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Novela histórica: Libros, manuscritos y bibliotecas

Actualmente, el mundo editorial anda inmerso en la continua publicación de libros que se consideran dentro de un género de moda: La novela histórica. Como todos podéis imaginarios, todos estos libros, que se suceden uno tras otro en los ya abigarrados estantes de las librerías, se publican al calor del éxito de la novela de Dan Brown El Código da Vinci tratándose de historias próximas tanto en planteamientos o simplemente de factura similar. No creo que haga falta recordar que las tramas conectadas con el pasado, los misterios ocultos, las sociedades secretas o el ocultimos siempre han sido de gusto del lector que considera que debajo de esta sociedad, o más bien por encima, hay personas que realmente saben mover los hilos y él, dentro de su inopia, poco puede hacer por evitarlo.

Desde luego que no va a ser la intención de este texto analizar pormenorizadamente este tipo de literatura, es un decir claro, surgida tras el best-seller citado; ni mucho menos las sociedades secretas y su versión moderna bajo el nombre de lobbies. Esto es un blog sobre libros y bibliotecas, creo, y además de interesarnos poco el libro antes citado, nos interesan bastante menos los libros surgidos tras este éxito. A mi parecer, la novela histórica bien entendida se ajustaría más bien a nuestro idolatrado libro El Nombre de la Rosa de Umberto Eco, Los Hijos del Grial de Peter Sterling o Memorias de Adriano de Marguerite Yourcenar, por citar simplemente tres. Pero desde luego que no es nuestra intención realizar una crítica poco reflexiva hacia esta tendencia editorial o hacia la gente que adquiere libros y que ¡además los leen! Dios nos libre.

En cualquier caso, os confesaré que si realmente quiero leer un libro que se acerque a la Historia, que se aproxime no es pedir demasiado puesto que ésta por lo visto es incognoscible, trato de leer un libro de Historia, o editado bajo ese formato, no sea que luego nos de por creer, y algunos caen en el error, que lo que se nos cuenta en El Código da Vinci, una novela al fin y al cabo, es cierto.

Pero dejémonos de derivas varias, centrémonos ahora en el tema que realmente nos ocupa y que es objetivo de este texto. Como ya indiqué que las novelas por sí mismas no me despiertan la mínima curiosidad, no tengo mayor ambición que recoger algunas de las novelas editadas recientemente que se encuadran dentro del género Novela Histórica que tocan por su ámbito o su trama con algún libro, biblioteca o manuscrito como una curiosidad. Lo cierto es que no nos debe de sorprender que esto suceda, pues está muy a mano que en las bibliotecas son verdaderos Thesaurus con mucha y variada información privilegiada por descubrir y no hay nadie mejor que un bibliotecario para saber esconderla o evitar el acceso a ella, o un manuscrito rarísimo de procedencia casi desconocida y de cuya existencia conocen unos pocos.

Así que sin más dilación, os dejo el listado de libros para todos los gustos, aunque los más acérrimos seguidores de este género ya habrán adquirido y dispuesto de buena cuenta de ellos. Y por supuesto recordaros que es La Historiadora de Elizabeth Kostova el libro que las máquinas de publicidad y promoción de las editoriales ya se han encargado de tildar como la novela digna sucesora de El Código da Vinci, aunque algunos echan pestes de él. ¿Para cuándo uno que lleve el título de «El Bibliotecario«? Pues eso.

El último alquimista de Nicah Nathan

Mientras la leyenda de la Piedra Filosofal exista siempre habrá alguien dispuesto a todo para conseguirla…

Eric, un joven estudiante, llega a la universidad de Aberdeen en Nueva Inglaterra. Su talento excepcional para la historia y el latín pronto le abre las puertas de los equipos de investigación de la facultad, y así conoce al doctor Cade, que está escribiendo un ensayo sobre alquimia. Poco a poco, Eric y sus compañeros se verán sumidos en una extraña y peligrosa obsesión en la búsqueda de la inmortalidad.

