Publicado el martes, 3 de junio de 2008 por Marcos Ros
El sitio web de ThinkEPI, o más bien su Repositorio, el cual ya criticamos hace un tiempo ante el aparente cierre de sus contenidos, funciona como una especie de blog asíncrono, algo que llama poderosamente la atención, puesto que lo hace al contrario que el resto de la Web. Así, cuando el mundo de la blogosfera se muestra como un lugar para la comunicación tremendamente acelerado y con apenas espacio para la cautela y la reflexión, los profesionales de la información proponen una metodología de la comunicación y de la reflexión que va a contrapié del resto de la Red.
El planteamiento a la hora de crear contenidos también es bastante novedoso respecto a lo que se está haciendo en la blogosfera. En vez de crear una comunidad en torno a un blog, aprovechan una ya creada sobre el eje de una lista de distribución por correo electrónico, Iwetel, para la creación y recolección de opinión. De este modo, un grupo de profesionales e investigadores de la Biblioteconomía y Documentación hispana proponen con cierta cadencia una serie de temas a la comunidad para su ponderación y enriquecimiento. Después de cierto tiempo, y cuando el debate ya ha finalizado, las opiniones vertidas que hayan resultado interesantes o de relevancia pasan a formar parte del repositorio tras su estructuración para su mejor comprensión como testigo de esos debates.
La iniciativa, que esperemos que se prolongue en el tiempo, tuvo su primera recopilación el pasado año (2007) en forma de anuario. Lo cierto es que me sorprendió que se reuniesen en forma de libro aquellas aportaciones, sin embargo, me pareció muy atrayente el hecho que los debates digitales acabasen negro sobre blanco más allá de las pantallas. Por supuesto que este año ThinkEPI nos ofrece una segunda tanda de los debates desarrollados durante el año pasado y, visto lo que tenemos en nuestras manos, podemos afirmar que la propuesta ha madurado.
El Anuario es un digno complemento a una de las publicaciones periódicas más importantes de la Biblioteconomía y Documentación española, El Profesional de la Información. La herencia respecto a la revista es completamente perceptible nada más abrir el tomo de 295 páginas, ya que utiliza su mismo diseño gráfico para abordar de forma más amena, directa y menos academicista temáticas que se encuentran en su punto de ebullición en el momento de su propuesta y que no pueden esperar a repasos bibliográficos y revisiones entre pares para su discusión. Por lo tanto, nos encontremos ante textos mucho más ágiles y enriquecedores, puesto que son los propios profesionales los que contestan, corrigen y puntualizan las consideraciones tanto del autor como de otros comentarios realizados a tenor de lo expuesto. Asimismo, los editores han huido de la pesadez de publicar los documentos tal cual se produjeron (A través del correo electrónico apenas se pueden dar apoyos al texto), añadiendo elementos para reforzar la información que se nos provee y facilitando sobremanera la lectura del mismo.
Además, no contentos en encerrarse en su Repositorio, el equipo ThinkEPI hace un esfuerzo para cubrir otros grupos de discusión presentes en Internet. En esta edición, los editores se han centrado en la lista de distribución Iwetel, anteriormente citada, y el servicio de promoción de noticias social DocuMenea. De este modo, se han recogido, en un impulso loable, aquellas noticias y debates que han causado mayor impacto, extractando y resumiendo lo más destacado de cada una de ellas. Sin embargo, debemos señalar que puede que lo más censurable sea el resumen dedicado a DocuMenea por su completa inconsistencia y la falta de enlaces entre temas, a pesar del hecho de que se tenga el afán de agrupar las noticias temáticamente.
En definitiva, este Anuario nos ofrece una pequeña ventana a las investigaciones que se van a realizar en un futuro cercano dentro de nuestro ámbito profesional, de la forma que lo haría la misma blogosfera, y que se recogerán en publicaciones y libros, aunque se hiciera premonitoriamente y como punto de partida dentro de sus mismas páginas.
