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El Documentalista Enredado Entradas

Descontextualizados en Menéame

En realidad, aunque podáis creer lo contrario, lo he encontrado divertido. El hecho de que un usuario de Menéame, una web de filtrado social de noticias, recogiese nuestro anterior texto, Catalogar vs. Indexar, y la dispusiese para que fuese votada por su comunidad debería ser un honor para nosotros. Por supuesto que somos conscientes de que nuestros temas no van a resultar excesivamente interesantes para una comunidad de usuarios como la de Menéame, pero bueno ahí queda eso.

En cualquier caso, el objetivo final del texto fue un tanto desvirtuado dentro Menéame puesto que cortaron y pegaron un pedazo en el que, utilizando la ironía, me disponía a criticar la ligereza a la hora de considerar innecesario el trabajo de documentación en medios de comunicación. Concretamente, en la web de Menéame, se extractaba lo siguiente:

(Sobre documentalistas y/o bibliotecarios) C&P: Qué crueldad. En diez años, Google nos ha jubilado. Nos hemos convertido en prescindibles, en una figura cómica al lado de la compleja programación desarrollada desde Mountain View, creo que es el momento de acabar con esta farsa… En realidad, somos unos tecnófobos redomados, realicémonos un harakiri colectivo y entonemos un mea culpa. Somos unos obsoletos digitales… [Pantallazo]

Obviamente, si un documentalista realmente creyese esto, ¿para qué quiere enemigos? En fin, confiemos que sus votantes, 10 usuarios, acabasen por aquí y leyesen realmente de qué trataba exactamente el texto, fuera de la descontextualización que sufrió, y que no votasen al tuntún. Porque creo que Menéame no va precisamente de eso.

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Catalogar vs. indexar

Uno de los mayores pecados que puede realizar un documentalista o un bibliotecario es pronunciar la palabra tabú: NO. «No está, no existe o no se puede hacer» son frases que en algunas ocasiones lanzamos casi de forma automática casi sin percatarnos bajo la presión de una consulta de información de un usuario urgido por la necesidad, casi sin tiempo para realizar una segunda reflexión. Tal vez deberíamos adoptar una actitud mucho más positiva, o idealista según se mire, como hacen los informáticos, siempre dispuestos a decir que sí y para posteriormente convertirlo en un «ya veremos». Es posible que esa negatividad manifiesta surja de los documentalistas porque somos capaces de situarnos en el lado del usuario, conscientes de la problemática que éste se va a encontrar cuando comience a utilizar una aplicación, una página web, una interfaz que ataca una base de datos. Es por ello que siempre estamos dispuestos a situar un «pero», cuando consideramos que el bosque es mucho más extenso de lo que creen nuestros amigos, los informáticos, en un momento. Así pues, deberíamos cambiar nuestra actitud, colocar siempre el SÍ ante cualquier otra consideración y luego ya nos preocuparemos de cómo salimos del entuerto, simplemente a modo de supervivencia.

Digo esto porque recientemente, revisando una de las revistas informáticas más populares de España, me encontraba con una columna de opinión de un informático que atacaba la catalogación, las folksonomías y por extensión la documentación en un entorno donde Google podía hallarlo todo. Concretamente, a modo ilustrativo, nuestro informático consideraba que no necesitaba clasificar los correos que le llegaban, puesto que utilizando una serie de palabras clave podía localizar el email perdido en la avalancha de su buzón. Al mismo tiempo, creía que el etiquetado social, el tagging, era una actividad prescindible puesto que el superalgoritmo googleliano bien podría resolvernos la papeleta sin necesidad de andar perdiendo el tiempo en la gestión de la información personal.

Qué crueldad. En diez años, Google nos ha jubilado. Nos hemos convertido en prescindibles, en una figura cómica al lado de la compleja programación desarrollada desde Mountain View, creo que es el momento de acabar con esta farsa… En realidad, somos unos tecnófobos redomados, realicémonos un harakiri colectivo y entonemos un mea culpa. Somos unos obsoletos digitales

Sin embargo, no estamos más lejos de la realidad. Por ejemplo, seguramente nuestros lectores dispondrán de una cantidad mayor de ejemplos, me pregunto, ¿ha intentado recuperar información de una base de datos de un medio de comunicación? ¿Ha utilizado los sistemas de búsqueda en los archivos que los medios de comunicación disponen en sus webs? ¿Ha utilizado a Google para ello? ¿Cuáles han sido los resultados? Yo se lo diré, la experiencia manda: O sabe lo que busca, colocando específicamente las palabras mágicas publicadas en el texto que busca o difícilmente va a encontrar lo que desea. O lo ha leído previamente, o va a ser complicado encontrar nada y simplemente el silencio será estruendoso.