La Biblioteca del Cartógrafo de Jon Pasman

Una narración sorprendente que arranca como un thriller policíaco y conforme avanza se introduce en el terreno de lo esotérico, de lo mágico, del misterio ancestral. La necrológica que ha de redactar un joven periodista acaba conduciéndolo a una gema sagrada que otorga el don de la inmortalidad a quien la custodia, a una red de contrabando de joyas y objetos de arte y a un cartográfo árabe del siglo XII que atesora quince objetos con poderes extraordinarios…

El informante de Leslic Silbert

Cuando la joven Kate Morgan, especialista en literatura inglesa del siglo XVI, recibe el encargo de investigar el intento de robo de un antiguo manuscrito en Londres, su vida toma un sesgo inesperado. Propiedad de un acaudalado financiero, La anatomía de los secretos parece guardar una valiosa información, y al menos una de sus páginas es obra de Christopher Marlowe, el dramaturgo inglés más popular de la corte de Isabel I antes de Shakesperare. Marlowe que murió apuñalado, formaba parte de una sofisticada red de informantes, como se llamaba a los espias entonces. Y miestras Kate se dispone a analizar el manuscrito, la agencia privada para la que trabaja, asimismo tapadera de la CIA, le asigna la misión de vigilar a un conocido marchante italiano que mantiene una sospechosa relación con el jefe de la contrainteligencia iraní.

La Biblia de barro de Julia Navarro

Una arqueóloga iraquí nieta de un poderoso hombre con un oscuro pasado, cuatro ancianos con sed de venganza, traficantes de arte sin escrúpulos, un hombre en la sombra que mueve muchos hilos -El Mentor-, dos asesinos a sueldo y un cura que escuchó una confesión que jamás debió oír… Estos son algunos de los protagonistas de un rompecabezas inquietante que no se resuelve hasta la últmia página.

El último catón de Julia Navarro Matilde Asensi

Intriga erudita y apasionante, en donde la alicantina Matilde Asensi -que irrumpió con sus inesperados éxitos El salón de Ámbar y Iacobus-, confirma su poderío narrativo y su merecido primer lugar en las listas de ventas. Una religiosa del Archivo Secreto Vaticano, un misterio de alcances insospechados, desde la Divina Comedia a la acción sin aliento. Tras los restos de la cruz de Cristo.

La palabra de Irving Wallace

En las ruinas de Ostia Antica, el profesor Augusto Monti descubre un papiro del siglo I d.C. que resulta ser el más grande y trascendental descubrimiento arqueológico de todos los tiempos. Es el Documento Q, el evangelio escrito por Santiago, hermano menor de Jesús y ofrece al mundo moderno a un nuevo Jesucristo, desvela los secretos de sus años desconocidos y contradice las relatos existentes sobre su vida.

Teólogos, impresores, lingÜistas, traductores, cristólogos y otros profesionales de todo el mundo forman un único grupo de trabajo, conocido en clave como Resurrección Dos, que publicará y explotará la nueva versión de la Palabra, una empresa comercial de tal magnitud que ningún rastro de falsedad debería ensombrecerla.

Steven Randall dirige la agencia de relaciones públicas que lanzará la nueva Biblia al mercado mundial. Pero desde el momento en que decide investigar acerca del nuevo Evangelio, cae preso de una red de intrigas que pone a prueba la autenticidad del descubrimiento.

Ex – libris de Ross King

Inchbold, la búsqueda de un texto hermético titulado El laberinto del mundo, desaparecido de la inmensa biblioteca de su padre durante los saqueos de la guerra civil. La única pista de que dispone el desconcertado librero es un ex libris, propiedad del difunto dueño de la biblioteca, Sir Ambrose de Pennington, coleccionista de ejemplares de todas las cortes europeas.

Su suerte y su fortuna dependen del éxito de su misión, pero pronto descubrirá que no es el único que busca el escurridizo volumen. Isaac Inchbold va a encontrarse inesperadamente sumergido en un mundo de espías, contrabandistas, códigos cifrados y falsificaciones, convertido en involuntario participante de un juego mortal.

A partir de tramas paralelas sólidamente construidas, Ross King recorre la convulsa y apasionante Europa del siglo XVII, testigo de constantes enfrentamientos entre católicos y protestantes, del estallido de la Guerra de los Treinta Años o de cruciales descubrimientos en materia de astronomía y cartografía… Como Umberto Eco o Arturo Pérez-Reverte, King mantiene una sorprendente tensión narrativa haciendo gala de una documentación y ambientación impecables.