Publicado el sábado, 31 de mayo de 2008 por Marcos Ros
“Es pasado el tiempo en que la biblioteca se parecía a un museo, en que el bibliotecario era una suerte de ratón entre húmedos libros y en que los visitantes miraban con ojos curiosos los antiguos tomos y los manuscritos. Es presente el tiempo en que la biblioteca es una escuela, en que el bibliotecario es en el más alto sentido un maestro y en que el visitante tiene la misma relación con los libros que el trabajador manual tiene con sus herramientas.”
Melvil Dewey (1851-1931)
Aunque la teoría dentro de la Biblioteconomía moderna que los usuarios de un centro de información deben ser considerados como clientes y los servicios que una biblioteca debe desarrollar tienen que estar enfocados siempre hacia ellos, además de tener presente sus necesidades, parece que los bibliotecarios han vivido dentro de una especie de burbuja donde se consideraban nada más ni nada menos que intocables donde lo que siempre se ha hecho es lo que funciona y lo nuevo ya se comprobará a lo largo del tiempo si es útil. La innovación y la apertura de las bibliotecas a la sociedad que sirven es algo que ha tardado mucho en calar dentro del colectivo bibliotecario en general y parece que esto no sólo es patrimonio español, sino que en los países anglosajones el cerrajón de las bibliotecas respecto a la sociedad a la que sirven siempre ha sido legendario.
Por ejemplo, en este mismo sitio recogimos la figura de Daniel Boorstin, un escritor que cuando llegó a la dirección de la Biblioteca del Congreso estadounidense decidió abrirla a la sociedad, y de forma paralela contemplamos a la polémica Rosa Regás como nuestra Daniel Boorstin particular, desarrollando iniciativas para acercar la institución que dirigía hacia la sociedad que la sostiene. Sin embargo, los bibliotecarios han descubierto de repente que aquello que consideraron exclusivamente de su competencia, la difusión de la cultura de una forma libre y gratuita, ha encontrado un competidor imbatible que se muestra de una forma completamente ubicua, pero terriblemente barata: Internet.
No vamos a entrar en el debate sobre la calidad de la información que se pueda ofrecer dentro de esta inmensa fuente de información, el hecho es que está presente, se usa de forma sencilla e intuitiva y la sociedad la va a usar cada vez más pese a quien pese. Así que los bibliotecarios, hasta ahora un tanto remolones respecto a la innovación y que se sentían cómodos con los libros de toda la vida, comienzan a descubrir de forma desagradable que la competencia amenaza sus trabajos. De hecho, hay quien ya ha situado la fecha de la defunción de las bibliotecas en la cercana fecha de 2019. Casey y Savastinuk son conscientes de ello y no dudan en abrir su libro describiendo con toda su crudeza lo que actualmente la bibliotecas están sufriendo:
Estamos perdiendo el interés de los usuarios.
No estamos ofreciendo los servicios que los usuarios demandan
Nos resistimos a cambiar los servicios que consideramos tradicionales o fundamentales para un servicio bibliotecario
Ya no nos encontramos en el primer lugar al cual acuden los usuarios cuando buscan información.
De una forma dura y simple, Casey nos advierte que estamos perdiendo clientes a un ritmo acelerado. Repentinamente, nos hallamos en la tesitura de comenzar a escuchar, a acercarnos a los ordenadores (Algo de lo que algunos bibliotecarios no gustan), a comenzar a descubrir buenas prácticas desarrolladas en otros centros de información, a acercarnos a conceptos como el benchmarking y, de una vez por todas, ser abiertos, hablar y escuchar. Entre nosotros, sí, pero también a establecer puentes comunicativos con los usuarios y tratar de atraer su atención para que se muestren dispuestos a desplazarse hasta una biblioteca y usarla. En el libro, tal y como indicábamos hace unos días, blogs, wikis o sindicación de contenidos son aspectos de la Web que se tratan de forma necesaria, porque es donde los internautas están actualmente trabajando ante las campañas de marketing desplegadas, aunque este aspecto se trata de forma tangencial puesto que la esencia de la Biblioteca 2.0 no es la traslación de servicios desarrollados en Internet bajo el sufijo 2.0 y convertirlos en servicios bibliotecarios, sino el cambio continuo.
