Cayendo reiteradamente en mis contradicciones, hace una semana escribía un texto un tanto pesimista sobre mi situación como biblioblogger, que no como blogger, considerando que tal vez no volvería a escribir en esta bitácora. Es curioso que ahora me vea delante del editor de textos escribiendo de nuevo para un sitio sobre el que dije que me tomaría un tiempo antes de volver a publicar. Puede mi caso sea el de un blogoadicto, pero dejaré esa sintomatología para otro texto, si alguien no se aventura antes, centrándome en este caso en otro de los síndromes de la blogosfera: El blogger quemado.
Concretamente en aquel artículo aciago de resignación y renuncia, opinaba que no me veía con la capacidad de escribir nada más para este blog. Las razones aducidas eran diversas, pero básicamente me encontraba un tanto cansado, o más bien saturado, del esfuerzo que había realizado durante el año largo de existencia de esta bitácora. Es probable que entonces pareciese que la condenase a su desaparición, y por ende mía, de la blogosfera; sin embargo, hoy heme aquí, delante de un ordenador, tratando de imponer el orden a las ideas, escribiendo un nuevo texto que no he podido evitar redactar, como si a la cabeza aún dispusiese de carburante. Al menos para uno más.
Sí, el motor se enciende, pero lo hace de la forma más egocentrista posible, considerando mi problema como algo global al que muchos bloggers se enfrentan cada día. Es curioso que entre tantas personas no nos hayamos percatado que algo parece fallar en un momento determinado en el mantenimiento de un blog. Así que me veo con las fuerzas para tratar de reflejarlo, a pesar de que habrá quien creerá que este punto está fuera de lugar, que mis opiniones son completamente erróneas. Probablemente, pero personalmente considero que muchos de nosotros llegamos a un punto en que un post más es una tortura, un comentario de recriminación es un paso hacia atrás, una pequeña penalización hacia lo que se convertirá en nuestro abandono (temporal o total) de la blogosfera.
Pero dejadme que me explique antes de que se os encienda el alma, permitidme una vez más desarrollar mis consideraciones y después podréis hablar, aquí mismo o en otro lugar, sobre la existencia, o no, del síndrome del blogger quemado.