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Categoría: Biblioteconomía

Documentalistas, ¿equivocamos nuestra formación?

La precariedad laboral en el campo de la Biblioteconomía y la Documentación, nuestra invisibilidad profesional, el intrusismo, las corrientes más o menos tecnófilas o tecnófobas entre nuestras filas, el desconocimiento de nuestras posibilidades laborales en trabajos diferentes a los tradicionales… son temas que, como profesionales de la información, de tanto en tanto nos rondan por la cabeza.

Éstas y muchas otras reflexiones similares las hemos vertido en múltiples ocasiones en este blog, intentando ofrecer un panorama profesional lo más amplio posible. Enlazar cada una de ellas sería demasiado tedioso, pero baste recordar cualquier encuentro entre un par de bibliotecarios/documentalistas –ya sea en reuniones informales entre amigos, cuando coincidimos en oposiciones o eventos varios, o en muchos mensajes en IWETEL-, para evocar los temas de los que hablo.

El reencuentro con viejos compañeros de estudio, de trabajo, con amigos -y el conocimiento de otros nuevos-, que supuso nuestra asistencia al 3rd International LIS-EPI Meeting ha hecho que me replantee de nuevo muchos de estos temas. Y más aún tras la lectura del reciente post de Álvaro Cabezas, en el que se recogía la vertiginosa caída de alumnos en las titulaciones de Biblioteconomía y Documentación en las universidades españolas, me ha hecho pensar si después de todo los que queremos dedicarnos a la Documentación en su vertiente más tecnológica o menos tradicional, de plano, nos equivocamos al escoger esta carrera.

En dicho post y los posteriores comentarios se barajaban varias explicaciones para esta caída de estudiantes en Biblioteconomía y Documentación: la pareja caída de la biblioteca como fuente de información universal, el escaso interés por las carreras documentales, la mala orientación vocacional, la sobreoferta formativa universitaria… Pero en conclusión, creo que el problema deriva mayormente de la propia formación que se nos ofrece en estas titulaciones (la Diplomatura y la Licenciatura).

Claro está que no se puede hacer un saco común: cada universidad sigue un programa curricular distinto, y desde que finalicé mis estudios en ambas titulaciones -en las dos universidades que las imparten en Valencia- seguramente habrá cambiado mucho el plan de estudios; pero poco se asemejaba la formación que recibí, a las necesidades formativas reales que me he ido encontrando a lo largo de mi desarrollo profesional.

Reconozco que como seguramente la mayoría de los futuros estudiantes universitarios no asistí en su momento a ninguna reunión informativa sobre la titulación, ni miré el plan de estudios de la carrera que había escogido; aunque viniendo de un módulo profesional en Biblioteconomía y Documentación sabía más o menos con qué podía encontrarme. Y si mi objetivo se hubiera limitado a preparar una oposición a alguna biblioteca municipal o universitaria, como es el caso de muchos de mis compañeros -y creo que casi la única salida que son capaces de visionar los estudiantes primerizos-, la formación que se me ofreció podría considerarse suficiente. Pero, cuando alguna asignatura, algún profesor, algún conferenciante, te deja entrever el mundo que hay más allá de la catalogación y de las bibliotecas tradicionales, las nuevas puertas profesionales que puedes cruzar con la base fundamental de nuestra profesión, la gestión de la información, ¿cómo no explorarlas?

Pero la realidad laboral es la que entonces nos cierra esas mismas puertas: los titulados en Biblioteconomía y Documentación no somos bienvenidos para desempeñar tareas más tecnológicas. La tradición de nuestra profesión, la visión que la sociedad tiene del mundo bibliotecario, de su obsolescencia frente a Internet, resultan un lastre. Poco importa que nuestra marcada formación interdisciplinar pueda servir como punto de apoyo a muchos otros profesionales («Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo», Arquímedes); que nuestra capacitación para estructurar la información puedan completar, por ejemplo, la labor de un informático a la hora de crear o definir conceptualmente una base de datos, una Intranet, una página web; o que nuestra especialización en el campo de las búsquedas documentales pueda respaldar las labores de investigación científica, -sólo por poner algunos ejemplos que conozco.

Llegado a este punto, y volviendo al tema del estudio de Álvaro Cabezas, es cuando yo y otros (y perdón por el orden de los sujetos) nos planteamos si no hubiera sido mejor que estudiáramos otra carrera más tecnológica para trabajar en lo que nos gusta, en Documentación.

