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Etiqueta: Web 2.0

La evolución del costo-beneficio de la Web 2.0

No puedo dejar de comentaros el hecho de que me sorprende mucho el cambio de actitud que se está adoptando en la Web 2.0 sobre la rentabilización de los contenidos que hasta hace bien poco se consideraba que el internauta ofrecía a los demás de forma completamente altruista. De hecho, me parece terriblemente curioso que ante esta crisis económica los medios y los webdospuntocerocentristas consideren la adopción de medidas similares cuando bien sabemos todos que son visiones cortoplacistas que ya probaron otros y fracasaron.

Porque como bien recoge Nieves González, la corriente que actualmente se está generando sobre el futuro de la Web, abandonemos ya el 2.0 y lleguemos al 3.0, pasa por la consideración de que los contenidos generados por los usuarios deben evolucionar hacia activos generados por los usuarios. Es decir, ya no es suficiente que los usuarios generen contenidos, sino que deben de generar valor, activos para el sitio web que visitan. Pero, ¿cómo se consigue eso? Pues sencillamente, según este razonamiento, los contenidos creados por los usuarios de forma gratuita decrecerán, mientras que los de pago aumentarán.

Vaya, hasta ahora creíamos que construíamos una Web de forma colaborativa y completamente altruista, conformándonos con el reconocimiento de la Comunidad o de la Red Social que se generaba alrededor nuestro como handicap, y ahora debemos enfocarnos hacia la generación de valor económico y a la recompensa de los usuarios que generan realmente contenidos valiosos para nuestro sitio web para la construcción de una denominada Web 3.0.

Hace poco, esto simplemente hubiese resultado un insulto dentro de la blogosfera. De hecho, tampoco hay que retrotraerse en exceso para recordar los tiempos en los que el hecho de que un bloguer pusiese publicidad en su blog era contemplado como algo completamente censurable, como si mantener un blog fuese algo que naciese de una persona que publicaba lo que realmente pensaba de forma independiente y que se debiese a su comunidad.

Pero, desgraciadamente, los tiempos han cambiado. Los A-List bloguers abandonaron la blogosfera, considerando que tal vez ya estuviese muerta. Puede ser que buscasen nuevos nichos donde mantener la Conversación, donde hacerse realmente fuertes manteniendo su influencia pero sin dedicarle excesivo tiempo y esfuerzos a un medio muy sacrificado. Por otro lado, la Web 2.0 ya no es buenrollista, su mecenas Google se encuentra en aprietos (imaginemos el resto de Webs que dependen de él) y ha comenzado el recorte presupuestario, la cancelación de proyectos y como, antes de la Web 2.0, el tráfico no es suficiente, hay que generar dinero.

El costo-beneficio ha cambiado para los administradores de los sitios web como para los usuarios. Es el momento de premiar los mejores usuarios 2.0 pero pagándoles,  los que generen valor, hay que diseñar mejores servicios pero que sean de pago y el resto que sufran la selección natural. Ya no hay compadreo, la espadas se encuentran en alto y no es suficiente con mostrar una comunidad, unas páginas servidas, unos tiempos de permanencia en el sitio. Hay que demostrar un balance saneado y (algunos) usuarios que paguen.

¿Y los usuarios? ¿Considerarán que es el tiempo de obtener beneficios por los contenidos que van dejando por toda la Web 2.0? ¿Seguirán pagando a WordPress por alojar sus blogs? ¿Permitirán a La Coctelera situar publicidad en los contenidos que ellos generan? ¿Les publicitarán o los abandonarán? ¿Los usuarios decidirán abandonar la Wikipedia a su suerte porque no obtienen nada a cambio?

¿Y las empresas? ¿Serán las redes de blogs comerciales de medios de comunicación, de empresas de nanoaudiencias el futuro de la blogosfera (Pagar a los bloguers)? ¿Pagarán las empresas a profesionales de creación de contenidos para mantener actualizadas sus web, para que creen contenidos dentro de la Web 2.0 para dejarlas en la mejor situación posible?

¿O es que simplemente ya lo estábamos haciendo sin percatarnos y la Web 2.0 dejó de ser lo que nosotros creímos que era desde hace tiempo?

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Crisis, autoridad y confianza en la Web 2.0

Sucede que, en ocasiones, vas encontrándote a cada paso, actitudes que creías desterradas, que no te volverías a encontrar, que eran salvas al aire para comprobar qué sucedía; sin embargo puede suceder que no se trate de algo que se deja caer para ver hacia dónde conduce, que en realidad es una tendencia y que, desgraciadamente, a pesar de lo dicho, donde dije digo, digo Diego.