Hay que tener en cuenta que el trabajo que se realiza desde la parte humana en la descripción de la información, ya se trate de palabras clave, pequeños resúmenes o el control del vocabulario, es valor añadido a la información. Es relativamente sencillo perderse dentro de una base de datos documental en la que se vuelcan diariamente informaciones sin el menor control del vocabulario. Si se trabaja dentro de un medio de comunicación, lo primero que se aprende es que los propios periodistas utilzan conceptos y palabras distintas enfocados en un mismo tema, que una noticia seguimiento de una información anterior no tiene porqué necesariamente hacer referencia directa a la previa y a la hora de recuperar ambas la desambiguación es completamente necesaria.

Porque el informático podrá considerar que es posible indexar toda la información que se produce diariamente en un medio de comunicación impreso, sin embargo lo que los documentalistas ponemos sobre la mesa son las dificultades a la hora de recuperación, ordenación de resultados y pertinencia de los mismos. Sin embargo, a veces nos quedamos en un NO y una sonrisa, lo que no es suficientemente significativo para nuestro interlocutor y no aportamos valor añadido a la discusión. Sí, es cierto, el motor de búsqueda recuperará información si colocamos las palabras mágicas, las que conocemos que el texto contenía, aunque no siempre las conoceremos de antemano. Dispondremos en nuestra cabeza de conceptos y sinónimos, el rico lenguaje natural, sin embargo no siempre podremos atacar una base de datos con ellos y recuperar información, no recuperaríamos nada y será entonces cuando algo realmente no exista, a pesar de que realmente no lo habremos recuperado.

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Cómo pasar por 2.0, cuando no se llega a 1.0

Es de todo bien sabido que los medios de comunicación muestran verdadero pánico a que sus visitantes se marchen con los bártulos a otro lugar. Cuando la competencia está a un clic, aparentemente lo menos deseable es ofrecerle una ventanasa un mundo lleno de oportunidades y curiosidades. Un mundo que tal vez pueda reflejar la realidad, o una parte de ella, mucho mejor que el tratamiento que los medios de comunicación tradicionales pudiesen otorgar. Desde mi punto de vista, se asemejaría a la situación de aquel que, dado de alta al servicio de acceso a Internet por tarifa plana de Ya.com, se quiso dar de baja porque ya había visto todo Internet. En realidad, el internauta novato no había salido del portal de contenidos de Ya.com,  no había encontrado el camino, y llamando al servicio de atención al cliente, el teleoperador le sugirió que probase una dirección nueva: http://www.google.es. Después de esto, creo que todos podremos concluir que el internauta novato no volvió a llamar asegurando que se quería dar de baja porque ya había visto toda la Web.

Los medios de comunicación se han afanado últimamente en ser más 2.0, ofrecen servicios de sindicación de contenidos, un cierto movimiento aperturista mediante la realización de comentarios a las noticias e incluso hacia el periodismo ciudadano; han incluido enlaces para añadir sus páginas hacia servicios de marcado social o promoción social de noticias, foros o incluso la oportunidad a sus lectores para gestionen sus propios blogs. Todo lo anterior constituyen servicios que persiguen que los lectores se mantengan fieles a su URL aumentando su tráfico, así como el tiempo de permanencia medio en sus webs que, al fin y al cabo, es lo que les va a aportar publicidad e ingresos.

Podríamos entrar a discutir la evolución de los medios de comunicación hacia la etiqueta 2.0, incluso el desarrollo de contenidos más avanzados como canales de televisión propios dentro de ellos o la utilización del microblogging como Twitter, sin embargo no han conseguido quitarse de encima su tradición de convertirse en lo que se denomina Black Hole SEO, agujeros negros de enlaces que sólo aspiran a recibirlos desde fuentes externas e internas pero nunca a citar hacia el exterior.