Quizá los nuevos estudiantes, más avispados que nosotros, hayan sabido ver que nuestro futuro laboral en este terreno no nos lo va a proporcionar una carrera como Biblioteconomía y Documentación. Consideran, al igual que la sociedad o que nuestros compañeros bibliotecarios más más tradicionales (y la redundancia es intencionada), que las nuevas tecnologías están alejadas de las bibliotecas y del anacronismo que transmiten.

Mucho se ha hablado de la muerte del libro y de las bibliotecas, no se trata de un tema nuevo. Así que, cuándo aprenderemos de una buena vez, cuándo aprenderán nuestros formadores, que tenemos que dar el salto de continente a contenido, de libros a información, de entidad física a virtual; que las nuevas tecnologías están ahí para ayudarnos y para quedarse y que no tenemos que temerlas.

Quizá la biblioteca 2.0 pueda lavar la cara a la imagen tradicionalista que arrastramos, pero mientras tanto esa imagen seguirá siendo un escollo en nuestra incursión en un mundo profesional más amplio y más tecnológico.

Más elucubraciones… en la próxima reunión.

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Las enfermedades de la información: Infomanía frente a la infoxicación

El pasado mes de Agosto simplemente me desconecté como si estuviera enlazado a Matrix. Durante dos semanas, estuve, más bien traté de estarlo, completamente off-line; buscando el descanso de la Web y del trabajo continuo que requiere el mantenimiento de este blog. Tanto es así, la desconexión claro, que algunas personas se alarmaron puesto que de repente había cesado en mi actividad bloguera sin previo aviso y, mucho peor, no contestaba los correos electrónicos que me enviaban. Naturalmente, sucedió que me propuse mantenerme lo más alejado posible de un ordenador, pudiendo permanecer hasta cinco días sin realizar un solo clic.

Sí, conseguí lo que otros intentan y no pueden llegar a hacer, desconectar del trabajo y del mundo digital. Sin embargo, tengo que reconocer que la vuelta fue un poco dura, puesto que te percatas que te falta pulso a la hora de componer textos, ya que debes ponerte al día y rehacer ideas. En fin, que parece que al menos este año me he librado de la Infomanía, nuevo término en la psicología usado para un estado de ánimo: El de estar buscando estímulos informativos incansablemente.

Hace poco, en un artículo de opinión del diario El País se detenían en reflexionar sobre el modo de vida de hoy en día, tan tecnológico, tan ligado a recibir señales continuas; y proponían una suerte de Remedios para la infomanía. Así, definía a la Infomanía como la angustia «no por sentirse asediado por los mensajes electrónicos, sino por buscar, precisamente, su asedio. Sólo así se explicaría que el 53% de los internautas norteamericanos consulte su correo desde la cama, y hasta un 12% desde la iglesia. Claro que esta cifra es sólo la mitad de quienes lo consultan desde el baño: hasta un 37%.»

No voy a negar que la Infomanía me recuerda necesariamente a otro término, al que ya hemos hecho referencia anteriormente, bien conocido por los documentalistas -la Infoxicación– del que incluso hemos recogido algunas de las razones por las que podríamos vernos asediados por la recepción de información de forma indiscriminada. En concreto, la infoxicación se refiere a la sobresaturación de información, ruido-interferencia, la cual incluso puede llegar a generar angustia en el usuario por no sentirse en condiciones de encontrar la información buscada.

Obviamente, entre la Infomanía y la Infoxicación se presenta un límite conceptual. Porque una podría derivar en la otra, la Infomanía provocaría cierta Infoxicación en la búsqueda eterna de la tensión informativa, mientras que la Infoxicación no tendría que derivar necesariamente en la Infomanía, debido a que la Infoxicación provocaría un rechazo hacia la Infomanía. En cualquier caso, mientras se investiga más a fondo estas nuevas formas de presión psicológica sobre los individuos y sus posibles remedios, aunque yo me ofrezco como voluntario para demostrar que el mundo sin correo electrónico es posible, los documentalistas siempre podemos recurrir a las ideas del Just-in-case y del Just-in-time para que nadie acabe con un ataque de nervios porque el Gmail sencillamente hoy se encuentra caído.

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La información y sus automatismos

En general, los mercados financieros son unos completos desconocidos para los comunes de los mortales. Cuando salta alguna noticia a las parrillas de los telediarios, sólo se trata de informaciones sobre espectaculares subidas o, más bien, completos descalabros. Es entonces cuando nos percatamos que la economía no funciona todo lo bien que debiera y esperamos que las cosas mejoren poco a poco.