Esta semana me sorprendía al leer que The New York Times se encontraba estudiando volver a los contenidos de pago. Curiosamente, al mismo medio que aplaudimos cuando decidió aprovechar aquello de la Larga Cola y abrió su archivo para aprovechar para la rentabilización de todo aquel tráfico. Este jueves también se publica en la revista Time un artículo cuyo título era muy esclarecedor sobre sus intenciones: How to Save Your Newspaper, y donde se urgía el establecimiento de un modelo de negocio en los medios de comunicación que debería basarse en el pago de ciertos contenidos para que estas empresas puedan sobrevivir a la crisis económica en las que nos encontramos inmersos.

Podríamos caer en la tentación al considerar que esto es algo que nos es ajeno, que los medios de comunicación ya tuvieron que vérselas con una crisis -La burbuja tecnológica también tuvo que ver con ellos puesto que los ingresos publicitarios se resintieron-, ensayaron modelos nuevos en las que el pago constituía cierta bandera y algunos tuvieron que volver sobre sus pasos cuando la situación amainó. Sin embargo, a pesar de aquellos que negaron la evidencia, la crisis en la Web 2.0 es ya un hecho y el debate sobre la búsqueda de nuevos modelos de financiación ya se encontraba sobre la mesa antes de entrar en ella con toda su crudeza. Porque actualmente Adsense y la publicidad on-line ya no es la panacea, los ingresos mediante este sistema han caído un 40% de media, y hay que agudizar el ingenio y tratar de ensayar otros medios para obtener ingresos aunque no pasen por Mountain View.

Porque el debate sobre si los blogs deben o no deben tratar de buscar ingresos por sus audiencias, hace tiempo que cayeron en saco roto y mientras algunos contemplan cómo aquellos que trataron de encontrar su nicho en las nanoaudiencias comienzan erosionar su crédito tropezando en las mismas piedras que sus hermanos mayores de papel, ya plantean lo que los medios no dudaron en contemplar: El pago por contenidos de calidad.

Por supuesto que, en nuestra andadura, podemos realizar el camino inverso, que otros nos inciten a publicar sobre un producto o a publicar sobre una temática específica (El famoso post pagado). En realidad, una suerte de publirreportaje que los medios de comunicación aceptan pero que bien se preocupan de destacar para no empañar la información con la promoción, porque no hay peor pecado que publicitar algo en lo que no se cree. No olvidemos que la autoridad se gana en el día a día y es muy difícil recuperarla.

A todo esto, en un brainstorming de marketing muy Web 2.0 ya se ha tenido tiempo de elucubrar el servicio de pago 2.0, el Freemium, que funciona sobre la base de la oferta de servicios básicos gratuitos junto con otros más avanzados de pago. Vamos, los bien definidos servicios Premium, pero buscando darle una vuelta de tuerca más al lenguaje y sus neologismos cruzados, aunque esta vez sí desde el otro lado del Atlántico. Así pues, muchos proyectos Web 2.0 se reenfocan hacia esta nueva terminología, buscando la financiación para poder sobrevivir hasta la nueva reactivación de la economía confiando en la creación o la rentabilización de su base de usuarios. Sin embargo, está por ver que los internautas bien acostumbrados a obtenerlo todo casi de forma gratuita se encuentren cómodos pagando por algo que casi consideran un derecho, donde la picaresca está muy asentada y donde casi todo se puede hacer sin pagar un euro.

Es difícil poder apuntar hacia dónde nos va a conducir la situación que vivimos hoy en día, pero me da la impresión que después de este bache muchas cosas van a cambiar en la Web y nuestra relación con ella.

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¿Debería la UNESCO declarar a la Wikipedia ‘Patrimonio Cultural de la Humanidad’?

La Wikipedia cumplió hace poco su octavo aniversario que coincidió con una ronda de financiación a la que llegó por los pelos. En esta ocasión, el montante fueron seis millones de dólares (Unos cuatro millones de euros) y aunque la mayoría de los medios de comunicación informaron que Jimmy Wales había conseguido la financiación durante una semana (entre donaciones de particulares y otras instituciones), lo cierto es que la ronda permanecía abierta desde el verano, tal y como los usuarios de Barrapunto intuían. Puede ser que una de estas dificultades a la hora de obtener financiación, descartando la crisis económica, pase por que una de las mayores obras construidas de forma desinteresada por miles o millones de personas está repleta de claroscuros que la cubren con la sombra de la duda. ¿Dónde va a parar el dinero? ¿Se utilizan los fondos para lo que se supone que se debería de utilizar?