Lo que en este libro se nos propone es, primero, convencernos de que la sociedad está cambiando de una forma completamente acelerada y que los profesionales de la información no hemos sido capaces de movernos con ella y, segundo, ante esto nos ofrece una metodología para adentrarnos en el cambio continuo, en la formación continua y en la conversación abierta mediante la implantación de equipos que tratarían de proponer, desarrollar, evaluar y mantener nuevos servicios y nuevos productos dentro de una sociedad cambiante.
Library 2.0 nos ofrece el panorama que hasta ahora no habíamos contemplado, donde súbitamente, los procesos tan cacareados para sobrevivir dentro de la globalización dentro del ámbito empresarial que ser aplicados obligatoriamente dentro de las bilbiotecas. Conceptos que, desde los años 80, se están desarrollando dentro de este marco y que los bibliotecarios deben comenzar a aprehenderlos más que obcecarse en la catalogación o la clasificación. El fin y al cabo es cuestión de simple supervivencia.
Publicado el martes, 27 de mayo de 2008 por Maria Elena Mateo
Cómo la eterna discusión sobre qué fue antes si la gallina o el huevo, desde mi iniciación en la Biblioteconomía y Documentación he oído o leído más de una vez la eterna discusión sobre si es más eficaz un documentalista científico o un científico documentalista.
De todos es sabido que la formación de un bibliotecario/documentalista siempre ha sido multidisciplinar, aunque la titulación universitaria se enmarcara en un principio en el ámbito de las Ciencias Sociales y ahora en las Humanidades. Se nos suele considerar suficientemente formados para trabajar con eficacia en bibliotecas enfocadas al público en general, en las especializadas en disciplinas de estas dos áreas, así como en centros de documentación de los diversos medios de comunicación; pero a la hora de buscar un bibliotecario o documentalista que ejerza sus funciones en bibliotecas especializadas en Ciencias o más directamente en el ámbito científico -como apoyo a la investigación o la transferencia de tecnología-, la titulación en Biblioteconomía y Documentación no nos confiere precisamente ninguna ventaja.
Si miramos las ofertas de trabajo del ámbito científico en que podría encajar nuestro perfil documentalista -como expertos en recuperación y gestión de información-, nuestras posibilidades reales de ser seleccionados son ínfimas. La enumeración de requisitos suele incluir conocimientos sobre tareas tradicionamente documentales, a veces otras más "informáticas" como edición de páginas web o creación y gestión de bases de datos, así como la habitual exigencia de un alto nivel de inglés, que podremos superar dependiendo de la formación o experiencia de cada cual. Pero todo esto pasa a un segundo plano cuando de entrada no cumplimos el requisito primordial: poseer una licenciatura en Ciencias.
Reconozco mis limitaciones en campos como la Biología, la Química o las Ciencias de la Vida, que evidentemente coartarían el desempeño de mi trabajo como documentalista científica en estas áreas, pero ¿hasta qué punto es necesario un licenciado en estas titulaciones para realizar labores de documentalista? Y, ¿están éstos dispuestos a realizarlas?, porque entiendo que para un licenciado en Biología, por ejemplo, deben ser muy frustrantes tareas como catalogación e indización, búsquedas de información, gestión documental o cualquier otra similar, que cualquier documentalista realizaría alegremente. Pero, vistas las ofertas laborales, deduzco que sí están dispuestos.
Nadie vaya a creer que niego la importancia de una formación más que básica en el área científica concreta del centro de investigación, el conocimiento de su terminología y de los principios que la rigen; pero está claro que la precariedad laboral de nuestra profesión (como muchas otras), que nos lleva a pasar de una biblioteca médica, a una jurídica y luego a un centro de investigación especializado en Tecnología de Alimentos, por ejemplo, no nos permite especializarnos, ni se nos posibilita.