Desde luego que no hay que llevarse a engaño, aunque basados en lo que se denomina Fundamentales Empresariales, a ojos de cualquier persona poco ducha en ingeniería financiera hay, aparentemente, más de casino o de ruleta rusa dentro de ellos que de Ciencias Exactas, por lo que no suelen ser un lugar cómodo para invertir para los pequeños ahorradores. De hecho, como en los mejores casinos, uno siempre está a tiempo de retirarse, monitorizando y vigilando las cotizaciones de las acciones bursátiles, así como automatizar sus órdenes de compra o venta llegados a ciertos niveles que uno considere relevantes. Así, por ejemplo, si deseamos invertir en una empresa, podemos fijar su precio de compra a cierto nivel y esperar a que la acción lo alcance para que se realice la compra, o bien si ya tenemos esas acciones en nuestra posesión podemos señalar un nivel de desinversión de manera que cuando una cotización llegue a cierto nivel podamos desinvertir y vender las acciones que disponemos en posesión, es lo que se denomina Stops Loss.

Esto podríamos considerar que está francamente bien porque así nos guardamos las espaldas ante caídas o cuando creemos que una acción se encuentra a un nivel muy interesante para invertir. El problema llega cuando la bolsa comienza a bajar en exceso y todas las órdenes, los stops, comienzan a saltar en venta deprimiendo aún más el efecto bola de nieve de las depreciaciones bursátiles y forzando la caída mucho más.

Por supuesto que las cotizaciones de las acciones se encuentran tremendamente ligadas a rumores, desmentidos, publicaciones de resultados empresariales y económicos. Esa necesidad de obtener información privilegiada, más allá de los análisis chartistas (de los gráficos para captar tendencias o realizar previsiones), es lo que determina quién gana más o quién puede mitigar las posibles pérdidas en caso de noticias desfavorables. La obtención de esa información nos puede llegar a colocar con cierta ventaja competitiva y es una constante en los mercados financieros globales pudiendo arruinarnos, e incluso a las empresas cotizadas, si no nos movemos de forma ágil.

Afortunadamente, la tecnología pone al alcance de nuestras manos la monitorización de las noticias que se van publicando de las compañías que son de nuestro interés, a la vez que negocian de forma automática y en nuestro nombre la compra-venta de acciones. Esto puede resultar tremendamente atractivo, absolutamente genial, si la presión informativa y otros quehaceres superan nuestra vigilancia del mercado. Sin embargo, puede suceder que todo el sistema no sea perfecto y falle ante un bulo o ante una noticia de hace 6 años.

Es lo que le sucedió a la compañía aérea estadounidense United Airlines (ver gráfico) cuando de súbito perdió el 75% de su valor en bolsa en 13 minutos debido a que el robot de Google News había interpretado como nueva una noticia extraída del archivo de un pequeño periódico estadounidense, South Florida-Sun Sentinel, y el sistema automático de Google la publicó como actual. El hecho es que el agregador de noticias de Google incorporó en sus titulares de forma automatizada una noticia de 2002 -Nótese que se trata del período inmediatamente posterior al 11-S cuando muchas compañías aéreas se vieron en apuros- en la que se afirmaba que United Airlines anunciaba una suspensión de pagos. De Google News, la noticia saltó a la agencia especializada en información financiera Bloomberg y de ahí a los inversores (Aunque la liebre la destapó la empresa Income Securities Advisors) comenzando una caída del valor que provocaría un suspensión en la cotización hasta que, finalmente, se comprobaría que la noticia no tenía ningún fundamento.

Actualmente, el debate gira entorno quién es el responsable último de estos sucesos, lanzándose Sun Sentinel, Google y Blomberg las responsabilidades sobre la información errónea y la pérdida de millones de dólares de inversones.

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Argumentos a favor de Documenea

Permitidme que rompa una lanza a favor de uno de los proyectos 2.0 lanzados para los profesionales de la información y que hasta este momento no le había dedicado ni el tiempo ni la reflexión que se merece. Concretamente, me refiero al sitio web para la promoción de noticias de Biblioteconomía y Documentación, Documenea, del que ya hablé más detalladamente dentro de la actividad Comunidad de Prácticas Comunidad 2.0 y que me da la impresión que está pasando completamente desapercibido dentro de nuestro colectivo.