El manuscrito de Dios de Juan Ramón Biedma

Tomando como escenario una Sevilla adentrada en el siglo XXI y con tintes apocalípticos, la novela narra la lucha que se establece entre los nostálgicos de la Inquisición -deseosos de su nueva implantación- y un hombre elegido para evitar que eso ocurra. Se trata de Álvaro, un sacerdote atípico con la misión de hacerse con un texto conocido como El manuscrito de Dios.

El códice secreto de Lev Grossman

Edward Wozny es un joven banquero que debe catalogar una serie de libros de gran valor para los duques de Bowmry. Los duques están especialmente interesados en la recuperación de un códice del siglo XIII escrito por Gervase de Langford -un coetáneo de Chaucer- y que habría sido ocultado durante siglos para evitar que salieran a la luz ciertos secretos. Pero Edward dedica mucho tiempo a un juego de ordenador y descubre paralelismos entre su propia vida y el juego.

El misterio Cervantes de Pedro Delgado Cavilla

Año 1658. EL Inquisidor General aparece asesinado en su celda con un ejemplar del Quijote entre sus manos. Los asesinos buscaban el Speculum Cordis, el libro que encerraba el secreto mejor guardado de la Iglesia Católica y que Cervantes había conseguido salvar de la hoguera un siglo antes en Roma. El padre Alonso, médico jesuita a quien Felipe IV encarga resolver el crimen en secreto, arriesga su vida y sus convicciones en busca del libro prohibido. Todas las pistas apuntan a la Biblioteca del Santo Oficio y a varias obras literarias del Siglo de Oro español, en cuyo interior, antes de morir, el Inquisidor ha ido dejando claves cifradas.

Con un ágil trama de aventuras en donde las órdenes militares pugnan por la posesión del enigmático libro, El misterio Cervantes reta al lector a buscar señales ocultas en el Quijote.

N. del A. No son todos los que son, ni están todos los que deberían, pero libreta en mano acudí a una librería y fui mirando, a la vez que anotando, aquellos que me parecieron más adecuados al tono y temática de este texto. Si disponéis del título de alguno más que merece ser citado y queréis, dad buena cuenta de ellos en los comentarios.

Publicado en Literatura

17 comentarios

  1. Javi Alarcón Javi Alarcón

    Yo he leido el Código da Vinci, recordándome a las novelas-folletines de «Estefanía» que leía mi padre. No tiene más interés que el de pasar un rato distraido.
    Sí creo muy interesante «La Sombra del Viento» de Carlos Ruiz Zafón, donde además la historia se centra en los libros, un «Cementerio de libros olvidados» y librerías en la época más negra de la historia de España, con muchísima más calidad literaria que Brown (donde va a parar)y como no, «Los Pilares de la Tierra».
    Nada comentar de la obra maestre de «El nombre de la Rosa», es lo mejorcito.

  2. A mí me iban a regalar la novela de Zafón en agosto, pero aún estoy esperando…

    Jejeje, imagino que tendré que echar mano de alguien que se la haya comprado y a ver qué nos cuentan. Pero desde luego que he oído que es excelente.

    Thanks Javier

  3. Javi Alarcón Javi Alarcón

    Es muy recomendable. Me la «firaron» en la Feria de Xàtiva y me duró más bien poco. Me enganchó al instante, y desde luego tiene mucha relación con los libros, librerías… dentro del contexto de esa España de postguerra tan fascista, negra… Se podría decir incluso que es un poco gótica. Léetela y ya me cuén. Os echo mucho de menos. Cuando tenga mi piso acabado estais invita2 ¿OK?

  4. Yo prefiero leer novelas que no traten de libros o bibliotecas y descubrir las pequeñas historias que a veces tienen en las que los libros o las bibliotecas tienen su importancia.
    Eso fue lo que me ocurrió, por ejemplo, durante la lectura de El mundo subterráneo, en la que descubrí una pequeña joya.

  5. Javi Alarcón Javi Alarcón

    Gracias, Mª Elena. Me lo apunto. ¿Sabes el autor? Espero que todo vaya OK biblioteconomistas y blogosferistas. Un saludo de Xàtiva.

  6. ¿El autor de El mundo subterráneo? S. Fowler Wright.
    Pero, ojo, es ciencia-ficción.

    Y a ver si nos vemos pronto, saludos Javi.

