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Etiqueta: Libros

Umberto Eco y el futuro del libro

El escritor e intelectual Umberto Eco realizó una conferencia en Valencia como motivo de los actos que se encuadraban dentro de los actos de lo que se denominó Valencia, Capital del III Milenio (Una especie de Forum como el de Barcelona pero sin movimientos inmobiliarios de por medio) el jueves, 23 de enero de 1997. Desde luego que, en un acto magistral como el que se debió de desarrollar entonces, no debieron faltar las frases correosas del italiano, sin embargo los medios de comunicación se quedaron con ésta y fue la que destacaron: Si los chinos usan papel higiénico, no bastarán todos los bosques. Aunque no creo que le falte verdad, hubiese preferido que la anécdota hubiese sido cualquier otra relacionada con más altas tareas.

En cualquier caso, no debió de salir muy satisfecho de aquellos actos puesto que posteriormente, algunos meses más tarde, dejó esta lindeza: Estoy expuesto a millares de imbéciles que organizan congresos sobre el tercer milenio. El milenio ha terminado, ya que Jesucristo nació en el año 6 antes de Cristo. Pero a lo que a nosotros nos interesa realmente de aquello, y es lo que destacamos hoy, es que Eco tuvo tiempo en su conferencia para referirse al futuro del libro, ideas que ya ha plasmado en otros textos.

[…]

– ¿Qué nos espera para el próximo milenio?
– Un intelectual digno de ese nombre no debe hacer profecías, o será un falso profeta. Puedo decir que continuará la desforestación del Amazonas, y como los chinos acaban de descubrir el uso de papel higiénico, si se generaliza, todos los bosques del mundo no satisfarán sus necesidades.

– ¿Se va a producir la muerte del libro?
– El libro no ha muerto. Es el instrumento mas fácil, manejable y ergonómico para transportar información. Los libros continuarán con su función. Distinguiendo entre libro para leer y consultar. Las enciclopedias desaparecerán y se verterán en disquetes. Se leerán libros de poesía, novela, filosofía.

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«Asesinos de Libros» de A. Pérez-Reverte

Ver matar a un hombre, escucharlos gritos de una mujer violada o ver cómo arde una biblioteca son tres experiencias dudosamente recomendables. De todas ellas ostento el dudoso honor de haber sido testigo. Mencionadas aquí, en frío, tan bárbaras actividades parecen propias, en exclusiva de escenarios brutales y distantes. Ya saben, tipos barbudos y sanguinarios. Y, sin embargo, todas pertenecen a la historia de la Humanidad hasta el punto de que a menudo se dan juntas en el mismo tiempo y lugar, a modo de manifestaciones de un horror idéntico y común: el que late en la condición humana.

Dejaré el tiro de la nuca y las mujeres que gritan para otra ocasión. A fin de cuentas, los libros que arden son síntoma de lo mismo, y arrancan del impulso infame que pinta la angustia indeleble en los ojos de una mujer o siembra los maizales de hombres con la garganta abierta y las manos atadas a la espalda. Todo es el mismo horro. Todo es la misma guerra.

Hace unos meses vi arder una biblioteca. Ardió durante toda una noche y una mañana, con los papeles y libros como pavesas, volando entre las paredes en llamas en todas direcciones, cayendo sobre la ciudad convertidos en cenizas. La ciudad se llama – todavía – Sarajevo.

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El libro imaginado por Frank Herbert

Nunca he sabido explicar mi pasión por Dune, pero lo cierto es que, desde que a los 14 años descubrí esta novela de ciencia-ficción de Frank Herbert, no ha pasado uno solo en el que no la haya leído al menos una vez (normalmente esta lectura suele ir acompañada de otra en la que releo los pasajes que más me gustan). Quizá porque tengo más tiempo para saborearla, o quizá porque el relato transcurre en un planeta desértico, donde el calor, el agua y la sed rigen la vida y la muerte, me gusta leer esta novela sobre todo en verano. Este año no iba ser la excepción y esta vez, en su lectura, he intentado ver algo más que la historia que narra, he querido descubrir la concepción que Herbert tenía sobre el futuro del libro cuando escribió Dune en 1966.