La otra cara de la moneda, en la que un licenciado en Ciencias ejerce funciones documentales, parece ser la opción más socorrida en este tipo de ofertas laborales. El no tener que formar al candidato en la disciplina científica concreta pesa sobre su mayor o menor capacidad como documentalista, que parece poder solventarse con cursos de apenas 20 horas. Además si, aplicando la economía del 2×1, a las tareas propiamente documentales se le añaden otras más científicas, como la redacción de informes científicos y técnicos, está claro que un conocimiento básico del tema no es suficiente.
Insisto. No niego la dificultad de trabajar en éstas áreas científicas y reconozco que es imprescindible adquirir unos conocimientos mínimos del tema, pero insisto igualmente en defender nuestras habilidades para desempeñar tareas para las que hemos sido especialmente formados.
No sé qué fue antes, si la gallina o el huevo, y tampoco si es más eficaz un documentalista científico o un científico documentalista; supongo que dependerá de cada puesto y cada profesional. Pero quizá la solución ideal sea, como en muchos otros casos, el trabajo en equipo entre documentalistas y científicos, en el que cada uno realice las funciones para las que mejor está preparado.
Publicado el jueves, 15 de mayo de 2008 por Marcos Ros
Ya se cumple un año desde que se presentó en sociedad un término un tanto difuso que alguien osó en denominar como Biblioteca 2.0. Hace un año que desde el Sedic se organizó la mesa redonda dentro del congreso del Fesabid, Los blogs en la biblioteca 2.0, y desde la misma organización nos urgen, a aquellos que formamos parte de aquella mesa, para que dediquemos unas líneas a los nuevos avances que hemos hecho, o hemos detectado, en torno a este y poder de este modo hacer balance.
Como es habitual en mí, me veo incapacitado para reducir a unas pocas líneas lo que he vivido y lo que considero sobre este tema. Por lo que saltándome la invitación del Sedic, les sugiero que, si así lo consideran oportuno, que extracten aquello que merece la pena de este texto, porque es imposible que esta reflexión pueda quedarse en unas meras líneas.
Fue Paul Miller el que propuso una definición simplista, a la vez que muy gráfica, de la Biblioteca 2.0 que se reduciría a la fórmula "Web 2.0 + Biblioteca = Biblioteca 2.0". En muchos aspectos, esto es tremendamente reduccionista sobre todo lo que se ha escrito, hablado y opinado sobre este tema, como si se dejase a la Biblioteca 2.0 reposar sobre los aspectos tecnológicos, o más bien en las herramientas informáticas –Claro que esto no es siempre así-.
Los términos blogs, wikis, sindicación de contenidos, folksonomías o redes sociales parecen estar cosidas a la Biblioteca 2.0 como si ésta fuese un conglomerado de todas ellas y que no hubiese nada más detrás,. Aventurándose a definirla sobre estos soportes. Craso error.
Leyendo el libro de Michael E. Casey y Laura C. Savastinuk, Library 2.0 – A Guide to Participatory Library Service, del que realizaré una reseña en breve, tengo la sensación que algo se ha ido perdiendo lentamente en el camino. Ya lo advertía Álvaro Cabezas en su definición Qué es la biblioteca 2.0, si el usuario es el centro sobre el que la biblioteca ha de moverse, qué hemos estado haciendo durante el último siglo. Si la Biblioteconomía moderna se cimenta sobre el servicio al usuario, qué es lo que ha sucedido.
Ha pasado que a la biblioteca le ha salido un magnífico competidor, ante el cual no dispone de armas y ante el que debe considerar: "Si no puedes vencerle, únete a él". Si las Bibliotecas garantizaban el acceso a la cultura y a la información de forma gratuita o con un coste muy bajo para sus usuarios gracias a la Red y Google, dónde se colocan cuando la información es percibida de forma ubicua, cómo moverse cuando los usuarios consideran que no son necesarias para acceder a la información -Un razonamiento reduccionista, lo sé, pero quiero ir un poco más allá-.