  7. […] Pero en la evolución de los gustos literarios influye también algo tan superficial como la moda, que decide por nosotros qué debe gustarnos y qué no. Si hace unos años eran las novelas de terror de Stephen King, de abogados de John Grisham o de intriga política de Tom Clancy, las que estaban de moda; ahora son las novelas históricas. […]

  8. lu lu

    Solamente una aclaración, El último catón es de Matilde Asensi, Julia Navarro escribió La hermandad de la sábana santa, en mi humilde opinión un poco rollete. El último catón me gustó mucho más que el famosísimo Código da VInci..¿?¿?

  9. Tienes toda la razón, corrigiendo…

  10. Inma Martín Esquembre Inma Martín Esquembre

    Estoy preparando un examen para la universidad y me gustaría saber si la obra La reina triste de Carrillo de Albornoz, se encuadra dentro de lo que es novela histórica o es más bien historia novelada, yo me decanto más bien por lo segundo ¿Qué opináis?

    Un saludo

    Inma Martín

  11. Isa Isa

    me gusto el libro «El misterio de cervantes»

  12. oriel oriel

    Acabo de terminar mi lectura de IACOBUS de Asensi, la verdad es que no me gusto mucho, pero me ha hecho conocer mucho sobre el fascinante camino de santiago, que espero peregrinar algun dia. Ahora estoy leyendo la «conjura sixtina» de Philipp Vandenberg, hasta el moneto interesante, de hecho toda la literatura que se ha creado a partir de los enigmas de la religion y de sociedades secretas y hermeticas me encanta.
    saludos de PERU, cuando termine de leer «la conjura sixtina» se las comento ok….oriel

  13. duda duda

    DIGANME U LIBRO QUE SEA DE MIEDO PERO QUE ESTE REDACTADO EN LA EPOCA RECIENTE O UNO PARECIDO AL LIBRO DE DAN BROWN.

    GRACIAS

  14. Anónimo Anónimo

    a mi no me gusta leer pero el fabuloso mundo de las letras me ha parecido ideal de jordi sierra y fabra

  15. Fernando Alvarez Junco Fernando Alvarez Junco

    A quien le pueda interesar: Sé cual es el lugar de la Mancha del Quijote, puedo demostrarlo de forma matemática (Cervantes da dos veces el eje de coordenadas en el texto de su libro), se trata pues de la única y verdadera aldea de Sancho. He escrito un libro, “Escrito con la zurda”, donde se esconden las claves necesarias para descubrir el verdadero y único lugar de la Mancha al que se refería Cervantes con su “de cuyo nombre no quiero acordarme” o “que no le saldrá en la vida” del romance “El Amante apaleado“, mediante cuatro sistemas: hieroglíficos, anagramas, profecías y lógica de la orientación con respecto a Puerto Lapice deducida del texto quijotil. Esto es sólo una parte, pues también la identidad de Avellaneda queda descubierta, y, lo que es más importante, un método para desentrañar frases ocultas de Cervantes en algunos párrafos de sus obras. Comprendo que lo dicho puede resultar extraño e increíble pero es absolutamente cierto y demostrable. El descubrimiento de estos enigmas me ha llevado tres años de trabajos y a escribir este mi primer y único libro que esconde un autentico tesoro literario: la existencia de formas ocultas en la obra de Cervantes, especialmente en el Quijote, algo que ha permanecido oculto durante 400 años y que ahora sale a luz. Quisiera ser tomado en serio y no es mi propósito tomar el pelo a nadie ni exponer teorías fantasiosas, repito que todo lo dicho es matemáticamente demostrable, y que de la lectura del libro se puede llegar a conocer el nombre de la aldea del Quijote, un pueblo nunca antes mencionado ni como sospechoso. Con todo, el libro oculta nuevamente dicho nombre, dejando que sea el lector avizor el que destape tal misterio si sigue las indicaciones y tiene un buen mapa de la zona o es conocedor de la Mancha. La identidad de Avellaneda, basada en la hipótesis de J. L. Pérez López, queda plenamente confirmada mediante la utilización del método descrito en el libro, aquí no se oculta nada, se dice clara y abiertamente quienes están implicados en el apócrifo y por qué. Todo esto puede sonar a vieja cantinela de los misterios de Cervantes y la cantidad de orates que ha generado, como Benjumea, Estrada, Atanasio Rivero y otros, de ellos también se habla en el libro, pero lo sorprendente es que en este caso se trata de un estudio serio y riguroso, presentado en forma de novela, con pruebas concluyentes que muestran la existencia de esas formas difíciles correspondientes al mejor manierismo literario y muy de moda en la época de Cervantes, que se sirvió de ellas para plantear adivinanzas sobre el lugar y Avellaneda. Sólo pido algo de credibilidad y también paciencia para leerse el libro. Si se está interesado en más información contactar conmigo en fajunco@.hotmail.com