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Cien años de la enciclopedia universal ilustrada

Hay obras que son en sí mismas míticas, que no se pueden obviar ni aunque lo intentemos, que su sola presencia atrae la mirada de cualquier persona hacia ellas a pesar de que, como en este caso, sólo veamos el lomo o los lomos negros, puede que nada atractivos. Desde luego que es relativamente sencillo encontrar información sobre la Enciclopedia Espasa en Internet, pero simplemente no podía dejar de recoger este texto que celebra el primer centenario de la obra de referencia que no puede faltar en ninguna biblioteca. Por supuesto que aún recuerdo cómo durante mi estancia en el Instituto de Secundaria miraba embobado la estantería de la biblioteca que contenía todos los volúmenes de esta inmensa obra que aún hoy se mantiene activa y actualizada.

El texto que recojo es de Rafael Brines, escritor y periodista ya jubilado, que lo publicó en el Diario Levante el 25 de julio de 2005, aunque por alguna extraña razón puede hallarse de una forma más sencilla dentro de la edición digital de La Opinión de A Coruña. Como viene siendo habitual durante este verano pecamos de convertirnos en un blog casi referencista (tipo "Visto y Leído") recogiendo textos de otros, pero en cualquier caso, os dejo con el texto para que lo disfrutéis, si queréis, dentro de esta bitácora.

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Las bibliotecas invisibles o fantasmas

Recientemente ya hablamos del Necronomicón como uno de los libros más famosos que han sido inventados, literalmente, por un autor y que los bibliotecarios juguetones no pudieron evitar trasladar a sus catálogos. Pero siguiendo lo publicado por la revista Muy Interesante, hoy deseo trasladaros a las verdaderas bibliotecas invisibles, que es el término aceptado en castellano, aunque yo prefiera el término de fantasma puesto que no existen realmente.

Tal como señaló Vanesa, Javier ya nos hizo una pequeña introducción de qué eran exactamente las bibliotecas invisibles y nos ofreció un enlace en el que se recogían libros inventados por los escritores, además de algunos artículos muy interesantes en torno al tema (Invisible Library). La definición que nos aportaba era:

La biblioteca invisible es una colección de libros que sólo aparecen en otros libros. En el catálogo de la biblioteca encontrareis libros imaginarios, pseudobiblias […] y todo tipo de libros no escritos, no leídos, no publicados y no encontrados.

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¿El fin de las librerías?

La semana pasada ya hice una referencia al escritor Juan José Millás y en ésta me toca hacer otra, pero para aquellos que no les agrade este escritor, aún debo de advertir que debo hacer una tercera más curiosa si cabe que me reservo para la próxima. Pero hoy sólo diré que el estilo narrativo de Millás es muy personal, y tan sólo hay que acercarse a cualquiera de sus novelas para percatarse de ello. Puede que, de entre todas sus novelas editadas, los bibliotecarios encuentren divertida El orden alfabético por sus características. Desde luego que ésta es una novela más que correcta, aunque no voy a hacer aquí lo que hace precisamente Millás en su sección de Taller Literario de los viernes en el programa radiofónico de La Ventana en la Cadena Ser, es decir, criticar los textos de otros.

Hay personas que poseen libros, tienen las estanterías de su casa repletas de ellos, pero o no han leído ninguno o bien tan sólo unos pocos. Las hay que los adquieren intentando buscar las combinación perfecta en cuanto colores y tamaños para que den cierto estilo a la vivienda en su conjunto, obviando los contenidos, buscando el continente. Otros simplemente, poseen libros de cartón piedra, que son tan sólo eso, pero Juan José Millás escribe para los primeros, recordándoles que los libros también vienen emparejados con otros huéspedes. Pero dejemos la genialidad para los que realmente la poseen…

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El Necronomicón, el libro que nunca fue

Howard Philips Lovecraft realizó a lo largo de distintas novelas referencias a un libro que según relataba contenía fórmulas mágicas para la invocación de demonios, además de dejar entrever un conocimiento particular de la relación espacio-tiempo. Muchos lectores trataron entonces tratar de localizar una copia impresa de aquel misterioso libro, pero sus resultados fueron infructuosos.

Lovecraft sin embargo ofrecía poco a poco más detalles sobre aquella obra. Así afirmaba que la biblioteca Widener de la Universidad de Harvard atesoraba dentro de una caja fuerte una de las cuatro copias disponibles, puesto que el original fue destruido. Aquel libro fue escrito por el poeta Abdul Al-Hazred durante el siglo VIII. A mediados del siglo X, la obra fue traducida al griego por Theodorus Philetas con el título de Necronomicón, trabajo que realizó en el más absoluto de los secretos, pero que no evitó que el patriarca Miguel tratase de destruir todas las copias sin conseguirlo. En 1228, Olaus Wormius tradujo la obra al latín.

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