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Etiqueta: Libros

Las bibliotecas en el cine

Una de las secciones que lamentablemente hemos tenido más olvidadas durante el 2008 que termina dentro de esta bitácora ha correspondido la sección dedicada a las las bibliotecas en el cine. Me sorprende mucho que esto haya sido así teniendo presente que era una de mis preferidas, aunque imagino que el esfuerzo que supone el mantenimiento de esta sección -el visionado de una película completa, más la extracción de un fotograma significativo (si es posible), más la redacción de un texto apropiado- constituya uno de los mayores obstáculos a la hora de su actualización a lo largo del tiempo (Además de otros problemas inherentes al ritmo de publicación de un blog). Sin embargo, los hechos nos indican que durante un año y medio no hemos publicado ninguna anotación, por lo que es de suponer que nuestro interés en la publicación de contenidos específicos ha decaído mucho.

Flaco favor nos hacemos, cuando consideramos presentar, dentro de esta publicación digital, cómo se nos contemplaba dentro de los medios de comunicación de masas a los bibliotecarios y documentalistas, así como al libro, y después nos olvidamos completamente de ello. Sin embargo, y de momento, dentro de nuestra filmoteca particular disponemos de 15 obras que confiamos ir ampliando a partir de 2009. En cualquier caso, hasta este momento, hemos hecho referencia a los títulos:

  1. El jovencito Frankenstein (Young Frankenstein – 1974)
  2. Carrie (Carrie – 1976)
  3. El Señor de los Anillos: La Comunidad del Anillo (The Lord of the Rings: The Fellowship of the Ring – 2001)
  4. Tesis (1996)
  5. El día de mañana (The Day After Tomorrow – 2004)
  6. El Nombre de la Rosa (Der Name der Rose – 1996)
  7. Los Cazafantasmas (Ghost Busters – 1984)
  8. Desayuno con Diamantes (Breakfast at Tiffany’s – 1961)
  9. Blade (1998)
  10. Harry Potter y la piedra filosofal (Harry Potter and the Sorcerer’s Stone – 2001)
  11. Hannibal (2001)
  12. Seven (Se7en – 1995)
  13. Un Día en las Carreras (A Day at the Races – 1937)
  14. Star wars: Episodio II – El Ataque de los clones (Star Wars: Episode II – Attack of the Clones – 2002)
  15. Miranda (2002)
  16. Indiana Jones y la Última Cruzada (Indiana Jones and the Last Crusade – 1989)
  17. El tren de Zhou Yu (Zhou Yu de huo che – 2002)
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El libro ante la cultura de lo audiovisual

A raíz del artículo publicado hoy en el diario El País, El videojuego es parte de mi escuela, os dejo un texto de Vicente Verdú que es bastante probable que encontréis interesante relacionado con la lectura y la cultura de lo audiovisual.

Hace relativamente poco los educadores más finos, ajenos al fenómeno audiovisual, continuaban diciendo que con «cultura» se podía ir a todas partes, pero sinceramente su cultura procedía casi en exclusiva de los libros. Según su parecer, había tantos libros por leer y tanta ciencia escrita que dentro de las bibliotecas se encerraba todo, y las librerías, como sucursales del templo, eran sagradas; los libreros, pequeños sacerdotes, y los escritores, profetas. Esa fue nuestra fe. La cultura culta reproducía los caracteres de la devoción, el sacrificio, la tenacidad, la meditación, el éxtasis tal como se demostró en el fervoroso centenraio del Quijote, reproducción fidedigna de un Año Santo donde mediante el texto se alcanzaba el jubileo.

Nuestros antepasados más egregios lo fueron gracias a los libros y nosotros crecimos desde la página impresa y con la página impresa. ¿La radio? ¿La televisión? ¿La fotografía? ¿El cine, incluso? Estos medios (hoy llamados «de comunicación» más que de cultura) constituían elementos del entretenimiento, no fuentes del saber, en sentido estricto. El saber -una vez más- se hallaba guardado en los libros y aspirar a más significaba servirse más de ellos, fuera en un convento o en una prisión, en una buhardilla o bajo un almendro.