  16. Éste es el comienzo de la narración:

    CAP. I . DE CÓMO LA RAZÓN DE LA SINRAZÓN TRIUNFÓ SOBRE LA SINRAZÓN DE LA RAZÓN, DEJANDO AL POBRE PIERRE HECHO UNA EQUIS AL NO PERCATARSE DE UNA SUTIL Y TRAICIONERA MANO ARÁBIGA.

    Un minúsculo y sobado lapicero palpita entre los dedos de una mano anciana y temblorosa, repentinamente le hace escribir una frase en un andrajoso cuaderno y es obligado a subrayar machaconamente hasta siete veces lo que ha anotado:

    Estos años eternos escribiré sin papel, el talento oye, Miguel Cervantes Saavedra.

    Esta vuelta llenó de gozo y emoción al ingenuo de Pierre, que imaginó ser un talento con buen oído. Era la señal que buscaba, sus primeros comentarios en el desvaído cuaderno eran entusiastas a más no poder, creyó haber llegado al mejor momento de su larga vida ¡un éxito, por fin! Después de tantos desvelos y fatigas su insólita investigación se veía coronada por un definitivo triunfo que recompensaba con creces todos sus anteriores fracasos.
    Él era el talento que oía, el único que había conseguido leer sin papel al gran genio, además, este caso era muy especial, se trataba nada menos que de la despedida del gran genio a sus lectores y a la vida misma. La apoteosis de sus trabajos quedaba marcada por este momento grandioso del descubrimiento que había tenido la suerte y habilidad de hacer, no podía estar más regocijado y orgulloso por el logro que su gran esfuerzo había alcanzado.
    Pensó en pegar los extraños caracteres que componían la vuelta a la bandeja de madera, para así inmortalizar lo que él consideraba ya una autentica comunicación con Cipión más de tres siglos después de su muerte. Sería una bandeja sagrada, intocable, ¡histórica!, la colgaría en la pared y le serviría de inspiración y consuelo en los momentos bajos de su sublime investigación, que eran muchos y demasiado frecuentes.
    Remiraba una a una las letras para cerciorarse de que no hubiera algún fallo, alguna tontería en la que no se hubiese fijado, pero no, todas cuadraban gloriosamente cada palabra, y, felicitándose a si mismo, pensó que todos los sufrimientos pasados quedaban sobradamente compensados por tamaño hallazgo. El cual, sin duda, excedía largamente de lo que él había esperado y soñado durante tantos años, y así, feliz, se olvidó de los infinitos agravios y reveses que esa misma bandeja le había causado en anteriores aventuras.
    Pero le estaba esperando el mismísimo Benengeli a la vuelta de la esquina. El astuto príncipe de los espejos le tenía reservada una de sus más ingeniosas jugarretas, sabía que sólo tendría que esperar un ratito y … el muy incauto de Pierre, tratando de rizar el rizo, quiso pulir aún más la frase y, tomando sólo las doce letras de “el talento oye”, después de unos pocos meneos formó otra que decía “y atento lo lee”, que casi le pareció aún más bordada y perfecta que la primera. Así que releía una y otra vez:

    Estos años eternos escribiré sin papel, y atento lo lee Miguel Cervantes Saavedra.