Dídac Margaix en su artículo introductorio, Conceptos de web 2.0 y biblioteca 2.0: origen, definiciones y retos para las bibliotecas actuales, y fundamentalmente desarrollado en la explicación de servicios y conceptos de la Web 2.0, señalaba las distintas conceptualizaciones sobre la que distintos autores han incidido a lo largo del tiempo. Algunos han subrayado la tecnología, mientras que otros buscan la innovación como puente seguro en el camino 2.0 que deben adoptar las tecnologías. Margaix nos ofrece un artículo destinado a descubrir conceptos y tecnologías y apenas le queda un resquicio para el carácter no tecnológico de la Biblioteca 2.0 y sobre el que se fundamenta el libro de Casey:
¿Y los servicios no virtuales? Se podría habilitar un espacio en la biblioteca para el bookcrossing entre los usuarios o realizar alfabetización informacional en herramientas de la web 2.0.
De hecho, leyendo el monográfico del mes pasado de la revista El Profesional de la Información dedicado a la Innovación en las Bibliotecas Públicas, encuentro infinidad de elementos que bien podrían estar inspirados en la Biblioteca 2.0. Sin ir muy lejos, y abriendo fuego, el estupendo artículo de Roser Lozano-Díaz, Innovación en bibliotecas públicas: algo nuevo, algo útil, algo de calidad, donde se nos ofrece una muy interesante reflexión que todo Bibliotecario 2.0 ha de tener presente antes de lanzarse a adoptar herramientas 2.0:
La innovación exige en primer lugar tener la conciencia de que aquello que pretendemos llevar a cabo va a ser útil realmente para la biblioteca pública, y en segundo lugar significa poseer la capacidad de saber transportar las ideas del campo imaginario o ficticio al de las realizaciones e implementaciones.
Por tanto, no se trata de tener que "inventar por inventar", elaborar teorías, ni tan sólo significa que tenga que ser proyectos asociados a un proceso de I+D o que impliquen una amplia base tecnológica. Incluso podemos hablar de innovación cuando aplicamos un nuevo método organizativo, transformamos las prácticas internas, la cultura organizacional, el sistema de trabajo, iniciamos el trabajo con calidad, etc.
En definitiva, en la biblioteca pública como en cualquier otra institución de servicios, la innovación debe ser siempre una actitud organizacional, una capacidad que debe impregnar al personal y estar presente en su cultura, en su estructura y forma de trabajar y todas las interacciones ya sean internas o externas.
Es decir, no debemos de caer en la terminología de marketing condenado a extinguirse. Durante estos años de evolución, de blogs hemos pasado a hablar de wikis, de wikis a redes sociales, de las redes sociales pasamos al microblogging, ¿cuál va a ser el próximo paso? ¿Debe una biblioteca adoptar cada una de las herramientas que surgen para, pasado un año, estar demodé?
¿Es posible la Biblioteca 2.0? Por supuesto, no me cabe la menor duda, y encontramos nuestro máximo exponente en Musquiz donde Fernando Juárez nos invita a reflexionar sobre las aplicaciones disponibles en la Web y su aplicación a una pequeña biblioteca municipal. Fernando, con el cual estamos pasando una semana tremendamente divertida en la Comunidad de Prácticas, es el máximo referente de que desde una relación de abajo-abajo, biblioteca a biblioteca, se pueden obtener grandes resultados, creando redes interrelacionadas con bibliotecas cercanas. Por supuesto que Fernando no lo suele transmitir así, él es un funcionario y según su razonamiento tiene que trabajar lo menos posible, pero esto es completamente falso puesto que siempre le está buscando aplicaciones prácticas a su centro de información en cuanto descubre un nuevo juguete 2.0. Por ejemplo, aún recuerdo cuando me envió un correo electrónico inquiriéndome sobre la utilidad de las Redes Sociales, algo que muchos documentalistas todavía no se han acercado siquiera debido al muy bajo porcentaje de ellos dados de alta. En cualquier caso, leed su artículo Tecnología, innovación y web social: el valor de la dimensión en la biblioteca pública. El caso de la biblioteca de Muskiz y descubriréis cuánto nos queda por aprender.