En el contexto del anterior capitalismo de producción (con ahorro, aplazamientos, acumulación de capital, represión sexual) la lectura era esencial; servía para creerse rico sin gastar, viajero sin tomar el tren, adúltero sin escándalo social, hombre de letras como sinónimo de sabio, Pero ahora ese expediente ha terminado y no, obviamente, para perdición de la humanidad.

Antes la lectura lo enseñaba y lo curaba todo, nos engrandecía moralmente, nos humanizaba, nos abrillantaba y terminaba conduciéndonos, incluso, a la Revolución. La lectura fue para nosotros, los lectores de toda la vida, como el bálsamo de Fierabrás. La humanidad mejora, según la antigua ortodoxia educadora todavía en nómina, si lee. En ocasiones se mostró tolerancia hacia los que veían una televisión (documentales, telediarios, series históricas, debates), pero ¿cómo comparar cualquiera de esos pasati8empos con la incandescencia de las líneas de un libro?

El libro en la leyenda ilustrada es el viaje interior, la reflexión, la conciencia de sí, lo insigne, la libertad, la rebelión. Todo ello sin distinguir, frecuentemente, si se trata de un buen libro o no y por lo general refiriéndose a la novela sobre la que no han podido recaer mayores regalías.

A la población de un país se la tiene por ignorante si su mitad no lee ni un solo libro al año. Pero ¿cómo sostener esta simpleza en el complejísimo estadio audiovisual? Sólo los ciegos y los sordos culturales podrían hacerlo. En este supuesto, la fata de visión se junta con las pocas ganas de escuchar. De esta manera, el videojuego, por ejemplo, no importa cómo sea, siempre empobrece, pero el libro, no importa cómo sea, enriquece. Este simplismo que detesta lo que no conoce se cree, obviamente, representante de la cultura superior. Pero efectivamente no sabe. Quienes no hemos practicado con los videojuegos hemos supuesto que su dificultad residía en la rapidez de manipulación y la coordinación entre la vista y el moviviemnto de las manos. La verdad, sin embargo, para la mayor parte de los videojuegos, es que su interés y complejidad se encuentran en el desciframiento de las reglas, que van aprendiéndose a lo largo del proceso.

Leer un libro es siempre seguir una historia prefigurada mientras que el videojuego imita fielmente el avatar de la vida, con secuencias que se crean y conforman a partir de la acción del jugador. Por comparación al viedojuego, que requiere acción constante, el libro se presenta ante los nuevos consumidores jóvenes como un ocio demasiado pasivo y sumiso.

Con el videojuego son protagonistas de la intriga, del enredo, mientras que con el libro se sienten sólo contempladores de lo que vaya pasando. Indudablemente el libro posee ventajas superiores en cuanto potenciación de la imaginación y creación de universos interiores, contribuye a desarrollar la concentración y es, sin duda, el mejor medio para la transmisión de determinadas informaciones. Pero todas estas cualidades son, probablemente, las que inducen a rehuirlo en la cultura más veloz del consumo y las que, al cabo, sustituidas por las características del videojuego, están creando otra mentailidad y otras destrezas. Diferentes habilidades, en suma, para percibir y elaborar decisiones sobre una realidad diferente.

Los jóvenes descifran mejor la heterogeneidad de las grandes ciudades modernas, son menos capaces de leer un libro intrincado pero más raudos y perspicaces en la interpretación de superficies promiscuas, físicas y virtuales, o ambas a la vez. Los chicos, en fin, tal y como ha evolucionado el mundo, no pierden el tiempo en los videojuegos: ganan y pierden a la ver para acomodarse a la cultura que les corresponde.