Obviando los reproches que se realizan a Wales sobre su gestión, la Wikipedia es actualmente uno de los mayores monumentos dedicados al conocimiento humano de forma desinteresada. Cualquiera persona puede editarla, ampliarla, enriquecerla; tan sólo debe disponer de un poco de tiempo, paciencia (porque tampoco es tan intuitiva su edición) y sus conocimientos. Lo mejor de todo es que es un éxito entre los internautas por su sencillez de uso, fiabilidad y rápida edición y actualización. Actualmente, dispone de 12 millones de artículos (2’7 millones de ellos en inglés) repartidos en 253 idiomas (236 de ellos activos actualmente). Incluso se ha calculado que si se imprimiese toda su información (con datos de octubre de 2006) el número de volúmenes ascendería ha 750, desde luego que el resultado es una obra magna. La pregunta que os lanzo es ¿Debería la UNESCO declarar a la Wikipedia ‘Patrimonio Cultural de la Humanidad’? Pero vayamos por partes.

Según la UNESCO, el patrimonio cultural representa lo que tenemos derecho a heredar de nuestros predecesores y nuestra obligación de conservarlo a su vez para las generaciones futuras. Las formas visibles de la cultura, monumentos, libros y obras de arte son tan preciosas que los pueblos tienen la responsabilidad de asegurar su protección. […] La UNESCO es la entidad responsable de la protección jurídica internacional del patrimonio cultural. Esto lo hace a través de las administración de diversas convenciones que protegen los bienes culturales en conflictos armados, impiden la importación y exportación ilícitas, y protegen el patrimonio subacuático.

Tal vez las lenguas que se extinguen, el folklore que se desvanece por la occidentalización de las culturas de todos los rincones del planeta, las sociedades que desaparecen por la presión migratoria, los conflictos armados que todo lo destruyen, merezcan un mayor foco de atención por parte de la UNESCO -Ante esto poco puedo añadir y está fuera de toda discusión-, puede ser que mi mirada sea un tanto reduccionista, apartada de la realidad por ser precisamente digital, pero ¿no es acaso la Wikipedia un patrimonio de miles de personas de distintas culturas, corrientes, pensamientos, orígenes, preocupaciones, etc. que debería ser preciso proteger desde alguna institución supranacional? ¿O la Wikipedia acabaría muriendo al pasar a manos privadas más allá de la Fundación Wikimedia que la gestiona?

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Cómo acabar con la prensa de una vez por todas /y 2

En la encuesta Pew Research Center for the People & Press correspondiente al año pasado, el 40% de los estadounidenses identificaban la Red como su fuente primera de información respecto a noticias nacionales e internacionales, dejando un 37% a los medios de comunicación impresos. Esta encuesta constituye todo un hito puesto que se trata de la primera vez que Internet supera a los periódicos como fuente para mantenerse actualizado por parte de los ciudadanos y, aunque se trata de una encuesta local, no sería sorprendente que esto mismo comenzase a trasladarse también al resto de países desarrollados.

Sin embargo, las vías de las que disponen los medios para mantenerse en funcionamiento, es decir la publicidad, se antoja un tanto complicada dentro de la situación de crisis actual tanto dentro como fuera de la Red. Pero aportemos algunos datos, la inversión publicitaria en Internet en España todavía dista mucho de las cifras que se alcanzan en los medios de comunicación impresos. Así, según el estudio correspondiente al año 2008 de Infodaex, Internet había tenido un crecimiento interanual de 55,4% durante el 2007, llegando a alcanzar un volumen de inversión publicitaria de 482,4 millones de euros frente a los 310,4 millones del año 2006. El porcentaje que Internet supone sobre el total de la inversión en el año 2007 en Medios Convencionales es del 6,0%.