    Aunque no le acababa de convencer, era mejor la primera, más brillante y auténtica, se decía mientras sus ojos recorrían las palabras, y algunas letras ya empezaban a temblar temiendo por su posición, eterna durante siglos, y efímera por momentos.
    Cide, que le conocía bien, se regodeaba con la situación, sabía que más pronto que tarde la cuestión empezaría a enredarse, su mano esperó un poquito y … los dedos empezaron a moverse, se oyó la fricción de los cartoncillos sobre la madera de la bandeja, y poco a poco empezaron a aparecer otras curiosas combinaciones, demasiadas para el gusto y humor de Pierre. Descubrió que con las mismas letras se podían componer nuevas variantes, tales como “ya lee el tonto” o “en total él oye”, que le parecieron interesantes aunque no verdaderas, y así, tras un rápido análisis de la coyuntura anagramática de esa docena de letras, salieron a la luz hasta veinte posibilidades más.
    Las dudas empezaron a corroer su inicial alegría, ya había profanado la bandeja sagrada y se daba cuenta de que se acabarían complicando las cosas. Temió que, como siempre, el éxito se tornaría primero en duda y luego en fracaso. Con todas las demás frases, cientos, miles, que ya tenía aparcadas para mejor ocasión, y ahora ponerse a perder su escaso tiempo con una sola, por muy última y significativa que fuese ¡con lo bien que le había quedado la primera!
    Aún así, sus ansiosos dedos no pudieron resistir la tentación, se dirigieron hacia una de las atareadas letras y, atentando contra su posición, la buscó un nuevo oficio entre bambalinas y no sin un buen papel, y eso fue su perdición definitiva. Extendiendo el radio de acción al resto de letras de la frase completa le salió otra que incluía la palabra teatro, cosa para él muy reveladora, significativa y adecuada, y el lapicero, harto de su dictador, le escribió esta farsa:

    En estos años eternos, sin un papel, yo, Miguel Cervantes Saavedra, le escribí teatro.

    ¡Fantástica!, pensó, ésta sí que es la verdadera, mucho mejor que las otras. Pero, viendo que la “ñ”, además de para años, podía servir también para sueños, se lanzó por esta otra dirección y llegó a una nueva vuelta, que para sorpresa increíble resultó ser así:

    ¡Este sueño eterno! estas allí y ni tienes papel ¡socorro! Miguel Cervantes Saavedra.

    No daba crédito a sus ojos, no podía ser, estaba soñando. Sin embargo la frase seguía ahí, en la misma bandeja, y esa era la demostración incuestionable de su existencia. Desconcertado, apartó la bandeja de su vista unos minutos, necesitaba meditar la estrategia a seguir.
    Y aquí Hamete estuvo a punto de reventar de risa, dominaba hasta el último de los reflejos del espejo y conocía a todos y cada uno de los mareados grillos que, a miles, invadían la jaula que rellenaba la azotea de su ingenuo palomo. La trampa era perfecta, el cebo bien rico y apetitoso, el anzuelo ya había sido mordido, sólo tenía que tirar suavemente del sedal y … el confiado pececillo retomó el tablero, observó detenidamente la posición de las fichas, ponderó los posibles movimientos y sus consecuencias, decidió seguir maniobrando y movió ficha.
    Durante una hora no se oyó otra cosa que su dudoso talento, la agitación de sus peculiares cartoncillos deslizándose sobre la rayada palestra y su pequeño lapicero garabateando tornas en el sufrido cuaderno, en el que, para su desgracia, había ido anotando inquietamente cada una de las sorpresas con que a cada rato le regalaba una mano invisible:

    Ya paso el sueño eterno en el cielo, por si están tristes, Miguel Cervantes Saavedra.

    Si tiene suerte pasa años eternos en el cielo ¡por listo! Miguel Cervantes Saavedra.

    Años eternos y sin papel, esto escribe Miguel Cervantes Saavedra, y leerlo atentos.

    Si por suerte estoy en el cielo y le esperan tantos años, Miguel Cervantes Saavedra.

    Estos años eternos, en el teatro y sin papel, y lo escribe Miguel Cervantes Saavedra.

    Años eternos en el cielo, sin papel estoy triste, os verá Miguel Cervantes Saavedra.

    Si por suerte estoy en el cielo y piensa leer tantos años, Miguel Cervantes Saavedra.

    Soy sueño eterno, escrito sin papel, leer así es talento. Miguel Cervantes Saavedra.

    Estos años eternos lee sin papel, irá escrito el viento. Miguel Cervantes Saavedra.

    Si por suerte estoy en el cielo y sepan leer tantos años, Miguel Cervantes Saavedra.

    Si pasa por el sueño eterno en el cielo, si resiste tanto Miguel Cervantes Saavedra.

    El cielo, estos años eternos, y estar sin papel ¡reviento! Miguel Cervantes Saavedra.