Me resulta singular que durante este año tan 2.0, en el que se está abordando desde mesas redondas, congresos, cursos y actividades varias relacionadas con el mundo de la Web Social, no parece que el mensaje «Sé participativo» esté calando realmente dentro de nuestro colectivo. Es posible que el caso de Documenea tenga que ser cocinado más lentamente, por su idea y concepción, sin embargo considero que este sitio web es un entorno válido para abordar temas relacionados con la actualidad no sólo para profesionales de la información, sino también para otros colectivos interesados, así como dar a conocer la realidad bibliotecaria hispana a través de la promoción social de noticias.

Recuerdo perfectamente que, cuando lanzamos el portal El Documentalista Enredado (sitio web del que es deudor este blog), disponíamos de una sección denominada Noticias donde nos encargábamos de publicar lo más interesante que se publicaba en los medios de comunicación social respecto a las Bibliotecas y la Documentación. Obviamente, se trataba de una actividad de Corta & Pega que, aunque permitía realizar comentarios, nunca nos satisfizo porque el retorno por parte de nuestros usuarios era prácticamente inexistente.

Teniendo presente que nuestro portal era puramente 1.0 (si queréis), ya que un editor decidía qué noticias eran interesantes y cuales no lo eran a la hora de publicarlas en la web, esto se alejaba mucho de la idea de actividad colaborativa que pregona la Web 2.0 y que la concepción del filtrado social de noticias puede cubrir perfectamente. De este modo, es en Documenea donde la comunidad decide qué noticias son relevantes o no, a la vez que las enriquece con sus propias aportaciones. Lo cierto es que hubiese sido deseable que los profesionales de la información se hubiesen lanzado a apoyar un proyecto de estas características, pero imagino que la impresión de sus administradores es un tanto agridulce ya que, a pesar de tener una buena cantidad de usuarios dados de alta, son muy pocos los que participan activamente.

También es una lástima que Documenea no se haya convertido aún en un lugar de promoción de noticias en el que la actualidad burbujee por los cuatros costados. Por ejemplo, la situación de los bibliotecarios de Oviedo la descubrí a través de un blog afectado y no a través de esta web, mientras que la noticia que denunciábamos la semana pasada sobre la situación de las bibliotecas valencianas la descubrí de forma azarosa realizando una consulta a una base de datos en el lugar donde trabajo. Curiosamente, la noticia sobre la falta de fondos para las bibliotecas valencianas sí que fue enviada para su publicación en Documenea, sin embargo la comunidad no la consideró relevante y ni siquiera llegaron a la portada(!) puesto que los usuarios no la votaron suficientemente.

Debemos tener presente que Documenea no es sólo un lugar para promocionar noticias (o para realizar actividades SEO), también debe de seguir de hilo conductor para el establecimiento de debates completamente necesarios para una profesión madura y asentada, que no huye de sus problemáticas y que ve en las dificultades del otro las suyas propias porque a todos, al fin y al cabo, alcanzan. Es ahí donde deberían realizarse los debates encendidos que se producen en Iwetel sobre noticias de actualidad y que muchos no alcanzamos a percatarnos por nuestros ya abigarrados correos electrónicos.

En cualquier caso, Documenea también debe de demostrar cierta progresión y considero que ya va siendo necesaria la actualización del CMS, si está disponible, al menos para aprovechar las mejoras desarrolladas por el equipo de Menéame sobre el que esta plataforma se asienta. Por otro lado, también me parecen un tanto sangrantes algunos problemas de configuración del sistema, porque donde debería decir Documenea señala Menéame (Por ejemplo en los feeds) lo que puede llegar a producir confusión a sus usuarios menos avanzados.

En definitiva, que mucho trabajo queda por hacer tanto desde el punto de vista de los administradores como de su comunidad, pero no deberíamos permitirnos el lujo de dejar languidecer una iniciativa muy interesante y necesaria. Puesto que si un proyecto de este calibre fracasa, otras como, por ejemplo, una wikipedia bibliotecaria podrían correr la misma suerte a lo largo del tiempo. Personalmente, me muestro dispuesto a aumentar mi actividad dentro de esta web siempre que mis otras preocupaciones me lo permitan, esperando que la actividad que desarrollamos y apoyamos evolucione en el tiempo, al mismo tiempo que nos damos a conocer dentro de la sociedad a la que servimos y desarrollamos nuestra actividad.