En contraste, los diarios alcanzaron durante 2007 un volumen de inversión publicitaria de 1.894,4 millones de euros, ocupando el segundo lugar de inversión por detrás de la televisión, representando el 23,7% del total de la inversión publicitaria recogida en los Medios Convencionales. La inversión publicitaria obtenida en 2007 está un 5,8% por encima de la cifra del año anterior, que fue de 1.790,5 millones. Tengo que aclarar que Julio Alonso, cabeza visible de la empresa Weblogs S.L., ha sido muy crítico con estas cifras, considerándolas distantes de la realidad por lo pequeño de las mismas. Recientemente publicaba un texto en el que cuestionaba la metodología y las fuentes utilizadas para la confección de la proyección, mientras que también realizaba una reflexión sobre las perspectivas de la publicidad en blogs y en medios sociales para el año que viene. En cualquier caso, la inversión publicitaria on-line hasta el primer semestre del año 2008 había crecido un 39’46% en comparación con el mismo periodo del año anterior situándose en los 307,24 millones de euros, mientras que en la prensa se estaba viviendo una caída de un 16% de la inversión situándose en 805’8. Es posible que se tratase simplemente de un indicador de que los tiempos están cambiando, que las empresas comienzan a volcarse a la Red, buscando a los jóvenes despegados de los medios tradicionales donde a buen seguro van a encontrase.

Desgraciadamente, a pesar de que los medios de comunicación pudiesen incrementar sus ingresos a través de la publicidad en Internet que, actualmente y a pesar de la crisis, crece dentro de unos ratios del 30%, mientras huye en desbandada de los medios tradicionales, la publicidad on-line a nivel mundial está gestionada en un 57% por Google y sus sistemas Doubleclic y Adsense. Es curioso que su más inmediato competidor, Yahoo! que estuvo a punto de firmar un acuerdo de colaboración con la compañía de Mountain View, disponga tan sólo de un 9’7% de la cuota de mercado, dejando según el estudio de la compañía Attributor, en evidencia que la situación de la publicidad en la Red se sitúa a todas luces en una posición dominante.

De este modo, los medios de comunicación se encuentran en una situación francamente incómoda. Por un lado, su razón de ser es la generación de contenidos para atraer lectores, bien sea a través de su cabecera o a través del tráfico que les dan los buscadores –En esto Google también es dueño y señor del mercado– , mientras que a la hora de rentabilizar los esfuerzos técnicos y humanos realizables a través de la publicidad, se encuentran con que Google se queda con una parte importante del pastel de los ingresos que podrían obtener por los mismos y que no pueden controlar de ninguna manera. Desde este punto de vista, Google se encontraría, con cierta razón, canibalizando el mercado de la información en la Web.

La entrevista que ha soliviantado, y de qué manera, los ánimos de los periodistas se la realizaban a Eric Schimdt en la revista Fortune en la que declaraba: «Somos capaces de proporcionar clicks a las páginas web de los diarios para que ellos las moneticen. Eso les proporciona algunos ingresos. El problema es que esos ingresos no son suficientes para compensar la pérdida de sus otros ingresos». Tal vez, la pérdida de sus otros ingresos se refiera a las redacciones en papel, a las de la televisión o radio, aunque para Schmidt los medios de comunicación tienen una función irreemplazable dentro de la sociedad: «La gente ama las noticias, las discute, las copia, las envía. Internet ha hecho las noticias más accesibles. El problema está en la publicidad y el coste mismo del periódico: imprimirlo, distribuirlo, etcétera. Y lo cierto es que el modelo de negocio se está estrechando».

Sin embargo, lo que está en peligro más allá de las empresas, es lo que representan, es decir, la pluralidad informativa, la posibilidad de contrastar informaciones y ofrecer puntos de vista completamente distintos y mucho más ricos ante un mismo suceso. Hay que incidir que la generación de información de calidad tal y como vienen desarrollando una buena parte de los medios de comunicación tradicionales es un proceso muy caro, pero que a todas luces se constituye como un proceso completamente necesario para el correcto desarrollo y evolución de las sociedades democráticas. Pero la solución de los medios ante esta crisis tampoco pasa por solicitar ayudas a los distintos gobiernos de una nación (Central o autonómico) porque simplemente aceptarían el abrazo del oso que acabaría completamente con su ya en entredicho independencia informativa.

Es posible que los periódicos en papel se mueran, que algunos queden como una vagatela del pasado, reminiscencias de un modelo comunicativo obsoleto en un mundo globalizado donde esperar 24 horas para estar informado se antoje inconcedible. Hasta ahora la esperanza se depositaba en la convergencia, la integración de las redacciones impresas y de internet, con mayores o menores traumas, o simplemente separadas, pero lo que está claro es que algo se mueve en el mundo del periodismo y se encamina hacia algo sismológico.