Lo cierto es que en ocasiones, leyendo informaciones en la Web, las situaciones se me antojan ridículas y fuera de lugar teniendo presente el desarrollo actual de la Web. Así, por ejemplo, los medios de comunicación son capaces de publicar un texto sobre una página web ¡sin enlazarla! Concretamente, recientemente en La Vanguardia abordaban la experiencia de BuzzMetrics, desarrollado por la empresa de medición de audiencias Nielsen Online, bajo el titular Lanzan un sistema para medir las opiniones de los usuarios en blogs y redes sociales y no se encontraban capaces de enlazar al web, ni siquiera con el atributo «nofollow», no sea que les mejore el posicionamiento para más inri.

Afortunadamente, los medios de comunicación están quitándose las antiguas ataduras impuestas desde las redacciones impresas en un momento de convergencia. De hecho, es frecuente que las informaciones  publicadas en la web que se editan para las ediciones impresas de los diarios no provean enlaces para el enriquecimiento de la noticia, sin embargo en noticias elaboradas por las redacciones digitales sí que comienzan a disponer de ellos. Me refiero, por ejemplo, a la estupenda Revista de Webs de El País, donde la redacción trata de conformar una nota sobre qué se cuece en ese momento en la Red y, más concretamente, en la Blogosfera.

Pero podríamos profundizar un poco más. Fijándonos en artículos de economía, porque no sólo de tecnología vive el hombre, en la pieza informativa Las fortalezas de la banca española no hallaremos ni un solo enlace dentro del texto, mientras que en el artículo Las «lecciones» que enseña la economía española, según Financial Times sí que se nos ofrecen una buena cantidad de ellos que sirven para acotar, aclarar y contextualizar la noticia. Es decir, en el primer artículo, el medio de comunicación no ofrecía ningún tipo de apoyo para relacionar la noticia dentro de su contexto, a pesar de que exista un epígrafe «Si te ha interesado esta información, te recomendamos:» que sirve de apoyo al marco de la noticia, aunque imperceptible para los lectores; mientras que en el segundo se nos da una buena cantidad de ellos (internos, de acuerdo, pero enlaces). Tengo que aclarar que me he cerciorado de que el primer documento se publicó en la edición impresa del diario, mientras que el segundo, seguramente por el marco temporal, se realizó para la digital. Esto nos puede llevar a la conclusión que al tratarse de una noticia volcada desde el papel no disponga de los elementos enriquecedores que dan los enlaces, en cambio la segunda se realizó contando con posibilidades para añadir estos elementos.

Nos hallamos, por lo tanto, ante la transición definitiva de los medios que irán aceptando y empapándose del entorno en el que desarrollan sus actividades económicas. Son muchos los que se comienzan a revolver contra estas prácticas, la de no-enlazar, que no favorecen el feedback, pero que los medios aprovechan bajo el entorno 2.0 para posicionarse dentro de los buscadores. Los medios deberán aprender a adaptarse rompiendo otra barrera, la del miedo a lo ajeno, porque al final de cuentas ellos son los grandes generadores de contenidos de la Web y ante eso no van a encontrar rival. Y eso Google también lo sabe…

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Documentalistas, ¿equivocamos nuestra formación?

La precariedad laboral en el campo de la Biblioteconomía y la Documentación, nuestra invisibilidad profesional, el intrusismo, las corrientes más o menos tecnófilas o tecnófobas entre nuestras filas, el desconocimiento de nuestras posibilidades laborales en trabajos diferentes a los tradicionales… son temas que, como profesionales de la información, de tanto en tanto nos rondan por la cabeza.

Éstas y muchas otras reflexiones similares las hemos vertido en múltiples ocasiones en este blog, intentando ofrecer un panorama profesional lo más amplio posible. Enlazar cada una de ellas sería demasiado tedioso, pero baste recordar cualquier encuentro entre un par de bibliotecarios/documentalistas –ya sea en reuniones informales entre amigos, cuando coincidimos en oposiciones o eventos varios, o en muchos mensajes en IWETEL-, para evocar los temas de los que hablo.