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En Valencia, la Conselleria de Cultura da a bibliotecas la mitad de lo previsto porque muchos libros «quedarían en cajas»

Cajas de librosRecientemente, descubro que el diario Levante – El Mercantil Valenciano recogía una serie de informaciones denunciando la disminución de los fondos públicos para la adquisición de fondos para las bibliotecas públicas valencianas por parte de la Generalitat Valenciana. Este modo de proceder no se entiende si atendemos a lo denunciado por el Consell Valencià de Cultura (CVC) en un informe donde se afirmaba que sería conveniente replantear y repartir los escasos fondos para dotar eficazmente los centros con demanda social más amplia.

En concreto, las noticias referentes a esta situación, entre otras, son las siguientes:

El hecho de que los libros se queden en cajas, que aparenta ser una excusa un tanto peregrina para no aportar los fondos necesarios para la compra de materiales librarios, se detalla un poco más dentro de la noticia:

[…] De manera más gráfica, añadió [la consellera de Cultura Trinidad Miró] que dedicar a este asunto cuatro millones (la parte de la conselleria más la del ministerio) supondría que los fondos «quedarían en muchos casos almacenados en cajas», debido a que la mayoría de centros de lectura no están preparados para dar salida a un volumen tan elevado de libros nuevos. «Nos lo dicen muchos técnicos», remarcó.

Es decir, o que los bibliotecarios no tienen medios para dar salida a tal volumen de ejemplares en sus tareas de clasificación y catalogación, o puede que sean un tanto holgazanes, o simplemente es que el sistema bibliotecario valenciano no dispone de los profesionales suficientes dentro de las categorías funcionariales destinadas para ello. Es decir, que la situación laboral dentro del sistema no es la adecuada, algo que ya se decía en el informe del CVC anteriormente citado.

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¿Predijo Borges Internet? No, fue Paul Otlet

MundaneumHace ya unos meses que se publicó el libro Borges 2.0: From Text to Virtual Worlds en el que su autora Perla Sassón-Henry trataba de realizar un paralelismo entre los mundos imaginados del libro que tenía Jorge Luis Borges con la concepción actual que se tiene de la Red. De este modo, Sassón-Herny contemplaba una predicción de Internet dentro del relato El libro de arena o la Biblioteca de Babel, mientras que los blogs se encontrarían anticipados en el relato Funes el memorioso. Por supuesto que el estudio no se queda sólo en estos tres relatos y señala, además, Tlön, Uqbar, Orbis Tertius que conjuntaba las posibles visiones de un futuro digital del texto.

Por supuesto que esta idea se contempla desde cierto escepticismo como algo traído por los pelos o sustentado con alfileres, porque tal como se nos recuerda en Papel en blanco:

Borges sería el espíritu poético de Internet si no fuera por un detalle que Sassón-Henry parece haber pasado por alto: su pesimismo. La biblioteca universal que contiene todo el saber humano es ininteligible, y aquellos que tratan de desencriptarla acaban perdidos y dementes. El Aleph que concentra todos los puntos del universo en uno es falso, una ilusión, un juguete: a la omnisciencia no cabemos aspirar. Borges, el mismo Borges que creía tan poco en el tiempo que de joven ya se conocía de viejo, sabía perfectamente a dónde se dirigía la especie humana. Él ya vivía ahí. Pero lo que nos dejó suena a advertencia, porque es la historia de un fracaso.

Sin embargo, tal y como se nos recuerda recientemente en un artículo publicado en El País, La Red que cayó en el olvido, los historiadores están recuperando como primer visionario de la idea de una Red para la gestión de la información y el conocimiento a Paul Otlet considerado como el padre de la Documentación moderna. De este modo, Otlet en 1934 concibió la idea de un mundo interconectado en el que «cualquier persona desde su sillón será capaz de contemplar el conjunto de la creación».

En 1895, Otlet comenzó su tarea, junto a Henri La Fontaine, de intentar crear una bibliografía maestra (Mundaneum) que recogiera todo el conocimiento publicado del mundo. Los dos hombres se pusieron a coleccionar datos sobre todos los libros que se habían publicado en la historia, junto con una inmensa colección de artículos de revistas y periódicos, fotografías, carteles y todo tipo de objetos impresos coleccionables. De este modo, de una forma completamente analógica y utilizando fichas, empezaron a crear una inmensa base de datos en papel que contuvo en su momento de apogeo unos 12 millones de registros.

Sin embargo, a medida que el proyecto avanzaba, Otlet se percató de que el Mundaneum se comenzaba a ahogar debido al volumen excesivo de papel, por lo que concibió que fuesen las máquinas las que se encargasen de la sobrecarga de información proponiendo la eliminación del papel en sí. Así pues, comenzó a escribir sobre esa posibilidad de almacenamiento electrónico detallando sus ideas en su libro Monde (1934) donde explicaba su visión de un «cerebro mecánico y colectivo» que acogería toda la información del mundo, accesible rápidamente a través de una red global de telecomunicaciones.