Hay periódicos digitales que son cerrados en detrimento de los impresos, cabeceras que cierran, periódicos gratuitos que clausuran delegaciones, grupos mediáticos que ajustan plantillas y costesperiodistas que se preparan para las movilizaciones -, profesionales que se declaran en huelga por los movimientos corporativos en época de crisis, publicaciones impresas que se transmutan a Internet, que se  coloque publicidad donde hasta ahora era un sacrilegio hacerlo o simplemente que se nos presente un annus horribilis para la prensa

En definitiva, ésta es la transición más complicada que van a realizar las empresas informativas impresas en toda su historia. Su modelo de negocio cae hacia la obsolescencia, sus márgenes se estrechan, no controlan el nuevo medio en el que se disponen a competir, la publicidad y sus ingresos los dominan otros actores, la información que se genera es ingente, dispersa, contrastarla se realiza en pocos segundos, sus lectores se pueden organizar para desacreditar cualquier error, los deslices informativos quedan en mayor evidencia, cualquiera puede ser periodista, las audiencias están más fragmentadas, los pasos que se dan dentro de la Web son inseguros, el valor de una Web lo dan otros y no sólo el dinero, el terreno es completamente desconocido e inhóspito… pero el periodismo no desaparecerá y por lo tanto los medios de comunicación tampoco lo harán, aunque el camino hasta vislumbrar la luz al final del túnel va a ser muy duro para todos.

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Cómo acabar con la prensa de una vez por todas /1

Los medios de comunicación impresos están encarándose hacia su futuro, un presente que será digital o simplemente ya no será. Es posible que los medios ya hayan visto pasar su oportunidad de reconvertirse, de dar un golpe en la mesa, de erigirse como uno de los pilares fundamentales del ecosistema de la información en la Web y desde ahí desarrollar un nuevo modelo de negocio viable para ellos. Es posible que ya sea demasiado tarde.

Los tradicionales periódicos vienen sufriendo el desafío de la Web prácticamente desde que se lanzaron a volcar sus contenidos en ella a mediados de los años 90. En un principio, lo hicieron bajo el convencimiento que debían tener presencia dentro de ella como medio de comunicación del futuro, defendiendo sus cabeceras (marca) dentro de ella, pero lo hicieron con cierto temor y recelo.

En primer lugar, porque no supieron bien qué hacer dentro de ella, dónde buscar sus audiencias, cómo establecer su viabilidad económica para el ingente esfuerzo que exigía la edición de un diario, sin embargo esta primera etapa de toma de contacto acabó tras el estallido de la Burbuja Tecnológica, los ingresos publicitarios cayeron, sólo las audiencias ya no eran suficientes para mantener un proyecto en la Red y el modelo del «todo gratis» fue cuestionado. Simplemente, los medios trataron de volver sobre sus pasos, defendiendo su producto sobre el papel y sobre la Red. De este modo, ante el volcado total de los contenidos publicados, los medios de prensa trataron de buscar nuevas vías de financiación pasando al modelo de pago con todos los contenidos cerrados o el modelo mixto con una serie de contenidos en abierto, mientras que la información que se publicaba en la página web que era editada en papel era de pago.

El modelo de pago, defendido por una de las mayores cabeceras del país, fue terriblemente contestado y considerado como un error desde un principio. Los defensores de este modelo poco pudieron hacer cuando la evidencia de que se estaba perdiendo audiencia e influencia dentro de la Web en detrimento de la competencia que se afianzaban y crecían, el resultado fue una vuelta a los contenidos en abierto para tratar de recuperar el terreno perdido.

Pero mientras los medios de comunicación trataban de encontrar un modelo de negocio viable dentro de la Web, ésta comenzaba a moverse tras el primer fiasco de su historia a principios del siglo XX. Frente al descrédito de los medios de comunicación que se consideraba que flirteaban más con el poder y las empresas que escuchar y transmitir los verdaderos intereses ciudadanos, estos comenzaron a desarrollar sus propias plataformas de publicación. El Periodismo 3.0 o el Periodismo Ciudadano se cimentó sobre los blogs y los wikis y aunque a lo largo del tiempo se ha venido a demostrar que los medios de comunicación son en cierta manera irreemplazables a la hora de producir informaciones, de aquel movimiento, se heredaron dos conceptos fundamentales: The Long Tail (La larga cola) y las nanoaudiencias.