    Y aquí también reventó el ánimo del sufrido Pierre, por listo, por querer retocar lo ya perfecto. Qué bien se hubiera quedado si no hubiera movido el asunto, siempre le pasaba lo mismo. Encontrada una buena vuelta hay que dejarla como verdadera, se reprochaba. Ahora, la situación había cambiado, se encontraba con más de una docena de anagramas ¿cuál elegir? ¡maldito Benengeli! no se puede distraer uno con él ni un instante.
    Confuso, trató de reordenar su cabeza, pero se le había quedado la mente en blanco. Intentó que su talento escuchase algo, pero sólo percibió un débil silencio misterioso tras la mucha cera que habitaba sus oídos. Desesperado, clamó a las musas suplicando orientación, alguna pista o explicación a tal fenómeno. Éstas, calladamente, se apiadaron de él y le concedieron una tonta duda que inmediatamente empezó a pasearse por entre sus menguadas entendederas.
    Repentinamente, los dedos comenzaron a deslizarse a gran velocidad, y, como si supiesen el camino, se lanzaron sobre las temerosas letras, señor se mudo con los años, eternos hizo renacer el estribo, puesto el pie salió de papel, gran muerte de Miguel, y rápidamente surgió una nueva vuelta, ¡ésta sí que era la verdadera! ¡la auténtica! la original de la que habían salido todas las demás, la que dicen que fue su última frase:

    Puesto ya el pie en el estriuo, con las ansias de la muerte, Gran Señor esta te escriuo.