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El empleo en Biblioteconomía y Documentación: Mucho y malo

Buscando trabajoRecuerdo que, hace unos años, la Universitat de València me llamó para realizarme una encuesta sobre el nivel de satisfacción que como alumno tenía tras mi finalización de los estudios de la Diplomatura en Biblioteconomía. Se trataba de una encuesta telefónica, así que armándome de paciencia, no me gusta rellenar encuestas, decidí contestar con toda la amabilidad que me fuese posible. De las preguntas que me realizaron, me acuerdo fundamentalmente de dos (La formulación es completamente inexacta aunque es su esencia): Cuál era mi grado de satisfacción respecto a lo estudiado y mi desempeño profesional, y si la Universitat me había ayudado para obtener mi primer empleo como titulado.

Teniendo en cuenta que cuando empecé mi andadura como documentalista los servicios que ofrecía la Universitat de València a través del ADEIT eran bastante escasos, mi respuesta fue que la Universitat no me había ayudado en nada a la hora de obtener mi trabajo. Y, respecto a la primera, teniendo presente que por entonces trabajaba en un periódico y los contenidos que se impartían en la Diplomatura de Biblioteconomía respecto a los medios de comunicación social eran ninguno, no me quedó otra que señalar que tampoco en nada.

La obtención de empleo es una de las máximas aspiraciones de todo universitario. De hecho, dentro de una carrera te encaminas hacia la especialización, aunque ya lo haces a la hora de escogerla, por tus preferencias pero también por la esperanza, así que la obtención de trabajo dentro de nuestro campo siempre nos ha resultado de interés y desgraciadamente un terreno abonado para la denuncia. Así, ya evidenciamos el hecho de que cuando llega la Navidad muchos becarios se ven abocados al paro ante el cese de sus contratos, mientras que los becarios también sufren retrasos en los pagos de sus nóminas por parte de las administraciones, además de que los contratados no aspiran a ganar más de mil euros pasando a engrosar las listas de los denominados mileuristas.

Pero estas percepciones se confirman cuando algún investigador se decida a realizar estudios sobre los estudiantes y los profesionales de la información. Recientemente, en el artículo, Desarrollo profesional y opinión sobre la formación recibida de los titulados universitarios en información y documentación de las universidades públicas de Madrid (2000-2005) se nos aportan elementos de valor sobre la situación del mercado laboral dentro del sector de la Biblioteconomía y Documentación a partir de una serie de encuestas (118) realizadas mediante correo electrónico a diplomados y licenciados en información y documentación de las universidades públicas de Madrid de las promociones egresadas
2000 y 2005.

El estudio es mucho más profundo que lo aquí se refleja y dispone de muchos más indicadores, sin embargo, escogemos estos porque nos parecen de interés siguiendo el criterio de publicación que hemos llevado desde un principio. En cualquier caso, los resultados de los estudiantes madrileños encuestados son descorazonadores:

  • Trabajan en el sector de la Biblioteconomía y Documentación. Es muy alto el porcentaje de personas que trabajan en este campo, el 79,5% (93) frente a un 20,3% (24) que no lo hacen.
  • Tiempo transcurrido hasta encontrar el primer empleo en biblioteconomía y documentación. Un 58,6% (68) lo encontró antes de terminar la titulación, un 12,9% (15) en menos de seis meses y un 9,5% (11) entre 6 meses y un año.
  • Nivel de responsabilidad. Los datos obtenidos señalan que un preocupante 44,4% (146) de los empleos obtenidos por los titulados que trabajan en información y documentación son de un nivel de auxiliar, inferior al que debe ocupar un titulado universitario. Como técnico encontramos un 35,6% (117), nivel que se asemejaría con una diplomatura, mientras que tan sólo hay un 13,7% (45) de nivel de técnico superior y un 6,4% (empleos) de nivel experto que se corresponderían con la licenciatura.
  • Tipo de relación contractual. La mala calidad del empleo obtenido, ya señalado por otras investigaciones6, queda patente: el 41,9% (139) eran becas y sólo un 11,7% (39) se materializó en contratos indefinidos.
  • Remuneración mensual (salario neto). Tendríamos un porcentaje del 73,1% de casos con una remuneración menor a los 900 €.
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