El reencuentro con viejos compañeros de estudio, de trabajo, con amigos -y el conocimiento de otros nuevos-, que supuso nuestra asistencia al 3rd International LIS-EPI Meeting ha hecho que me replantee de nuevo muchos de estos temas. Y más aún tras la lectura del reciente post de Álvaro Cabezas, en el que se recogía la vertiginosa caída de alumnos en las titulaciones de Biblioteconomía y Documentación en las universidades españolas, me ha hecho pensar si después de todo los que queremos dedicarnos a la Documentación en su vertiente más tecnológica o menos tradicional, de plano, nos equivocamos al escoger esta carrera.

En dicho post y los posteriores comentarios se barajaban varias explicaciones para esta caída de estudiantes en Biblioteconomía y Documentación: la pareja caída de la biblioteca como fuente de información universal, el escaso interés por las carreras documentales, la mala orientación vocacional, la sobreoferta formativa universitaria… Pero en conclusión, creo que el problema deriva mayormente de la propia formación que se nos ofrece en estas titulaciones (la Diplomatura y la Licenciatura).

Claro está que no se puede hacer un saco común: cada universidad sigue un programa curricular distinto, y desde que finalicé mis estudios en ambas titulaciones -en las dos universidades que las imparten en Valencia- seguramente habrá cambiado mucho el plan de estudios; pero poco se asemejaba la formación que recibí, a las necesidades formativas reales que me he ido encontrando a lo largo de mi desarrollo profesional.

Reconozco que como seguramente la mayoría de los futuros estudiantes universitarios no asistí en su momento a ninguna reunión informativa sobre la titulación, ni miré el plan de estudios de la carrera que había escogido; aunque viniendo de un módulo profesional en Biblioteconomía y Documentación sabía más o menos con qué podía encontrarme. Y si mi objetivo se hubiera limitado a preparar una oposición a alguna biblioteca municipal o universitaria, como es el caso de muchos de mis compañeros -y creo que casi la única salida que son capaces de visionar los estudiantes primerizos-, la formación que se me ofreció podría considerarse suficiente. Pero, cuando alguna asignatura, algún profesor, algún conferenciante, te deja entrever el mundo que hay más allá de la catalogación y de las bibliotecas tradicionales, las nuevas puertas profesionales que puedes cruzar con la base fundamental de nuestra profesión, la gestión de la información, ¿cómo no explorarlas?

Pero la realidad laboral es la que entonces nos cierra esas mismas puertas: los titulados en Biblioteconomía y Documentación no somos bienvenidos para desempeñar tareas más tecnológicas. La tradición de nuestra profesión, la visión que la sociedad tiene del mundo bibliotecario, de su obsolescencia frente a Internet, resultan un lastre. Poco importa que nuestra marcada formación interdisciplinar pueda servir como punto de apoyo a muchos otros profesionales («Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo», Arquímedes); que nuestra capacitación para estructurar la información puedan completar, por ejemplo, la labor de un informático a la hora de crear o definir conceptualmente una base de datos, una Intranet, una página web; o que nuestra especialización en el campo de las búsquedas documentales pueda respaldar las labores de investigación científica, -sólo por poner algunos ejemplos que conozco.

Llegado a este punto, y volviendo al tema del estudio de Álvaro Cabezas, es cuando yo y otros (y perdón por el orden de los sujetos) nos planteamos si no hubiera sido mejor que estudiáramos otra carrera más tecnológica para trabajar en lo que nos gusta, en Documentación.

Quizá los nuevos estudiantes, más avispados que nosotros, hayan sabido ver que nuestro futuro laboral en este terreno no nos lo va a proporcionar una carrera como Biblioteconomía y Documentación. Consideran, al igual que la sociedad o que nuestros compañeros bibliotecarios más más tradicionales (y la redundancia es intencionada), que las nuevas tecnologías están alejadas de las bibliotecas y del anacronismo que transmiten.

Mucho se ha hablado de la muerte del libro y de las bibliotecas, no se trata de un tema nuevo. Así que, cuándo aprenderemos de una buena vez, cuándo aprenderán nuestros formadores, que tenemos que dar el salto de continente a contenido, de libros a información, de entidad física a virtual; que las nuevas tecnologías están ahí para ayudarnos y para quedarse y que no tenemos que temerlas.

Quizá la biblioteca 2.0 pueda lavar la cara a la imagen tradicionalista que arrastramos, pero mientras tanto esa imagen seguirá siendo un escollo en nuestra incursión en un mundo profesional más amplio y más tecnológico.

