no lo hizo para mí / yo tampoco
lo leo para él / yo y el libro
nos precisamos mutuamente / somos
una pareja despareja /

el libro tiene ojos tacto olfato
hace preguntas y hace señas
puede ser una esponja que me absorbe
o un interlocutor vacío de prejuicios

el libro y yo tenemos un pasado
en común / con frutales seducciones
yo a veces le confisco a madame bovary
y él me despoja de ana karenina /
si nos empalagamos de esos amores yertos
ya somos otros y nos reconciliamos

el libro me provoca / me arranca confesiones
y yo le escribo notas en los márgenes
es una relación casi incestuosa
nos conocemos tanto que no nos aburrimos
él me describe cielos incendiados
y yo se los extingo con lágrimas marinas

no lo hizo para mí / ¿será por eso
que el rostro no me importa? / es un enigma /
yo sólo quiero descifrar el libro
y quedarme en su vida hasta mañana

Mario Benedetti en su libro El olvido está lleno de memoria

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Bok encuentra un libro

Jesús Antonio Martínez del Vas es autor de Bok, uno de los personajes que más recuerdo de mi época universitaria, aunque a algunas personas no les acababa de convencer. La cita de todos los lunes por la mañana con un nuevo número de la Gaceta Universitaria (GU) siempre llevaba aparejada una nueva tira del estudiante extraterrestre que se encontraba en la Tierra gracias a un programa de intercambio de estudiantes intergaláctico. Las tiras de Bok otorgan un punto de vista muy socarrón al comportamiento de los estudiantes, los profesores y el mundo universitario en general, incluyendo al mundo de las bibliotecas universitarias a la que corresponde la tira de hoy.

Debo de advertir que en esta tira no aparece Bok como personaje, sin embargo podéis consultar muchas de sus aventuras en el archivo de Bok.

Un compañero de Bok encuentra un manuscrito medieval en la biblioteca

Ver Tira Completa

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El día de mañana buscadme en una biblioteca

Imaginemos que el cambio climático ha comenzado, aceptemos que funciona con efecto dominó que no necesita de años para mostrarse, sino que en un breve lapso de tiempo la naturaleza es capaz de mostrar todo su poder destructor y puede llegar a congelar todo el hemisferio norte en el plazo de tres semanas (El Sur, como siempre, tiene poca importancia y aquí no se le dedica tiempo). La película apocalíptica El día de mañana nos trata de ilustrar sobre los efectos catastróficos que, supuestamente, podrían llegar a darse si el Hombre no comienza a preocuparse por el medio ambiente, la contaminación, el efecto invernadero y la descongelación de los polos, sobre todo el del norte que es regula las corrientes marinas.

He de admitir que esta película no la hubiese visto si no me hubieran advertido que salía una biblioteca en ella; por lo que con un poco de paciencia y esperando una aparición breve de la biblioteca, la visioné  entera. El resultado es un tanto hilarante, ¿Los Ángeles (California) barrida literalmente por cinco tornados?, pero dispone de su fondo moralizante para los estadounidenses (Público objetivo en este caso). Del resto de la humanidad poco se sabe, excepto los amigos japoneses al principio, que sufren una severa granizada que es capaz de matar a un hombre poco avispado, los indios, porque los norteamericanos hacen una conferencia allí, y los mexicanos que son los encargados de acoger a los americanos que huyen hacia el sur para escapar del frío atroz. La vieja Europa tiene un pequeño papel con una estación meteorológica perdida al norte de las islas británicas en la que todos sus componentes mueren, al igual que un escuadrón de helicópteros que son congelados durante la misión de evacuar a la Familia Real Británica (Que suponemos que también mueren, Dios salve a la Reina).

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Inscrito en las puertas de mi biblioteca

Pertenezco a una familia de mercaderes
que vivió en el distrito de Nan-hao por más de cien años.
Fue el primero de la familia en estudiar;
en nuestra casa, no había un solo libro.
Me esforcé durante una década con todo el corazón
para reunir mi colección.
Aunque no poseo todos los escritos menores,
de los mayores los tengo casi todos.
Clásicos, historia, filosofía, bellas artes,
no falta nada de la herencia del pasado.
He cosido a mano las cubiertas rojas, una por una,
de todos los volúmenes.
Cuando estoy enojado, leo y me alegro;
cuando estoy enfermo, leo y me curo.
Apilados frente a mí,
los libros son mi vida.
Los antepasados que escribieron estos libros,
si no eran sabios, eran por cierto hombres de gran sabiduría.
Aun sin abrir sus páginas,
me alegro de sólo tocarlos.
En cuanto a mi familia, no tiene remedio;
sus corazones están depositados en el dinero.
Si un libro sea cae al suelo, no lo levantan;
¿qué les importa si se ensucia o daña?
Estos libros me acompañan todos los días de mi vida,
y moriré sin abandonarlos.
Entre mis amigos hay algunos lectores,
a ellos se los dejaré.
Será mejor que permitir que mis inmerecidos hijos
los cambien por unos pesos.

Yang Hsun-chi, bibliófilo chino

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