Aunque intrínsecamente entrelazados, la teoría de la Larga Cola consideraba que cualquier producto podría encontrar su nicho de mercado gracias a las posibilidades de acceso a la distribución del mismo que Internet brindaba. Si el producto es informativo, mucho más como los medios refrendaron al comenzar a abrir sus archivos y buscar ese efecto de Larga Cola sobre su patrimonio documental, y sobre estos cimientos nacieron los nanomedios, diferenciándose del periodismo digital y encontrando sus apasionados redactores (y lectores) en el incipiente movimiento de la Blogosfera y la Web 2.0.

De esta forma, las grandes estructuras anquilosadas de los medios de comunicación se encontraron con infinidad de pequeños medios específicos y muy concretos, de una apertura hacia los lectores que no habían sabido prever antes. Si en la Blogosfera se defendía que «El lector sabe más que tú», los medios de comunicación tuvieron que saber adaptarse a los usos sociales que la misma estaba estableciendo. La posibilidad de enriquecer una noticia mediante comentarios, obtener tráfico mediante el filtrado social, la recepción de críticas a través de blogs especializados y/o profesionales, la consolidación de audiencias propias mediante la creación de comunidades de blogs para los lectores o específicos, la integración de otras herramientas como Twitter, el paso desde el medio de comunicación impreso hasta el medio de comunicación audiovisual dentro de la Web… son herencia de lo que se denominó Web 2.0 y sus  desarrollos tecnológicos para una audiencia cada vez más acostumbrada a la participación, mucho más abierta y que desea sentir que un producto informativo es más suyo que de la editorial que lo publica.

Sin embargo, no podemos olvidar el ecosistema de la información y cómo funciona la Web. Hemos señalado en anteriores ocasiones que la competencia es pura y perfecta en la Web, es decir, el gesto hasta desplazarse a la competencia se encuentra a tan sólo un clic y, ante esto, los medios de comunicación poco pueden hacer. Un ejemplo de esto es la sección Google News, donde el metabuscador junta las noticias que publican 700 medios hispanos en la Web. Obviamente, éstas ya no se diferencian las unas de las otras y que una aparezca la primera sobre el resto depende en buena forma del frío algoritmo de la compañía de las letras de colores. Es cierto que Google News distribuye el tráfico hacia los medios de comunicación, pero también les señala indefectiblemente que deben diferenciar sus productos, porque de lo contrario están perdidos.

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Otra vez, la Larga Cola (Long Tail) cuestionada

Chris Anderson, editor de la revista Wired, proponía en su libro La economía Long Tail un nuevo modelo económico según el cual gracias a la Web y a las nuevas tecnologías la distribución comercial se estaba alargando, pudiendo ser representada en un gráfico denominado la Larga Cola, fundamentado sobre la accesibilidad por distintos puntos a un catálogo comercial y a la recomendación de productos por los gustos del cliente. De esta manera, la Red y las nuevas tecnologías desarrolladas a partir de ella fomentaban y catalizaban la creación de nichos de mercado específicos, además del mainstream, de tal manera que cualquier producto, fuese el que fuese, encontraría su comprador dentro del universo de la Web.

Hay que señalar que no es la primera vez que esta teoría trata de ser rebatida, puesto que al comienzo de su difusión y planteamiento ya recibió algunos reproches, sin embargo es una de las primeras en la que se ofrecen datos en su intento de ser discutida. The Times y The Registrer recogían el estudio de Will Page y Andrew Bud en el que analizan el número de ventas por canciones y álbumes de la música digital durante el año 2007 y concluyen que de 10 millones sobre un total de 13 millones no encontraron comprador, que 52.000 de estas canciones obtuvieron el 80% de las ventas, mientras que de 1,23 millones de álbumes disponibles tan sólo se vendieron 173.000. Hay que indicar que la crítica proviene de una institución MCPS-PRS Alliance (Mechanical Copyright Protection Society and the Performing Right Society) dedicada a la defensa de los derechos de autor, por lo que obviamente dispondrá de sus retractores.

En cualquier caso, para los autores del estudio, los datos les conducen a reconsiderar toda la teoría y centrarse en la revisión de los viejos modelos ya establecidos, principalmente en el teorizado por Robert Goodell Brown en 1956 sobre la distribución de las ventas (Statistical Forecasting For Inventory Control), y ante ellos tratan de remarcar que al final: Los nuevos teóricos se encontrarán con las viejas reglas.