Más elucubraciones… en la próxima reunión.

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La Web 2.0 y las revistas científicas, algunas reflexiones

Al hilo del resumen que realizamos sobre la mesa La Web 2.0 y las revistas científicas que tuvo lugar durante el 3rd International LIS-EPI Meeting en Valencia, me parece interesante destacar algunas conclusiones que personalmente extraje de lo allí expuesto. Desgraciadamente, por una cuestión de tiempo no pude llegar a compartir con los asistentes, aunque queda aquí la cuestión abierta por si algún lector quisiera participar.

Durante el debate de la mesa, quedó claro que los científicos no son especialmente participativos a la hora de realizar Ciencia cuando se les pone al alcance herramientas 2.0. De hecho, según afirmaba una asistente, desde la propia revista Nature se confesaba que se obtenía un mayor interés por su sección de Sala de Prensa, donde se había colgado una serie de vídeos, que en el resto de las secciones colaborativas. Por otro lado, se concluía que los científicos no parecían muy interesados en evaluar el trabajo de sus semejantes durante el desempeño del Open Peer Review y que los ratios de participación eran bastante modestos. Tras todo lo anterior, podemos llegar a la conclusión que:

  1. Los científicos se encuentran cómodos dentro del actual modelo comunicativo, a pesar de las críticas sobre los costes que deben de soportar las instituciones públicas a la hora de financiar los trabajos e incluso a publicarlos en las revistas.
  2. Los científicos no desean que sus trabajos se muestren de forma pública antes de su aceptación definitiva (Pensemos en los preprints). Obviamente, si un trabajo es rechazado, se puede intentar su publicación en otra revista con menor factor de impacto o donde seamos conscientes de que es posible su publicación por las circunstancias que sean.
  3. La evaluación del trabajo de los científicos todavía se fundamenta en la publicación (Publica o muere) en las revistas científicas y ponencias, por lo que mientras los evaluadores no contemplen otros indicadores para la baremación de la actividad científica, los investigadores no migrarán hacia otros modelos comunicativos más participativos y abiertos, aunque algunos realicen pequeños ensayos con ellos.

Por otro lado, la reflexión que realizó Isidro F. Aguillo en otra mesa del encuentro me pareció sumamente interesante al hilo de lo anteriormente expuesto. Aguillo abogaba por que los científicos mejorasen sus páginas web personales, que no se limitasen a pequeños currículums vitae con listados de sus publicaciones, clases impartidas y trabajos realizados; sino que se tornasen en sitios web mucho más dinámicos y abiertos a la participación. Es posible que el investigador estuviese pensando de forma indirecta en los blogs, lugares donde crear pequeñas reflexiones, demostrar conocimientos y establecer puentes hacia otros investigadores, así como la difusión de trabajos de forma más concreta.

En definitiva, que es posible que la Ciencia se fundamente en los conceptos 2.0 como Torres-Salinas considera, sin embargo el reconocimiento de un investigador científico por parte de sus iguales,todavía no llega por la vía de la Web 2.0. El networking y el reconocimiento todavía se realiza de forma completamente tradicional mediante la publicación de textos científicos y de revisión, la presencia en libros, la presentación de ponencias en los congresos, etcétera. Sí, la Ciencia dispone de fundamentos 2.0, como el crecimiento de forma colaborativa y de forma casi desinteresada, aunque lo de desinteresada merecería dejarlo en un aparte, pero obviamente todavía no se trata de las mismas escalas.

En cualquier caso, la presencia de la Ciencia en la Web 2.0, la Ciencia 2.0, serviría para reforzar ese sentimiento de comunidad abierta y desinteresada por el crecimiento del ser humano. Sería útil a la hora de tender puentes hacia la Sociedad que la apoya y la financia, en el establecimiento de redes de investigación, así como la localización de grupos de investigación con intereses semejantes. Es posible que quede un largo camino por recorrer, aunque es bastante probable que lentamente, con la llegada de nuevas generaciones, la brecha en la asimentría digital se vaya reduciendo.