A modo de resumen, indicaros que la Biblioteca 2.0 no es tecnología, nunca lo fue. La tecnología ha de servirnos para innovar, pero no debemos subyugarnos a ella. Cada centro de información tiene una población a la que atender, con sus propias características que evoluciona muy rápido. Lejana queda la figura del bibliotecario sentado en su mostrador esperando despachar libros sin mayor oficio que éste. Hoy en día, el bibliotecario debe estar al día, leyendo y aprendiendo, hablando con sus colegas, tratando de construir cosas juntos. Aquel que no ha leído en el último año un libro, un artículo (¿un blog?) sobre la gestión de la información, la biblioteconomía o cualquier temática relacionada está cayendo en la obsolescencia de una forma completamente acelerada.
En definitiva, la Biblioteca 2.0 no es tener un blog, es hacer blogging, no es estar dado de alta en una Red Social, es trabajarla, no es tener una cuenta en la Wikipedia, es ser un Wikipedista… No permitáis que los árboles no os permitan ver el bosque. Sentaos al lado de un árbol, tomad aire y mirad el paisaje. Pensad qué os gustaría llevaros con vosotros para adornar vuestra casa pero no lo arranquéis. Entendedlo, plantadlo y regadlo y no os asustéis si descubrís una especie nueva que no estaba allí la última vez que paseásteis en él. Seguramente, descubriréis la mejor manera de poder llevárosla a casa.
Publicado el domingo, 27 de abril de 2008 por El Documentalista Enredado
Entre los logros más relevantes de la sociedad de la información se halla la facilidad con que el individuo se puede documentar, mantenerse informado e intercambiar conocimientos. Sin embargo, […] el problema actual es la voluntad real de comprensión entre las personas, la carencia de una cultura común de respeto y la manipulación por sobreabundancia informativa. Una noticia dicha por múltiples canales se reconoce como verdad, aunque esos medios respondan a intereses comerciales similares e ilegitimen el punto de vista del emisor de la información.
Si bien se disfruta de una disponibilidad de información que era impensable unos años atrás, se requiere de una alfabetización digital profunda (es decir; nuevamente acceder, administrar, integrar, evaluar y crear información), para no resultar confundidos en un entorno de gran escasez de atención. Existen múltiples fuentes de información, aunque pocas voces son independientes. Leer o ver una decena de veces el mismo abordaje de una noticia no es estar más y mejor informado.
COBO ROMANÍ, Cristóbal; PARDO KUKLINSKI, Hugo. Planeta Web 2.0. Inteligencia colectiva o medios fast food. Barcelona: Universitat de Vic, 2007. p. 91
Publicado el viernes, 25 de abril de 2008 por Maria Elena Mateo
Dentro de las diferentes salidas profesionales a las que podemos optar los titulados en Biblioteconomía y Documentación, la opción de documentalista es quizá la más desconocida. Aunque existen tareas comunes y paralelismos con el trabajo de un bibliotecario o de un archivero, gracias a nuestra formación, conocimientos y competencias, como documentalistas podemos llegar a realizar tareas completamente alejadas de las atribuidas tradicionalmente a nuestra profesión.
Este desconocimiento ha ocasionado que los profesionales de la información que hemos ido forjando nuestro camino como documentalistas tengamos que demostrar constantemente cuáles son nuestras capacidades, qué tareas somos capaces de desempeñar, cuál es nuestro valor en una empresa o institución pública. Pero no es fácil justificar nuestro puesto de una manera tangible y valorarla de forma cuantitativa, por lo que el departamento de documentación suele ofrecer una imagen de "saco sin fondo" a la hora de sopesar gastos y beneficios en la empresa: el resultado siempre es deficitario.
Es cierto que en determinados sectores los documentalistas llevan ya mucho tiempo desarrollando su labor, como en el caso de la documentación en los medios de comunicación; aunque la facilidad de acceso a la información que ofrece Internet y las nuevas tecnologías puede llevar a cuestionar su futuro. En otros ámbitos empresariales, en cambio, apenas estamos empezando a mostrar nuestro valor en el desempeño de trabajos tan variados como la gestión del conocimiento y la vigilancia tecnológica, o la participación en la creación y configuración de la intranet o la web corporativa, por poner unos pocos ejemplos.