VERDÚ, Vicente. Yo y tú, objetos de lujo. El personismo: La primera revolución cultural del siglo XXI. Barcelona: Debolsillo, 2007. Pág. 29-31

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«Libros» de Mario Benedetti

Cuando transitamos
por las páginas de un libro
pocas veces salimos ilesos
siempre hay un personaje
que nos pisa la libertad
o estampa de mujer
que nos prohíbe enamorarnos

es claro que fabricamos pausas
para defendernos de tanta hoguera
pero de todos modos
casi siempre nos queda
un fantasma de papel

en la cárcel del libro
esperamos el merecido indulto
pero el personaje que era juez
se fue de vacaciones

BENEDETTI, Mario. Canciones del que no canta. Madrid: Visor libros, 2007. Pág. 124

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¡Qué sano es usted, ni fuma ni lee!

Extraída la anécdota del título de este texto del artículo “Comunicación saludable, silencio tóxico” de Enrique Sueiro, que apenas tiene que ver con lo que se desarrollaría posteriormente, ando preocupado porque si bien es cierto que ni se puede ni merece la pena leer todo, festejar el analfabetismo deliberado con semejante frase venga de quien venga, no admitiría justificación.

Pero, qué voy a decir nuevo que no haya dicho, ya hace dos siglos, Mariano José Larra que no demuestren las estadísticas y que no refrenden nuestras administraciones públicas, medios de comunicación y profesionales del sector que deben echar mano de la psicología inversa para animar a leer. Porque no es, ni será, costumbre de este país el de la lectura, tal y como, desde el humor que nos caracteriza, contemplamos con sorna, aunque también es de justicia, con disgusto.

Pero, ¿qué es leer saludablemente? ¿Hay que leer por leer? ¿Qué se debe leer? ¿Evasión o erudición? Infinitas opciones ante las que se bate tanto el lector ocasional como el profesional, mientras nos conducen ante cierta desazón si la elección no es de nuestra completa satisfacción. Puesto que leer bajo el Sol de agosto agota y nos deja sedientos en búsqueda de otras actividades mucho más diluidas y posiblemente más ligeras como, por ejemplo, encararnos a la vacua televisión estival que no requiere de ningún esfuerzo intelectual salvo el de apretar el botón Cambio de canal con cierta intermitencia.

Pero que no quepa duda que la no-lectura no llega a ser saludable. Ya se trate de un diario, un libro o este mismo panfleto (que no merece vuestro tiempo) no os dejéis captar por la inopia porque esto, que os halléis en ella, es el deseo de muchos para llevaros a su terreno, confundiros con palabras grandilocuentes pero vacías en contenido. No os consideréis sabios por lecturas añejas y conocimientos adquiridos hace tanto, puesto que la vanidad os hará caer en vuestro propio desconocimiento y, atrapados en él, os abandonaréis en la dulce pendiente de la espiral que finalmente os arrastrará hasta un pozo del que os costará emerger de nuevo.

Ya lo dijimos antes, pero repetimos: ¡Leed siempre malditos!

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Anuario ThinkEPI 2008 – Análisis y tendencias en información y documentación

El sitio web de ThinkEPI, o más bien su Repositorio, el cual ya criticamos hace un tiempo ante el aparente cierre de sus contenidos, funciona como una especie de blog asíncrono, algo que llama poderosamente la atención, puesto que lo hace al contrario que el resto de la Web. Así, cuando el mundo de la blogosfera se muestra como un lugar para la comunicación tremendamente acelerado y con apenas espacio para la cautela y la reflexión, los profesionales de la información proponen una metodología de la comunicación y de la reflexión que va a contrapié del resto de la Red.

El planteamiento a la hora de crear contenidos también es bastante novedoso respecto a lo que se está haciendo en la blogosfera. En vez de crear una comunidad en torno a un blog, aprovechan una ya creada sobre el eje de una lista de distribución por correo electrónico, Iwetel, para la creación y recolección de opinión. De este modo, un grupo de profesionales e investigadores de la Biblioteconomía y Documentación hispana proponen con cierta cadencia una serie de temas a la comunidad para su ponderación y enriquecimiento. Después de cierto tiempo, y cuando el debate ya ha finalizado, las opiniones vertidas que hayan resultado interesantes o de relevancia pasan a formar parte del repositorio tras su estructuración para su mejor comprensión como testigo de esos debates.