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La Web 2.0 y las revistas científicas

Invitados por la organización, los pasados 24 y 25 de septiembre asistimos a buena parte del 3rd International LIS-EPI Meeting dedicado a la Innovación en información. Tras las dos jornadas, comprobamos que efectivamente nos encontrábamos frente a unos workshops compactos, en los que las aportaciones de cada uno de los ponentes estaban hiladas con lo que  definía cada una de las mesas y lo que iba a seguir posteriormente en los debates. Sin embargo, de nuevo, los ponentes se entretuvieron en sus exposiciones y muy poco pudimos aportar los asistentes en un marco donde se produjeron reflexiones bastante interesantes y donde las temáticas abordadas, con un poco más de margen, hubiesen generado mucho más debate del que se produjo posteriormente.

Obviamente, una de las mesas que me despertaban mayor interés fue la dedicada a la proyección de la Web 2.0 hacia las revistas científicas. Javier Guallar comenzó su exposición introdujendo el desarrollo de los modelos comunicativos y de contenidos de los medios de comunicación desde los inicios de la Red hispana hasta la actualidad adoptando posiciones cada vez más 2.0. Lo cierto es que Guallar trató de condensar una excelente exposición previa, ya recogida y analizada por nosotros en el texto Los medios de comunicación impresos en la Red: Antecedentes y situación actual, dejando lo más novedoso de sus reflexiones hacia el final donde comentaba las experiencias desarrolladas por el comité y el equipo redactor de la revista de El Profesional de la Información en el blog de la revista, Zona de Notas, y su think tank Thinkepi.

Desde mi punto de vista, tal vez el ponente debió haber profundizado sobre los usos y el feedback recibido durante el periodo de desarrollo del blog, pionero según su consideración en el ámbito de las revistas científicas españolas, su acogida por parte del equipo de redacción y por los lectores de la revista, por ejemplo; o mucho más interesante aún el modelo de desarrollo de Thinkepi que ya comentamos en su día y su búsqueda de una viabilidad económica y un modelo de negocio interesante para sus editores.

Por su parte, Daniel Torres-Salinas trató de comparar el concepto de la Web 2.0 frente al modelo de comunicación y desarrollo científico estableciendo claras similitudes entre una y otra. De esta manera, para Torres, la Ciencia ya se fundamentaba sobre los pilares conceptuales de la Web 2.0, a saber, la comunicación y la generación de información entre los usuarios (Publicación de libros y artículos), la interacción entre los usuarios (Asistencia a congresos y seminarios) y la creación de comunidades (Los colegios invisibles).

Sin embargo, es curioso que si la Ciencia ya era 2.0, o se fundamenta sobre los conceptos que abanderó la Web 2.0, su modelo de comunicación e interacción no haya desarrollado toda su potencialidad tecnológica 2.0 dentro de la comunidad científica alrededor de las revistas. Para apoyar su aseveración, Torres-Salinas realizó un pequeño estudio mediante una selección aleatoria, de sitios web escogiendo para ello las revistas con mayor factor de impacto dentro de su ámbito científico, y se aventuró a estudiar sus características 2.0. Hay que señalar que desde el público se realizaron críticas sobre su metodología a la hora de elegir las cabeceras, sin embargo consideramos que al tratarse de una aproximación, los resultados no dejaron de ser curiosos. De este modo, el investigador descubrió que las revistas no habían realizado un gran despliegue a la hora de trasladar los modelos 2.0 en sus ediciones web y, si lo habían hecho, las iniciativas pasaban completamente desapercibidas puesto que los lectores no se mostraban interesados a interaccionar entre ellos.

Finalmente, Isabel Fernández y Elea Giménez introducían el concepto del Open Peer Review, según el cual los propios lectores de las revistas científicas evaluarían los originales enviados a una revista para su publicación. Debemos señalar que el Peer Review (o revisión entre pares) se fundamenta en la evaluación previa publicación de los textos enviados a las revistas por varios científicos donde se realizarían comentarios y observaciones a los editores de la publicación sobre la idoneidad a la hora de publicar los trabajos, así como comentarios a los autores para que los mejorasen.

El Peer Review ha sido criticado porque existe cierto sesgo a la hora de evaluar los trabajos, no se evita el oscurantismo y que los evaluadores puedan llegar a ser conscientes de quién ha publicado el trabajo. Sin embargo, la posibilidad del Open Peer Review que trata precisamente de evitar estas circunstancias también dispone de ciertas dificultades como la falta de actividad por parte de los lectores y autores de la revista a la hora de evaluar trabajos, así como aumentar el esfuerzo del editor en su publicación. Por otro lado, siempre queda la cuestión si nos enfrentamos a una revisión menos rigurosa que si la hiciesen varios científicos en vez de una comunidad de lectores y autores.