En mi caso, mi trabajo como documentalista se ha venido desarrollado mayormente en el sector público, en el ámbito de la ciencia y la investigación, por lo que he podido comprobar motu propio -o al menos he alcanzado a vislumbrar-, las múltiples posibilidades laborales que este campo nos puede llegar a ofrecer.
Como en este blog nos gusta llamar la atención sobre nuestras oportunidades laborales como profesionales de la información, he querido aprovechar mi experiencia para facilitaros una pequeña muestra de las tareas que podemos realizar en el ámbito científico:
Vigilancia tecnológica (al igual que en el sector empresarial) del entorno competitivo de nuestro centro o grupo de investigación, para conocer los avances y proyectos que se están realizando en el mismo área, poder servirse de estos para impulsar los propios y no desperdiciar tiempo y esfuerzo en una replicación inútil.
Informar de las ayudas financieras que los organismos europeos, nacionales y autonómicos ofrecen a los grupos de investigación para la elaboración de proyectos o la contratación de personal científico o de apoyo.
Detectar (en parte, gracias a la vigilancia tecnológica) los posibles colaboradores para la elaboración de dichos proyectos de investigación.
Localizar y suministrar a los investigadores toda la información necesaria para el desarrollo de su trabajo investigador.
Realizar informes tecnológicos de patentes que puedan guardar relación con los resultados obtenidos por los investigadores de nuestro centro, como apoyo al servicio de transferencia de tecnología, y así poder determinar si los resultados son o no susceptibles de patentar.
Colaborar en el tratamiento de la información obtenida en la investigación para su publicación, en medios tanto científicos como divulgativos.
Identificar las revistas científicas más adecuadas para dicha publicación, por su gran visibilidad o su alto reconocimiento en la evaluación científica.
Hallar los socios necesarios para la comercialización del resultado de dichos proyectos.
Y finalmente -no relacionada directamente con el proceso investigador, pero sí en cierta medida con la concesión o no de ayudas a proyectos de investigación-, la evaluación científica mediante estudios bibliométricos.
Después de la enumeración precedente de quehaceres -que en ningún momento pretende ser exhaustiva-, podríamos tener la falsa impresión de que la participación de documentalistas en el ámbito de la investigación se considera casi imprescindible; pero, ¿cuántas ofertas laborales para documentalistas en el ámbito científico podemos encontrar? ¿Cuántas en centros tecnológicos? ¿Cuántas en proyectos de investigación?
La realidad nos muestra una vez más, que nuestro país vive un cierto desfase respecto a los países más avanzados en el uso de nuevas tecnologías de información y comunicación (y con los cuales nos queremos equiparar); y por ello, tal vez, nuestro modelo de investigación todavía no ha sido capaz de adaptarse al proceso informativo actual, en él que los documentalistas podemos ser una pieza más para la resolución de los rompecabezas de la Ciencia.
Publicado el jueves, 24 de abril de 2008 por El Documentalista Enredado
Basándonos en las distintas metodologías desarrolladas para la gestión de la información en las organizaciones, podemos clasificar cada una de ellas en distintos niveles dependiendo de la profundidad en la que se entra para la gestión de los datos, información y conocimiento dentro de las organizaciones. De esta forma, podemos resumir las distintas auditorias basadas en la información en las siguientes tipologías:
La auditoria de sistemas de información investiga la manera en que las herramientas tecnológicas son usadas para gestionar los recursos de información.
La auditoria de la comunicación porque se centra en los flujos de información organizacionales.
El mapeo de la información (Information Mapping) se centra en la identificación y uso de los recursos informativos de la organización.
La auditoria de la información que consiste en el análisis sistemático de los recursos de la información, su uso, los flujos y su gestión dentro de la organización.
La auditoria del conocimiento, la gestión del conocimiento es el más alto nivel de gestión de la información y lógicamente es el siguiente paso tras la realización de una auditoría de información y el desarrollo de la gestión de la información dentro de una organización.
La auditoria de la inteligencia por su relación entre la gestión de la información y el conocimiento.
BOTHA, H.; BOON, J.A. The information audit.: Principles and guidelines. En Libri 2003 (53) pp. 23-38