La iniciativa, que esperemos que se prolongue en el tiempo, tuvo su primera recopilación el pasado año (2007) en forma de anuario. Lo cierto es que me sorprendió que se reuniesen en forma de libro aquellas aportaciones, sin embargo, me pareció muy atrayente el hecho que los debates digitales acabasen negro sobre blanco más allá de las pantallas. Por supuesto que este año ThinkEPI nos ofrece una segunda tanda de los debates desarrollados durante el año pasado y, visto lo que tenemos en nuestras manos, podemos afirmar que la propuesta ha madurado.

El Anuario es un digno complemento a una de las publicaciones periódicas más importantes de la Biblioteconomía y Documentación española, El Profesional de la Información. La herencia respecto a la revista es completamente perceptible nada más abrir el tomo de 295 páginas, ya que utiliza su mismo diseño gráfico para abordar de forma más amena, directa y menos academicista temáticas que se encuentran en su punto de ebullición en el momento de su propuesta y que no pueden esperar a repasos bibliográficos y revisiones entre pares para su discusión. Por lo tanto, nos encontremos ante textos mucho más ágiles y enriquecedores, puesto que son los propios profesionales los que contestan, corrigen y puntualizan las consideraciones tanto del autor como de otros comentarios realizados a tenor de lo expuesto. Asimismo, los editores han huido de la pesadez de publicar los documentos tal cual se produjeron (A través del correo electrónico apenas se pueden dar apoyos al texto), añadiendo elementos para reforzar la información que se nos provee y facilitando sobremanera la lectura del mismo.

Además, no contentos en encerrarse en su Repositorio, el equipo ThinkEPI hace un esfuerzo para cubrir otros grupos de discusión presentes en Internet. En esta edición, los editores se han centrado en la lista de distribución Iwetel, anteriormente citada, y el servicio de promoción de noticias social DocuMenea. De este modo, se han recogido, en un impulso loable, aquellas noticias y debates que han causado mayor impacto, extractando y resumiendo lo más destacado de cada una de ellas. Sin embargo, debemos señalar que puede que lo más censurable sea el resumen dedicado a DocuMenea por su completa inconsistencia y la falta de enlaces entre temas, a pesar del hecho de que se tenga el afán de agrupar las noticias temáticamente.

En definitiva, este Anuario nos ofrece una pequeña ventana a las investigaciones que se van a realizar en un futuro cercano dentro de nuestro ámbito profesional, de la forma que lo haría la misma blogosfera, y que se recogerán en publicaciones y libros, aunque se hiciera premonitoriamente y como punto de partida dentro de sus mismas páginas.

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«Library 2.0 – A guide to participatory library service» de Michael Casey y Laura Savastinuk

“Es pasado el tiempo en que la biblioteca se parecía a un museo, en que el bibliotecario era una suerte de ratón entre húmedos libros y en que los visitantes miraban con ojos curiosos los antiguos tomos y los manuscritos. Es presente el tiempo en que la biblioteca es una escuela, en que el bibliotecario es en el más alto sentido un maestro y en que el visitante tiene la misma relación con los libros que el trabajador manual tiene con sus herramientas.”

Melvil Dewey (1851-1931)

Aunque la teoría dentro de la Biblioteconomía moderna que los usuarios de un centro de información deben ser considerados como clientes y los servicios que una biblioteca debe desarrollar tienen que estar enfocados siempre hacia ellos, además de tener presente sus necesidades, parece que los bibliotecarios han vivido dentro de una especie de burbuja donde se consideraban nada más ni nada menos que intocables donde lo que siempre se ha hecho es lo que funciona y lo nuevo ya se comprobará a lo largo del tiempo si es útil. La innovación y la apertura de las bibliotecas a la sociedad que sirven es algo que ha tardado mucho en calar dentro del colectivo bibliotecario en general y parece que esto no sólo es patrimonio español, sino que en los países anglosajones el cerrajón de las bibliotecas respecto a la sociedad a la que sirven siempre ha sido legendario.