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La asimetría digital

Hace ya unos días que mi madre intentó explicarlos el "nuevo" invento de Google que era ni más ni menos su nueva enciclopedia, Knol. Como podéis imaginar mi madre no se ha acercado a un ordenador en su vida, si no fuese para limpiar la pantalla, ni creo que lo toque puesto que se ha negado en rotundo en numerosas ocasiones a pesar de que sus hermanos sí que se han lanzado a escribir correos electrónicos. Así que, como podéis imaginar, la explicación que me ofreci, tomada prestada de la radio sobre Knol, no fue lo más ajustada posible a la realidad. Obviamente, me quedé en silencio durante sus argumentaciones a pesar de sus preocupaciones sobre la conveniencia de la creación de una enciclopedia colaborativa y la autoridad que ésta podría dar respecto a los datos e informaciones que pudiese albergar. En fin, que os puedo asegurar que mi madre no lee mi blog, ni tampoco lo que voy escribiendo en papel y eso que sólo nos llevamos una generación.

Por otro lado, mi padre siempre se sintió un poco fascinado por mi destreza con los ordenadores. Vale, puede que mi nivel sea un poquito superior al de un usuario avanzado, pero soy plenamente consciente de que camino hacia la obsolescencia poco a poco. Es cierto, puedo acercarme a los nuevos fenómenos de la Red, el microblogging, las redes sociales, la promoción de noticias, etcétera; sin embargo os confesaré que siempre me queda el regusto de no estar utilizando completamente su potencial, como si fuesen más exprimibles de lo que yo realizo en ellas, aunque mi consuelo es que simplemente no dispongo del tiempo necesario y no puedo dedicarles ni todo mi esfuerzo ni mi interés. De hecho, recientemente se ha realizado el cálculo de cuánto tiempo se debería dedicar a la Web 2.0 para ser un usuario normal de estas herramientas y lo cierto es que no les puedo dedicar el mínimo de 8 horas semanales. ¡Ya me gustaría dedicárselo a mis aficiones!

Puede que se trate de una excusa de mal pagador, de alguien que camina hacia la obsolescencia gritando ¡paparruchas!, o simplemente que considere que mi blog es mi identidad digital en la Red y por ello lo potencio sobre otras cosas, sin tener la necesidad de contaminar mi presencia en ella sin nada más que lo que aquí recojo y publico, pero sin renunciar a mirar con curiosidad otros fenómenos de la Web 2.0, claro. Por supuesto que no renuncio a ser participativo, he roto lanzas en proyectos que me parecían interesantes y necesarios, pero obviamente no dispongo de todo el tiempo del mundo y para mantener algo que acabaré abandonando, es mejor no comenzarlo.

¿La obsolescencia terminológica pronto se convertirá en tecnológica? Indudablemente que una parte sí. Es probable que el año que viene o el próximo, cuando amaine esta crisis económica, aparezca un nuevo concepto o se desarrolle una nueva idea y que yo ya no sea captar su utilidad o descubrir su inutilidad, lo que es más grave. Sinceramente, espero que no se me escape, si existe y que no pierda la curiosidad. Pero, esto mismo ya está sucediendo a nivel empresarial y no puede ser detenido.

Francis Pisani nos pone sobre la pista de esta nueva Asimetría Digital donde los más jóvenes adoptarían las nuevas tecnologías y sus nuevos conceptos de forma más rápida que el resto. En su artículo, La dificultad de adaptarse a los cambios, nos describe la situación dada en Unilever donde Wendy Wilkes se desesperaba por la lentitud de su organización a la hora de adoptar las nuevas tecnologías. De hecho, ella lo describe como "shock tecnológico" puesto que no se les permitía usar ni MySpace, Facebook, Twitter o Skype. Afortunadamente, Wilkes escribió un correo a su jefe quejándose y abriéndole los ojos. La reacción de su superior distó mucho de ser airada, más bien al contrario, puesto que le encomendó un puesto nuevo: buscar aplicaciones (gratuitas, preferentemente) que se podría aplicar en la empresa.

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