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El caos ‘Facebook’

Según me voy adentrando dentro del universo Facebook, más me parece un caos completo, relleno de notas lanzadas al azar sin ton ni son, de fotografías de personas que no conozco, mientras que me encuentro con otras cosas que no debería hallar o que me localizan sin que yo lo haya deseado.

Porque no podemos sustraernos a ser cazados dentro de esta Red Social, condenados a descubrirnos en nuestros deslices, por los errores de otros o, más torpemente, de los nuestros. Hay personas que huyen de añadir a su Facebook a sus hermanos o hermanas, como si ese acto consciente evitase lo inevitable, que agregando a sus primos o amigos comunes, tiendan un puente para que el hermano negado descubra la atareada vida social que su hermano trata de ocultar.

Y qué decir de aquel conocido del que no queremos profundizar en su vida, huyendo de él como de la peste ante su antipatía, o los viejos amigos que dejaron de serlo por nuestro azaroso destino y que siguen conectados a nosotros por un pequeño enlace a otro amigo de toda la vida. Por supuesto que un capítulo aparte merecerían nuestras compañeras sentimentales, unidos a nosotros y a nuestras vidas (o viceversa) por el hilo fino de esta web que nos condena a cargar con nuestro pasado como si fuésemos Sísifo, cuando anteriormente «pasar página» era tarea de unos cuentos días sin saber los unos de los otros.

Somos emperadores desnudos, inconscientes en la mayoría de los casos, que ejercemos un lento striptease emocional y personal, haciéndonos fans de actores, series, películas, personajes, músicos, artistas, instituciones, diarios, páginas webs, fenómenos y «fenomenas» a los que invitamos a otros a unirse con la mera publicación en nuestro perfil. Al fin y al cabo, todo es un engaño porque no tiene más valor declararse fan de Supercoco que de Mafalda, de El Padrino, o el más escatológico Tony Montana «Scarface», que de House M.D. Todas nuestras aficiones centralizadas en un mismo sitio web, expuestos quizá al escrutinio y reprobación de nuestros amigos, familiares y conocidos; declarándonos culpables sin quererlo o aparentando justo lo que no somos conscientemente.

Pero Facebook, cual Ariadna, va tejiendo nuestras redes, condenándonos a nuestros comentarios sobre el trabajo y nuestras aficiones, declarándonos «allí estuve yo e hice esto», como si nuestra vida expuesta fuese una necesidad en esta Web 2.0, ya que en la Internet ubicua, la transparencia personal, más allá de la empresarial, fuese más una obligación que una necesidad. Sin embargo, caemos en nuestra propia trampa, impulsados por nuestra necesidad de estar comunicados, unidos en comunidad con nuestras amistades y amigos, sintiéndonos una parte de algo como si nuestro perfil fuese nuestra vida y nuestra actividad dentro de él parte de nuestras relaciones sociales construidas como si un castillo de naipes se tratase, destinados a sucumbir sobre su propio peso.

A pesar de todo, esta Red Social creada por universitarios, construida como un tablón de comunicaciones personal hacia el mundo, también persigue otros fines como es el confundirnos para que utilicemos justo lo que ella desea. Es su fin e idiosincrasia después de todo, la rentabilización de su uso más allá del músculo del tráfico que le generamos y el ofrecerle nuestras vidas a cambio de muy poco. Las aplicaciones acceden a nuestros datos personales,  Facebook se reserva el derecho de uso de nuestras fotografías y vídeos, mientras nosotros lo deseamos tratando de alcanzar Eldorado de una nueva interacción social más expansiva o al menos graciosa. Al mismo tiempo, se nos invita a realizar un test sobre algo, tal vez nuestra inteligencia, y acabamos fuera de esta Red Social rellenando casillas hasta percatarnos que el test estaba en el extrarradio y que nos hemos desplazado a un sitio web que pagó a Facebook para engañarnos.

Sin embargo, los confundidos somos nosotros, expuestos e inocentes; aceptando la corriente de la cual no podemos huir pero en la que tal vez no debiésemos estar. Deconstruyendo nuestras vidas para encajarlas dentro del universo Facebook construido bajo el caos más absoluto que extrae nuestra información para ir completando nuestro perfil siendo ofrecido a técnicos de marketing. Tal vez seamos unos insensatos, ovejas en un rebaño que nos arrastra, para simplemente tratar de sacarnos los cuartos o, al menos, dejarnos comprometidos en un aprieto.

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