Por ejemplo, en este mismo sitio recogimos la figura de Daniel Boorstin, un escritor que cuando llegó a la dirección de la Biblioteca del Congreso estadounidense decidió abrirla a la sociedad, y de forma paralela contemplamos a la polémica Rosa Regás como nuestra Daniel Boorstin particular, desarrollando iniciativas para acercar la institución que dirigía hacia la sociedad que la sostiene. Sin embargo, los bibliotecarios han descubierto de repente que aquello que consideraron exclusivamente de su competencia, la difusión de la cultura de una forma libre y gratuita, ha encontrado un competidor imbatible que se muestra de una forma completamente ubicua, pero terriblemente barata: Internet.

No vamos a entrar en el debate sobre la calidad de la información que se pueda ofrecer dentro de esta inmensa fuente de información, el hecho es que está presente, se usa de forma sencilla e intuitiva y la sociedad la va a usar cada vez más pese a quien pese. Así que los bibliotecarios, hasta ahora un tanto remolones respecto a la innovación y que se sentían cómodos con los libros de toda la vida, comienzan a descubrir de forma desagradable que la competencia amenaza sus trabajos. De hecho, hay quien ya ha situado la fecha de la defunción de las bibliotecas en la cercana fecha de 2019. Casey y Savastinuk son conscientes de ello y no dudan en abrir su libro describiendo con toda su crudeza lo que actualmente la bibliotecas están sufriendo:

  • Estamos perdiendo el interés de los usuarios.
  • No estamos ofreciendo los servicios que los usuarios demandan
  • Nos resistimos a cambiar los servicios que consideramos tradicionales o fundamentales para un servicio bibliotecario
  • Ya no nos encontramos en el primer lugar al cual acuden los usuarios cuando buscan información.

De una forma dura y simple, Casey nos advierte que estamos perdiendo clientes a un ritmo acelerado. Repentinamente, nos hallamos en la tesitura de comenzar a escuchar, a acercarnos a los ordenadores (Algo de lo que algunos bibliotecarios no gustan), a comenzar a descubrir buenas prácticas desarrolladas en otros centros de información, a acercarnos a conceptos como el benchmarking y, de una vez por todas, ser abiertos, hablar y escuchar. Entre nosotros, sí, pero también a establecer puentes comunicativos con los usuarios y tratar de atraer su atención para que se muestren dispuestos a desplazarse hasta una biblioteca y usarla. En el libro, tal y como indicábamos hace unos días, blogs, wikis o sindicación de contenidos son aspectos de la Web que se tratan de forma necesaria, porque es donde los internautas están actualmente trabajando ante las campañas de marketing desplegadas, aunque este aspecto se trata de forma tangencial puesto que la esencia de la Biblioteca 2.0 no es la traslación de servicios desarrollados en Internet bajo el sufijo 2.0 y convertirlos en servicios bibliotecarios, sino el cambio continuo.

Lo que en este libro se nos propone es, primero, convencernos de que la sociedad está cambiando de una forma completamente acelerada y que los profesionales de la información no hemos sido capaces de movernos con ella y, segundo, ante esto nos ofrece una metodología para adentrarnos en el cambio continuo, en la formación continua y en la conversación abierta mediante la implantación de equipos que tratarían de proponer, desarrollar, evaluar y mantener nuevos servicios y nuevos productos dentro de una sociedad cambiante.

Library 2.0 nos ofrece el panorama que hasta ahora no habíamos contemplado, donde súbitamente, los procesos tan cacareados para sobrevivir dentro de la globalización dentro del ámbito empresarial que ser aplicados obligatoriamente dentro de las bilbiotecas. Conceptos que, desde los años 80, se están desarrollando dentro de este marco y que los bibliotecarios deben comenzar a aprehenderlos más que obcecarse en la catalogación o la clasificación. El fin y al cabo es cuestión de simple supervivencia.

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