    La observó largo rato, preguntándose qué era lo que ocultaba, qué habría querido esconder, cuál sería la verdadera vuelta clandestina.
    Pero ninguna vuelta era la verdadera, todas, sin ningún género de duda, eran completamente falsas, posibilidad que ni remotamente se le había pasado por la cabeza. Esas combinaciones no eran más que casualidades caprichosas de una frase especialmente dúctil desde el punto de vista anagramático. Pasaba a veces aunque no con frecuencia, dependía todo de las letras, la casualidad, la habilidad y, sobre todo, del tiempo que se le dedicase.
    Pero el loco de Pierre ya no atendía a razones, su manía obsesiva se había apoderado totalmente de él, y lo razonable era un abismo en el que no quería caer, prefería la sólida base de su segura locura, al terreno pantanoso de una dudosa cordura.
    Aunque todo era un mero juego, y, se pusiese como se pusiese, no hacía otra cosa que moverse entre arenas movedizas, o algo peor, pues se trataba de letras móviles hormigueando entre palabras corredizas que pululaban y bailaban con frases escurridizas. Y todo por su obsesión perfeccionista, con lo fácil que era cortar una vez que conseguía una buena torna, pero, como siempre, por mera curiosidad daba una vuelta de tuerca más y lo estropeaba todo.
    No era la primera vez que le había pasado, ni mucho menos, tras las vueltas inexorablemente venían las revueltas. De hecho éste es un ejemplo, uno más, de la tónica de los trabajos y estudios de este cándido erudito francés en su inútil esfuerzo por desentrañar los inexistentes enigmas en torno al Quijote y su autor.
    Pierre, ya bastante acostumbrado, bien a su pesar, a estas bromas arábigas, había resuelto malamente este tipo de situaciones con una irreflexiva teoría, según la cual, cuando encontraba una sola vuelta es que hablaba Cipión, que así llamaba a veces a Cervantes, entonces el espejo sólo irradiaba una única imagen, la verdadera. Pero cuando las tornas eran muchas y, como en esta ocasión, no sabía cuál escoger por verdadera, en este otro caso decía que era Benengeli el que hablaba, el cual solía desconcertarle grandemente de manera asidua y sistemática, por lo que al final se veía obligado a dejar todo aparcado para mejor ocasión, y eso fue lo que hizo.
    El azar puede hacer malas jugarretas a cualquiera que se interne en estos campos de los misterios que nunca lo fueron. La casualidad puede tener caprichos insoslayables, llevarte al frenesí de la verdad innegable y después, tranquilamente, dejarte caer en la más negra y ciega ignorancia. En el océano de las dudas, tras la tempestad del paroxismo venía la calma de la confusión y el desconcierto. Pero cuando uno se inventa un enigma donde jamás lo hubo, existe la posibilidad de encontrar una solución que nunca existió, y éste será el tema y asunto a tratar con motivo del comento y análisis de la extraña documentación, privada y nunca publicada, que de forma también casual llegó a mis manos.
    Si bien, para narrar esta extraña historia, tan cierta como verdadera, es necesario que la empiece por el principio y, sobre todo, que no me deje ningún detalle por contar, siendo puntilloso en extremo, pues la curiosidad de su urdidumbre, más que su interés académico o científico, es su principal virtud.
    En el propósito de destapar esta trama está también el ánimo por desterrar en lo posible ese afán por las aventuras esotéricas de la caballería anagramática y otras elucubraciones, estúpidas y mal fundamentadas, sobre la vida y personalidad de Cervantes que en los últimos tiempos se han venido formulando, tales como su supuesta homosexualidad o su judaísmo encubierto. No tienen en cuenta que del conjunto de su obra nada induce a pensar en tan interesadas hipótesis, más propias de oportunistas de alguna moda que ven mercado abierto, o de cabalistas trileros con alguna ocurrencia cuanto más descabellada mejor.
    Todo tan falso como las extravagantes conclusiones que se extraen de estos documentos inéditos y sorprendentes que llegaron a mi poder. El cómo llegaron, cuando y porqué, es lo que a continuación voy a tratar de contar, ya que todo afecta a la difícil comprensión de esta historia, en la que los pormenores son fundamentales, sin poder dejar escapar el más mínimo y escondido detallito. Así, hasta las letras, todas y cada una, han de ser contadas y pasadas revista, y el orden que se ha de mantener ha de ser estricto en extremo, incluso las comas, o cualquier otra puntuación, han de ser consideradas y discutidas en cualquier pasaje.
    Bien lejos de mi intención está contar el final de este cuento. Ninguna cosa puede ser más torpe y miserable que descubrir el pastel que se ha escondido trabajosamente página tras página. Nada hay peor que decirle quién es el asesino al que comienza a leer una obra de misterio, cuál es el secreto que se oculta tras un enigma laboriosamente invisible, ver en el trailer cómo al final llega el 7º de caballería y la pareja se besa, chafar alegremente, destripar con cara de listillo, sorprender cantando el contenido antes de abrir el paquete. Pero me veo obligado a anticiparles la solución de este caso, y descubrir torpe y miserablemente su conclusión: y ésta no puede ser otra sino que el pobre Pierre quedó más perdido aún de lo que había ciegamente empezado, y que jamás logró encontrar ni la más leve pista ni nada que le condujese a ningún lugar o resultado de algún interés, ¡ah! y también que al final Benengeli se salió con la suya.
    Sin embargo, el desarrollo de los acontecimientos es aún más importante, más significativo para valorar esta traza y la máquina que la animaba, o para comprender el nulo alcance de lo que prometiendo mucho acabó en poco o más bien en nada de nada. Ésta es la historia de una extensa colección de fracasos sin paliativos, de un imposible sueño que parece ser eterno, pues cuando no hay uno es que hay veinte con la copla de los misterios cervantinos, una ilusión óptica que ha engatusado a muchos y hecho reír a más.
    Pero aquí hay que decir que la investigación de este engendro ha estado relegada al ámbito de lo privado, no siendo Pierre culpable de su salida a luz. Pues el autor de estos documentos y estudios nunca los publicó y ni siquiera los pudo terminar, y es muy dudoso que los quisiera dar a conocer según se deduce de algunas de sus notas. Es pues la aplicación y el esmero de sus vanos esfuerzos y la irremediable inutilidad de los mismos lo que me mueve a comentarlos y presentarlos al ocioso lector.
    Olvidémonos ahora de las frases, de sus necias vueltas y de sus inoportunas revueltas, dejemos a un lado a Cide y a Cipión, descansen tranquilas las letras en cajas y bandejas, esténse los dedos quietos y las palabras en calma chicha, pasemos llanamente a los datos históricos que conforman y afectan a esta desatinada y compleja historia. Vayamos raudos y directos al comienzo de la narración de los hechos más relevantes, aunque para esto deba remontarme algo más de medio siglo ¡como pasa el tiempo! y volver a recordar sucesos de mi infancia en Zamora y en concreto algunos de los que acontecieron en un lugar, de cuyo nombre sí quiero acordarme, Puebla de Sanabria, donde llegué a pasar un mes de cierto verano.

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